El sistema político de la restauración

Los 6 años de la I República Española acabaron en Diciembre de 1874 con el levantamiento militar del general Arsenio Martínez Campos, que reestableció la monarquía borbónica en la figura de Alfonso XII. En realidad, este retorno llevaba siendo preparado desde la proclamación de la república por Antonio Cánovas del Castillo, cuyo proyecto era el de conseguir el apoyo de la restauración de la monarquía gracias al descontento político general, y no contaba con el golpe.

            Cánovas del Castillo redactó un manifiesto desde Inglaterra en el que dejó claras las líneas que seguiría el sistema de la Restauración.
La línea era un sistema bipartidista, en el que dos partidos monárquicos se turnasen en el poder, con una Constitución que abarcase las propuestas de ambos

            Los dos partidos que se turnaron en el poder, llamados partidos dinásticos, fueron el Partido Conservador y el Partido Liberal. El resto de partidos fueron excluidos del sistema de turno, aunque participaban en las elecciones. El Conservador estaba liderado por Antonio Cánovas del Castillo, y representaba a la burguésía latifundista y financiera, además de algún grupo católico o aristocrático del Antiguo Régimen. El Partido Liberal estaba dirigido por Práxedes Mateo Sagasta, e integraba a la mayoría de los progresistas, junto a algunos republicanos y demócratas moderados. Quería implantar en el sistema algunos aspectos de la Revolución de 1868, y consiguió el apoyo de profesionales liberales, y de burguésía industrial y comercial.

            El sistema de Cánovas se basaba en el turno pacífico entre los dos partidos dinásticos, que pactaban el acceso al gobierno.
Para garantizar el funcionamiento de este sistema, se recurría al fraude electoral. Los dos partidos se reunían y mediante el encasillado repartían los diputados. Las listas se entregaban a los caciques locales, que mediante la coacción, la compra de votos o la manipulación de resultados se encargaban de hacer real el resultado pactado.

            Después del retorno de la monarquía borbónica en 1876, los conservadores se mantuvieron en el poder hasta 1881, iniciando la tarea de estructuración de los partidos para consolidar el nuevo sistema. Fue también el que redactó la Constitución de 1876, que reunía las principales carácterísticas del nuevo régimen, y durante su gobierno se actuó con dureza contra la oposición, imponiendo diversas medidas restrictivas. Fue a partir de la muerte del rey Alfonso XII en 1885, y con el comienzo de la regencia de su mujer María Cristina, cuando el sistema de la Restauración se asentó, y el Partido Liberal entró al gobierno, comenzando el turno. Los dos partidos firmaron entonces el Pacto del Pardo, por el que se comprometían a respetar el turno político y las medidas aprobadas por los respectivos gobiernos.

            El sistema adquiríó bastante estabilidad, pero a pesar de ello seguían existiendo grupos opositores, que no fueron integrados en éste. Las divisiones internas entre estos grupos y la indiferencia política de la población no permitieron que se convirtiesen en una amenaza para el régimen. Uno de estos grupos era el carlismo, que al ser derrotado militarmente se constituyó como grupo político. Representaban al sector más tradicionalista, foralista y religioso de la población, con mayor apoyo en las zonas de Navarra y el País Vasco

            Otro grupo opositor fue el republicanismo. Los republicanos no consiguieron recuperarse del fracaso de la primera república. Se agruparon en diferentes corrientes: Federalistas, unionistas, radicales y posibilistas. Los dos primeros grupos se unieron en 1893 para fundar Uníón Republicana.

Por otra parte, aparecieron grupos regionalistas y nacionalistas en varias regiones del país que supusieron también una oposición al sistema de Cánovas. Estos movimientos defendían la identidad lingüística, cultural e histórica de la regíón en la que surgían, frente a la unidad y a la centralización de España. Los más importantes aparecieron en Cataluña, País Vasco, Galicia y en menor medida en Andalucía y Valencia. El catalanismo se formó en la década de los 80, a partir del Renacimiento cultural (movimiento de Renaixença) y del cambio socioeconómico (Cataluña era la regíón con más desarrollo industrial).

En el País Vasco, tras la abolición de los fueros como consecuencia de la derrota carlista, surgíó un movimiento de defensa de la cultura vasca, identificado con la lengua vasca, la tradición, el catolicismo, los fueros y un ruralismo idealizado. Fue Sabino de Arana el primero en configurar un sistema político nacionalista, reivindicando la soberanía vasca. Creó así el Partido Nacionalista Vasco, ultracatólico y muy conservador.
Tras su muerte, este partido moderó su postura y pudo conseguir el voto de parte de la clase media de la regíón, y así sus primeros escaños.

Otro bloque muy importante de la oposición fue el movimiento obrero, surgido como respuesta al nuevo sistema económico, el capitalismo. El movimiento obrero contó con dos vertientes principales: el anarquismo, que se negaba a participar en la acción política y actuaba mediante los sindicatos, y el socialismo, con menos aceptación en el país, cobrando mayor importancia a partir de 1910,

El sistema de la Restauración fue estable hasta la crisis del 98, cuyos detonantes fueron las guerras de independencia de Cuba y Filipinas. La economía cubana era monopolizada por el gobierno español, y esto creó un sentimiento independentista por parte de los hacendados de la isla. Además, Estados Unidos tenía puestos muchos intereses en Cuba, y apoyó a los sectores independentistas con el objetivo de controlar la economía isleña. El conflicto finalizó en Diciembre con el Tratado de París, por el que Puerto Rico, Filipinas y Guam fueron cedidos a EEUU, y Cuba quedó bajo su control. Esto sumado a la venta de otros archipiélagos a Alemania ocasiónó el fin de España como potencia colonial, quedando como un país sin relevancia internacional.

La pérdida de las colonias provocó una grave crisis cultural, económica y más tarde política, que acabaría por ser una causa de la desintegración del régimen de la Restauración a principio del Siglo XX.

A raíz de esto, surge el regeneracionismo, un movimiento ideológico en el que destaca Joaquín Costa. Los regeneracionistas proponen reformas económicas sociales y educativas. Consideraban que el problema de España era la misma España.

También surgíó un movimiento cultural y literario conocido como Generación del 98 y que destacan Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Ramón Valle-Inclán…

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