El Declive del Turno Dinástico (1898-1917)
La mayoría de edad de Alfonso XIII se inició con una fuerte crisis provocada por el Desastre de 1898 y la pérdida de las últimas colonias, lo que llevó a los partidos dinásticos, tanto conservadores como liberales, a iniciar un programa de regeneración política en España.
El 1.er y el 2.º gobierno conservador (de Silvela-Polavieja y Maura, respectivamente) intentaron algunas reformas hasta 1909, como las de Hacienda, la Administración local o la ley electoral. Sin embargo, al no lograr acabar con el caciquismo y la corrupción electoral, el intento fue un fracaso.
Mientras los partidos dinásticos iban perdiendo influencia, la oposición (republicanos, nacionalistas, socialistas y anarquistas) se fortalecía.
La Semana Trágica y el Deterioro Político (1909)
En 1909, durante el segundo gobierno de Maura, se produjo un grave deterioro de la vida política con motivo del levantamiento popular en Barcelona, conocido como La Semana Trágica. En este contexto, Maura dio prioridad a la política colonial y ordenó la represión violenta de una manifestación pacífica, que incluyó ejecuciones. Esto provocó que se le pidiera a Alfonso XIII la destitución de Maura, quien finalmente dimitió, dando paso a que el rey encargara la formación de un nuevo gobierno a los liberales.
El Reformismo Liberal de Canalejas (1910-1912)
A partir de 1910, los liberales iniciaron una experiencia reformista bajo el liderazgo de José Canalejas. Este intentó un reforzamiento del Estado frente a la Iglesia, buscando establecer un estado laico. También descentralizó el Estado y creó la Mancomunidad de Cataluña.
Canalejas fue asesinado por los anarquistas en 1912, abriendo un período de inestabilidad que condujo de nuevo a los conservadores al poder a partir de 1913.
El Gobierno Autoritario de Eduardo Dato y la Crisis de 1917
Los conservadores de Eduardo Dato gobernaron de forma autoritaria, clausurando las Cortes y legislando por decreto-ley. El descontento social estalló en 1917, originando un amplio movimiento de protesta. La oposición exigía la dimisión del gobierno y los sindicatos convocaron una huelga general.
Esta situación de crisis política, económica y social provocó la caída del gobierno.
Crisis de la Restauración y Dictadura (1917-1931)
Inestabilidad Política y Conflictividad Social (1917-1923)
La crisis de 1917 se caracterizó por la inestabilidad política y el agravamiento de la Guerra de Marruecos.
Entre 1917 y 1923 se formaron 13 gobiernos diferentes, incluyendo gobiernos de concentración que no consiguieron estabilizar el sistema. La inestabilidad política estuvo acompañada de una fuerte conflictividad social. Los sindicatos aumentaron su número de afiliados y convocaron huelgas y manifestaciones.
Así, en el campo andaluz, los jornaleros ocuparon y repartieron tierras, casi paralizando las cosechas con sus movilizaciones. Pero fue sobre todo entre los trabajadores industriales, especialmente en Barcelona, donde la lucha obrera tuvo un carácter más intenso.
Ante esta situación, el gobierno y la patronal endurecieron su actitud, y se entró en un grave proceso de violencia social. Frente al radicalismo obrero, las organizaciones patronales crearon sindicatos más dóciles y grupos armados contrarrevolucionarios, que atemorizaban y asesinaban a dirigentes obreros, a la vez que reventaban violentamente las huelgas (fenómeno conocido como pistolerismo).
El Desastre de Annual y el Golpe de Estado de Primo de Rivera (1921-1923)
En 1921, en Annual, el ejército español sufrió una devastadora derrota. Ante el desastre, la oposición de izquierdas pidió una investigación sobre las responsabilidades, lo que dio origen al “Informe Picasso”. Para frenar su llegada al parlamento y evitar posibles implicaciones, el rey Alfonso XIII instó a Miguel Primo de Rivera a dar un golpe de Estado.
La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)
En 1923, se llevó a cabo el golpe de Estado, dando paso a una dictadura militar inspirada en el fascismo italiano. Este golpe se justificó con el argumento de que el sistema parlamentario y constitucional estaba desprestigiado y era incapaz de garantizar el orden social.
El nuevo régimen instituyó una dictadura militar, suspendió la Constitución, disolvió el Parlamento y prohibió los partidos políticos y sindicatos. Además, estableció una rígida censura de prensa.
Igualmente, suprimió la Mancomunidad de Cataluña y ejerció una gran represión sobre los disidentes y nacionalistas.
Esta dictadura logró mantenerse en el poder gracias a una buena situación económica y al fin del conflicto marroquí. Sin embargo, desde 1929, las repercusiones de la crisis económica internacional se empezaron a notar y el clima de oposición a la dictadura aumentó considerablemente. Falto de apoyos, el dictador dimitió en 1930, y Alfonso XIII nombró jefe de gobierno al general Berenguer, quien debía preparar unas elecciones y retornar a la democracia.
De la Monarquía a la República (1931)
Las Elecciones Municipales de 1931 y la Proclamación de la República
Las elecciones municipales fueron convocadas en 1931 y se presentaron como un plebiscito entre monarquía y república. La oposición al régimen monárquico (republicanos, socialistas y nacionalistas de izquierda) formó una coalición para presentarse unida a las elecciones, mientras que los partidos monárquicos se presentaron divididos. El resultado de estas elecciones fue un triunfo de la coalición republicano-socialista.
Esto evidenciaba un rechazo a la monarquía y un deseo de cambio político. Ante la nueva situación, Alfonso XIII abdicó y partió al exilio. El 14 de abril de 1931 se proclamó la República en medio del entusiasmo popular.
El Primer Gobierno Provisional de Izquierda
Se formó un gobierno provisional integrado por republicanos, socialistas y catalanistas de izquierda, que inició las primeras reformas:
Amnistía para los presos políticos y libertad de partidos y sindicatos.
Leyes sociales.
Establecimiento de una Generalitat provisional de Cataluña.
En los primeros meses, el nuevo gobierno tuvo que afrontar algunos conflictos, sobre todo la quema de conventos o huelgas obreras en algunas ciudades españolas, convocadas por la CNT, que aspiraba a la revolución social.
En junio de 1931, se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes, que dieron la mayoría a la coalición republicano-socialista, y cuya primera gran tarea fue elaborar una Constitución.
La Constitución de 1931
Esta Constitución reconocía el sufragio universal MASCULINO Y FEMENINO y proclamaba un estado aconfesional. Presentaba una declaración de derechos individuales y establecía amplias libertades públicas y privadas. Reconocía el derecho a la propiedad privada, pero facultaba al gobierno para expropiar bienes considerados de utilidad pública, previa indemnización.
El poder legislativo residía en las Cortes, el poder ejecutivo en el Consejo de Ministros y en el presidente de la República.
Una vez aprobada la Constitución, Niceto Alcalá Zamora fue elegido presidente de la República, mientras Manuel Azaña presidía el gobierno.
El Bienio Reformista (1931-1933)
Las Reformas Republicanas
El nuevo gobierno emprendió, durante dos años, la tarea de reformar el país en un sentido democrático, laico y descentralizado, con el objetivo de modernizar la economía y sociedad españolas.
La Reforma Militar
Manuel Azaña acometió la reforma del ejército. Para ello, el gobierno elaboró una Ley de Retiros, que posibilitó la jubilación de casi la mitad de los militares. Igualmente, se sometió el ejército al poder civil, se redujo el número de capitanías generales y se disolvió la Academia Militar de Zaragoza.
La Reforma Religiosa y Educativa
También se intentó disminuir el peso de la Iglesia Católica y su influencia en la educación. La nueva Constitución separó la Iglesia del Estado y, como consecuencia, se abolió el presupuesto de culto y clero, se prohibió la enseñanza a las órdenes religiosas y se disolvió la Compañía de Jesús. También se introdujeron el matrimonio y entierro civiles y se elaboró una Ley de Divorcio.
La Reforma Territorial
La Constitución abrió el camino a la descentralización del Estado, ofreciendo la posibilidad de elaborar estatutos de autonomía y establecer gobiernos autónomos. En Cataluña, el gobierno provisional redactó un Estatuto de Autonomía, que fue aprobado en 1932. En el País Vasco, se aprobó en 1936, y en Galicia su proceso se frenó debido al estallido de la Guerra Civil.
La Reforma Agraria
La República abordó el problema del latifundismo, sobre todo en Andalucía y Extremadura, donde existían cientos de miles de jornaleros sin tierras y en una situación de extrema miseria, mientras que la propiedad se concentraba en manos de unos centenares de propietarios. Una ley del gobierno decretó expropiables las grandes fincas que no se cultivaran y permitió distribuirlas entre los campesinos sin tierras.
Oposición y Radicalización
El reformismo republicano tuvo que hacer frente a la oposición de los grandes propietarios agrarios, la Iglesia Católica, una parte del ejército y las clases altas y medias. En 1932, un golpe de Estado dirigido por el general Sanjurjo fue frenado por el gobierno, pero las fuerzas de la derecha se reagruparon en la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), con José María Gil Robles al frente. Asimismo, surgió la Falange Española, dirigida por José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador. Los monárquicos y los carlistas también se unieron.
La lentitud de algunas reformas exasperó a los obreros y jornaleros, por lo que la UGT se radicalizó, y algunos núcleos anarquistas vinculados a la FAI organizaron levantamientos armados, como el de Casas Viejas, en el que se produjo una brutal represión que resultó en numerosas muertes.
El Bienio Conservador y el Frente Popular (1933-1936)
El Gobierno de Derechas y el Desmantelamiento Reformista (1933)
La represión de Casas Viejas hizo entrar en crisis al gobierno. Manuel Azaña dimitió y se convocaron nuevas elecciones para 1933. Estas fueron ganadas por los partidos de derecha, y Alejandro Lerroux, del Partido Radical, fue elegido presidente con el apoyo de la CEDA.
El nuevo gobierno inició un proceso de desmantelamiento de la obra reformista republicana, situación que provocó la radicalización de los partidos de izquierda.
La Revolución de 1934
En 1934 tuvo lugar una remodelación del gobierno que dio entrada a tres ministros de la CEDA. Este hecho fue la chispa que encendió el estallido de revueltas en todo el país, conocidas como la Revolución de 1934.
En Asturias, la revolución tuvo un carácter más social y obrero, mientras que en Cataluña la rebelión fue rápidamente sofocada y, en represalia, se disolvió la Generalitat.
Las Elecciones de 1936 y la Victoria del Frente Popular
Las desavenencias y los escándalos de corrupción en el gobierno llevaron a la convocatoria de nuevas elecciones en febrero de 1936. Las fuerzas de centro-izquierda se presentaron agrupadas en el Frente Popular. Su programa consistía en recuperar las grandes reformas del primer gobierno republicano, y la CNT recomendó el voto a esta coalición.
La derecha acudió dividida entre el Bloque Nacional, la CEDA y Falange Española; su programa pretendía modificar la Constitución en un sentido conservador. Las elecciones dieron la victoria al Frente Popular. Manuel Azaña fue nombrado presidente de la República y Santiago Casares Quiroga, jefe de gobierno. La coalición de izquierdas continuó las reformas frenadas y se reinstauró la Generalitat de Cataluña.
La Escalada de Violencia y el Camino al Conflicto
La división entre derechas e izquierdas se dejó sentir en la calle. Los sectores más radicales de la izquierda propugnaban la revolución social. Los extremistas de derechas defendían la necesidad de un golpe de Estado que pusiera fin a la República.
Las tensiones desencadenaron un clima de violencia social, que culminó con el asesinato del diputado de derechas José Calvo Sotelo. Este clima de violencia fue el pretexto a partir del cual las fuerzas conservadoras decidieron que había llegado el momento de tomar las armas.
El Estallido de la Guerra Civil (1936)
Del Golpe de Estado a la Guerra Civil
El 17 de julio de 1936, en Melilla, Tetuán y Ceuta, y el 18 de julio en la Península, un sector importante del ejército (liderado por figuras como Franco, Mola y Queipo de Llano), al que se unieron tradicionalistas y falangistas, protagonizó un golpe de Estado. Se apoderaron de los órganos de gobierno de algunas ciudades y constituyeron una junta de altos cargos militares, con la intención de «restablecer el orden» y acabar con el gobierno del Frente Popular.
El gobierno republicano tardó en responder, y en dos días los sublevados se habían hecho fuertes en varios sitios, incluyendo Canarias y el norte de África. Ante la gravedad de la situación, el jefe de gobierno decidió entregar armas a las milicias de los sindicatos y de los partidos del Frente Popular para frenar el golpe y defender la legalidad republicana.
Igualmente, una parte del ejército se mantuvo fiel al gobierno, y el levantamiento fue sofocado, entre otros sitios, en Madrid y Cataluña. Sin embargo, España quedó dividida en dos zonas, lo que supuso el desencadenamiento de una Guerra Civil.
La Internacionalización del Conflicto
Desde el primer momento, la Guerra Civil española alcanzó una gran repercusión internacional. La guerra en España fue vista como una confrontación entre las fuerzas democráticas y, en parte, revolucionarias, y los regímenes fascistas. Para muchos, España era el primer escenario de operaciones en el que combatían las dos fuerzas que acabarían enfrentándose en la Segunda Guerra Mundial.
Los militares sublevados contaron desde el primer momento con ayuda alemana e italiana. La primera fue especialmente importante en aviación (con la Legión Cóndor), artillería y carros. La segunda aportó tropas de voluntarios. También tuvieron apoyo de Portugal.
Para no agravar la situación, Francia y Gran Bretaña se mantuvieron neutrales. Esta política de «no intervención» perjudicó a la República, que se encontró sin la ayuda de las democracias europeas, pues Francia cerró su frontera y Gran Bretaña decretó un embargo total a la República. Ante esta situación, la URSS se convirtió en su único apoyo militar, suministrando armas a la República.
La posición de los gobiernos no impidió una enorme oleada de solidaridad internacional con el bando republicano. Miles de voluntarios de los más diversos países llegaron a España para combatir en defensa de la legalidad republicana: eran las llamadas Brigadas Internacionales y estuvieron presentes en todos los frentes bélicos.
Las Dos Zonas Enfrentadas
La Zona Republicana
El hecho de que la defensa de la República estuviese, en gran parte, en manos de los militantes de los partidos y los sindicatos de izquierda, dio lugar a la creación de Comités, órganos de poder popular.
Los Comités obreros ocuparon y colectivizaron fábricas y confiscaron las tierras de los latifundistas para repartirlas entre los campesinos. Este proceso revolucionario fue impulsado por el anarcosindicalismo, representado por la CNT y la FAI.
Igualmente, se dio un fuerte anticlericalismo: los sacerdotes fueron perseguidos y todo símbolo aristocrático, burgués o religioso fue perseguido como enemigo y, en ocasiones, fue causa de encarcelamiento o muerte.
En 1936 se formó un nuevo gobierno de coalición de todas las fuerzas leales a la República, presidido por el socialista Francisco Largo Caballero, que intentó controlar la revolución. Las autoridades lucharon contra toda forma de represión incontrolada, trataron de encauzar el proceso revolucionario y mantener la legalidad constitucional. Asimismo, para ganar la guerra, fusionaron las milicias en un Ejército Popular.
Los fracasos militares de la República propiciaron la división dentro de las fuerzas republicanas. Republicanos, comunistas y parte de los socialistas defendían la necesidad de dar prioridad al esfuerzo bélico. Por otro lado, anarquistas y trotskistas se opusieron a algunas de las medidas del gobierno, lo que llevó a enfrentamientos armados en Barcelona.
Como resultado, Juan Negrín formó un nuevo gobierno, sin presencia anarquista y con una fuerte influencia comunista, y dedicó sus mayores esfuerzos a la guerra. Proclamó una política de resistencia a ultranza, que se apoyó en un fortalecimiento de las instituciones del Estado y también del Ejército Popular.
La Zona Sublevada
En la zona controlada por los rebeldes, todos los esfuerzos estaban dedicados a ganar la guerra. Establecieron un poder militar único que agrupó a todos los que luchaban contra la República.
El primer órgano de poder de los sublevados fue la Junta de Defensa Nacional que, desde 1936, nombró a Francisco Franco como Generalísimo y Jefe de Gobierno, al tiempo que le otorgaba plenos poderes. En abril de 1937 se decretó la unificación de todas las fuerzas en un solo partido político: FET y de las JONS (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista). Un año después se creó el primer gobierno franquista en Burgos.
El nuevo estado propuesto se inspiraba en el fascismo (obediencia ciega al «Jefe», desprecio del liberalismo y la democracia, exaltación de la violencia…) y defendía un modelo social basado en el conservadurismo y en la preeminencia del catolicismo como eje conservador de la sociedad.
Uno de los primeros objetivos de las autoridades nacionales era acabar con las reformas republicanas. Por ello, se abolió toda la legislación laboral y social, la reforma agraria, la libertad religiosa y los estatutos de autonomía. También se suprimieron todos los partidos políticos y sindicatos.
En las zonas dominadas por los franquistas comenzó la persecución sistemática de las organizaciones del Frente Popular y sus representantes, con el apoyo de la propia Iglesia y la burguesía.
La represión afectó a todos aquellos que habían apoyado a la República y también a aquellos que, simplemente, no manifestaban su adhesión al nuevo régimen. Su objetivo era atemorizar a la población e impedir cualquier disidencia al nuevo estado.
La Evolución Bélica (1936-1939)
Fase Inicial: El Avance Sublevado y la Defensa de Madrid (1936)
A finales de julio de 1936 se habían consolidado dos zonas: una republicana y otra ocupada por los sublevados. Estos últimos controlaban parte de Andalucía, Castilla y León, Galicia, Baleares y algunas otras áreas.
La República mantenía el control del norte, centro y este. La estrategia de los sublevados era avanzar desde el sur hacia Madrid y tomar la capital. Ocuparon Extremadura y Toledo. Ante esto, el gobierno de la República abandonó Madrid y se trasladó a Valencia, hasta que las fuerzas republicanas consiguieron frenar el avance franquista defendiéndose con gran tenacidad. Los sucesivos intentos de penetrar en la ciudad fracasaron, por lo que Franco decidió cambiar de frente.
La Batalla del Norte y el Avance Franquista (1937-1938)
En 1937 se libró la Batalla del Norte, cuando las tropas franquistas atacaron las grandes ciudades norteñas. Se produjo el trágico bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor alemana, y las tropas franquistas ocuparon Bilbao y las zonas industriales y mineras del norte.
Aunque los republicanos intentaron otras ofensivas para aliviar la presión, no pudieron evitar la caída de Santander y Asturias.
En 1938, las tropas sublevadas avanzaron hacia Aragón y llegaron al Mediterráneo por la zona de Castellón, por lo que Cataluña quedó aislada del resto del territorio republicano. Para impedir el avance de los sublevados, el gobierno de la República concentró todas sus fuerzas en la Batalla del Ebro.
Tras duros combates, los republicanos tuvieron que replegarse a la otra orilla del Ebro. A partir de entonces, el avance de los franquistas sobre Cataluña fue imparable. Barcelona fue tomada y, poco después, las tropas franquistas llegaban a la frontera francesa.
El Fin de la Guerra y el Exilio (1939)
En 1939, solo Madrid y la zona centro quedaban en manos republicanas. El gobierno de Juan Negrín intentó resistir, pero un golpe de Estado en Madrid, liderado por el coronel Casado, facilitó la ocupación del territorio restante por los franquistas. Finalmente, un Parte de Guerra dio el conflicto por finalizado el 1 de abril de 1939.
Con la derrota republicana se inició un masivo exilio ante el temor a la represión franquista. Miles de republicanos españoles, exiliados en Francia, participaron en la resistencia contra los nazis al estallar la Segunda Guerra Mundial. Otro grupo consiguió embarcar hacia América Latina o refugiarse en la URSS.