De Iberos a Romanos: La Transformación de la Península Ibérica Antigua

Pueblos Prerromanos en la Península Ibérica

Los Iberos

Los pueblos iberos habitaban en el este y el sur de la Península Ibérica desde el siglo VIII a.C. Gracias a que estuvieron en contacto con los fenicios y los griegos, conocían la escritura.

Los iberos vivían en poblados amurallados construidos en zonas elevadas. Se organizaban en tribus gobernadas por un rey o régulo. Los grupos más poderosos eran los nobles, los sacerdotes y los guerreros.

La economía se basaba en la agricultura de cereales, vid y olivo, y en la ganadería. También destacaba la minería de oro, plata, cobre y hierro. Además, la artesanía era de calidad, sobre todo la forja de espadas, la cerámica y los tejidos de lana y lino. Esta calidad de sus productos favoreció el desarrollo del comercio. Los iberos llegaron a acuñar monedas propias.

Los iberos adoraban a divinidades principalmente femeninas. El culto religioso se realizaba en los santuarios, próximos a los poblados. Incineraban a los difuntos e introducían sus cenizas en urnas.

Los Celtas

Los celtas llegaron a la Península Ibérica desde Centroeuropa hacia el 1100 a.C. y se establecieron en el norte, el centro y el oeste de la Península.

Vivían en poblados amurallados llamados castros. Se organizaban en tribus; cada tribu estaba formada por varios clanes y cada clan por varias familias. Una minoría acaparaba las riquezas y dominaba al resto.

La economía era autosuficiente, es decir, los celtas se abastecían con lo que ellos mismos producían, por lo que el comercio apenas tenía importancia. Se dedicaban, sobre todo, a la ganadería, pero también practicaban la caza de ciervos y jabalíes y una agricultura basada en los cereales. Eran expertos en metalurgia: fabricaban fundamentalmente joyas y armas de bronce y hierro. También elaboraban cerámicas y tejidos de lana.

Los pueblos celtas no conocían la escritura ni la moneda. Adoraban a los astros y algunos elementos de la naturaleza. Los sacerdotes celtas se llamaban druidas y tenían gran prestigio social, porque actuaban como doctores y adivinos. Al igual que los iberos, los celtas incineraban a sus muertos.

Pueblos Colonizadores y el Reino de Tartessos

Los Fenicios

Los fenicios procedían de las ciudades-Estado de la costa este del Mediterráneo, como Tiro y Sidón. El comercio era una actividad fundamental en su economía. Por ello, navegaban por el mar Mediterráneo en busca de nuevos territorios de los que obtener materias primas y con los que mantener relaciones comerciales.

Durante el I milenio a.C. establecieron asentamientos, llamados factorías, en Sicilia, en el norte de África, donde fundaron Cartago, y en la Península Ibérica. Entre las factorías de la Península se encontraban Gadir (zona de la actual Cádiz), Sexi (Almuñécar), Malaca (Málaga) o Abdera (Adra). Los fenicios mantuvieron relaciones con los pueblos que habitaban la Península, sobre todo con Tartessos.

El poderío fenicio comenzó a declinar hacia el año 539 a.C., cuando los persas conquistaron sus ciudades-Estado más importantes.

Los Griegos

Los griegos eran los grandes rivales comerciales de los fenicios en el mar Mediterráneo. Llegaron a la Península Ibérica entre los siglos VIII y VII a.C. en busca de metales, esparto y sal, y se instalaron principalmente en el Levante.

Los griegos fundaron colonias, como Rhodes (Roses), Hemeroskopeion (Dénia) y Emporion (Ampurias). La influencia cultural griega fue muy importante en estas zonas, como atestiguan los numerosos restos arqueológicos encontrados.

Los Cartagineses

Los cartagineses fueron los sucesores de los fenicios. Procedían de Cartago, una poderosa ciudad y un gran centro económico. Controlaron las factorías fenicias y fundaron otras propias, como Carthago Nova (Cartagena) y Ebyssos (Ibiza). Pero, a diferencia de los fenicios, la colonización cartaginesa tuvo un carácter militar, principalmente. Sometieron a las tribus del sur peninsular y se enfrentaron a los griegos, a quienes vencieron en el año 535 a.C. y obligaron a abandonar el Mediterráneo occidental.

Sin embargo, en el siglo III a.C., los intereses cartagineses chocaron con los de Roma, una nueva potencia que se expandía y que también aspiraba a controlar el Mediterráneo. Los romanos y los cartagineses se enfrentaron en las guerras púnicas. La Segunda Guerra Púnica se desarrolló en parte en la Península Ibérica. Cuando los romanos vencieron al ejército cartaginés, dirigido por Aníbal, los cartagineses fueron expulsados de la Península Ibérica y Baleares.

Tartessos

Las fuentes griegas y los restos arqueológicos indican que Tartessos fue el reino más antiguo de la Península Ibérica. Su núcleo principal se situaba en el valle del Guadalquivir, pero su influencia se extendía por todo el suroeste peninsular. Vivió su época de mayor esplendor desde finales del siglo VIII a.C. hasta el siglo VI a.C.

Su economía se basaba en la agricultura, la ganadería y, muy especialmente, en la minería y en la metalurgia. Los tartesios extraían cobre, plata y estaño de las minas de la región. Esta riqueza de metales atrajo a los fenicios y a los griegos, con los que mantuvieron intensas relaciones comerciales. A cambio de sus metales, los tartesios obtenían telas, aceites, joyas y marfil.

La influencia fenicia sobre Tartessos fue muy importante. De ellos tomaron técnicas agrícolas, la orfebrería y el culto a algunos dioses, como Astarté, la diosa fenicia de la naturaleza y la fertilidad.

Tartessos estaba gobernado por un rey. El único del que tenemos constancia es Argantonio, de quien se dice que reinó durante casi 100 años. A partir del siglo V a.C., Tartessos entró en declive y su lugar lo ocuparon los iberos.

La Conquista Romana de Hispania

Los romanos y los cartagineses habían pactado los límites de su expansión por la Península Ibérica. Pero el general cartaginés Aníbal rompió el pacto, lo que provocó la Segunda Guerra Púnica (218 a.C.-201 a.C.) por el dominio del Mediterráneo occidental.

Una vez vencidos los cartagineses, los romanos, que estaban interesados en las riquezas de la Península, decidieron ocuparla. Las zonas que habían mantenido contactos con otros pueblos colonizadores no ofrecieron dificultades, pero los pueblos que habitaban en el centro, el norte y el oeste peninsular opusieron una fuerte resistencia. La conquista se llevó a cabo en varias fases.

Fases de la Conquista Romana

Primera etapa (218 a.C.-197 a.C.)

  • Los romanos desembarcaron en Ampurias (218 a.C.).
  • La batalla de Ilipa (Alcalá del Río, Sevilla) en el año 206 a.C. acabó con el dominio cartaginés en la Península.
  • Los romanos conquistaron la costa mediterránea y los valles del Ebro y del Guadalquivir.

Segunda etapa (154 a.C.-133 a.C.)

  • Los romanos ocuparon la Meseta, a pesar de la resistencia de lusitanos y celtíberos.
  • Los romanos derrotaron a los lusitanos tras el asesinato de su caudillo, Viriato, por sus propios generales en el 139 a.C.
  • Los celtíberos resistieron en Numancia hasta que los romanos arrasaron la ciudad en el 133 a.C., tras un largo asedio.

Tercera etapa (29 a.C.-19 a.C.)

  • Los romanos ocuparon el norte peninsular, aunque quedaron pueblos sin someter, como los vascones.
  • Tras las guerras cántabras, el emperador Octavio Augusto dio por concluida la conquista de Hispania en el año 19 a.C.

La Hispania Romana: Organización, Sociedad y Economía

La Organización Territorial de Hispania

Los romanos llamaron Hispania a las tierras conquistadas en la Península Ibérica. Para controlar y administrar mejor este territorio, lo dividieron en provincias y pusieron al frente de cada una a un gobernador. A su vez, las provincias se dividieron en conventus.

El número de provincias fue creciendo a medida que aumentaba el control romano de Hispania:

  • Inicialmente se crearon dos provincias: Citerior y Ulterior.
  • En el año 27 a.C., Augusto organizó el territorio en tres provincias: Bética, Lusitania y Tarraconense.
  • A finales del siglo III se habían creado cinco provincias: Bética, Lusitania, Tarraconense, Gallaecia y Cartaginense.

La Sociedad Hispanorromana

La población hispanorromana se dividía en dos grupos: los hombres libres y los esclavos.

  • En el grupo de los hombres libres había grandes diferencias económicas. En la cúspide se hallaban las familias procedentes de Roma y las personas relacionadas con los patricios, que poseían inmensas riquezas y grandes extensiones de tierra. Inmediatamente después, se situaban las principales familias indígenas, que ocupaban importantes cargos de gobierno en Hispania. Por debajo se hallaba la plebe, formada por artesanos, tenderos, pequeños propietarios rurales y marginados que malvivían en las ciudades y que eran mantenidos por los poderosos.
  • Los esclavos eran los habitantes de las ciudades indígenas que se habían sublevado contra los romanos y que fueron esclavizados como castigo. Eran numerosos. Trabajaban en las minas, en el campo y en las tareas domésticas.

La Economía de Hispania Romana

Roma aprovechó al máximo los recursos naturales de Hispania. La principal riqueza que explotó fueron los metales, especialmente oro, plata, cobre, hierro, plomo y mercurio.

La producción agrícola aumentó con la introducción del arado romano, nuevas técnicas de regadío y el barbecho, que consiste en dejar sin cultivar una parte del campo para que se recupere y produzca después mejores cosechas. Había grandes propiedades agrícolas o latifundios, en los que trabajaban esclavos.

La actividad artesanal se basó en la producción de ánforas, aceite, vino, lino, esparto y salazón de pescados.

El comercio se desarrolló gracias a una densa red de comunicaciones y a la circulación de monedas romanas. Hispania exportaba trigo, vino, aceite, salazones, lino, metales y esclavos, e importaba productos de lujo, como perfumes.

La Romanización de Hispania

Los pueblos sometidos al dominio de Roma asimilaron la cultura romana poco a poco. A este proceso lo llamamos romanización. Hispania fue uno de los territorios más romanizados.

Aspectos clave de la romanización:

  • El latín se impuso, en general, sobre las lenguas indígenas, de las que solo se conservaron algunas palabras.
  • El derecho romano supuso que todos los habitantes de Hispania se rigieran por las mismas leyes.
  • Aunque persistieron cultos indígenas, la religión romana se fue imponiendo en la mayor parte de Hispania. A partir del siglo II se extendió el cristianismo.
  • Los romanos impulsaron el desarrollo de las ciudades, que se convirtieron en centros de difusión de la forma de vida y la cultura romanas. También se construyó una densa red de calzadas para comunicarlas.

Los legionarios fueron uno de los principales vehículos de romanización. Cuando se retiraban, recibían lotes de tierra en las provincias. Así, los romanos convivieron con los indígenas, que imitaron las formas de vida romanas. Además, muchos hispanos se alistaron como soldados en el ejército romano.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *