Aspectos Fundamentales del Reinado de los Reyes Católicos
Introducción: Los Reyes Católicos han sido considerados el punto de partida de la Edad Moderna en España, ya que en algunos aspectos fundamentales marcaron el comienzo de una nueva época. Se propusieron transformar de modo definitivo una monarquía de carácter feudal en una monarquía autoritaria, capaz de imponer su voluntad por encima de cualquier grupo social. Para este fin, era imprescindible restaurar la paz social, acabando con los disturbios tan frecuentes en los reinados anteriores, y reforzar la autoridad de la monarquía, dotándola de los necesarios instrumentos de control.
Entronización de Isabel I de Castilla y la Guerra de Sucesión Castellana
La entronización de Isabel de Castilla se produjo tras la muerte de Enrique IV en 1474. Aunque el monarca había nombrado heredera a Isabel en el Tratado de los Toros de Guisando, posteriormente la desheredó y nombró sucesora a su hija Juana. Isabel se proclamó reina en Segovia, pero Alfonso V de Portugal invadió Castilla para apoyar a Juana, lo que desencadenó la Guerra de Sucesión Castellana (1475-1479). El conflicto concluyó con la victoria de Isabel y la firma del Tratado de Alcaçovas (1479), que reconoció a Isabel como reina de Castilla.
La Concordia de Segovia y la Unión Dinástica
La Concordia de Segovia (1475) estableció que Isabel sería la reina de Castilla y Fernando obtendría el título de rey, sin quedar relegado a consorte. Además, ambos gobernarían conjuntamente en Castilla, pero respetando la independencia política de los territorios de la Corona de Aragón. Así, la unión dinástica fue personal, ya que cada reino conservó sus leyes, instituciones y fronteras.
Control de la Nobleza: Las Cortes de Toledo de 1480
En las Cortes de Toledo de 1480, se ordenó el reintegro a la Corona de las tierras y rentas usurpadas por la nobleza desde 1464, aunque se mantuvieron las cesiones anteriores a esa fecha. Además, se instauró el sistema de corregidores en las ciudades para reforzar el control real y se organizó la Hacienda real. También se compiló el Ordenamiento de Montalvo, que consolidó las leyes del reino.
Los Consejos: Fortalecimiento de la Monarquía Autoritaria
Los Consejos fueron órganos clave para centralizar y fortalecer el poder monárquico. El Consejo Real de Castilla asumió funciones judiciales y administrativas, mientras que otros Consejos especializados (como el de Aragón, la Inquisición o las Órdenes Militares) se encargaban de materias concretas. Estos organismos redujeron la influencia de la nobleza al estar integrados por juristas y funcionarios leales a los Reyes.
Corregidores y Patronato Regio: Control en Ciudades e Iglesia
Los corregidores representaban la autoridad real en las ciudades, supervisando los gobiernos locales y garantizando el cumplimiento de las órdenes reales. Tenían competencias judiciales, fiscales y militares. El Patronato Regio otorgaba a los Reyes Católicos el derecho de nombrar obispos y arzobispos, lo que les permitió controlar la Iglesia en sus territorios y consolidar la unidad religiosa.
Instituciones Clave en la Construcción del Estado Moderno
Las principales instituciones que ayudaron a la construcción del nuevo modelo de estado fueron:
- El Consejo Real de Castilla, que centralizó el poder judicial y administrativo.
- Los Consejos especializados, como el de la Inquisición o el de Aragón, que abordaban temas concretos.
- La Santa Hermandad, que actuaba como fuerza policial en el ámbito rural.
- Los Corregidores, que reforzaban el control real en las ciudades.
- La Hacienda, reorganizada para mejorar la recaudación y el control financiero.
La Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486)
La Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486) resolvió el conflicto entre los señores y los campesinos remensas en Cataluña. Abolió los seis “malos usos” que obligaban a los campesinos a pagar para abandonar la tierra, pero estos tuvieron que indemnizar a los señores. Este acuerdo marcó el fin de la servidumbre en Cataluña y estabilizó la situación en el campo.
Establecimiento del Tribunal del Santo Oficio (Inquisición)
El Tribunal de la Inquisición fue creado en 1478 a solicitud de los Reyes Católicos para perseguir a los falsos conversos (judíos y musulmanes convertidos al cristianismo que seguían practicando sus antiguas religiones). Aunque era un órgano eclesiástico, quedó bajo control directo de la Corona, que nombraba a los inquisidores y gestionaba sus recursos.
Política Religiosa: Expulsión de Judíos y Conversión de Musulmanes
El decreto de expulsión de los judíos (1492) obligaba a este colectivo a convertirse al cristianismo o abandonar España, lo que redujo la población y provocó una pérdida económica significativa. Tras la conquista de Granada, los musulmanes fueron obligados a convertirse al cristianianismo mediante los decretos de 1501 y 1502, aunque muchos continuaron practicando en secreto el islam, convirtiéndose en moriscos.
Objetivos de la Política Matrimonial de los Reyes Católicos
La política matrimonial buscaba:
- Consolidar relaciones con Portugal para una futura unión peninsular mediante matrimonios con los reyes portugueses.
- Aislar a Francia fortaleciendo vínculos con Inglaterra y el Sacro Imperio Romano Germánico.
- Garantizar la expansión y estabilidad dinástica, lo que culminó con la unión de las coronas de España y el Imperio en Carlos I, nieto de los Reyes Católicos.
La Conquista del Reino Nazarí de Granada
La conquista comenzó en 1482 como una cruzada apoyada por la Iglesia. Fue una guerra prolongada basada en asedios más que en batallas. La desunión interna en Granada favoreció a los cristianos. En 1492, Boabdil entregó la ciudad tras negociar capitulaciones que respetaban los derechos de los musulmanes, aunque estos no se mantuvieron por mucho tiempo.
Expansión Territorial: Canarias, Navarra y el Magreb
La expansión territorial bajo los Reyes Católicos incluyó la conquista de Canarias, completada en 1496, tras enfrentamientos con las poblaciones aborígenes, consolidando así la expansión atlántica que luego sería clave para la empresa americana. En 1512, Fernando de Aragón, tras la muerte de Isabel, invadió Navarra y la incorporó a Castilla, manteniendo su autonomía e instituciones, lo que fortaleció la unidad territorial peninsular y el control estratégico del acceso al sur de Francia. En el Magreb, realizaron campañas militares contra el avance musulmán en el Mediterráneo, logrando el control de plazas importantes como Orán, Bugía, Trípoli y Melilla en 1497, proyectando su poder más allá de la península.
El Proceso de Romanización en Hispania
Introducción: El proceso de romanización se llevó a cabo en todos los rincones del Imperio a través de los mismos cauces: la extensión de la vida urbana, aprovechando la amplia red de ciudades preexistentes; el papel del ejército en la difusión de la civilización romana y formación de núcleos urbanos como Legio; la fundación de colonias como Emerita Augusta; y la concesión de la ciudadanía romana a los indígenas.
Organización y División Administrativa de la Hispania Romana
La Hispania romana fue dividida en distintas estructuras territoriales para su mejor organización: provincias, conventos jurídicos y ciudades. La división provincial más antigua se dio tras la ocupación del levante y el sur peninsular (197 a. C.): la Hispania Citerior y la Ulterior, cuyas fronteras se irían modificando según avanzaba la conquista de nuevos territorios. Con la reforma administrativa de Augusto (27 a. C.), Hispania fue dividida en tres provincias: una senatorial, bajo la administración del Senado de Roma (la Bética), y dos imperiales, bajo la administración y el control directo del emperador, en su calidad de jefe supremo del ejército, pues en ellas la presencia de las legiones seguía siendo necesaria (Tarraconense y Lusitania). El emperador Diocleciano (297 d. C.) emprendió una reforma administrativa que pretendía una reorganización más eficaz del Imperio.
Hispania se convirtió en una diócesis de la prefectura de las Galias, formada por siete provincias: cinco en la Península (Bética, Lusitania, Cartaginense, Gallaecia y Tarraconense), una en el norte de África (Mauritania Tingitana) y otra que integraba las islas Baleares. Estas provincias se dividían, a su vez, en conventos jurídicos, para facilitar las tareas administrativas de recaudación de impuestos, levas militares y judiciales. Su origen estaba en las reuniones para que el gobernador provincial administrara justicia. Con el tiempo se transformaron en distritos provinciales para impartir justicia, con capitales fijas; la Tarraconense tenía siete conventos jurídicos, la Bética cuatro y la Lusitania tres. Por último, las células básicas y fundamentales de la administración territorial romana eran las ciudades.
La romanización es el proceso de aculturación en el que los pueblos indígenas pierden parte de sus rasgos de identificación, asimilando los modos de vida romanos en sus diversas facetas: instituciones, organización social, economía, religión, derecho, costumbres e idioma.
Importancia de las Ciudades Romanas en la Romanización de Hispania
La romanización es el proceso de aculturación en el que los pueblos indígenas pierden parte de sus rasgos de identificación, asimilando los modos de vida romanos en sus diversas facetas: instituciones, organización social, economía, religión, derecho, costumbres e idioma.
Las células básicas y fundamentales de la administración territorial romana eran las ciudades (civitates). Los romanos crearon una extensa red de ciudades que se convirtieron en el centro administrativo, jurídico, político y económico de Hispania. El modelo urbano romano supuso el factor esencial del proceso de romanización, ya que las ciudades cohesionaban el territorio y actuaban como núcleos a partir de los cuales se romanizaba la población. Las ciudades, unidas entre sí por vías o calzadas, tenían diversos orígenes: podían ser antiguos centros urbanos o nuevos centros fundados por la administración o el ejército, a partir de los primitivos campamentos militares (como León).
Características de la Economía Romana en Hispania
Roma propició una economía de tipo colonial, en la que Hispania exportaba fundamentalmente materias primas a Roma e importaba de esta productos manufacturados. Con esta finalidad se organizó el territorio mediante una adecuada red de comunicaciones (las calzadas), que unían los centros de producción con los puertos de exportación. La producción principal de Hispania era de trigo, vino y aceite (la trilogía mediterránea), que se exportaba a Roma. La economía creció de forma considerable durante la administración romana gracias a las mejoras técnicas y la racionalización del territorio, así como por la inserción de Hispania dentro de los grandes circuitos comerciales del Imperio. La actividad agrícola y ganadera fue la base económica de Hispania. La tierra estaba dividida en latifundios, organizados a partir de villas, donde se introdujeron mejoras (barbecho, regadío…) y cuya producción (trigo, vid, olivo, frutales y hortalizas) se dedicaba a la exportación.
La minería era otro de los sectores económicos esenciales, con el perfeccionamiento de las técnicas extractivas y la apertura de nuevas explotaciones, entre las que destacaron las minas de Ríotinto en Huelva (cobre), mercurio (Almadén), oro (León), el aprovechamiento aurífero del río Sil en Gallaecia y las explotaciones de oro, plata y cobre en Sierra Morena. Importantes fueron, también, las minas de plata y plomo de Cartagena. En cambio, no hubo zonas especializadas en una producción artesanal concreta orientada a la exportación, salvo algunas industrias textiles (lino del levante) y los derivados del pescado, como la famosa salsa de pescado conocida como garum y los salazones de la Bética.
La economía del Bajo Imperio entró en un proceso de ruralización en el que los poderosos trataban de adquirir grandes latifundios y abandonaban las ciudades que habían entrado en crisis, para retirarse a vivir en las lujosas villas que se hacían construir. Estos latifundios tendían a la autosuficiencia, iniciando una economía cerrada.
Estructura Social Romana y su Relación con la Romanización
La posición social en el mundo romano estaba determinada por la categoría jurídica del individuo. Así, la sociedad romana estaba dividida en hombres libres y esclavos, pero dentro de los hombres libres existía también una diferenciación jurídica entre ciudadanos romanos y no ciudadanos, y una diferenciación económica entre patricios, que se consideraban fundadores de la primitiva Roma, y plebeyos, pequeños propietarios que vivían del estado.
De arriba abajo en la jerarquía social, existían las siguientes categorías:
- Patricios: Ciudadanos pertenecientes a órdenes. Era una minoría privilegiada y dominante, que desempeñaba los más altos cargos políticos, financieros, militares y religiosos. Formaban un cuerpo social cerrado en el que la fortuna era condición necesaria, pero no suficiente. Existían tres órdenes: orden senatorial (integrado por los miembros del Senado romano, para los cuales estaban reservadas las más altas magistraturas), orden ecuestre (compuesto por cargos inferiores a los senatoriales) y orden decurional (integrado por los miembros de los senados municipales).
- Plebeyos: Ciudadanos romanos no pertenecientes a órdenes. Al tener el estatuto de ciudadanos romanos, gozaban de privilegios políticos, militares y sociales. Sin embargo, existían grandes diferencias de fortuna en el conjunto de los ciudadanos romanos, desde los más pobres hasta los más ricos.
- Incolae: Hombres libres, pero no ciudadanos. Carecían de derechos políticos, pero tenían derechos civiles, como el de contraer matrimonio, tener propiedades, heredar, etc. También había entre ellos grandes diferencias de fortuna.
- Libertos: Eran antiguos esclavos manumitidos. El antiguo dueño pasaba a convertirse en su patrono y exigía al liberto ciertas obligaciones. Tenían derechos civiles, pero el estatuto de liberto no se borraba hasta la tercera generación, que adquiría ya la libertad plena.
- Esclavos: No tenían ni derechos políticos ni civiles; constituían simplemente una propiedad de su dueño. La condición de esclavo se tenía de nacimiento o se podía adquirir por varias circunstancias.