La Creación del Estado Franquista: Fundamentos Ideológicos y Apoyos Sociales
El Régimen era una dictadura militar, un Estado fascista y una monarquía autoritaria. En 1938, Franco nombró su primer Gobierno. En 1942, se crearon las Cortes Españolas, concebidas como un órgano de colaboración para aprobar las leyes propuestas por el Gobierno, sin iniciativa legislativa propia. Los gobernadores civiles y militares controlaban férreamente las provincias. La principal dificultad inicial de Franco fue estructurar un régimen político que, en sus comienzos, carecía de un fundamento ideológico único y cohesionado, aglutinando diversas familias políticas (falangistas, carlistas, monárquicos alfonsinos, católicos conservadores).
Hasta aproximadamente 1942-1945, el Régimen adquirió una marcada apariencia fascista, inspirada en los modelos italiano y alemán, fomentando el papel preponderante de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Con el giro de la Segunda Guerra Mundial a favor de los Aliados, el Régimen abandonó progresivamente la retórica y simbología fascista más explícita y pasó a definirse como un régimen de Nacionalcatolicismo, enfatizando sus raíces católicas y tradicionales. Para buscar la aceptación internacional, especialmente ante los Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría, se denominó Democracia Orgánica, un sistema representativo no basado en partidos políticos sino en entidades naturales (familia, municipio, sindicato). Se aprobaron una serie de Leyes Fundamentales del Reino que actuaban como un sucedáneo de constitución.
Los sindicatos de clase fueron prohibidos y sustituidos por la Organización Sindical Española (conocidos como sindicatos verticales), que agrupaban obligatoriamente a obreros (productores) y patronos (empresarios) por ramas de producción, junto con miembros de la Falange. En la práctica, estos sindicatos estaban controlados por el Estado y no permitían que los obreros canalizaran eficazmente sus reivindicaciones.
En 1957, se produjo un cambio significativo con la entrada en el Gobierno de los llamados Tecnócratas, muchos de ellos vinculados al Opus Dei. Estos ministros priorizaron la eficacia económica y la modernización administrativa, relegando en cierta medida los aspectos más puramente ideológicos del falangismo, aunque sin cuestionar la naturaleza dictatorial del régimen.
A pesar de las transformaciones económicas y sociales, el Franquismo de los años 60 no evolucionó hacia una democracia. En 1969, la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (modificada) determinó que el Príncipe Juan Carlos de Borbón sería el sucesor de Franco a título de Rey, con el objetivo de asegurar la continuidad del Régimen Franquista tras su muerte, instaurando una “monarquía del Movimiento Nacional”.
En 1973, la organización terrorista ETA asesinó al Presidente del Gobierno, Almirante Luis Carrero Blanco, considerado el garante de la continuidad del franquismo puro. El gobierno de Carlos Arias Navarro insinuó la posibilidad de una tímida apertura política, conocida como el “espíritu de febrero”, pero esta se frustró rápidamente ante las resistencias del sector más inmovilista del régimen (el “búnker”).
La crisis final del Régimen se produjo durante la larga agonía del Dictador, entre 1974 y 1975, por la combinación de diversos factores:
Factores Externos:
- La Revolución de los Claveles en Portugal (abril de 1974) acabó con la dictadura salazarista, generando un efecto de contagio y preocupación en el régimen español.
- Las cinco últimas sentencias de muerte dictadas por el régimen y ejecutadas en septiembre de 1975 (contra militantes de ETA y FRAP) provocaron una oleada de protestas internacionales, la retirada de embajadores y la amenaza de un mayor aislamiento.
Factores Internos:
- La oposición democrática se reorganizaba: el Partido Comunista de España (PCE) impulsó la Junta Democrática (1974), y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), junto con otras fuerzas, creó la Plataforma de Convergencia Democrática (1975). Ambas entidades buscaban sentar las bases para un sistema democrático.
- La Crisis del Petróleo de 1973 comenzaba a tener graves efectos en la economía y la sociedad española, aumentando el descontento social.
La Transición a la Democracia no sería fácil, pues un sector importante del Franquismo, el mencionado “búnker”, apostaba por el continuismo del régimen tras la muerte de Franco.
Evolución Política y Coyuntura Exterior
A) La Segunda Guerra Mundial y el Aislamiento del Régimen (1939-1950)
Inicialmente, y por afinidad ideológica, se esperaba que Franco apoyara activamente a las potencias del Eje (Alemania e Italia) en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, debido a la ruinosa situación de España tras la Guerra Civil y a las presiones de los Aliados, Franco declaró primero la No Beligerancia y, aunque permitió el envío de la División Azul (una unidad de voluntarios) a luchar junto a las tropas alemanas contra la Unión Soviética en el frente ruso, más tarde, con el cambio de rumbo de la guerra, se distanció de las potencias fascistas y, finalmente, declaró la neutralidad de España en 1943.
Tras la victoria aliada, la Resolución de la Asamblea General de la ONU de 1946 condenó explícitamente al Régimen de Franco por su colaboración con las potencias del Eje y recomendó la retirada de embajadores, lo que supuso un periodo de aislamiento internacional para España que se prolongó hasta principios de los años 50.
B) La Guerra Fría y la Apertura a Occidente (1950-1959)
El estallido de la Guerra Fría entre el bloque occidental (liderado por Estados Unidos) y el bloque comunista (liderado por la URSS) cambió el panorama internacional. Los Estados Unidos comenzaron a valorar el ferviente anticomunismo de Franco y la importante ubicación estratégica de la Península Ibérica.
Como resultado, la ONU revocó su condena en 1950. Esta apertura se consolidó con la firma de acuerdos bilaterales clave:
- El Concordato con la Santa Sede (1953), que otorgaba grandes privilegios a la Iglesia Católica en España a cambio del reconocimiento y apoyo al régimen.
- Los Pactos de Madrid con Estados Unidos (1953), que permitieron la instalación de bases militares estadounidenses en territorio español (Torrejón de Ardoz, Zaragoza, Morón, Rota) a cambio de ayuda económica y apoyo diplomático.
En 1955, España fue admitida en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y, posteriormente, en otros organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial.
En los años 60, España intentó un acercamiento a la Comunidad Económica Europea (CEE), solicitando su ingreso en 1962, pero fue rechazado por la naturaleza no democrática del régimen. No obstante, consiguió firmar un Acuerdo Preferencial con la CEE en 1970, que liberalizaba parcialmente el comercio.
Durante este periodo, se retomó el contencioso diplomático sobre la soberanía de Gibraltar con Gran Bretaña, llegando Franco a cerrar la verja en 1969.
En cuanto a la política colonial, España se vio obligada a iniciar un proceso de descolonización de sus territorios en África:
- El Protectorado de Marruecos obtuvo su independencia en 1956 (aunque España conservó la soberanía sobre Ceuta, Melilla, las plazas menores, Ifni y el Sáhara Occidental).
- Guinea Ecuatorial alcanzó la independencia en 1968.
- El territorio de Ifni fue cedido a Marruecos en 1969.
- El Sáhara Occidental se convertiría en un grave problema al final del régimen.
Las Transformaciones Económicas y Sociales: De la Autarquía al Desarrollismo
La Autarquía Económica (1939-1959)
Tras la Guerra Civil, la situación económica de España era desastrosa: infraestructuras destruidas, producción agrícola e industrial hundida, y escasez de capital. El Franquismo optó por una política de autarquía (autosuficiencia económica), en parte obligado por el aislamiento internacional de la posguerra mundial y en parte por convicción ideológica nacionalista.
El régimen impuso un fuerte intervencionismo estatal en la economía española, con el objetivo teórico de aumentar la producción nacional y controlar el mercado. Se creó el Instituto Nacional de Industria (INI) en 1941 para promover la industrialización en sectores considerados estratégicos. Sin embargo, esta política fracasó en gran medida: la producción tardó en recuperarse a los niveles de preguerra, la renta per cápita se mantuvo estancada durante casi dos décadas, y la calidad de vida de la mayoría de la población era muy baja.
El mercado interior se controló mediante el racionamiento de productos básicos (a través de cartillas de racionamiento) y la fijación oficial de precios, lo que causó la aparición y florecimiento de un extendido mercado negro, conocido popularmente como “estraperlo”.
Del Plan de Estabilización al Desarrollismo (1959-1973)
Con la apertura diplomática de los años 50 y el fracaso evidente de la autarquía, se hizo necesario un cambio de rumbo. La liberalización parcial del comercio exterior llevó a un aumento descontrolado de las importaciones, generando un considerable déficit exterior, el agotamiento de las reservas de divisas y una alta inflación, llevando al país al borde de la suspensión de pagos.
En este contexto, los ministros tecnócratas impulsaron el Plan de Estabilización de 1959. Sus principales objetivos eran controlar la inflación, liberalizar la economía (eliminando muchos controles estatales y abriéndola al exterior) y fomentar la iniciativa privada. Medidas clave incluyeron:
- Una fuerte devaluación de la peseta para hacer competitivas las exportaciones.
- Limitación del gasto público y restricción del crédito.
- Liberalización de las inversiones extranjeras y del comercio exterior.
Las consecuencias inmediatas del Plan fueron duras: recesión económica, aumento del paro y una reducción de los salarios reales. Sin embargo, sentó las bases para un rápido crecimiento económico en la década siguiente.
Posteriormente, se implementaron los Planes de Desarrollo Económico y Social (tres planes cuatrienales entre 1964 y 1975), que seguían un modelo de planificación indicativa (el Estado señalaba objetivos y ofrecía incentivos, pero no imponía). Se impulsaron los Polos de Desarrollo y Promoción Industrial en diversas ciudades (como La Coruña, Vigo, Valladolid, Zaragoza, Huelva o Burgos) buscando industrializar zonas atrasadas y reducir los desequilibrios regionales, aunque con éxito limitado en este último aspecto.
El resultado de estas políticas, junto con factores externos favorables (inversión extranjera, turismo, remesas de emigrantes), fue el conocido como “Milagro Económico Español” de los años 60 y principios de los 70. Durante esta etapa:
- Creció espectacularmente la renta nacional y per cápita.
- Se modernizaron los sectores secundario (industria) y terciario (servicios).
- Aumentó la productividad agrícola gracias a la mecanización.
No obstante, este crecimiento también tuvo sus sombras:
- Persistieron y en algunos casos se agudizaron los desequilibrios regionales.
- Se produjo una masiva emigración tanto interna (éxodo rural hacia las ciudades industriales y turísticas) como externa (hacia países europeos más industrializados como Alemania, Francia o Suiza).
- El déficit de la Balanza Comercial (más importaciones que exportaciones) se compensó en gran medida gracias a los ingresos por turismo (divisas de la Balanza de Servicios) y las remesas de los emigrantes (transferencias de la Balanza de Capital).
La “crisis del petróleo” de 1973, desencadenada por el aumento brusco de los precios del crudo, generó una profunda depresión económica a nivel mundial que afectó gravemente a España, muy dependiente energéticamente del exterior. Se produjo una inflación de costes que desequilibró la balanza de pagos. Miles de emigrantes comenzaron a retornar a España, aumentando las cifras de paro y la conflictividad social en los últimos años del franquismo.
Cambios Sociales
La sociedad española de los años 40 y 50, profundamente marcada por la posguerra y la represión, estaba fuertemente jerarquizada y presentaba enormes desigualdades entre una minoría de vencedores y enriquecidos (vinculados al régimen) y una mayoría de la población que vivía en condiciones de pobreza o subsistencia. Esta estructura social no cambió sustancialmente durante estas dos décadas.
Aunque las ciudades experimentaban un crecimiento paulatino, la población seguía siendo predominantemente rural. El Franquismo impuso y extendió una mentalidad tradicionalista, nacionalcatólica y autoritaria, con una moral muy estricta, controlada por la Iglesia, que regulaba todos los aspectos de la vida pública y privada. Era una sociedad basada en la discriminación: entre vencedores y vencidos de la Guerra Civil; entre militares y civiles; y con una marcada subordinación legal y social de la mujer respecto al hombre, relegada al ámbito doméstico.
Las transformaciones sociales más profundas y aceleradas se produjeron con el desarrollismo económico de los años 60:
- Se produjo un notable crecimiento demográfico, debido a la caída sostenida de la tasa de mortalidad (especialmente infantil) y el mantenimiento de una natalidad elevada durante un tiempo (el fenómeno del “Baby Boom” español se sitúa principalmente entre finales de los 50 y mediados de los 70).
- Se intensificó la migración interior (éxodo rural masivo hacia las ciudades industriales y las zonas turísticas del Mediterráneo y las islas) y la emigración exterior (más de un millón de españoles marcharon a trabajar a Europa).
- Como consecuencia, en los años 60 y 70, la sociedad española se urbanizó rápidamente. Por primera vez, la población urbana superó a la rural.
- El peso del sector primario (agricultura, ganadería, pesca) en la economía y el empleo cayó drásticamente, mientras crecían los sectores secundario (industria, construcción) y, sobre todo, terciario (servicios, turismo, comercio, administración).
- Comenzó a consolidarse y expandirse una clase media urbana, con mayor poder adquisitivo y nuevas pautas de consumo.
- España se transformó progresivamente en una sociedad de consumo de masas, con la popularización de electrodomésticos, el automóvil (el SEAT 600 fue un símbolo), la televisión, etc.
- El contacto con Europa, a través del turismo masivo que llegaba a España y de los emigrantes que retornaban, contribuyó a que la mentalidad de muchos españoles se hiciera más abierta, tolerante y receptiva a los valores democráticos y a nuevas costumbres sociales, chocando con el inmovilismo y la moral oficial del régimen.
En el ámbito cultural, muchos de los intelectuales y artistas más destacados de la Edad de Plata de la cultura española, partidarios de la República, se vieron forzados al exilio tras la Guerra Civil, lo que supuso una enorme pérdida. El Franquismo fracasó en su intento de crear una “cultura oficial” de calidad que llenara ese vacío, imponiendo una férrea censura. Con el tiempo, algunos escritores y pensadores regresaron a España, aunque su obra se vio condicionada. A partir de los años 50, y con más fuerza en los 60, comenzó a desarrollarse una cultura crítica y de oposición al Régimen, destacando figuras de la llamada Generación Realista de la Posguerra (o Generación del 50) en la literatura, el “realismo social” en el cine, o la Nova Cançó en Cataluña.
La Oposición al Régimen
La oposición al régimen de Franco surgió, aunque de forma muy tímida, dispersa y fragmentada, desde el mismo momento de la proclamación del Estado franquista al finalizar la Guerra Civil. Durante los años 40, esta oposición fue generalmente débil y desorganizada, pero se fue endureciendo, organizando y, en algunos casos, radicalizando con el paso del tiempo y los cambios en el contexto nacional e internacional. Esta oposición se manifestó tanto a nivel interior como en el exilio.
Los factores que impulsaron esta oposición fueron de tipo social (derivados de las duras condiciones de vida, la miseria, el hambre y la represión) y político (el deseo de restaurar las libertades democráticas y poner fin a la dictadura), aunque ambos solían estar profundamente interrelacionados. Los factores sociales tuvieron un papel preponderante en los difíciles años 40 y 50, mientras que los factores políticos cobraron mayor organización e intensidad en las etapas finales del régimen.
La evolución de la oposición puede analizarse en función de las diferentes etapas del régimen:
Oposición en los Años 40: Resistencia y Guerrilla
En la inmediata posguerra, la oposición se manifestó inicialmente por cuestiones económico-sociales, a menudo como una resistencia espontánea y poco organizada frente a la escasez y la represión. A partir de 1945, el número de huelgas en demanda de mejoras salariales y condiciones laborales se incrementó, a pesar de su ilegalidad y la dura represión.
En el plano político, la oposición intentó reorganizarse tanto en el interior como en el exilio:
- El Partido Comunista de España (PCE), el mejor organizado en la clandestinidad, impulsó la Unión Nacional Española (UNE), un intento de frente amplio que no tuvo éxito.
- El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), los republicanos y algunos anarquistas constituyeron la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD).
- La actividad más visible y violenta de la oposición en esta década fue la de las guerrillas antifranquistas, conocidas como el “Maquis”. Compuestas por excombatientes republicanos, comunistas, anarquistas y socialistas que se habían “echado al monte”, realizaron acciones armadas aisladas (sabotajes, ataques a cuarteles de la Guardia Civil, ajusticiamientos de colaboracionistas) principalmente en zonas rurales y montañosas. Sin embargo, no lograron movilizar de forma significativa a la población civil contra el régimen, que respondió con una represión militar brutal. La actividad del Maquis, que produjo miles de muertos en ambos bandos, fue decayendo y prácticamente desapareció a principios de los 50, sin haber supuesto una amenaza seria para la estabilidad del régimen.
Hacia 1948, la oposición en el exilio, que había depositado sus esperanzas en una intervención de las potencias aliadas tras la Segunda Guerra Mundial, comenzó a desorganizarse y a sentir una profunda desilusión a medida que estas potencias, en el nuevo contexto de la Guerra Fría, empezaban a tolerar y, posteriormente, a reconocer el régimen de Franco por su anticomunismo.
Oposición en los Años 50: Tímida Apertura y Primeras Protestas
Esta década se inició con la progresiva apertura del régimen al exterior y su reconocimiento por parte de las democracias occidentales. Esta nueva situación internacional originó una tímida y muy controlada liberalización en algunos aspectos políticos y económicos, lo que también ofreció resquicios para la reorganización de la oposición.
Un primer foco de contestación surgió en el ámbito universitario. El ministro de Educación, Joaquín Ruiz-Giménez (democristiano), intentó fomentar un clima universitario más abierto. Sin embargo, a mediados de la década (1956), el aumento de las protestas estudiantiles en Madrid, con enfrentamientos entre estudiantes y falangistas, llevó a una mayor represión policial, al cierre temporal de la Universidad de Madrid y, finalmente, a la dimisión del ministro. Estos sucesos marcaron el inicio de un movimiento estudiantil opositor que iría creciendo.
También tuvieron importancia los conflictos laborales, especialmente huelgas en sectores como la minería en Asturias, la industria en Cataluña y el País Vasco. Estas tensiones, junto con la necesidad de modernizar la economía, contribuyeron a que el régimen nombrara un nuevo gobierno en 1957, el de los tecnócratas, cuyo objetivo principal era favorecer la modernización y el desarrollo económico, pero sin ninguna intención de avanzar hacia una democratización política.
Oposición en los Años 60 y Principios de los 70: Endurecimiento y Diversificación
Durante los años 60 y los primeros años 70, la oposición al franquismo se endureció, diversificó y extendió socialmente. Varias razones explican este cambio:
- La creciente esperanza en un cambio político ante la avanzada edad del dictador y la falta de un sucesor claro durante parte de la década.
- El impacto de los cambios económicos y sociales del desarrollismo, que generaron nuevas clases medias y obreras con mayores aspiraciones de libertad y participación.
- La influencia de movimientos internacionales (Mayo del 68, Concilio Vaticano II).
Mientras tanto, el régimen intentaba asegurar su perpetuación mediante mecanismos como la Ley Orgánica del Estado (1967) y la designación de Juan Carlos como sucesor (1969).
A la oposición tradicional (socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos en el exilio) se unieron nuevos actores y formas de contestación:
- Movimiento obrero: Surgieron y se consolidaron las Comisiones Obreras (CCOO), un sindicato clandestino de inspiración comunista que nació al margen y en oposición al sindicato vertical oficial. CCOO protagonizó numerosas huelgas y movilizaciones que no solo tenían reivindicaciones laborales, sino también, cada vez más, un carácter político. También surgieron otras organizaciones sindicales como la Unión Sindical Obrera (USO) o la reorganización de la UGT socialista.
- Movimiento estudiantil: Los conflictos universitarios se hicieron más frecuentes, intensos y extensos, con manifestaciones, encierros y enfrentamientos con la policía. Las principales exigencias eran una universidad democrática, la reforma de los planes de estudio y el reconocimiento de las organizaciones estudiantiles libres, al margen del SEU (Sindicato Español Universitario) oficial.
- Sectores católicos progresistas: Inspirados por el Concilio Vaticano II y la Teología de la Liberación, sectores de la Iglesia Católica, especialmente la llamada “Iglesia de base” (comunidades cristianas populares, curas obreros) y algunos obispos y clérigos, comenzaron a distanciarse públicamente del régimen, a denunciar la falta de libertades, la represión y las injusticias sociales, y a apoyar las reivindicaciones populares.
- Nuevos partidos y organizaciones políticas: Surgieron o se reorganizaron en la clandestinidad nuevos partidos y grupos políticos de izquierda (maoístas, trotskistas, etc.) y nacionalistas (especialmente en Cataluña y el País Vasco).
- Terrorismo: En 1959 se fundó ETA (Euskadi Ta Askatasuna), que inició una campaña de atentados terroristas que se intensificó en los años 60 y 70. Más tarde, a principios de los 70, surgieron otros grupos terroristas de extrema izquierda como el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) y los GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre).
Por otra parte, los ciudadanos, especialmente las nuevas generaciones que no habían vivido directamente la Guerra Civil, eran menos temerosos. El progreso económico, la urbanización y el mayor acceso a la información y a influencias externas generaron sectores sociales más amplios con ideas más liberales y abiertas.
La respuesta del régimen ante estas crecientes protestas fue, sistemáticamente, la represión policial (a través de la Policía Armada y la Guardia Civil), la actuación del Tribunal de Orden Público (TOP) –creado en 1963 para juzgar delitos políticos– y, en momentos de especial tensión, la declaración del estado de excepción, que suspendía temporalmente derechos fundamentales.
A partir de los años 60, los partidos políticos de la oposición, aunque seguían en la clandestinidad, incrementaron su actividad y capacidad de movilización, estando detrás de muchas de las protestas que se producían en sectores como la educación, la sanidad o el mundo laboral.
En el exterior, un hito importante fue el llamado “Contubernio de Múnich” (IV Congreso del Movimiento Europeo, junio de 1962), donde se reunieron 118 políticos españoles de diversas tendencias de la oposición democrática (liberales, democristianos, socialdemócratas, nacionalistas vascos y catalanes, pero sin comunistas ni extrema derecha). El régimen lo descalificó propagandísticamente como el “Contubernio de la Traición” y reprimió duramente a los participantes que residían en España (exilio, confinamiento, retirada de pasaportes).
Como se mencionó, en esta década ETA intensificó su actividad violenta. Un momento crítico que evidenció la creciente oposición y la respuesta represiva del régimen fue el Proceso de Burgos (diciembre de 1970), un consejo de guerra sumarísimo contra dieciséis miembros de ETA acusados de diversos delitos, incluyendo asesinatos. Se dictaron nueve condenas a muerte, que fueron finalmente conmutadas por Franco por penas de prisión ante la fuerte presión internacional (incluida la del Vaticano) y las numerosas protestas y huelgas que se produjeron en España, especialmente en el País Vasco.