Historia de Iberia: Pueblos Prerromanos, Conquista Romana y el Reino Visigodo

Pueblos Prerromanos en la Península Ibérica

A inicios del siglo V a.C., la península se dividía en dos grandes espacios: la zona costera mediterránea y casi toda Andalucía, área ocupada por íberos y tartessos, con influencia fenicia y griega; y el resto de la península, habitada por los pueblos celtas.

Tartessos: El Primer Reino Protohistórico

La primera cultura protohistórica peninsular es Tartessos, un reino indígena que aparece en antiguos escritos griegos, rodeado aún de cierto misterio. Debió ser una cultura bastante avanzada situada en dos zonas principales: la actual Huelva, gracias a las minas de Riotinto, y en torno a Sevilla, donde aparece su yacimiento característico, el Tesoro del Carambolo. Esta cultura entró en contacto con los fenicios, lo que favoreció el desarrollo económico (explotación masiva de plata) y cultural (escritura, artesanía, urbanismo, etc.). Sin embargo, Tartessos entró en decadencia y desapareció en torno al 500 a.C.

Íberos y Celtas: Culturas Interrelacionadas

Mejor documentada que Tartessos es la presencia de dos culturas, distintas pero relativamente interrelacionadas: la cultura celta y la íbera.

La Cultura Íbera

La cultura íbera surge en el sur y este peninsular. Se trata de la evolución de una cultura autóctona gracias a las influencias de fenicios y griegos. Vivían en pequeñas ciudades-estado, con monarquía o, en algunos casos, oligarquía, y una marcada jerarquía social.

  • Economía: Tenían una economía agrícola desarrollada que les permitía comerciar con excedentes. En la zona sur destacó la explotación minera y la actividad metalúrgica, tanto en la orfebrería como para fabricar armas. Conocían la moneda y la escritura (aunque hoy día no se comprenden sus escritos).
  • Arte y Religión: En su religión y manifestaciones artísticas era muy clara la influencia griega y cartaginesa. Destacan las esculturas íberas de figuras humanas y de animales, con finalidad religiosa o funeraria.

Los Celtas

Los celtas son la mezcla de pueblos indoeuropeos de Centroeuropa con los pueblos indígenas del interior peninsular. Se extendieron por el norte (Galicia, Asturias, norte de Portugal) y centro de la Meseta. Eran pastores y agricultores, con escasos intercambios comerciales y bastante primitivos, ya que no conocían la moneda ni la escritura. Vivían en pequeños poblados (castros) con organización tribal e igualitaria.

Los Celtíberos

Los celtíberos, originarios de la zona de confluencia entre celtas e íberos (Sistema Ibérico, este de la Meseta, Sistema Central), mezclaban elementos de ambas culturas, aunque con predominio celta. Agricultores y ganaderos, sus extraordinarias dotes como guerreros facilitaron su incorporación a los ejércitos cartagineses y romanos.

Pueblos Colonizadores del Mediterráneo

Finalmente, debemos hacer referencia a diversos pueblos colonizadores, que se asentaron desde principios del primer milenio a. C. por toda la Península.

Pueblos Indoeuropeos y la Cultura de Campos de Urnas

Por los Pirineos llegaron a la Península Ibérica desde Centroeuropa grupos de pueblos indoeuropeos y se asentaron en el norte y el oeste peninsular. Conocían el hierro, tenían una economía basada en la agricultura y la ganadería, y algunos de ellos practicaban un ritual funerario basado en la incineración del cadáver cuyas cenizas eran depositadas en unas urnas que luego se enterraban (campos de urnas).

Fenicios y Cartagineses

Por el mar Mediterráneo llegaron a la Península los fenicios, procedentes del actual Líbano, los comerciantes más importantes del Mediterráneo. Fundaron numerosas ciudades factorías en la costa sur mediterránea, entre ellas Gadir (Gades para los romanos), la primera ciudad europea. Aportaron a los íberos la escritura, la salazón de pescado, la agricultura mediterránea (olivo, vid) y la organización urbana.

En el 600 a.C., las ciudades fenicias de Líbano fueron conquistadas por los persas y las colonias peninsulares pasaron a depender de una colonia fenicia del norte de África (actual Túnez), llamada Cartago. Los cartagineses siguieron totalmente las estructuras fenicias, siendo más militaristas e imperialistas. Dominaron militarmente el sur y este peninsular tras la I Guerra Púnica (264 – 241 a.C.); permanecerán hasta su enfrentamiento con los romanos (s. III a.C.). Asdrúbal Barca fundó Cartago Nova (Cartagena).

Griegos

Por último, hacemos referencia a los colonizadores griegos. Se asentaron en el norte de Valencia y la costa catalana (Rosas y Ampurias), con claros intereses comerciales. Eran colonias que dependían de la polis de Marsella. Su impacto cultural no fue tan importante y duradero como el fenicio y el posterior romano. Enseñaron el uso de la moneda y aportaron su alfabeto.

La Hispania Romana: Conquista y Romanización

Los romanos son los colonizadores-conquistadores que más tiempo van a permanecer en la Península: desde 218 a.C. hasta el 476 d.C.

Su interés por la península ibérica surgió durante el siglo III a.C., en el contexto de la Segunda Guerra Púnica. Las Guerras Púnicas enfrentaron intermitentemente a Roma con Cartago por lograr la hegemonía en el mar Mediterráneo, finalizando con la victoria romana. La conquista de Iberia por parte de los romanos fue un proceso de carácter militar que supuso la ocupación del territorio y la sumisión de los pueblos que poblaban la Península Ibérica. Este proceso se realizó en tres fases:

Fases de la Conquista Romana

  • Conquista del Levante y de la Bética (Andalucía): Se llevó a cabo durante la II Guerra Púnica (218-202 a.C.). Escipión “El Africano” derrotó a los ejércitos cartagineses liderados por Aníbal. Este territorio íbero se convirtió en la zona más romanizada y más rica de la Península (Tarraco, Híspalis, Itálica…).
  • Conquista de las Mesetas: Después de fuertes enfrentamientos con lusitanos (el caudillo Viriato presentó una gran oposición) y celtíberos (Numancia sufrió un duro y largo asedio), se domina este territorio en torno a 133 a.C. Va a ser el gran granero cerealista de Hispania (Emérita Augusta).
  • Zona Cantábrica: Desde Galicia hasta los Pirineos. Ofrecieron una fuerte resistencia y nunca fueron totalmente asimilados. Se termina de dominar con el emperador Augusto en el 17 a.C. (Guerras Cántabras).

El Proceso de Romanización

La romanización es el proceso de asimilación de las leyes, cultura, economía, religiones, idioma y costumbres romanas por parte de las comunidades indígenas. No es un proceso exclusivo de la Península Ibérica, sino que afectó a todos los territorios conquistados por los romanos.

La romanización fue un lento proceso que se inició con la conquista; se dio con distinta rapidez e intensidad dependiendo de los pueblos indígenas. Los romanos respetaron, por lo general, las instituciones y el derecho tradicional de los pueblos dominados. La infiltración cultural fue lenta y favorecida por las obras públicas, el desarrollo del comercio y de las nuevas técnicas agrarias, y por el gobierno provincial romano.

Vehículos de la Romanización

Los principales vehículos de la romanización fueron:

  • La organización administrativa y del territorio según el modelo romano. Los romanos dividieron la península en provincias: durante la República hubo dos (Ulterior y Citerior), en el Alto Imperio tres (Lusitania, Bética y Tarraconensis) y en el Bajo Imperio cinco (Lusitania, Bética, Tarraconensis, Cartaginensis y Gallaecia).
  • La extensión de la vida urbana romana por la península. Los romanos desarrollaron las ciudades de origen íbero existentes y crearon multitud de nuevas ciudades y asentamientos en las zonas de origen celta. Esas ciudades obtuvieron diferente categoría dependiendo del apoyo o no a la expansión romana (las ciudades «inmunes» no tenían que pagar impuestos, las «federadas» pagaban según lo pactado con Roma y las «estipendiarias» sufrían el pago de impuestos especiales).
  • El desarrollo de las obras públicas (puentes –Alcántara– o acueductos –Segovia–) y las vías de comunicación (calzadas y puertos) que comunicaban los nuevos territorios con el resto del Imperio, a la vez que servían de elementos propagandísticos del poder de Roma.
  • El papel del ejército romano, en el que se enrolaban los indígenas. Entrar en el ejército era una vía de promoción social. Posteriormente, tras licenciarse, los soldados ya romanizados contribuían a la romanización de su propia tribu.
  • La concesión de la ciudadanía romana a los indígenas.
  • La integración de la Península en los circuitos económicos y comerciales romanos.
  • Expansión del latín. Desaparecieron paulatinamente las lenguas indígenas (salvo el euskera) y surgieron las lenguas romances.
  • Pervivieron las religiones autóctonas, pero los romanos influyeron con sus ritos y creencias. En el siglo IV d.C. el emperador hispano Teodosio, con el Edicto de Tesalónica (380 d.C.), impuso como religión oficial y única el cristianismo católico.

Economía y Sociedad Hispanorromana

Con respecto a la actividad económica, con los romanos se abrió la península al comercio mediterráneo, se transformó la agricultura con nuevas técnicas (rotación trienal, arado, abono, regadío) y nuevas estructuras agrícolas (latifundios), y se desarrolló la minería y, en menor medida, la artesanía.

Otra de las consecuencias de esta romanización fue la aparición de una sociedad hispanorromana, a imagen de la romana. La población libre tenía derechos políticos y civiles, aunque se distinguían dos grupos según sus privilegios: las órdenes o patricios, y los plebeyos. Entre los patricios se diferenciaban los senatoriales (normalmente grandes latifundistas), los decuriones (los ciudadanos más ricos de las ciudades que monopolizaban el gobierno municipal), y los ecuestres o caballeros (la clase media, funcionarios, comerciantes o pequeños propietarios).

En el siguiente escalafón social estarían los libertos, antiguos esclavos liberados. Tras la conquista, la mayor parte de la población indígena fue esclavizada y trabajaba en la agricultura, en las minas o en las obras públicas, pero poco a poco fueron liberados. Pasaban así a tener derechos civiles —no políticos— y a tener trabajos remunerados. Con el paso del tiempo, se fue ampliando el derecho de ciudadanía a familias indígenas y ciudades enteras, y el emperador Caracalla acabó concediendo el derecho de ciudadanía romana a todos los habitantes del imperio (212 d.C.). Como consecuencia, muchos hispanos llegaron a la cumbre de la administración imperial (Trajano, Adriano, Teodosio) o fueron figuras muy importantes de la cultura (Séneca, Marcial, etc.). Por último, estaban los esclavos, sin derechos civiles ni políticos. La mayor parte de los trabajos manuales recaían en ellos, y eran la base de la economía del Imperio.

Crisis del Imperio y Ruralización

A partir del siglo III, Roma entra en una crisis profunda. Por un lado, la crisis fue económica, por la disminución de la mano de obra esclava y el cierre de rutas comerciales; por otro lado, se inicia un proceso de ruralización: las ciudades se despueblan a causa del desabastecimiento y la inseguridad. Esta situación llevó a los grupos más poderosos a trasladar su residencia a las villas, que se transformaron con una nueva economía de subsistencia. Finalmente, fue también una crisis política agudizada por la presión que los pueblos bárbaros ejercían sobre las fronteras del imperio y la incapacidad del ejército romano de defender las fronteras frente a los germanos.

El Reino Visigodo de Toledo (476-711 d.C.)

En el siglo V, varios pueblos germanos asolan la península (suevos, vándalos y alanos). Un pueblo germano aliado de Roma, los visigodos, son enviados por el emperador romano para restablecer el orden. Cuando definitivamente desaparece el poderío de Roma (476 d.C.), son los que quedan como única autoridad. Su dominio va a durar hasta el año 711.

Los visigodos, que provenían del reino de Tolosa, fueron derrotados en la batalla de Vouillé por los francos, y a partir del siglo VI se trasladarán en masa a la península, estableciendo la capital en Toledo y respetando gran parte del legado cultural romano (moneda, lengua, leyes, etc.).

Instituciones y Unificación del Reino

Los visigodos se gobernarán con un sistema de monarquía electiva que originará graves guerras civiles sucesorias. El rey era asistido por diversos órganos, presididos por condes, obispos, jefes militares, etc., que asesoraban e intervenían en asuntos religiosos y civiles.

Inicialmente, los visigodos, dominando a una mayoría de hispanorromanos, establecieron una política de segregación racial: prohibición de matrimonios mixtos, existencia de dos códigos legales distintos (el Código de Eurico para los visigodos y el Código romano reformado para los hispanorromanos), y diferente religión (hispanorromanos mayoritariamente cristianos católicos y los visigodos cristianos arrianos). Todo ello originaba inestabilidad.

El rey más importante y poderoso fue Leovigildo (573-586), que conquistó el reino suevo de Galicia, dominó a los vascones y expulsó a los bizantinos de la mayor parte de la península. Intentó crear una monarquía hereditaria y buscó la unidad del reino, aunque fueron sus descendientes (Recaredo, Recesvinto, etc.), los que conseguirían la unión religiosa y judicial, entre otras:

  • Unidad religiosa: El rey Recaredo se convirtió al catolicismo en el III Concilio de Toledo (589 d.C.).
  • Unidad jurídica: El rey Recesvinto promulgó el Liber Iudiciorum (Fuero Juzgo) en 654 d.C., unificando las leyes para visigodos e hispanorromanos.

Decadencia y Fin del Reino Visigodo

En economía, mantuvieron las estructuras heredadas de Roma, pero con una clara decadencia: desaparición del comercio, de la moneda, ruina de las obras públicas. Es decir, se crea una economía de subsistencia, germen del feudalismo.

Tras la muerte del rey Vitiza se produce una guerra civil entre sus descendientes aspirantes al trono; uno de los bandos pidió ayuda a un nuevo poder norteafricano, los musulmanes, que llegan a la península en el 711. Tras derrotar al rey Rodrigo (Batalla de Guadalete), los musulmanes dominaron la península durante ocho siglos, naciendo así Al-Ándalus.

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