Conquista y Romanización de la Península Ibérica: Impacto Social, Económico y Cultural
La presencia romana en la Península Ibérica, conocida como Hispania, marcó un antes y un después en su historia, transformando profundamente sus estructuras sociales, económicas y culturales. Este proceso se desarrolló a través de una conquista gradual y una posterior asimilación cultural.
Etapas de la Conquista Romana (218-19 a.C.)
La ocupación romana de la Península Ibérica se extendió por más de dos siglos, caracterizándose por diferentes fases:
- La Segunda Guerra Púnica y la Ocupación del Área Ibérica (218-197 a.C.): Los romanos ocuparon el área previamente dominada por Cartago tras la derrota de estos. El área inicialmente controlada abarcaba el litoral mediterráneo hasta la desembocadura del Guadalquivir.
- Consolidación Territorial (hasta 154 a.C.): Durante este periodo, los romanos consolidaron su posición en el territorio conquistado, estableciendo bases y estructuras administrativas iniciales.
- Las Guerras Celtíbero-Lusitanas (154-133 a.C.): Fueron conflictos extremadamente duros debido a la complejidad política del interior peninsular. El dominio romano se extendió, al final de este proceso, a la totalidad de la Península, excluida la cornisa cantábrica. Fue necesario dominar pueblo a pueblo, destacando la resistencia de lusitanos y arévacos.
- Las Guerras Cántabro-Astures (29-19 a.C.): Dirigidas por el emperador Augusto, estas guerras culminaron la conquista peninsular, sometiendo a los últimos pueblos independientes del norte.
El Proceso de Romanización
Se entiende por romanización la asimilación de las formas de vida romanas por parte de la población indígena. Fue un proceso discontinuo y con resultados desiguales, más intenso en el sur y levante, y más superficial en el norte y oeste.
Elementos Clave para la Difusión de la Cultura Romana:
- La Extensión de la Vida Urbana: Los romanos ampliaron y mejoraron las ciudades existentes en el área ibérica y crearon nuevas ciudades y colonias en el resto de la Península. Las ciudades eran centros administrativos y económicos, que ofrecían buenas infraestructuras y ocio.
- El Papel del Ejército: Los indígenas podían enrolarse en el ejército romano como tropas auxiliares. Tras el periodo militar, podían acceder a la ciudadanía romana y recibir lotes de tierra, lo que incentivaba la lealtad y la integración.
- La Concesión de la Ciudadanía Romana a los Indígenas: La ciudadanía romana suponía importantes privilegios. Su concesión fue progresiva: se inició con los aristócratas indígenas y se acabó generalizando, culminando con la Constitutio Antoniniana en el 212 d.C.
El Legado Cultural Romano en Hispania
La pervivencia del legado cultural romano fue profunda y duradera, sentando las bases de la futura cultura hispana:
- El Latín: Acabó desplazando a las lenguas vernáculas, convirtiéndose en la base de las lenguas romances peninsulares.
- El Derecho Romano: Siguió utilizándose como fuente jurídica durante los siglos posteriores, influyendo en la legislación medieval y moderna.
- Aportaciones de Grandes Figuras Hispanas: El siglo I d.C. representó el momento culminante de aportación de grandes figuras hispanas al mundo romano, como el filósofo Séneca, uno de los grandes maestros del pensamiento estoico.
- Obras Públicas e Ingeniería: Las obras públicas contribuyeron a asimilar con mayor facilidad el modo de vida romano, destacando el uso del ladrillo, del mortero (hormigón), del arco y de la bóveda.
- Diseño y Construcción de Ciudades: Las ciudades romanas se caracterizaban por su plano ortogonal, separación funcional de espacios (edificios públicos, sagrados, comerciales y residenciales), pavimentado de calles, alcantarillado y agua corriente, y espacios de ocio (termas, teatros, anfiteatros, circos, etc.).
- Las Calzadas Romanas: Cubrían en una vasta red todo el Imperio, constituyendo una «auténtica red de carreteras en el sentido moderno del término», facilitando el comercio, la administración y el movimiento de tropas.
El Reino Visigodo en la Península Ibérica: Origen, Organización Política y el Papel de los Concilios
Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, la Península Ibérica fue escenario del establecimiento de un nuevo poder: el reino visigodo, que sentaría las bases de la España medieval.
Origen y Establecimiento Visigodo
Los visigodos, un pueblo germano, se establecieron en el norte del mar Negro en el último tercio del siglo IV. Derrotaron a los romanos en la Batalla de Adrianópolis en el 378 d.C. y saquearon Roma en el 410 d.C.
Posteriormente, se establecieron en la Galia como pueblo federado a Roma, con el objetivo de frenar el avance de otros pueblos germanos. Entre el 410 y el 507 d.C., establecieron un reino con capital en Tolosa (actual Toulouse).
La derrota en Vouillé ante los francos en el 507 d.C. les obligó a desplazarse al sur, estableciendo la nueva capital en Toledo. Allí fundaron un reino que perduró hasta el 711 d.C., año en que fueron derrotados por los musulmanes en la Batalla de Guadalete.
Instituciones Políticas del Reino Visigodo
La organización política visigoda, aunque influenciada por las estructuras romanas, presentaba características propias:
- La Monarquía Electiva: La monarquía era de carácter electivo, lo que significaba que la designación del rey dependía de la alta nobleza, a la que se añadieron los prelados a partir del siglo VII. Aunque las competencias del rey eran muy amplias en teoría, en la práctica estaban limitadas por el poder de la nobleza. El carácter electivo de la monarquía fue una fuente de inestabilidad política permanente, siendo frecuentes los reinados «dobles» y los periodos de guerra civil.
- El Aula Regia: Organismo heredero del tradicional consejo de ancianos visigodo, estaba formado por los nobles más importantes. De carácter consultivo, asesoraba al rey en asuntos políticos, militares y legislativos.
- El Officium Palatinum: Formaban parte de él los nobles de mayor confianza del rey. Estaban encargados de diversos servicios, tanto administrativos como domésticos, dentro de la corte real.
Administración Territorial
Los visigodos respetaron en gran medida la división provincial romana del Bajo Imperio. Al frente de cada provincia se encontraba un gobernador o duque, con amplias funciones militares y civiles. Dentro de cada provincia existían territorios más pequeños bajo la autoridad de un conde o juez.
Los Concilios de Toledo y la Unificación
Tras la conversión del rey Recaredo al catolicismo en el III Concilio de Toledo (589 d.C.), la Iglesia adquirió un poder e influencia crecientes en el reino visigodo.
Los Concilios, especialmente los de Toledo, integraban al rey, la nobleza y la jerarquía eclesiástica. Tenían un carácter de asamblea legislativa y eran convocados cada vez que surgía un asunto importante que afectaba a la monarquía o al reino.
Hasta la conversión de Recaredo, los visigodos intentaron mantener su identidad como pueblo, con una legislación diferente para visigodos e hispanorromanos y la prohibición de matrimonios mixtos. Sin embargo, con la conversión de Recaredo, se impuso paulatinamente la cultura hispanorromana: legislación (como el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo), lengua y administración territorial. De este modo, los visigodos, en realidad, acabaron romanizándose y fusionándose con la población hispanorromana, creando una cultura híbrida que sería la base de la España medieval.