España en el Siglo XX: De la Guerra Civil a la Consolidación Democrática

La Guerra Civil Española (1936-1939)

Orígenes y Estallido del Conflicto

La Guerra Civil Española fue un conflicto armado que se desarrolló en España entre el 17 de julio de 1936 y el 1 de abril de 1939. Fue provocada por un golpe militar contra el gobierno democrático de la Segunda República, proclamada en 1931 tras la abdicación del rey Alfonso XIII. El golpe fue organizado por sectores del ejército, apoyados por grupos conservadores, monárquicos, fascistas y la Iglesia católica, que se oponían a las reformas sociales, laicistas y agrarias impulsadas por la República.

El conflicto comenzó con un golpe de Estado militar el 17 de julio de 1936, iniciado en Melilla (Marruecos español) y extendido rápidamente a otras zonas peninsulares. El golpe, sin embargo, no triunfó completamente en todo el territorio, lo que provocó una guerra civil. El país quedó dividido: zonas bajo control republicano y zonas en manos de los sublevados. En los primeros días, ambos bandos protagonizaron una oleada de violencia, caracterizada por asesinatos políticos, persecuciones religiosas y una represión brutal.

Los Bandos Enfrentados

El bando republicano estaba compuesto por socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos de izquierda y sindicalistas, y contaba con el apoyo internacional de la Unión Soviética y las Brigadas Internacionales, formadas por voluntarios antifascistas de todo el mundo. Entre sus líderes destacaron Manuel Azaña (presidente de la República), Francisco Largo Caballero y Juan Negrín (jefes del gobierno), así como figuras simbólicas como Dolores Ibárruri, conocida como La Pasionaria.

Por su parte, el bando sublevado estaba liderado por los generales Francisco Franco, Emilio Mola y José Sanjurjo (que murió en un accidente aéreo poco después del inicio del conflicto). Este grupo estaba formado por monárquicos, falangistas (fascistas españoles), conservadores católicos y sectores del ejército. Recibieron ayuda militar decisiva de la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini, que enviaron aviones, soldados y armas. En octubre de 1936, Franco fue nombrado Generalísimo y Jefe del Estado, concentrando todo el poder militar y político del bando nacionalista.

Momentos Clave y Batallas Decisivas

Uno de los momentos más simbólicos y trágicos fue el bombardeo de Guernica, el 26 de abril de 1937, por parte de la aviación alemana. Fue una masacre de civiles y un experimento de guerra aérea. Este hecho fue denunciado por Pablo Picasso en su famoso cuadro Guernica. Al mismo tiempo, la batalla de Madrid, entre noviembre de 1936 y marzo de 1937, demostró que la guerra sería larga: la ciudad resistió durante años gracias al ejército republicano y las Brigadas Internacionales.

El Declive Republicano y el Fin de la Guerra

Sin embargo, el bando republicano sufrió una grave división interna. En mayo de 1937 se produjeron fuertes enfrentamientos en Barcelona entre comunistas, anarquistas y trotskistas, conocidos como “Los Hechos de Mayo”, debilitando la unidad del gobierno republicano. A partir de entonces, Juan Negrín, apoyado por los comunistas, ganó el control del gobierno, pero su autoridad fue cada vez más frágil.

Mientras tanto, el bando franquista ganaba terreno militarmente. En marzo de 1938, con la ofensiva de Aragón, lograron dividir en dos el territorio republicano. La batalla del Ebro, entre julio y noviembre de 1938, fue la más larga y sangrienta del conflicto. Aunque los republicanos mostraron una fuerte resistencia, terminaron siendo derrotados. Esta derrota fue el golpe final para el gobierno republicano.

En enero de 1939, las tropas franquistas entraron en Barcelona, provocando el exilio masivo de unas 500.000 personas a Francia. Poco después, el 28 de marzo, cayeron Madrid y otras ciudades importantes. Finalmente, el 1 de abril de 1939, Franco firmó el parte de guerra anunciando la victoria nacionalista y el fin del conflicto. Ese mismo día comenzó la dictadura franquista, que duraría hasta su muerte en 1975.

Consecuencias Devastadoras del Conflicto

Las consecuencias de la guerra fueron devastadoras: cerca de 500.000 muertos, una economía completamente destruida, un país dividido y una dura represión política. Miles de personas fueron ejecutadas, encarceladas o forzadas al exilio. La censura, el miedo y el silencio marcaron la vida bajo la dictadura. España quedó aislada internacionalmente durante años y tardó décadas en comenzar a reconciliarse con su pasado.

De la Dictadura de Primo de Rivera a la Segunda República (1923-1931)

El Golpe de Estado y el Directorio Militar (1923-1925)

En un contexto de creciente inestabilidad política, social y económica tras el final de la Primera Guerra Mundial y en plena crisis del sistema parlamentario de la Restauración borbónica, el 13 de septiembre de 1923, el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado en Barcelona. Con el apoyo del rey Alfonso XIII, suspendió la Constitución de 1876, disolvió las Cortes y asumió el poder como dictador militar.

Primo de Rivera justificó su acción como una medida para regenerar el país, acabar con el caciquismo, la corrupción política, el terrorismo anarquista y el separatismo. Contó inicialmente con el respaldo de amplios sectores sociales, el ejército, parte de la burguesía y el propio monarca, que le encargó formar un gobierno.

La dictadura se dividió en dos etapas:

  • Directorio Militar (1923-1925): Durante esta fase, el poder estuvo en manos exclusivamente de militares. Se suprimieron los partidos políticos, se estableció la censura de prensa y se restringieron las libertades públicas. Se creó un sistema de gobierno autoritario y centralizado, con el objetivo de restaurar el orden. Uno de los principales logros de este periodo fue el éxito militar en el norte de África: tras años de conflicto en el protectorado de Marruecos, Primo de Rivera colaboró con Francia en la operación conjunta del Desembarco de Alhucemas (1925), que resultó clave para derrotar al líder rifeño Abd el-Krim y pacificar la zona.
  • Directorio Civil (1925-1930): A partir de 1925, Primo de Rivera intentó institucionalizar su régimen con un gobierno civil, aunque sin recuperar la democracia parlamentaria. Se creó un nuevo partido oficialista, la Unión Patriótica, que pretendía ser un movimiento de unidad nacional, pero carecía de base ideológica clara y no fue más que una herramienta del régimen.

Se instauró un modelo corporativista inspirado en el fascismo italiano, y se proyectó una nueva constitución que nunca llegó a promulgarse. En el ámbito económico, la dictadura impulsó obras públicas (carreteras, ferrocarriles, embalses) a través de una política intervencionista y modernizadora que generó crecimiento económico inicial, pero también un aumento de la deuda pública.

El Fin de la Dictadura y la Proclamación de la República

A pesar del aparente orden, el régimen empezó a erosionarse tras 1928 por varios motivos: la crisis económica internacional, la oposición de estudiantes, intelectuales y obreros, el descontento de sectores del ejército (especialmente los oficiales más jóvenes) y la pérdida de apoyo de la élite empresarial y financiera. También comenzó a resquebrajarse la relación con el propio Alfonso XIII.

Sin respaldo político ni militar, Primo de Rivera dimitió el 28 de enero de 1930 y se exilió en París, donde murió pocos meses después, el 16 de marzo de 1930.

La dimisión de Primo de Rivera en 1930 dejó un vacío institucional, ya que durante su dictadura se había eliminado el sistema parlamentario y no se dejó una estructura política funcional. El rey Alfonso XIII intentó recuperar la normalidad constitucional nombrando al general Berenguer, en un periodo conocido como la dictablanda, pero fue un fracaso: sin apoyo político ni social, y con un clima generalizado de descontento.

La figura del rey quedó muy desprestigiada por haber apoyado la dictadura, lo que generó un rechazo creciente incluso entre antiguos monárquicos. Mientras tanto, las fuerzas republicanas, socialistas y nacionalistas se unieron en el Pacto de San Sebastián (1930), preparando el fin de la monarquía.

El Nacimiento de la Segunda República

En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, los republicanos vencieron en las principales ciudades, lo que se interpretó como un rechazo al rey. Ante la presión popular, Alfonso XIII abandonó el país y el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República.

La Transición Española y la Constitución de 1978

El Camino hacia la Democracia

Tras la muerte de Franco en 1975, España inició un proceso de transición hacia la democracia. El rey Juan Carlos I, nombrado sucesor por el propio dictador, decidió impulsar un sistema democrático en lugar de continuar con el franquismo. En 1977 se celebraron las primeras elecciones democráticas desde la Guerra Civil, y las Cortes elegidas actuaron como asamblea constituyente para redactar una nueva constitución. El texto fue aprobado por las Cortes el 31 de octubre de 1978, ratificado por el pueblo en referéndum el 6 de diciembre (día actual de la Constitución) y sancionado por el rey el 27 de diciembre.

Pilares y Características de la Constitución de 1978

La Constitución de 1978 define a España como un Estado social y democrático de Derecho, lo que significa que el poder está sometido a la ley, se basa en la soberanía popular y se compromete a garantizar derechos sociales, libertades y la justicia. Declara que la soberanía reside en el pueblo español y que la forma política del Estado es la monarquía parlamentaria: el rey es jefe del Estado, pero su papel es simbólico y carece de poder ejecutivo. El gobierno lo ejercen los representantes elegidos por el pueblo a través del Parlamento. Uno de los pilares del texto es la división de poderes: el legislativo corresponde a las Cortes Generales (Congreso y Senado), el ejecutivo al Gobierno, y el judicial a jueces y tribunales independientes.

La Constitución garantiza una amplia gama de derechos fundamentales y libertades públicas, como la libertad de expresión, asociación, educación, manifestación, y la igualdad ante la ley. Reconoce también derechos sociales, como el derecho al trabajo, a una vivienda digna, a la sanidad y a las pensiones. Otro elemento clave es la organización territorial. Aunque no menciona directamente el federalismo, la Constitución reconoce la existencia de nacionalidades y regiones y permite la creación de comunidades autónomas con competencias propias. Este modelo, conocido como Estado de las Autonomías, ha dado lugar a un sistema descentralizado que permite a regiones como Cataluña, el País Vasco o Galicia tener instituciones propias, lenguas oficiales y gestión de materias clave. Además, la Constitución establece que España es un Estado aconfesional, aunque reconoce la importancia histórica de la Iglesia Católica y promueve la cooperación con todas las confesiones religiosas. También afirma la igualdad entre hombres y mujeres, y el respeto a la pluralidad política, lingüística y cultural.

El texto fue redactado con espíritu de consenso entre fuerzas políticas muy diversas. Los llamados “padres de la Constitución” (representantes de UCD, PSOE, AP, PCE y nacionalistas catalanes) buscaron crear un marco común que superara la división histórica entre las dos Españas. Desde su entrada en vigor, la Constitución ha sido la base de la democracia española y ha garantizado un largo periodo de estabilidad, libertad y pluralismo, aunque también ha sido objeto de debate, especialmente en relación con el modelo territorial.

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