Bienio progresista resumen

El bienio progresista: La revolución de 1854:


Con el pretexto de la inestabilidad política y de las continuas disputas entre los moderados, un grupo de militares se pronunció el 28 de Junio bajo el mando de los generales Dulce y O´Donnell. Tras la batallas, los sublevados se retiraron a Manzanares, en La Mancha, donde se encontraron con el general progresista
Serrano, quien sugirió que el pronunciamiento tuviera un giro civil. Para ello encargaron al joven Cánovas del Castillo la redacción del Manifiesto de Manzanares, cuya difusión fue rápida por el uso ya del telégrafo. En él se pedía un programa propio del partido progresista. El pronunciamiento clásico había derivado en una revolución, un reflejo tardío de la revolución europea de 1848. En la batalla urbana del 19 de Julio hubo un centenar de muertos y varios centenares de heridos. Se formó una Junta de Salvación, presidida por Evaristo San Miguel, quien fue nombrado ministro universal de un gobierno provisional. Por primera vez aparecieron en las revueltas populares lemas e ideas democráticas y republicanas. El 26 la situación se calmó, se creó la Junta Superior de Madrid, se formó la Milicia Nacional y la ciudad se mantuvo a la espera de Espartero.

La labor de gobierno del bienio progresista:

Espartero llegó a Madrid triunfante desde el exilio. Esta etapa estuvo dirigida por dos caudillos militares: Espartero, líder de los progresistas puros, y O´Donnell, de la Uníón Liberal. El primer gobierno, presidido por Espartero, con O´Donnell y Pacheco como ministros, adoptó decisiones significativas: ascenso de los militares que habían participado en la revolución, cambios en el gobierno de las diputaciones, cambios de embajadores y gobernadores civiles, convocatoria de elecciones a Cortes Constituyentes, libertad de prensa, tolerancia religiosa y exilio forzado de María Cristina, madre de la reina. Estos gobiernos de la primera etapa del bienio tuvieron que hacer frente a un  nuevo levantamiento carlista y a la oposición a las medidas desamortizadoras. La ley de Mayo de 1855, fue el segundo gran proceso desamortizador de bienes de la Iglesia. Esta nueva ley planteó serios problemas con la Santa Sede, después del Concordato de 1851, al entender al Estado español que tenía derecho sobre los bienes eclesiásticos. Incluso la reina se opuso a la ley, aunque la firmó a regáñadientes. Su aplicación inmediata provocó levantamientos carlistas, empujados por el clero, y la Santa Sede rompíó relaciones con España. La otra gran cuestión era la deuda pública, que impedía al Estado pagar a funcionarios y militares. Al descontento de estos se sumó el de las clases populares por el elevado costo de la vida. Todos estos problemas forzaron la dimisión de Espartero, y la reina llamó a O´Donnell para formar gobierno. A partir de ese momento, Espartero se retiró de la primera línea de la vida pública.

La Constitución de 1856 y la crisis del bienio:

La constitución de 1856 es conocida como (no nacida), porque no entró en vigor. Era de carácter progresista: defendía la soberanía popular, recuperaba la Milicia Nacional, establecía un Parlamento bicameral, defendía la libertad de imprenta, la elección directa de alcaldes, la libertad religiosa, etc. El panorama político se amplió por estas fechas. La Uníón Liberal se formó durante esta etapa y se consolidó con el acceso a la presidencia del gobierno de O´Donnell en Julio de 1856. La derecha estaba representada por neocatólicos y carlistas; la izquierda, por los demócratas. El malestar social provocado por los impuestos de consumo y las quintas dio lugar a la intervención de O´Donnell, que rodéó con tropas el Congreso y disolvíó el Parlamento. Finalizaba así el bienio progresista y comenzaba otra etapa de hegemonía moderada con predominio de la Uníón Liberal.

El desarrollo de la guerra:

La ocupación de España no fue tan rápida como creía Napoleón. La victoria española en la batalla de Bailén obligó al rey José I a abandonar Madrid y las tropas francesas se retiraron al norte de la Península. Napoleón envió un ejército de 150000 hombres. En Noviembre, él mismo entró al mando de esta tropa y el 2 de Diciembre llegaba a Madrid. El rey José regresó también a la capital del reino. Durante su estancia en España , el emperador francés llevó a cabo reformas por las que se suprimía la Inquisición, el régimen señorial y los conventos, todas ellas de corte revolucionario. Mientras, un ejército inglés, al mando de Wellesley (duque de Wellington) desembarcó en la Península para ayudar a los portugueses en Agosto de 1808, lo que hizo que el escenario de la guerra se centrase en el noroeste de la Península. El ejército español colaboró  con el de Wellington. La victoria francesa en Ocaña en Octubre de 1809 y el avance hacia el sur permitieron a Napoleón ocupar casi toda España, quedando libres solo Cádiz y el este peninsular. En ese período de 1810-1812 las tropas napoleónicas alcanzaron el máximo control sobre el suelo peninsular: en Enero de 1812 había caído también el reino de Valencia, excepto la ciudad de Alicante, que, como Cádiz quedó libre toda la guerra. En 1812, la situación internacional de las guerras napoleónicas, con la tremenda movilización que supuso la campaña de Rusia comandada por el propio Napoleón, obligó al emperador a retirar tropas de España y a centrar su atención en otras zonas de Europa. El debilitamiento de las tropas francesas en la Península fue ampliamente aprovechado por las tropas angloespañolas de Wellington. Tras las batallas de Ciudad Rodrigo y los Arapiles en las que Wellington derrotó a los franceses, las Cortes españolas nombraron al inglés comandante en jefe de los ejércitos españoles, que actuaron desde entonces completamente bajo su mando. El avance de las tropas angloespañolas  obligó a José I y los franceses a abandonar Madrid y dirigirse a Valencia, donde estuvo el gobierno josefino durante varios meses. La guerra se inclínó desde entonces del lado angloespañol. La derrota francesa en Vitoria precipitó el abandono del territorio español por José I; en Julio salía de Valencia y en Octubre una nueva batalla triunfal para las tropas de Wellington en San Marcial obligó al ejercito josefino a cruzar la frontera hispanofrancesa. Napoleón al borde de la derrota en Europa, firmó con Fernando VII el Tratado de Valençay en Diciembre, por el que finalizaban las hostilidades en España y Fernando VII era repuesto en el trono. Con la firma de este tratado se daba por concluida la guerra de la independencia. Las juntas se formaron en muchas localidades ante el vacío de poder producido por la invasión. Estas juntas locales dieron lugar a las provinciales y estas a la Junta Central, formada en Septiembre de 1808. Fueron la plasmación de la voluntad popular frente al ejército invasor, fundamento del principio de soberanía nacional. Las juntas estuvieron integradas por representantes de la autoridad anterior y figuras cuyo prestigio se basaba en el valor mostrado ante la ocupación.

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