El Problema Sucesorio: La Crisis del Absolutismo
La crisis política del absolutismo durante el reinado de Fernando VII se vio agravada por el problema sucesorio. Fernando VII contrajo matrimonio con María Cristina de Nápoles. Con sus anteriores matrimonios no tuvo descendencia, lo que motivó a Don Carlos a albergar grandes expectativas de heredar la corona. Se agruparon los sectores más radicales de la corte. Nace la futura Isabel II, lo que provoca una lucha entre los partidarios de Don Carlos y los de María Cristina y su hija. Fernando VII publicó la Pragmática Sanción, que anulaba la Ley Sálica y permitía reinar a las mujeres. Los llamados Sucesos de La Granja modificaron la situación: los partidarios de Don Carlos aprovecharon la enfermedad para convencerle de que derogase la Pragmática Sanción. No obstante, en cuanto Fernando VII mejoró, restableció la Pragmática. Con el fallecimiento del rey, Isabel fue reconocida como heredera y su madre asumía la regencia. Los carlistas no aceptaron la situación y desencadenaron una guerra civil.
El Carlismo y las Guerras Civiles: La Cuestión Foral
El carlismo se convierte en la más firme oposición a la regente María Cristina. El enfrentamiento no es solo un conflicto dinástico, sino también ideológico. Los carlistas pretenden la vuelta al Antiguo Régimen; apuestan por el poder absoluto del monarca y por la defensa de la religión. Su lema era «Dios, Patria y Rey«. A estos principios se suma la defensa del foralismo.
La Cuestión Foral en Profundidad
Con la llegada al trono de España de la dinastía de los Borbones, Cataluña y Aragón habían perdido sus fueros. Navarra y el País Vasco conservaron los suyos al haber apoyado al candidato Borbón. El carlismo apuesta por la restauración y el mantenimiento de los fueros tradicionales. Esto explicaría el fuerte apoyo que recibe en los territorios que perdieron sus leyes propias. El arraigo carlista es fuerte en las zonas rurales.
Las Guerras Carlistas
Primera Guerra Carlista (1833-1840)
Fue la más violenta. Comenzó a los pocos días de fallecer Fernando VII, cuando Don Carlos fue proclamado rey por sus seguidores. El nuevo gobierno tardó en enviar tropas, lo que permitió que el general carlista formara un importante ejército. El fallecimiento del general provocará un giro en el conflicto. La guerra se mantuvo en una situación de equilibrio. El general liberal Espartero rompió el sitio de Bilbao. El Bajo Aragón fue denominado por los carlistas como una gran zona carlista. La contienda se decanta a favor de las tropas gubernamentales. El agotamiento carlista terminó por provocar la división interna entre intransigentes y moderados (Maroto). Las negociaciones entre Maroto y Espartero culminaron en el Convenio de Vergara, que marcó el fin de la guerra en el norte, estableciendo la legitimidad de Isabel II como reina. La guerra no terminó en la zona levantina.
Segunda Guerra Carlista (1846-1849)
Estalló al fracasar el intento de concertar un matrimonio entre Isabel II y Carlos VI. Su principal escenario estuvo en el campo catalán. La derrota del carlismo obligó al general Cabrera a exiliarse en Francia.
Tercera Guerra Carlista (1872-1876)
Estalló tras la expulsión de Isabel II y la llegada de Amadeo de Saboya. Con la caída de la monarquía isabelina, el nuevo pretendiente entró en España, provocando un nuevo conflicto bélico. Los carlistas organizaron un pequeño estado. La amenaza carlista se mantuvo durante todo el Sexenio Democrático, pero el carlismo fue de nuevo derrotado durante el reinado de Alfonso XII. El fin de los fueros vascos contribuirá al nacimiento del nacionalismo vasco.
La Regencia de María Cristina (1833-1840)
María Cristina de Borbón asumió las funciones de regente, apoyándose en un gobierno presidido por Cea Bermúdez. Este se proclamaba defensor de la monarquía absoluta, pero ofrecía mejorar la gestión mediante reformas administrativas. No contentó ni a los liberales ni a los carlistas. La reina gobernadora recurrió a Martínez de la Rosa para redactar el Estatuto Real de 1834. Era una carta otorgada, no renunciaba a la soberanía y cedía parte de su poder a las Cortes. Las Cortes eran bicamerales: la nobleza y los obispos estaban representados en el Estamento de Próceres; el resto, en el Estamento de Procuradores. Los progresistas intentaron un cambio a través de un pronunciamiento. Se produce el Motín de los Sargentos. La regente María Cristina cedió y proclamó la Constitución de 1812, confiando en los progresistas. Se redactó una nueva Constitución, más moderada pero también más precisa. Los aspectos que se moderan son el bicameralismo con Congreso y Senado, y el monarca tenía la facultad de disolver las Cortes. No se establece la confesionalidad de la religión católica, pero tenían la obligación de mantener el culto católico. Con el nuevo marco constitucional se proclamaron algunas leyes progresistas. Se adoptaron medidas para liberalizar el mercado de la tierra: la aprobación de la Desamortización de Mendizábal. Sus objetivos eran: sanear la Hacienda, financiar la guerra civil y convertir a los nuevos propietarios en adeptos a la causa liberal. Volvieron al poder los moderados, promulgaron una nueva Ley de Ayuntamientos que suprimía la participación ciudadana en la elección de alcalde. Los progresistas comenzaron un movimiento insurreccional. La regente había contraído matrimonio en secreto y temía que Espartero lo hiciese público, por lo que María Cristina optó por renunciar a la regencia.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
Espartero fue nombrado presidente del gobierno y regente interino, gobernó de manera autoritaria, sin control de las Cortes. Su política antiforalista y su apoyo al librecambismo provocaron una fuerte reacción en las provincias del norte; mandó bombardear Barcelona como castigo a las protestas civiles contra el librecambismo. En las Cortes se desató una protesta y Espartero reaccionó disolviéndolas. Progresistas y moderados pedían la vuelta a la normalidad constitucional. Se inició una revuelta militar encabezada por el general Narváez; Espartero había visto descender su apoyo entre la Milicia Nacional. Las tropas fieles a Narváez derrotaron al ejército espartista en Torrejón de Ardoz. Las Cortes, para evitar una nueva regencia, adelantaron la mayoría de edad de Isabel II, quien reinó con 13 años.
La Década Moderada (1844-1854)
El régimen político dio un giro hacia posiciones conservadoras, fijadas en la Constitución de 1845. Presentada como reforma de la Constitución de 1837, supuso la expresión del liberalismo doctrinario que anulaba los aspectos más progresistas de la anterior. La soberanía compartida aumentaba los poderes de la Corona, que podía nombrar ministros, designar miembros del Senado y disolver las Cortes. Las Cortes eran bicamerales y el sufragio se restringió, aumentando la cantidad mínima de contribución para tener derecho a voto. El conservadurismo queda de manifiesto con la firma de un Concordato con la Santa Sede. La Iglesia vuelve a tener un papel importante en la sociedad. Hubo una mejora económica y unas reformas político-administrativas con mayor eficacia y centralización del país: formación de un sistema jurídico unitario, se creó el Banco de España, se crea la Guardia Civil para asegurar el nuevo orden y se aprueba la Ley de Ayuntamientos. El carácter conservador fue marcado por Narváez. El nuevo presidente Murillo intentó una reforma que suponía un nuevo retroceso en el parlamentarismo. Su proyecto era una dictadura civil y hubo una sucesión de denuncias por escándalos financieros contra los gobiernos moderados y la Corona. Esta situación culminará con la Vicalvarada por O’Donnell.
El Bienio Progresista (1854-1856)
En Vicálvaro se produjo un pronunciamiento militar dirigido por el general O’Donnell; días después, presenta el Manifiesto de Manzanares, que presenta los principios fundamentales para una regeneración liberal, provocando una gran movilización popular. Isabel II se vio obligada a llamar al poder a Espartero. El Bienio fue un régimen breve e inestable, regido por Espartero y O’Donnell, formado por moderados y progresistas transigentes. El avance del liberalismo fue evidente: se aprobó la Ley de Desamortización General, se elaboró una nueva Constitución en 1856 (que limitaba el poder a la Corona y ampliaba la declaración de derechos) y se aprobó la Ley General de Ferrocarriles.
Alternancia del Partido Moderado y la Unión Liberal (1856-1868)
Se sucedieron los gobiernos de los generales Narváez y O’Donnell. El periodo comienza con un decreto que declara la vigencia de la Constitución de 1845. Se aprueba la Ley Moyano, para regular la enseñanza, propuesta por Claudio Moyano. El rasgo más sobresaliente fue la activa política exterior para devolver a España el prestigio internacional. Embarcó al país en una serie de intervenciones militares de escaso interés, pobres resultados y cuantiosas pérdidas humanas y económicas. Se inició una fuerte crisis económica en España que preparó el terreno para el estallido de una nueva revolución. El moderantismo limitaba la participación ciudadana, reduciendo las opciones de participación a los progresistas y derivando hacia una vía conspirativa en contra del gobierno y la monarquía borbónica. Progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende, decidiendo aunar esfuerzos para derrocar a Isabel II y establecer un nuevo sistema político. Después se unió la Unión Liberal con Serrano. El triunfo de la Revolución Gloriosa pondría fin al reinado de Isabel II, quien se vio obligada a exiliarse.