La Península Ibérica en la Edad Media: Al-Ándalus
1. Evolución Política: Conquista, Emirato y Califato de Córdoba
El último rey visigodo, Rodrigo, fue traicionado por witizanos (partidarios de los hijos de Witiza como sucesores al trono y, por tanto, contrarios a Rodrigo) que pidieron ayuda a los musulmanes para destronar a Rodrigo. De esta manera, los musulmanes llegaron a la Península, continuando su política de expansión iniciada un siglo antes. Las tropas invasoras estaban formadas por distintos grupos étnicos: árabes, bereberes, sirios y eslavos.
Tras la Batalla de Guadalete (711), en la que Rodrigo fue vencido, comenzó la conquista musulmana (711-718), dirigida por Musa ibn Nusayr, su lugarteniente Tariq y su hijo Abd al-Aziz. La conquista fue muy rápida debido a varios factores:
- Acuerdos con los visigodos: Se les permitía conservar sus propiedades y estatus previos a la conquista, y se concedía autonomía a las ciudades.
- Percepción de los hispanovisigodos: Muchos los veían como liberadores de los abusos de los nobles godos y esperaban una rebaja de impuestos.
Dicha conquista terminó en el 718, tras ocupar Toledo, el valle del Ebro y las estribaciones de la Cordillera Cantábrica. Se estableció así el Estado Musulmán de Al-Ándalus, limitado por los Pirineos y la Cordillera Cantábrica.
Desde el punto de vista político, la historia de Al-Ándalus se divide en las siguientes etapas:
El Emirato Dependiente de Damasco (711-756)
Al-Ándalus se configuró como una provincia del Califato Omeya de Damasco, bajo la autoridad del Califa (máxima figura política y religiosa). Durante este periodo, se inició la organización administrativa de Al-Ándalus, aunque estuvo marcado por la inestabilidad política y los enfrentamientos internos, especialmente entre los bereberes, quienes abandonaron la Meseta norte y se replegaron al sur del Sistema Central.
El Emirato Independiente (756-929)
En el siglo VIII, la dinastía Abbasí de Bagdad derrocó a los Omeyas de Damasco. Un príncipe omeya, Abd al-Rahman I, logró escapar de la masacre y llegó a Al-Ándalus, donde se proclamó Emir independiente en el 756. Esto significó la autonomía política de Al-Ándalus respecto al califato oriental, aunque se mantuvo la dependencia religiosa. Se estableció un Estado centralizado con capital en Córdoba, donde se inició la construcción de su famosa mezquita. Al-Ándalus se dividió en 22 provincias o coras, y se fijaron los límites de las tres marcas fronterizas con los reinos cristianos (la Superior, la Media y la Inferior). Durante este periodo, también tuvo lugar la rebelión de los mozárabes.
El Califato de Córdoba (929-1031)
Abd al-Rahman III se proclamó Califa en el 929, lo que supuso la independencia total de Al-Ándalus, tanto política como religiosa. El Califa ostentaba el poder absoluto, siendo la máxima autoridad militar, juez supremo y general de los ejércitos. Córdoba se transformó en la ciudad más poblada y rica de Europa, un centro cultural y económico de primer orden. Esta etapa coincidió con el apogeo del poder andalusí y la máxima debilidad de los reinos cristianos, que sufrieron las devastadoras expediciones de Almanzor. Tras la muerte de Almanzor, el Califato entró en una fase de decadencia que culminó en el 1031 con su desaparición, dando paso a los Reinos de Taifas debido a una profunda crisis interna (divisiones étnicas, militarización del poder, deficiente integración territorial, etc.).
2. La Crisis del Siglo XI: Los Reinos de Taifas e Imperios Norteafricanos
Este periodo, que se inicia con la caída del Califato en el 1031, se caracteriza por la fragmentación política de Al-Ándalus. No es un proceso homogéneo, ya que se intercalan tres periodos de Reinos de Taifas con dos invasiones de imperios norteafricanos: los almorávides y los almohades.
Los Reinos de Taifas eran entidades políticas independientes surgidas de la desintegración del Califato, inicialmente alrededor de 26, que posteriormente se redujeron por anexión de los más pequeños a otros mayores. Este periodo marcó el inicio de la disgregación política de Al-Ándalus y un progresivo debilitamiento frente a los reinos cristianos. La correlación de fuerzas, antes favorable a los musulmanes, se invirtió definitivamente, impulsando la Reconquista cristiana.
Durante esta época, los reinos taifas se enfrentaron entre sí para imponer su hegemonía (destacando Zaragoza y Sevilla). Al carecer de fuerza suficiente, recurrieron a la ayuda de los reyes cristianos, quienes la concedían a cambio de compensaciones periódicas, conocidas como parias. Tras la conquista de Toledo por Alfonso VI en el 1085, la mayoría de los reinos taifas pagaban parias al rey de Castilla. Sin embargo, la decadencia política no implicó una decadencia cultural; por el contrario, fue un periodo de gran esplendor artístico y cultural, con la construcción de magníficos palacios como la Aljafería de Zaragoza o la Alcazaba de Málaga.
Tras la conquista de Toledo, los reyes de Sevilla, Granada y Badajoz solicitaron el apoyo de los almorávides, un movimiento religioso y militar del norte de África caracterizado por su rigorismo y su defensa de la guerra santa. Dirigidos por Yusuf ibn Tasfin, acudieron en su ayuda y derrotaron a Alfonso VI en la Batalla de Sagrajas (Badajoz) en el 1086. Esto supuso la desaparición de los primeros reinos de Taifas y la integración de Al-Ándalus en el Imperio Almorávide (1090-1145). Tras su declive y derrotas frente a los cristianos, surgieron los segundos reinos de Taifas, mucho más debilitados, que perduraron hasta el 1170, momento en que se estableció el Imperio Almohade.
Los almohades, un movimiento más reformista que los almorávides en su interpretación del Corán, establecieron su capital en Sevilla. Derrotaron a Alfonso VIII en la Batalla de Alarcos en el 1195 y dejaron importantes muestras arquitectónicas en Sevilla, como el Alcázar, la Giralda y la Torre del Oro. Sin embargo, su poder fue quebrado definitivamente por los reyes cristianos en la decisiva Batalla de las Navas de Tolosa en el 1212. Aunque momentáneamente resurgieron unos terceros reinos de Taifas, la mayoría fueron rápidamente conquistados por los cristianos, a excepción del Reino Nazarí de Granada, que persistiría hasta su conquista por los Reyes Católicos en el 1492.
3. Al-Ándalus: Organización Económica y Social
La economía de Al-Ándalus no era una economía cerrada, sino que formaba parte del vasto circuito comercial del Islam (Siria, Egipto, Mesopotamia), a la vez que mantenía conexiones con Sudán (a través de la ruta del oro) y Europa (intercambiando esclavos, tejidos, aceite, armas, cuero, cerámica). Era una economía monetaria, con la circulación de monedas de oro (dinar) y plata (dirham). Las principales fuentes de riqueza fueron:
- Agricultura: Se practicaba tanto la agricultura de secano como la de regadío, especialmente en torno a las ciudades, con la introducción de nuevos cultivos. La producción aumentó significativamente gracias a la importación de productos como el arroz, el almendro, la caña de azúcar, el azafrán, y la expansión de árboles frutales y vides en la zona levantina. La agricultura garantizaba el abastecimiento de las ciudades, que actuaban como centros de consumo, y permitía la exportación de excedentes.
- Producción artesanal: Se desarrolló una floreciente producción artesanal, concentrada en los centros urbanos. Los sectores más importantes fueron el textil (algodón, lana, lino y seda), los trabajos en piel y cuero (famosos por los cordobanes), la cerámica artística y el vidrio.
- Comercio: Un dinámico comercio se articulaba en torno al zoco (mercado), tanto a nivel local como a larga distancia.
La estructura social de Al-Ándalus estaba determinada principalmente por criterios religiosos, estableciendo una división fundamental entre musulmanes y no musulmanes. No obstante, dentro de estos grandes grupos, se distinguían diferentes estratos sociales según su origen étnico, riqueza o poder.
Entre la población musulmana, que en los primeros tiempos de la conquista era minoritaria (aproximadamente 60.000) en comparación con los hispanovisigodos (unos 6 millones), se distinguían varios grupos:
- La aristocracia árabe: Un grupo reducido de familias cultas y latifundistas que se asentaron en las tierras más fértiles (valle del Guadalquivir, del Ebro y Levante). A ellos se unieron los sirios que acudieron en su ayuda tras la rebelión bereber del año 741.
- Los bereberes: Constituyeron el grupo mayoritario de las tropas invasoras. Eran más pobres, servían como soldados rasos del ejército y se dedicaron principalmente al pastoreo en la Meseta y las laderas de las montañas.
- Los muladíes: Cristianos convertidos al islam.
Entre los no musulmanes, se encontraban dos grupos principales:
- Los judíos: Se dedicaban a actividades como los préstamos, el comercio y la artesanía de oro y plata, desempeñando un papel importante en la vida económica y cultural.
- Los mozárabes: Cristianos que residían en territorio musulmán. Su número fue disminuyendo progresivamente debido a las conversiones al islam y a la emigración hacia los territorios cristianos ante el avance de la Reconquista.
La esclavitud ocupaba la base de la estructura social. Dentro de ella, se diferenciaba entre los eslavos o saqaliba (prisioneros de origen europeo, minoritarios, algunos de los cuales alcanzaron puestos importantes en la administración y el ejército) y los negros, la mayoría de origen sudanés.
4. El Legado Cultural de Al-Ándalus
El Pensamiento y la Ciencia
La cultura hispanomusulmana fue, en muchos aspectos, superior a la cristiana de la época. Una frase atribuida a Mahoma, que afirmaba que solo existen dos ciencias —la Teología, para la salvación del alma, y la Medicina, para la salvación del cuerpo—, impulsó a los musulmanes hacia estas disciplinas. De hecho, era frecuente que los grandes filósofos también fueran excelentes médicos.
En Teología y Filosofía, disciplinas profundamente entrelazadas, la principal preocupación de los pensadores de las tres religiones (islam, cristianismo y judaísmo) fue cómo conciliar la verdad proporcionada por la razón con la verdad revelada por la palabra de Dios. El cordobés Averroes, también médico, considerado el más grande de los filósofos musulmanes y uno de los más notables de todos los tiempos, se basó en Aristóteles para defender la supremacía de la razón. Sus obras fueron traducidas al latín y estudiadas en todas las universidades europeas, ejerciendo una enorme influencia.
Filósofos judíos como Ibn Gabirol (Avicebrón), de tendencia neoplatónica, y Maimónides también escribieron en árabe. Ibn Gabirol exaltó el valor de lo humano, mientras que Maimónides, quien también tuvo que exiliarse por motivos doctrinales, dejó una obra fundamental como su Guía de perplejos, que consoló durante siglos a la comunidad judía. Córdoba experimentó un esplendor cultural sin precedentes, en consonancia con su desarrollo político y económico. El clima de libertad intelectual, impulsado por califas como Abd al-Rahman III y, sobre todo, Al-Hakam II, convirtió a Córdoba en un centro cultural de primer orden, con un gran desarrollo en diversas disciplinas como las matemáticas, la astronomía, la botánica, la medicina, la historia y la geografía. Otras ciudades también destacaron: Sevilla por sus poetas, como el rey Al-Mu’tamid; Zaragoza por sus astrónomos; y Toledo por sus científicos.
Las Letras: Poesía y Bilingüismo
Es fundamental recordar que Al-Ándalus era una sociedad bilingüe: el árabe era el idioma oficial y de la cultura, pero también se hablaba el mozárabe (romance andalusí).
A estos dos idiomas correspondieron dos tipos de literatura. En árabe clásico se desarrolló una poesía culta, de influencia oriental, cultivada incluso por los emires. Abd al-Rahman I y Abd al-Rahman II se enorgullecían de su faceta poética, y ser un buen poeta era un medio importante de ascenso social. En árabe vulgar (o romance andalusí), surgió una poesía de carácter más autóctono y popular. En esta última, destaca la invención de las moaxajas, poemas de cinco estrofas de carácter cortesano que culminaban con un estribillo en romance, la jarcha, a menudo de tono picante o popular.
Al-Ándalus desempeñó un papel excepcional como vía de transmisión hacia Occidente del vasto conocimiento científico grecolatino y oriental, que fue recuperado, traducido y enriquecido por las propias aportaciones de los sabios andalusíes.