El Sistema Político de la Restauración (1874-1902): Bipartidismo, Caciquismo y la Crisis del 98

El Sistema Político de la Restauración

Un Nuevo Sistema Político

Cánovas no pretendía el regreso a los tiempos de Isabel II, sino la vertebración de un nuevo modelo político que superara algunos de los problemas endémicos del liberalismo. Para conseguir su propósito, se propuso dos objetivos: elaborar una Constitución que vertebrase un sistema político basado en el bipartidismo y pacificar el país poniendo fin a la Guerra de Cuba y al conflicto carlista. La primera medida política de importancia fue la convocatoria de elecciones para unas Cortes Constituyentes.

La Constitución de 1876

Es una clara muestra del liberalismo doctrinario, caracterizado por el sufragio censitario y la soberanía compartida entre las Cortes y el Rey. Consideraba a la monarquía como una institución superior, incuestionable, permanente y al margen de cualquier decisión política. Se establecía la soberanía compartida y se concedían amplios poderes al monarca.

Características clave:

  • Las Cortes eran bicamerales y estaban formadas por el Senado y el Congreso de los Diputados, este último de carácter electivo.
  • En 1878 se estableció el voto censitario; en 1890 se aprobó el sufragio universal masculino.
  • La Constitución también proclamaba la confesionalidad católica del Estado, aunque toleraba otras creencias siempre que no se hiciese manifestación pública de ellas.
  • El nuevo texto constitucional contaba con una prolija Declaración de Derechos.

Bipartidismo y Turno Pacífico

Cánovas introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia en el poder. Se aceptaba que habría un turno pacífico de partidos que aseguraría la estabilidad institucional mediante la participación en el poder de las dos familias del liberalismo y pondría fin a la intervención del ejército en la vida política.

El Fin de los Conflictos Bélicos

La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlistas y cubana. El esfuerzo militar del gobierno hizo posible la reducción de los núcleos carlistas en Cataluña. La intervención del ejército al mando de Martínez Campos forzó finalmente la rendición de los carlistas en Cataluña, Aragón y Valencia. Sin embargo, el conflicto continuó unos meses más en el País Vasco y Navarra.

La consecuencia inmediata de la derrota carlista fue la abolición definitiva del régimen foral. Los territorios vascos quedaron unidos a todo el Estado, aunque se establecieron los Conciertos Económicos que otorgaban un cierto grado de autonomía fiscal a las Provincias Vascas.

El final de la guerra carlista permitió acabar más fácilmente con la insurrección cubana, la Guerra de los Diez Años (1868-1878), que culminó con la firma de la Paz de Zanjón. El retraso o incumplimiento de estas reformas provocaría el inicio de un nuevo conflicto en 1879, la Guerra Chiquita, y la posterior insurrección de 1895.

La Vida Política y la Alternancia en el Poder

Los Partidos Dinásticos

Tras el regreso de Alfonso XII, Cánovas transformó el Partido Conservador. El proyecto bipartidista de Cánovas requería otro partido de carácter más progresista, la llamada izquierda dinástica, y él mismo propuso a Sagasta su formación (Partido Liberal). Ambos defendían la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y la consolidación del Estado liberal, unitario y centralista. Eran partidos de minorías de notables que contaban con periódicos, centros y comités distribuidos por el territorio español.

Las diferencias eran escasas. Los conservadores se mostraban más proclives al inmovilismo político, proponían un sufragio censitario y la defensa de la Iglesia y del orden social. Los liberales defendían el sufragio universal masculino y estaban más inclinados a un reformismo social de carácter más progresista y laico. La alternancia regular en el poder entre estas dos grandes opciones dinásticas tenía como objetivo asegurar la estabilidad institucional.

Falseamiento Electoral y Caciquismo

La adulteración del voto constituyó una práctica habitual en todas las elecciones, sobre todo por la manipulación y las trampas electorales. El triunfo del partido que convocaba las elecciones, porque había sido requerido para formar gobierno, era pactado previamente y se conseguía gracias al falseamiento de los resultados.

Los caciques eran personas notables, sobre todo del medio rural, a menudo ricos propietarios que daban trabajo a jornaleros y que tenían una gran influencia en la vida local. Con su influencia, los caciques orientaban la dirección del voto, granjeándose con sus «favores» la fidelidad electoral y discriminando a los que no respetaban sus intereses. El conjunto de trampas electorales que ayudaba a conseguir la sistemática adulteración de los resultados electorales se conoce como pucherazo.

El Desarrollo del Turno de Partidos

En 1884, Cánovas volvió al poder, pero el temor a una posible desestabilización del sistema político tras la muerte del rey Alfonso XII impulsó un acuerdo entre conservadores y liberales, el llamado Pacto del Pardo. Bajo la regencia, el Partido Liberal gobernó más tiempo que el Conservador.

Durante el Gobierno Largo de Sagasta, que se extendió entre 1885 y 1890, los liberales impulsaron una importante obra reformista:

  • Se aprobó la Ley de Asociaciones (1887), que permitió la entrada en el juego político a las fuerzas opositoras.
  • Se abolió la esclavitud (1888).
  • Se introdujo la celebración de juicios por jurados.
  • Se impulsó un nuevo Código Civil (1889).
  • Se llevaron a cabo reformas hacendísticas y militares.

Las Fuerzas Políticas Marginadas del Sistema

La Evolución del Republicanismo

Emilio Castelar evolucionó hacia posturas cada vez más moderadas. Convencido de la pérdida de fuerza de sus ideales y de que la Restauración garantizaría el orden social, consideró «posible» que la monarquía asumiese algunos de los principios democráticos y creó el Partido Republicano Posibilista. Ruiz Zorrilla, quien viró hacia un republicanismo radical que no descartaba la acción violenta contra la monarquía, fundó el Partido Republicano Progresista. Posteriormente, se produjo la ruptura de Salmerón con el partido de Ruiz Zorrilla y la creación del Partido Republicano Centralista (1887).

El republicanismo con más adeptos y más fiel a su ideario inicial fue el Partido Republicano Federal, que seguía teniendo como líder a Pi y Margall y contaba con el apoyo de una parte importante de las clases populares. También surgió el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado por Pablo Iglesias en 1879.

La Reconversión del Carlismo

Carlos VII depositó su confianza como jefe del carlismo en Cándido Nocedal, quien extendió los círculos carlistas por todo el país. Los carlistas mantuvieron su fuerza en Navarra, País Vasco y Cataluña, pero su influencia era escasa en el resto del territorio español. La renovación del partido corrió a cargo de Juan Vázquez de Mella, quien propuso un programa adaptado a la nueva situación política. El programa se conoce como el Acta de Loredán. El líder de esa corriente fue Ramón Nocedal, que protagonizó una escisión en 1888 y fundó el Partido Católico Nacional, que dejó de reconocer como rey a don Carlos y se convirtió simplemente en un partido católico integrista.

El Surgimiento de Nacionalismos y Regionalismos

El Nacionalismo Catalán

Nació un movimiento conocido como la Renaixença, cuyo objetivo era la recuperación de la lengua y de las señas de identidad catalanas. Se desarrolló el catalanismo político, que tuvo varias corrientes. Una de ellas estuvo basada en el tradicionalismo y tuvo en el Obispo Torras y Bages su máximo representante. Otra era de carácter progresista, de base popular y principios federalistas, y estuvo alentada por Valentí Almirall, quien fundó en 1882 el Centre Català, que empezó a defender la autonomía de Cataluña.

Un paso muy importante en la consolidación del catalanismo político fue la elaboración de las Bases de Manresa (1892), un documento producido por la Unió Catalanista. El regionalismo pasó entonces a convertirse en verdadero nacionalismo. En 1901 se creó la Lliga Regionalista, fundada por el intelectual nacionalista Enric Prat de la Riba y el joven abogado Francesc Cambó. El nuevo partido aspiraba a participar activamente en la política. El éxito electoral convertiría a la Lliga en el principal partido de Cataluña durante el primer tercio del siglo XX.

El Nacionalismo Vasco

Su gran propulsor fue Sabino de Arana, que sentía una gran pasión por la cultura autóctona de Euskalerria. Arana creyó ver un gran peligro para la subsistencia de la cultura vasca en la llegada de inmigrantes procedentes de otras regiones de España a la zona minera e industrial de Bilbao, como resultado de la enorme expansión de la minería y la siderurgia vascas en el último tercio del siglo XIX. Pensaba que esta población de maketos ponía en peligro el euskera, las tradiciones y la etnia vasca. En 1895 se creó el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Arana popularizó un nuevo nombre para su patria, Euskadi, una bandera propia y propuso un lema para el partido: «Dios y Ley Antigua».

La Guerra en Ultramar

Cuba, la Perla de las Antillas

Tras la Paz de Zanjón (1878), los naturales de Cuba esperaban de la administración española una serie de reformas que les otorgasen los mismos derechos de representación política en las Cortes que a los españoles de la península. Siguiendo el modelo bipartidista de la Península, se crearon en Cuba dos grandes partidos: el Partido Autonomista, integrado en su mayoría por cubanos, y la Unión Constitucional, un partido españolista que contaba con una fuerte militancia de los peninsulares instalados en la isla.

La ineficacia de la administración para introducir reformas en la colonia estimuló los deseos de emancipación y el independentismo fue ganando posiciones frente al autonomismo. En 1893, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era la consecución de la independencia, y de inmediato consiguió apoyo exterior, especialmente de EE. UU. El independentismo aumentó rápidamente su base social. En 1891, el gobierno español elevó las tarifas arancelarias para los productos importados a la isla que no procediesen de la Península. El principal cliente económico de Cuba era EE. UU., que adquiría casi la totalidad de los dos grandes productos cubanos: el azúcar y el tabaco.

La Gran Insurrección

En 1879 se produjo un nuevo conato de insurrección contra la presencia de los españoles en la isla que dio lugar a la llamada Guerra Chiquita. La sublevación de los mambises fue derrotada al año siguiente por la falta de apoyos, la escasez de armamento y la superioridad del ejército español. Pocos años después, el Grito de Baire (24 de febrero de 1895) dio inicio a un levantamiento generalizado.

El jefe del gobierno español, Cánovas del Castillo, envió un ejército al mando del general Martínez Campos, quien no consiguió controlar militarmente la rebelión, por lo que fue sustituido por el general Valeriano Weyler, que se propuso cambiar completamente los métodos de lucha e iniciar una férrea represión. En 1897, tras el asesinato de Cánovas y conscientes del fracaso de la vía represiva propiciada por Weyler, el nuevo gobierno liberal lo destituyó del cargo y encargó el mando al general Blanco. Este inició una estrategia de conciliación con la esperanza de empujar a los separatistas a pactar una fórmula que mantuviera la soberanía española en la isla y evitase el conflicto con EE. UU.

Paralelamente al conflicto cubano, en 1896 se produjo una rebelión en las Islas Filipinas. El independentismo fraguó en la formación de la Liga Filipina, fundada por José Rizal, y en la organización clandestina Katipunan.

Las Consecuencias del Desastre del 98

Una Crisis Política y Moral

Tampoco aconteció la gran crisis política que se había vaticinado y el sistema de la Restauración sobrevivió, asegurando la continuidad del turno dinástico. La crisis política estimuló también el crecimiento de los movimientos nacionalistas, sobre todo en el País Vasco y Cataluña, donde se denunció la incapacidad de los partidos dinásticos para desarrollar una política renovadora y descentralizadora. Fue fundamentalmente una crisis moral e ideológica que causó un importante impacto psicológico entre la población.

El Regeneracionismo

Este era el sentimiento de un grupo de intelectuales reunidos en la Institución Libre de Enseñanza, cuando muchos catedráticos abandonaron la universidad al no permitírseles la libertad de cátedra. La Institución, que tenía en sus filas a intelectuales de la talla de Francisco Giner de los Ríos, estaba profundamente influida por el krausismo. La regeneración de España acabó conociéndose como Regeneracionismo.

Su mayor exponente fue el aragonés Joaquín Costa, que no solo era un prolífico escritor sino también el creador de instituciones sociales y económicas como la Liga Nacional de Productores y el inspirador de un partido político, la Unión Nacional, de carácter popular y muy crítico con la Restauración.

El Fin de una Época

La política reformista de tono regeneracionista que intentaron aplicar los nuevos gobiernos tras la crisis del 98 no llevó a cabo las profundas reformas anunciadas, sino que se limitó a dejar que el sistema siguiera funcionando con cambios mínimos. Frente a un antimilitarismo creciente en determinados sectores sociales, una parte de los militares se inclinó hacia posturas más autoritarias e intransigentes, atribuyendo la derrota a la ineficacia y la corrupción de los políticos. Esta injerencia militar fue aumentando en las primeras décadas del siglo XX y culminó en el golpe de Estado de Primo de Rivera, en 1923, que inauguró una dictadura de siete años, y en el protagonizado por el general Franco en 1936, que provocó una Guerra Civil y sumió a España en una dictadura militar de casi 40 años.

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