España en el Siglo XIX: Del Antiguo Régimen al Sexenio Democrático (1808-1874)

La Crisis del Antiguo Régimen (1808-1833): Liberalismo frente a Absolutismo

La crisis del Antiguo Régimen en España comienza con la Guerra de la Independencia y termina tras la muerte de Fernando VII. Durante este período, se implanta el liberalismo con un carácter revolucionario, experimentando avances y retrocesos.

Contexto: El Reinado de Carlos IV y la Influencia Revolucionaria

La llegada al trono de Carlos IV (1788-1808) coincide con el inicio de la Revolución Francesa. Después de varios ministros, Carlos IV nombra a Manuel Godoy como su valido. En este período hubo graves crisis de subsistencias, en parte a raíz de las guerras entre España y Gran Bretaña, debido a la alianza española con Francia. Esto provocó que se vieran afectadas la agricultura y la industria. Como consecuencia, el Estado aumentó los impuestos y llevó a cabo medidas como la desamortización de bienes eclesiásticos.

La Guerra de la Independencia (1808-1814)

España y Francia firman el Tratado de Fontainebleau (1807), que permitía el paso de tropas francesas por España para invadir Portugal. En este contexto, estalla el Motín de Aranjuez (marzo de 1808), instigado por la nobleza y el descontento popular contra Godoy: Carlos IV tuvo que abdicar en su hijo, el rey Fernando VII. Napoleón Bonaparte aprovecha esta crisis interna para dominar la península y reúne a la familia real en Bayona. Con la familia real ausente y el ejército francés ocupando el país, el levantamiento del pueblo de Madrid el 2 de mayo de 1808 es duramente reprimido por las tropas francesas. Unos días después, en Bayona, los reyes españoles son obligados a renunciar a la corona (Abdicaciones de Bayona), y esta pasa a José Bonaparte, hermano de Napoleón. La represión en Madrid y la abdicación de los reyes provocaron una rebelión generalizada en las clases populares contra los franceses, dando inicio a la Guerra de la Independencia.

La Guerra de la Independencia fue un conflicto complejo: una guerra de liberación nacional contra el invasor francés, pero también un conflicto civil, ya que enfrentó a los afrancesados (partidarios de José I y de las reformas de corte francés) y a los “patriotas” (defensores de Fernando VII y de la independencia española, aunque con diferentes posturas ideológicas). Fue, además, un conflicto internacional, enmarcado en las guerras napoleónicas, entre Francia y Gran Bretaña (aliada de España).

Fases de la Guerra

  • Primera fase (junio-noviembre de 1808): Se dieron los primeros éxitos de la resistencia española. Tuvieron lugar batallas importantes como la de Bailén (julio de 1808), primera derrota en campo abierto del ejército napoleónico, que obligó a José I a abandonar Madrid.
  • Segunda fase (noviembre de 1808 – enero de 1810): Napoleón intervino personalmente al frente de la Grande Armée, lanzando una gran ofensiva para dominar las principales ciudades y rutas. Se intensificó la resistencia popular mediante la guerra de guerrillas.
  • Tercera fase (enero de 1810 – 1814): Napoleón retiró parte de sus tropas para la campaña de Rusia. Esto, unido a la acción de las guerrillas y la ofensiva de los ejércitos regulares español y británico (al mando de Wellington), llevó a la progresiva derrota y expulsión del ejército francés. La guerra finalizó con la firma del Tratado de Valençay (diciembre de 1813), por el que Napoleón reconocía a Fernando VII como rey de España.

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

Ante el vacío de poder provocado por las abdicaciones de Bayona, se formaron Juntas locales y provinciales de defensa, que se coordinaron en la Junta Suprema Central. Esta Junta, refugiada en Cádiz (única ciudad importante no ocupada por los franceses), traspasó sus poderes a una Junta de Regencia en 1810, que convocó Cortes Generales y Extraordinarias. En estas Cortes participaron diputados de la península y de las colonias americanas, con diferentes ideologías:

  • Los absolutistas: Defendían la vuelta al Antiguo Régimen y la monarquía absoluta.
  • Los liberales: Partidarios de aprobar una Constitución, establecer la soberanía nacional e instaurar un régimen liberal.
  • Los ilustrados o jovellanistas: Buscaban un compromiso entre tradición y reforma, queriendo continuar con las instituciones del Antiguo Régimen aunque aplicando reformas moderadas.

De estas Cortes surge el primer liberalismo español, reflejado en la Constitución de 1812 (conocida popularmente como “La Pepa”, por ser promulgada el 19 de marzo, día de San José). Esta Constitución establecía principios revolucionarios como:

  • Soberanía nacional (el poder reside en la Nación).
  • Reconocimiento de derechos y libertades individuales (igualdad ante la ley, libertad de imprenta, propiedad privada, etc.).
  • División de poderes: legislativo (Cortes unicamerales con el rey), ejecutivo (rey y sus ministros) y judicial (tribunales).
  • Sufragio universal masculino indirecto para la elección de diputados.
  • Religión católica como única y oficial del Estado.
  • Establecimiento de una monarquía constitucional.

Principios Fundamentales del Liberalismo Político

El liberalismo, como ideología, aspiraba a construir una sociedad basada en los siguientes principios, en contraposición al Antiguo Régimen:

  • Soberanía Nacional: Se rechaza la monarquía absoluta de derecho divino y se apuesta por la monarquía constitucional, donde el poder del rey está limitado por una Constitución.
  • Igualdad Jurídica: Se eliminan los privilegios estamentales de la nobleza y el clero, así como el régimen señorial.
  • Derechos Individuales: Se proclaman los derechos del individuo (libertad, propiedad, seguridad, igualdad ante la ley), se establece la división de poderes y el sufragio (aunque inicialmente censitario o universal masculino indirecto).
  • Estado Unitario y Centralizado: El liberalismo propugna un Estado con leyes e instituciones comunes para todo el territorio.
  • Liberalismo Económico: Se defiende la propiedad privada libre y plena, la libertad de comercio e industria, la libertad de contratación de los trabajadores y una fiscalidad común (impuestos para todos).
  • Relación Iglesia-Estado: Se tiende a limitar el poder económico y la influencia social de la Iglesia, promoviendo la desamortización de sus bienes y, en algunos casos, la libertad de cultos.

El Reinado de Fernando VII (1814-1833)

El reinado de Fernando VII se divide en tres etapas:

El Sexenio Absolutista (1814-1820)

La vuelta de Fernando VII a España en 1814 supuso el retorno al absolutismo y al Antiguo Régimen. Apoyado por un sector del ejército y por diputados absolutistas que firmaron el Manifiesto de los Persas, el rey derogó la Constitución de 1812 y toda la obra legislativa de las Cortes de Cádiz. Reinstauró la Inquisición y persiguió a liberales y afrancesados, muchos de los cuales tuvieron que exiliarse. España participó en la Santa Alianza, una coalición de potencias absolutistas europeas comprometidas a restaurar y defender las monarquías absolutas.

El Trienio Liberal (1820-1823)

Los liberales españoles, tanto en el exilio como en la clandestinidad dentro de España, intentaron acceder al poder mediante pronunciamientos militares. En 1820, el pronunciamiento del comandante Rafael de Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla) triunfó, obligando a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812. Se implantó de nuevo el programa reformista iniciado en Cádiz. Durante este período, los liberales se dividieron en dos tendencias principales:

  • Doceañistas o moderados: Partidarios de aplicar la Constitución de 1812 de forma gradual y moderada, buscando un entendimiento con el rey y los sectores conservadores.
  • Veinteañistas o exaltados: Defensores de una aplicación más radical de los principios liberales y de reformas más profundas.

Este período culminó con la intervención del ejército francés de “Los Cien Mil Hijos de San Luis”, enviado por la Santa Alianza a petición de Fernando VII, que restauró el absolutismo.

La Década Ominosa (1823-1833)

Se produjo el retorno al absolutismo y una dura represión contra los liberales, que fueron perseguidos, encarcelados o ejecutados. Sin embargo, la mala situación económica, agravada por la Guerra de la Independencia y la pérdida de la mayor parte de las colonias americanas, junto con la necesidad de asegurar la sucesión para su hija Isabel, hicieron que Fernando VII se acercara progresivamente a los liberales más moderados en los últimos años de su reinado.

Antes de morir, Fernando VII derogó la Ley Sálica (que impedía reinar a las mujeres) mediante la Pragmática Sanción, permitiendo así que su hija Isabel heredara el trono. Su hermano, Carlos María Isidro, no aceptó esta medida, y a la muerte del rey en 1833 surgió un conflicto dinástico sobre la sucesión al trono. Este conflicto daría lugar a la Primera Guerra Carlista y marcaría la política española durante gran parte del siglo XIX. El triunfo de los isabelinos (apoyados por los liberales) haría posible la consolidación de la monarquía constitucional.

La Oposición al Liberalismo: El Carlismo

Fernando VII y los defensores del absolutismo y del Antiguo Régimen buscaron activamente oponerse al liberalismo. Tras la muerte de Fernando VII, surgen los carlistas, partidarios de Carlos María Isidro como rey legítimo.

El carlismo era un movimiento contrarrevolucionario que negaba la soberanía nacional y defendía el absolutismo monárquico, el catolicismo tradicionalista y el sistema foral (los fueros o leyes particulares de ciertos territorios). Su lema y programa se resumía en: “Dios, Patria, Fueros, Rey”. Los carlistas encontraron apoyo principalmente en el campesinado de las regiones forales, entre los artesanos afectados por las nuevas formas económicas, en la pequeña nobleza rural, en parte de la jerarquía eclesiástica y en el bajo clero. Se extendió fundamentalmente por las Vascongadas, Navarra, el Maestrazgo (entre Aragón y Valencia) y zonas de Cataluña, aunque tuvo focos en otras regiones.

El conflicto dinástico sobre la sucesión al trono, que se inició con la muerte de Fernando VII, dio lugar a la Primera Guerra Carlista (1833-1840) entre carlistas (absolutistas) e isabelinos (liberales). Posteriormente, se desarrollarían dos guerras carlistas más a lo largo del siglo XIX.

El Sexenio Democrático (1868-1874)

El Sexenio Democrático (1868-1874) es un período de la historia de España que constituye el primer intento de establecer una democracia basada en el sufragio universal masculino. Se inicia con la Revolución de 1868, conocida como «La Gloriosa». Este período, caracterizado por una gran inestabilidad política y social, fracasó y condujo a la Restauración borbónica en la figura de Alfonso XII.

La Revolución de Septiembre: «La Gloriosa» (1868)

Después del fracaso de varias intentonas previas, como la sublevación del cuartel de San Gil (1866), las fuerzas de oposición a la reina Isabel II (progresistas, demócratas y, más tarde, unionistas) decidieron unir sus esfuerzos para derrocarla. El Partido Progresista, dirigido por el general Juan Prim, y el Partido Demócrata firmaron el Pacto de Ostende (1866) con este objetivo. Más tarde se unió la Unión Liberal, liderada por el general Francisco Serrano, tras la muerte de O’Donnell.

La revolución estalló en septiembre de 1868 con el pronunciamiento de la escuadra en Cádiz al mando del almirante Topete. Los sublevados expresaron sus ideas en el manifiesto “¡Viva España con honra!”. La profunda crisis económica y financiera, junto con el autoritarismo del gobierno moderado y el desprestigio de la monarquía, facilitaron la participación de las masas populares. El ejército leal a la reina fue derrotado en la batalla de Alcolea, e Isabel II se exilió a Francia.

El Gobierno Provisional y la Regencia de Serrano (1868-1871)

Tras el triunfo de la revolución, se formó un Gobierno Provisional presidido por el general Serrano e integrado por progresistas y unionistas, con Prim como figura clave en el Ministerio de la Guerra. El nuevo gobierno convocó elecciones a Cortes Constituyentes, las primeras con sufragio universal masculino (para varones mayores de 25 años). La coalición gubernamental (progresistas, unionistas y demócratas monárquicos) obtuvo la mayoría.

Este nuevo gobierno tuvo que hacer frente a la oposición de los republicanos (que aspiraban a la proclamación de la República) y de los monárquicos borbónicos: los carlistas (partidarios de Carlos VII) y los alfonsinos (partidarios del príncipe Alfonso, hijo de Isabel II). Las Cortes aprobaron la Constitución de 1869, la más democrática de la historia de España hasta entonces, que establecía:

  • Soberanía nacional.
  • División de poderes.
  • Sufragio universal masculino.
  • Monarquía parlamentaria (el rey reina, pero no gobierna).
  • Una amplia declaración de derechos y libertades: de expresión, reunión, asociación, culto, etc.

Una vez aprobada la Constitución, y al no haber rey, las Cortes nombraron como Regente al general Serrano y como Jefe de Gobierno al general Prim. Sobre ambos recaía la difícil responsabilidad de encontrar un nuevo monarca para España que aceptara el régimen constitucional.

En el ámbito económico, se adoptaron medidas liberalizadoras, como la rebaja de aranceles para el comercio exterior (Arancel Figuerola de 1869) y el establecimiento de la peseta como unidad monetaria nacional. Sin embargo, el descontento popular persistió debido a la falta de mejoras sociales significativas (como el reparto de tierras o la abolición de las quintas y los consumos) y al inicio de la Guerra de los Diez Años en Cuba (1868-1878), un conflicto independentista que consumió enormes recursos.

El Reinado de Amadeo I de Saboya (1871-1873)

Tras una larga búsqueda entre las casas reales europeas, las Cortes eligieron como rey a Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia, Víctor Manuel II, y perteneciente a una dinastía con fama de liberal. Sin embargo, su reinado comenzó con un mal augurio: justo antes de su llegada a España, en diciembre de 1870, fue asesinado el general Prim, su principal valedor y el hombre fuerte del régimen.

El primer Gobierno de Amadeo I estuvo presidido por Serrano, al frente de una coalición de unionistas, progresistas y demócratas. Estos años se caracterizaron por una enorme inestabilidad política: se convocaron elecciones generales en tres ocasiones y se sucedieron seis gobiernos diferentes. El rey Amadeo I contó con escasos apoyos políticos y sociales. Enfrentó el rechazo frontal de los carlistas (que iniciaron la Tercera Guerra Carlista en 1872), de los alfonsinos (que conspiraban para restaurar a los Borbones) y de los republicanos (que seguían defendiendo su modelo de Estado). También se encontró con la oposición de la Iglesia, descontenta con la libertad de cultos, y de la aristocracia, que lo consideraba un advenedizo. Aislado y superado por los problemas del país, el rey abdicó en febrero de 1873. Inmediatamente, las Cortes, reunidas en Asamblea Nacional, proclamaron la República.

La Primera República (1873-1874)

La Primera República Española nació en un contexto de profunda crisis. Tuvo como oposición a los sectores conservadores, a los carlistas (en plena guerra) y a los alfonsinos. Intentó consolidar el sistema democrático iniciado en 1868, pero se enfrentó a graves problemas:

  • La división interna entre los propios republicanos, principalmente entre federales (partidarios de un Estado federal, con amplia autonomía para las regiones) y unitarios (defensores de un Estado centralizado).
  • La confusión sobre los objetivos políticos y la falta de una base social amplia y cohesionada.
  • La continuación de la Tercera Guerra Carlista y la Guerra de Cuba.
  • El estallido del movimiento cantonalista, una insurrección que proclamaba la independencia de pequeños territorios (cantones) y que desafiaba la autoridad del gobierno central.

La República Federal y sus Presidentes

La República tuvo cuatro presidentes en apenas once meses:

  1. Estanislao Figueras: Primer presidente del Poder Ejecutivo. Durante su breve mandato se abolió la esclavitud en Puerto Rico, se suprimieron las quintas (sistema de reclutamiento militar obligatorio) y se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes, que fueron ganadas por los republicanos federales.
  2. Francisco Pi i Margall: Sucedió a Figueras y fue el principal impulsor del proyecto de Constitución Federal de 1873, que establecía una República Federal compuesta por 17 Estados (incluyendo Cuba y Puerto Rico), pero que no llegó a promulgarse. Durante su presidencia, se extendió el movimiento cantonalista, especialmente en Levante y Andalucía. Incapaz de controlar la situación, Pi i Margall dimitió.
  3. Nicolás Salmerón: Se centró en restablecer militarmente el orden y reprimir los movimientos obreros internacionalistas y, sobre todo, el cantonalismo, apoyándose en el Ejército. Dimitió al negarse a firmar sentencias de muerte impuestas por la autoridad militar.
  4. Emilio Castelar: Representante del republicanismo más conservador, obtuvo poderes extraordinarios de las Cortes para gobernar por decreto, suspendió las garantías constitucionales, declaró ilegal el federalismo y otorgó aún más poder al ejército para restablecer el orden y combatir a carlistas y cantonales.

El Fin de la República y del Sexenio

Cuando las Cortes se reunieron en enero de 1874 para votar la gestión de Castelar y, previsiblemente, retirarle la confianza, el general Manuel Pavía dio un golpe de Estado, irrumpiendo con la Guardia Civil en el Congreso y disolviendo las Cortes republicanas.

Tras el golpe de Pavía, se formó un gobierno de concentración presidido por el general Serrano, quien fue proclamado presidente del Poder Ejecutivo de una República que, en la práctica, se convirtió en una dictadura militar conservadora, sin base constitucional ni apoyo popular significativo. Este régimen autoritario se mantuvo durante casi un año, mientras los monárquicos alfonsinos, liderados por Cánovas del Castillo, preparaban la restauración de los Borbones.

El 29 de diciembre de 1874, el general Arsenio Martínez Campos, mediante un pronunciamiento militar en Sagunto (Valencia), proclamó rey de España a Alfonso XII, hijo de Isabel II. Con este acto se puso fin al Sexenio Democrático y se inició el período de la Restauración borbónica.

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