Economía y sociedad en la España del siglo XVI
Durante este siglo, la población en los territorios de la Monarquía Hispánica en la península (incluyendo Portugal desde 1580) alcanzó aproximadamente los 8 millones de personas, siendo Castilla la zona más poblada. La economía, de base agraria y técnicamente atrasada, aumentaba su productividad principalmente mediante la roturación de nuevas tierras. La Mesta (asociación de ganaderos trashumantes) continuó su actividad, a pesar de restar tierras de cultivo y exportar la materia prima (lana) a bajo precio al extranjero. La falta de inversión y las reticencias señoriales hacia el trabajo manual impidieron la creación de una industria lanera nacional potente, como denunciaban los arbitristas (pensadores económicos de la época).
Los artesanos, organizados en gremios, producían principalmente para la demanda local y sufrían la competencia de manufacturas extranjeras. La deficiente red de caminos dificultaba el comercio interior. El comercio americano se regía por un estricto monopolio, centralizado en el puerto de Sevilla (y posteriormente trasladado a Cádiz en el siglo XVIII). Esta centralización se mantuvo hasta las reformas del siglo XVIII.
La masiva llegada de metales preciosos de América (principalmente plata) provocó una fuerte inflación conocida como la Revolución de los Precios. El aumento de la masa monetaria, ante una oferta de bienes que no crecía al mismo ritmo, disparó los precios. Aunque gran parte de este metal se destinaba a pagar las deudas de la Corona contraídas para financiar las guerras, el aumento de la demanda, no correspondido por un aumento similar de la oferta productiva interna, contribuyó igualmente al alza de precios. Esta situación inflacionista se prolongó hasta el siglo XVII. Los juros (títulos de deuda pública) y los asientos (préstamos a corto plazo con banqueros, a menudo extranjeros) fueron los principales sistemas de financiación de la Corona.
La sociedad seguía siendo estamental y rígidamente jerarquizada. Los estamentos privilegiados (nobleza y clero) mantenían sus exenciones fiscales y numerosos privilegios, mientras que el estamento no privilegiado (campesinos, artesanos, burguesía incipiente), conocido como el Tercer Estado, soportaba la carga fiscal y tenía derechos limitados.
Cultura y mentalidades en la España del siglo XVI: La Inquisición
Durante este siglo pervivió y alcanzó su esplendor el Renacimiento, caracterizado por la recuperación de la cultura clásica grecolatina adaptada a los nuevos tiempos y el desarrollo del antropocentrismo frente al teocentrismo medieval. La principal corriente intelectual fue el Humanismo, con figuras destacadas como:
- Luis Vives
- El Cardenal Cisneros (fundador de la Universidad de Alcalá de Henares)
- Antonio de Nebrija (autor de la primera gramática castellana)
- Miguel Servet
En literatura, se inició el Siglo de Oro, con un extraordinario desarrollo de géneros y autores que alcanzaron fama universal:
- Poesía: Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús.
- Novela: Destaca la novela picaresca con el anónimo Lazarillo de Tormes y la obra cumbre de Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (cuya primera parte se publica en 1605).
- Teatro: Comienza a desarrollarse un teatro nacional.
En arquitectura renacentista destacó la pureza de formas y la influencia italiana, cuyo máximo exponente es el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (obra iniciada por Juan Bautista de Toledo y finalizada por Juan de Herrera). En pintura, sobresalió la figura de Domenikos Theotokopoulos, El Greco.
Se vivió un intenso renacer religioso impulsado por la Contrarreforma católica, definida en el Concilio de Trento (1545-1563), del que surgió, entre otras órdenes, la Compañía de Jesús (jesuitas), fundada por San Ignacio de Loyola.
La Inquisición española (o Tribunal del Santo Oficio), establecida durante el reinado de los Reyes Católicos, continuó vigente como instrumento de control religioso e ideológico al servicio de la Corona. Dependía directamente del rey y estaba administrada por un Inquisidor General. Persiguió la herejía (especialmente el protestantismo, el erasmismo y los alumbrados), vigiló a los conversos y ejerció una férrea censura sobre las publicaciones (Índice de libros prohibidos). Los autos de fe eran ceremonias públicas donde se dictaban y ejecutaban las sentencias. Felipe II, temeroso del contagio de ideas consideradas heterodoxas, prohibió a los españoles estudiar en la mayoría de universidades extranjeras e impidió la entrada de libros e intelectuales europeos, cerrando en cierta medida las fronteras al intercambio de conocimiento.
Los Austrias del siglo XVII. Gobiernos de validos y conflictos internos
Los monarcas españoles del siglo XVII fueron Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700), conocidos como los Austrias Menores. Se mantuvo el sistema de monarquía hereditaria con predominio de la línea masculina.
A diferencia del gobierno personal ejercido por los monarcas del siglo XVI, estos reyes delegaron gran parte de las tareas de gobierno en validos o privados, nobles de su confianza que gobernaban en su nombre. Esta práctica, si bien descargaba al rey de responsabilidades, concentraba el poder en el valido, cuyas decisiones a menudo sorteaban los Consejos tradicionales.
- Bajo Felipe III, el valido fue el Duque de Lerma, más preocupado por sus intereses personales y los de su familia. Durante su valimiento se decretó la expulsión de los moriscos (1609), una medida con graves consecuencias demográficas y económicas, especialmente para la agricultura levantina y aragonesa. Los problemas de la Hacienda Real llevaron a la acuñación masiva de moneda de vellón (cobre con poca o ninguna plata), lo que agravó la inflación.
- Durante el reinado de Felipe IV, su valido, el Conde-Duque de Olivares, impulsó un ambicioso programa de reformas con el objetivo de centralizar la administración y reforzar la autoridad real sobre los distintos reinos (Memorial Secreto, 1624). Su proyecto estrella, la Unión de Armas (1626), que pretendía crear un ejército común sostenido por todos los territorios de la monarquía, fracasó por la oposición de varios reinos, desencadenando la grave crisis de 1640. Se sofocó la rebelión catalana (Guerra de los Segadores, 1640-1652) y otros intentos secesionistas en Aragón y Andalucía, pero se consumó la independencia de Portugal (unida a España desde 1580), reconocida formalmente en el Tratado de Lisboa (1668).
- El reinado de Carlos II comenzó con la regencia de su madre, Mariana de Austria, durante la cual persistieron los validos (Nithard, Valenzuela). Ya en la mayoría de edad del rey, figuras como su hermanastro Don Juan José de Austria, el Duque de Medinaceli y el Conde de Oropesa actuaron como ‘primeros ministros’. Estos últimos impulsaron un programa coherente de recuperación económica que incluyó reformas monetarias (devaluación de la moneda de vellón) y fiscales (creación de la Superintendencia de Hacienda).
Al morir sin descendencia en 1700, Carlos II nombró heredero en su testamento a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, instaurando la dinastía Borbón en España con el nombre de Felipe V y dando lugar a la Guerra de Sucesión.
La crisis de 1640
La grave crisis política de 1640 estalló durante el reinado de Felipe IV, bajo el valimiento del Conde-Duque de Olivares. Sus causas principales fueron:
- El proyecto centralizador de la Unión de Armas (1626), que pretendía que todos los reinos contribuyeran con hombres y dinero al esfuerzo militar de la monarquía, rompiendo con la estructura foral tradicional.
- Las crecientes exigencias fiscales y militares derivadas de la costosa participación española en la Guerra de los Treinta Años.
El conflicto se manifestó principalmente en dos frentes:
- Cataluña: El rechazo a la política de Olivares y a la presencia de tropas castellanas e italianas en su territorio (para luchar contra Francia) desembocó en el levantamiento popular conocido como el Corpus de Sangre (junio de 1640) en Barcelona, donde fue asesinado el virrey. Esto marcó el inicio de la Guerra de los Segadores (1640-1652). Los rebeldes catalanes, liderados por Pau Claris (presidente de la Generalitat), buscaron y obtuvieron el apoyo de Francia, llegando a proclamar la República Catalana bajo protección francesa y nombrando a Luis XIII de Francia como Conde de Barcelona. El descontento con la ocupación francesa y el agotamiento bélico facilitaron la contraofensiva de Felipe IV. Un ejército dirigido por Don Juan José de Austria recuperó Barcelona en 1652. Felipe IV confirmó los fueros catalanes, pero la guerra con Francia continuó hasta la Paz de los Pirineos (1659), por la cual España cedió a Francia los territorios del Rosellón, el Conflent, el Vallespir y parte de la Cerdaña.
- Portugal: Simultáneamente, en diciembre de 1640, la nobleza portuguesa, aprovechando la crisis catalana y el descontento generalizado con la política centralista de Olivares y la presión fiscal, proclamó rey al Duque de Braganza (Juan IV). Esto inició una larga guerra (Guerra de Restauración) que culminó con el reconocimiento formal de la independencia de Portugal por parte de España en el Tratado de Lisboa (1668).
También hubo otras conspiraciones y levantamientos secesionistas de menor entidad en Andalucía (protagonizada por el Duque de Medina Sidonia) y Aragón (Duque de Híjar), que fueron sofocadas. La crisis de 1640 evidenció la profunda debilidad interna de la Monarquía Hispánica, la dificultad de imponer un modelo centralista y la necesidad de reformas estructurales que no se abordarían plenamente hasta el siglo siguiente.
La España del siglo XVII: el ocaso del Imperio español en Europa
La política exterior española en el siglo XVII estuvo marcada por el mantenimiento de las guerras para conservar la hegemonía en Europa, lo que supuso un enorme coste económico y humano y culminó con la pérdida definitiva de dicha hegemonía.
El reinado de Felipe III se caracterizó inicialmente por una política pacifista (Pax Hispanica), firmando la paz con Inglaterra (Tratado de Londres, 1604) y una tregua con las Provincias Unidas (Tregua de los Doce Años, 1609-1621). Sin embargo, España acabó involucrándose en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), un complejo conflicto europeo con raíces religiosas y políticas, en apoyo de la rama austriaca de los Habsburgo.
Bajo Felipe IV y la dirección de Olivares, se reanudó la guerra con Holanda (1621) y se intensificó la participación en la Guerra de los Treinta Años. Hubo éxitos iniciales (rendición de Breda, 1625; victoria de Nördlingen, 1634), pero también reveses importantes. La entrada de Francia en la guerra (1635) agravó la situación. Las derrotas navales (Las Dunas, 1639) dificultaron el abastecimiento del ejército en Flandes. La derrota terrestre en Rocroi (1643) frente a Francia, aunque no decisiva militarmente, se convirtió en un símbolo del declive de los tercios españoles y contribuyó a la caída de Olivares.
La Paz de Westfalia (1648) puso fin a la Guerra de los Treinta Años en el Sacro Imperio Romano Germánico y significó la constatación de la pérdida de la hegemonía española en Europa. Dentro de este marco, por el Tratado de Münster (1648), España reconoció formalmente la independencia de las Provincias Unidas (Holanda).
La guerra con Francia continuó hasta la Paz de los Pirineos (1659), que supuso importantes cesiones territoriales a Francia (Artois en Flandes, Rosellón, Conflent, Vallespir y parte de la Cerdaña en los Pirineos) y el matrimonio de Luis XIV con la infanta María Teresa de Austria.
Durante el reinado de Carlos II, España, debilitada, se vio envuelta en sucesivas guerras contra la Francia expansionista de Luis XIV (Guerra de Devolución, Guerra Franco-Holandesa, Guerra de las Reuniones, Guerra de los Nueve Años), resultando en nuevas pérdidas territoriales (parte de Flandes, Franco Condado, Luxemburgo). La falta de heredero al trono español convirtió a la monarquía en objeto de disputa entre las potencias europeas en las últimas décadas del siglo.
A finales del siglo XVII, aunque España mantuvo su vasto imperio americano, sus posesiones europeas habían quedado muy reducidas (limitadas a Flandes, Milán, Nápoles, Sicilia y Cerdeña), y había perdido definitivamente su posición como potencia hegemónica en el continente.
La España del siglo XVII: evolución económica y social
El siglo XVII fue, en términos generales, un periodo de profunda crisis económica y demográfica en España, aunque con importantes diferencias regionales y algunos signos de recuperación en las últimas décadas.
Crisis demográfica: La población peninsular experimentó un estancamiento o incluso retroceso, especialmente en el interior castellano. Las causas fueron múltiples:
- Las grandes epidemias de peste (1597-1602, 1647-1652, 1676-1685).
- La reiteración de malas cosechas y crisis de subsistencia.
- La expulsión de los moriscos (1609-1614), que afectó gravemente a la demografía y la agricultura en reinos como Valencia y Aragón (más de 300.000 personas expulsadas).
- Las continuas guerras, que generaban una elevada mortalidad y reclutamientos forzosos.
- La emigración a América.
Crisis económica:
- Agricultura: Sufrió un grave retroceso debido al descenso de la población, el abandono de tierras, las cargas fiscales y las inclemencias climáticas.
- Artesanía e Industria: La producción manufacturera, especialmente la textil castellana (Segovia, Toledo), entró en decadencia por la competencia extranjera, la pérdida de mercados, la presión fiscal y la escasa innovación. Algunas zonas periféricas, como Cataluña, mostraron mayor resistencia o iniciaron una lenta recuperación.
- Comercio: El comercio interior se vio dificultado por las malas comunicaciones, las aduanas interiores y la crisis general. El comercio americano también experimentó dificultades: la llegada de metales preciosos disminuyó (agotamiento de algunas minas, aumento del contrabando, mayor retención de plata en América para gastos de administración y defensa) y la creciente autosuficiencia de las colonias redujo la demanda de productos peninsulares.
- Hacienda Real: La Corona sufrió una crisis financiera crónica debido a los enormes gastos militares y la disminución de los ingresos (incluidos los americanos). Se recurrió constantemente a la deuda pública (juros), los préstamos (asientos), la manipulación monetaria (resellado y devaluación de la moneda de vellón) y el aumento de la presión fiscal, lo que agravó la crisis económica general.
Sociedad: La sociedad mantuvo su rígida estructura estamental basada en el privilegio de la nobleza y el clero. La crisis económica provocó:
- Un aumento de la polarización social: empobrecimiento de campesinos y artesanos, crecimiento de la mendicidad, el vagabundeo y el bandolerismo.
- Un reforzamiento de los lazos señoriales en el campo.
- Un deseo de ennoblecimiento por parte de la burguesía, que invertía en tierras, deuda pública o cargos para acceder a la condición de noble y sus privilegios (mentalidad rentista).
- Tensiones y revueltas sociales ligadas a la presión fiscal, las crisis de subsistencia y los abusos señoriales.
En las últimas décadas del siglo, especialmente durante el reinado de Carlos II, se observaron algunos síntomas de recuperación demográfica y económica en ciertas áreas (Cataluña, Valencia, Cantábrico) y se implementaron las primeras medidas serias de reforma económica y hacendística (por ministros como Medinaceli y Oropesa), que sentaron las bases para las reformas del siglo XVIII.
La España del siglo XVII: esplendor cultural. El Siglo de Oro
Paradójicamente, en medio de la decadencia política y la crisis socioeconómica, la cultura española vivió su máximo esplendor durante el siglo XVII, continuando y culminando el Siglo de Oro iniciado en el siglo anterior. Este periodo abarca aproximadamente desde 1580 hasta 1680.
Literatura: Alcanzó cotas sublimes en todos los géneros:
- Teatro: Fue el gran fenómeno cultural de la época, con una producción ingente y de altísima calidad. Destacan Lope de Vega (creador de la ‘comedia nueva’), Calderón de la Barca (maestro del auto sacramental y el drama filosófico), Tirso de Molina, Guillén de Castro, Rojas Zorrilla, etc. Los corrales de comedias se convirtieron en espacios de entretenimiento popular masivo.
- Novela: Continuó el éxito del Quijote de Cervantes (cuya segunda parte se publica en 1615). Se desarrolló la novela corta y pervivió la picaresca.
- Poesía: Vivió la pugna entre el culteranismo (liderado por Luis de Góngora, búsqueda de la belleza formal y el lenguaje elaborado) y el conceptismo (encabezado por Francisco de Quevedo, énfasis en la agudeza del ingenio y la concisión).
Muchas de estas obras reflejaban, criticaban o analizaban con agudeza la sociedad, la política y la condición humana de su tiempo.
Arte: Fue la época de esplendor del Barroco, un estilo caracterizado por la exuberancia ornamental, el dinamismo, el dramatismo, el contraste (luces y sombras, realismo e idealización) y la emotividad. Fue un arte al servicio de la Iglesia de la Contrarreforma (buscando impresionar y conmover al fiel) y también de la Monarquía (exaltando su poder y majestad).
- Pintura: Alcanzó una calidad excepcional con la escuela madrileña (Diego Velázquez, genio universal, pintor de cámara de Felipe IV), la escuela andaluza (Zurbarán, Murillo, Valdés Leal) y la escuela valenciana (Ribera, Ribalta).
- Escultura: Predominó la imaginería religiosa en madera policromada, buscando el realismo y la expresión patética. Destacan las escuelas castellana (Gregorio Fernández) y andaluza (Martínez Montañés, Alonso Cano, Pedro de Mena).
- Arquitectura: Se caracterizó por la rica decoración interior y exterior (especialmente en fachadas y retablos), el uso de líneas curvas y la creación de espacios dinámicos. Destacan arquitectos como Gómez de Mora, Alonso Cano, y ya a caballo con el siglo XVIII, la familia Churriguera (que da nombre al estilo churrigueresco, última fase del barroco español) y Casas Novoa (fachada del Obradoiro de Santiago).
Pensamiento y Ciencia: A pesar del relativo aislamiento provocado por las medidas de Felipe II y el control ideológico ejercido por la Iglesia y la Inquisición (censura), no desapareció la actividad intelectual. Continuaron las reflexiones de los arbitristas sobre las causas de la decadencia española y sus posibles remedios. A finales de siglo, surgió un grupo de intelectuales conocidos como los novatores (especialmente activos en la Corona de Aragón y Valencia), conscientes del atraso científico español respecto a Europa y abiertos a las nuevas corrientes científicas y filosóficas (empirismo, racionalismo), que promovieron la difusión del saber en academias y tertulias, anticipando la Ilustración del siglo XVIII.
La España del siglo XVIII: la guerra de Sucesión y el sistema de Utrecht
La muerte sin descendencia de Carlos II en 1700 desencadenó un grave conflicto por el trono español. En su testamento, el rey designó como sucesor a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, quien llegó al trono como Felipe V, instaurando la dinastía Borbón en España.
Sin embargo, el Archiduque Carlos de Austria, de la rama austriaca de los Habsburgo, también reclamó el trono. El temor de las potencias europeas (principalmente Gran Bretaña, Holanda y Austria) a la formación de un bloque hegemónico franco-español llevó a la formación de la Gran Alianza de La Haya (1701) en apoyo del candidato austriaco. Esto desencadenó la Guerra de Sucesión Española (1701-1714).
La guerra tuvo una doble dimensión:
- Conflicto internacional: Enfrentó a la Gran Alianza contra Francia y España (partidaria de Felipe V). Los escenarios bélicos se extendieron por Europa (Países Bajos, Italia, Alemania) y la propia península ibérica.
- Conflicto civil: Dentro de España, la Corona de Castilla apoyó mayoritariamente a Felipe V, mientras que los territorios de la Corona de Aragón (Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca) se decantaron por el Archiduque Carlos (a partir de 1705), temerosos del centralismo borbónico y en defensa de sus fueros e instituciones propias.
La guerra en la península fue larga y cambiante. Un hito clave fue la Batalla de Almansa (1707), victoria borbónica que permitió a Felipe V ocupar Valencia y Aragón y abolir sus fueros mediante los primeros Decretos de Nueva Planta. Sin embargo, Cataluña y Mallorca resistieron.
El punto de inflexión internacional se produjo en 1711, cuando el Archiduque Carlos heredó inesperadamente el trono imperial austriaco como Carlos VI. El temor de Gran Bretaña y Holanda a una posible unión de España y Austria bajo un mismo soberano (recreando el imperio de Carlos V) les llevó a buscar una salida negociada y a retirar su apoyo al Archiduque.
Las negociaciones culminaron en el Tratado de Utrecht (1713) y los acuerdos posteriores (Rastatt y Baden, 1714), que establecieron un nuevo orden europeo basado en el principio del equilibrio de poder:
- Felipe V fue reconocido como rey de España y de las Indias, pero tuvo que renunciar formalmente a sus derechos al trono francés.
- España fue la gran perdedora territorial: cedió a Austria los Países Bajos españoles (Bélgica y Luxemburgo), el Milanesado, Nápoles y Cerdeña; y al Ducado de Saboya la isla de Sicilia (que posteriormente intercambiaría con Austria por Cerdeña).
- Gran Bretaña fue la gran beneficiada: obtuvo de España Gibraltar y Menorca, además de importantes ventajas comerciales en América española (el navío de permiso – derecho a enviar un barco anual a las colonias – y el asiento de negros – monopolio del tráfico de esclavos africanos). También obtuvo territorios de Francia en América del Norte.
La guerra civil en España finalizó con la caída de Barcelona (11 de septiembre de 1714) y Mallorca (1715) en manos borbónicas. El Tratado de Utrecht marcó el fin de la hegemonía española en Europa y la consolidación de Gran Bretaña como nueva potencia marítima y comercial. España, reducida territorialmente en Europa, se centró a partir de entonces en la preservación y reforma de su imperio americano y en intentar recuperar influencia en Italia.
La España del siglo XVIII: cambio dinástico. Los primeros Borbones
El siglo XVIII se inició en España con un cambio dinástico: la llegada de la Casa de Borbón, de origen francés, tras la muerte sin descendencia de Carlos II, último monarca de la Casa de Austria.
Felipe V (1700-1746):
- Nieto de Luis XIV de Francia, fue el primer Borbón español. Su acceso al trono provocó la Guerra de Sucesión (1701-1714).
- El Tratado de Utrecht (1713) le reconoció como rey a cambio de importantes cesiones territoriales en Europa.
- Implantó un modelo de absolutismo centralista inspirado en Francia. Como represalia por el apoyo de la Corona de Aragón al Archiduque Carlos, promulgó los Decretos de Nueva Planta (1707-1716), que abolieron los fueros e instituciones propias de estos reinos (Aragón, Valencia, Cataluña y Mallorca) e impusieron la organización político-administrativa de Castilla.
- Su segunda esposa, Isabel de Farnesio, tuvo una gran influencia en la política exterior, orientada a recuperar territorios italianos para situar a sus hijos (futuro Carlos III de España y Felipe, Duque de Parma). Esto se logró mediante la intervención en guerras europeas y la firma de los dos primeros Pactos de Familia con Francia (1733 y 1743).
- Inició importantes reformas administrativas y fiscales (como el catastro en Cataluña, dirigido por José Patiño).
- Su largo reinado fue interrumpido brevemente en 1724 por su abdicación en favor de su hijo Luis I. La prematura muerte de este a los pocos meses obligó a Felipe V a reasumir la corona.
Fernando VI (1746-1759):
- Hijo de Felipe V y su primera esposa, María Luisa Gabriela de Saboya.
- Su reinado se caracterizó por una política de neutralidad exterior activa (‘paz armada’), que permitió centrarse en la reconstrucción y reforma interna del país.
- Impulsó importantes reformas bajo la dirección de sus ministros, principalmente el Marqués de la Ensenada:
- Reorganización de la Hacienda: Se proyectó una reforma fiscal profunda para implantar una única contribución en Castilla (Catastro de Ensenada), aunque no llegó a aplicarse plenamente por la oposición de los privilegiados.
- Fomento de la Marina y el comercio.
- Firma del Concordato con la Santa Sede (1753), que reforzó el regalismo borbónico (control del rey sobre asuntos de la Iglesia en España).
- Firma del Tratado de Madrid (1750) con Portugal para delimitar fronteras en América.
- En sus últimos años, el rey sufrió problemas mentales, pero la maquinaria administrativa siguió funcionando con eficacia.
Estos dos primeros reinados sentaron las bases del nuevo Estado borbónico, caracterizado por el absolutismo monárquico, la centralización administrativa, la unificación jurídica (con la excepción de Navarra y las Provincias Vascas) y un esfuerzo reformista que alcanzaría su apogeo con Carlos III.
La España del siglo XVIII: reformas en la organización del Estado. La monarquía centralista
La llegada de la dinastía Borbón supuso una profunda transformación en la organización del Estado español, implantando un modelo de monarquía absoluta y centralista inspirado en el sistema francés.
Centralización y Unificación:
- Decretos de Nueva Planta: Promulgados por Felipe V entre 1707 y 1716 para los reinos de la Corona de Aragón (Valencia, Aragón, Mallorca y Cataluña) como represalia por su apoyo al Archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión. Supusieron la abolición de sus fueros, Cortes e instituciones propias (como las Generalitats o Diputaciones del Reino) y la imposición de las leyes, instituciones y cargos de Castilla. Esto significó el fin de la estructura compuesta de la Monarquía Hispánica de los Austrias y el nacimiento de un Estado jurídicamente unificado y centralizado.
- Excepciones Forales: Navarra y las Provincias Vascas conservaron sus fueros, instituciones y particularidades fiscales como recompensa por su fidelidad a Felipe V durante la guerra.
- Castellano como lengua oficial: Se impuso el uso obligatorio del castellano en la administración de justicia y en la enseñanza en todo el reino.
Reformas en la Administración Central:
- Secretarías de Estado y de Despacho: Sustituyeron al antiguo sistema polisinodial (de múltiples Consejos) de los Austrias, aunque algunos Consejos pervivieron con funciones reducidas (destacando el Consejo de Castilla). Las Secretarías (inicialmente cinco: Estado, Guerra, Marina e Indias, Hacienda, y Gracia y Justicia) eran órganos unipersonales, dirigidos por un Secretario nombrado directamente por el rey, mucho más ágiles y ejecutivos. Los Secretarios se reunían en el Gabinete (antecedente del Consejo de Ministros) para coordinar la acción de gobierno.
- Cortes Generales del Reino: Las Cortes de los diferentes reinos fueron suprimidas, a excepción de las Cortes de Castilla, que pasaron a ser las Cortes Generales del Reino, aunque con funciones muy limitadas (prácticamente solo la jura del heredero). El poder legislativo residía exclusivamente en el rey.
Reformas en la Administración Territorial:
- Capitanes Generales: Se generalizó esta figura (en sustitución de los antiguos virreyes, excepto en América) como máxima autoridad militar y gubernativa en las provincias o antiguos reinos.
- Intendentes: Se implantó esta figura de origen francés, con amplias competencias en materia fiscal, económica, fomento de obras públicas y supervisión general de los servicios públicos en su demarcación (intendencia o provincia). Eran un instrumento clave del control central sobre el territorio.
- Audiencias: Mantuvieron sus funciones como máximos tribunales de justicia en su demarcación territorial.
Reformas en la Administración Local:
- Se extendió y reforzó la figura del Corregidor, nombrado por el rey, como principal autoridad municipal en las ciudades importantes.
- Se introdujeron cargos de designación real (como los regidores vitalicios o los síndicos personeros del común y diputados del común tras el Motín de Esquilache) para controlar los gobiernos locales, aunque a menudo las oligarquías locales mantuvieron gran influencia.
Reformas Fiscales:
- Se tendió a la unificación y centralización impositiva, buscando una mayor eficacia recaudatoria. Se implantaron nuevos impuestos equivalentes a las rentas castellanas en la Corona de Aragón (catastro en Cataluña, equivalente en Valencia, única contribución en Aragón, talla en Mallorca).
- Se proyectó una reforma similar para Castilla (Catastro de Ensenada) bajo Fernando VI, aunque no llegó a aplicarse plenamente por la oposición de los privilegiados.
Estas reformas transformaron España en un Estado centralizado y más eficiente administrativamente, sentando las bases para el desarrollo del Despotismo Ilustrado en la segunda mitad del siglo.
La práctica del despotismo ilustrado: Carlos III
Carlos III (1759-1788), hijo de Felipe V e Isabel de Farnesio, que ya había reinado en Nápoles, es el máximo exponente del Despotismo Ilustrado en España. Este sistema político combinaba el mantenimiento del poder absoluto del monarca (absolutismo) con la adopción de ideas y reformas propias de la Ilustración, con el objetivo de mejorar la eficacia del Estado, fomentar la economía, promover la cultura y el bienestar de los súbditos, todo ello bajo el lema ‘Todo para el pueblo, pero sin el pueblo’ (es decir, sin contar con su participación política).
Carlos III se rodeó de un equipo de ministros y colaboradores ilustrados (Campomanes, Floridablanca, Aranda, Olavide, Cabarrús) e impulsó un amplio programa reformista que abarcó diversos ámbitos:
- Reformas religiosas (Regalismo): Se acentuó la política regalista, buscando afirmar la autoridad del rey sobre la Iglesia. La medida más drástica fue la expulsión de los jesuitas (1767), acusados, entre otras cosas, de instigar el Motín de Esquilache y de oponerse a las reformas. También se intentó limitar el poder de la Inquisición y abordar el problema de las ‘manos muertas’ (propiedades amortizadas de la Iglesia).
- Reformas sociales: Se declararon honestas todas las profesiones (1783), intentando dignificar el trabajo manual y productivo frente a la mentalidad rentista. Se limitaron los privilegios de la Mesta.
- Reformas económicas:
- Agricultura: Se impulsaron informes para una reforma agraria (Jovellanos), se limitaron los privilegios de la Mesta, se fomentó la colonización de nuevas tierras (como en Sierra Morena, bajo la dirección de Olavide) y se liberalizó parcialmente el precio del grano (aunque esto generó tensiones).
- Industria: Se continuó con la política de Manufacturas Reales (Reales Fábricas) y se fomentó la iniciativa privada.
- Comercio: Se decretó la liberalización del comercio con América (1778), acabando con el monopolio gaditano y abriendo el tráfico a numerosos puertos españoles y americanos. Se mejoraron las infraestructuras (caminos, canales). Se creó el Banco Nacional de San Carlos (1782), antecedente del Banco de España.
- Reformas institucionales: Se creó la Junta Suprema de Estado (1787), órgano colegiado que reunía a los Secretarios de Despacho, considerado un antecedente del Consejo de Ministros. Se reorganizó el ejército siguiendo el modelo prusiano. Se adoptó la actual bandera nacional (rojigualda) para la Marina y el Ejército.
- Reformas culturales y educativas: Se impulsó la reforma de las universidades y se crearon nuevas instituciones educativas. Se fomentaron las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, centros de debate y difusión de las ideas ilustradas y propuestas de reformas locales.
- Reformas urbanísticas: Se emprendió un importante plan de modernización y embellecimiento de Madrid (alumbrado público, empedrado, alcantarillado, construcción de edificios monumentales como el Museo del Prado – inicialmente Gabinete de Ciencias Naturales –, la Puerta de Alcalá, fuentes como Cibeles y Neptuno).
El reformismo de Carlos III encontró resistencias, como se evidenció en el Motín de Esquilache (1766), una revuelta popular en Madrid (extendida a otras ciudades) provocada por el malestar ante la carestía de los alimentos y ciertas reformas impopulares impuestas por el ministro italiano Esquilache (como la prohibición de capas largas y sombreros de ala ancha). Aunque el rey cedió inicialmente destituyendo a Esquilache, continuó con su programa reformista una vez restablecido el orden, si bien con mayor cautela.
El reinado de Carlos III representa el momento culminante de la Ilustración y el reformismo borbónico en España, dejando un legado de modernización en muchos ámbitos, aunque las estructuras profundas del Antiguo Régimen (sociedad estamental, régimen señorial) permanecieron en gran medida intactas.
La España del siglo XVIII: Evolución de la política exterior en Europa
Tras las pérdidas territoriales sancionadas en el Tratado de Utrecht (1713), la política exterior española del siglo XVIII tuvo dos objetivos principales:
- Recuperar la influencia y territorios perdidos en Italia (especialmente durante el reinado de Felipe V).
- Defender el imperio americano frente a la creciente presión británica (especialmente durante los reinados de Fernando VI y Carlos III).
La principal herramienta para lograr estos objetivos fue la alianza con Francia, plasmada en los llamados Pactos de Familia (acuerdos político-militares entre las dos monarquías borbónicas).
Felipe V (1700-1746):
- Su política exterior estuvo muy influida por su segunda esposa, Isabel de Farnesio, y su deseo de conseguir tronos italianos para sus hijos (el futuro Carlos III de España y el infante Felipe).
- España adoptó una política revisionista respecto a Utrecht, interviniendo en diversas guerras europeas (Guerra de la Cuádruple Alianza, Guerra de Sucesión Polaca, Guerra de Sucesión Austriaca).
- Se firmaron los dos primeros Pactos de Familia con Francia (1733 y 1743).
- Resultados: Se consiguió instalar al infante Carlos como rey de Nápoles y Sicilia (1734) y al infante Felipe como Duque de Parma, Plasencia y Guastalla (1748, ya iniciado el reinado de Fernando VI).
- Los intentos de recuperar Gibraltar y Menorca de manos británicas fracasaron. Sin embargo, España defendió con éxito sus intereses en América frente a Gran Bretaña durante la Guerra del Asiento o ‘de la Oreja de Jenkins’ (1739-1748), integrada en el conflicto más amplio de la Guerra de Sucesión Austriaca.
Fernando VI (1746-1759):
- Su reinado se caracterizó por una política de neutralidad en los conflictos europeos (como la Guerra de los Siete Años, que comenzó en 1756).
- Esta neutralidad permitió centrarse en la reconstrucción interna (reformas de Ensenada) y liquidar algunos contenciosos pendientes (Tratado de Madrid de 1750 con Portugal sobre límites en América, compra del asiento de negros a Gran Bretaña).
Carlos III (1759-1788):
- Abandonó la neutralidad de su predecesor y volvió a la alianza con Francia mediante la firma del Tercer Pacto de Familia (1761).
- Esto llevó a la participación de España en la fase final de la Guerra de los Siete Años (1756-1763) contra Gran Bretaña, motivada por la defensa de los intereses españoles en América frente al expansionismo británico. Por la Paz de París (1763), España cedió Florida a Gran Bretaña, pero recibió la extensa Luisiana de Francia (como compensación) y recuperó La Habana y Manila, ocupadas por los británicos durante la guerra.
- Intervino junto a Francia en la Guerra de Independencia de las Trece Colonias norteamericanas (1776-1783) contra Gran Bretaña. La victoria aliada permitió a España, por el Tratado de Versalles (1783), recuperar Menorca y las dos Floridas (Oriental y Occidental).
- Se resolvieron definitivamente las disputas fronterizas con Portugal en América mediante los Tratados de San Ildefonso (1777) y El Pardo (1778): España obtuvo la Colonia del Sacramento (Uruguay) y las islas de Fernando Poo y Annobón (Guinea Ecuatorial).
Carlos IV (1788-1808):
- El estallido de la Revolución Francesa (1789) alteró radicalmente el sistema de alianzas. España rompió inicialmente con la Francia revolucionaria (participando en la Guerra de la Convención, 1793-1795), pero posteriormente (Tratado de San Ildefonso, 1796) volvió a la alianza con Francia (ya bajo el Directorio y luego Napoleón) contra Gran Bretaña, con nefastas consecuencias (derrota de Trafalgar, 1805).
La España del siglo XVIII: la política borbónica en América
El siglo XVIII fue un periodo de importantes reformas en la administración y economía de las colonias americanas, impulsadas por la dinastía Borbón con el objetivo general de reforzar el control de la metrópoli sobre estos territorios y aumentar su rentabilidad económica para la Corona.
Reformas Administrativas:
- Nuevos Virreinatos: Para mejorar la gestión y defensa del vasto territorio, se crearon dos nuevos virreinatos, desgajados del Virreinato del Perú: el de Nueva Granada (1717/1739, con capital en Bogotá) y el del Río de la Plata (1776, con capital en Buenos Aires). También se crearon nuevas Capitanías Generales (Venezuela, Cuba, Guatemala, Chile).
- Sistema de Intendencias: Se implantó el sistema de Intendencias (similar al peninsular) en toda América a partir de la década de 1760. Los Intendentes, funcionarios nombrados directamente por el rey, asumieron amplias competencias en materia fiscal, económica, judicial y militar, restando poder a los virreyes, gobernadores y, sobre todo, a las oligarquías criollas que controlaban los cabildos (ayuntamientos).
- Reforzamiento militar: Se reorganizó la defensa creando un ejército regular con mayor presencia de tropas peninsulares y también con participación de criollos y mestizos. Se fortificaron puntos estratégicos (La Habana, Cartagena de Indias, Veracruz).
Reformas Económicas:
- Liberalización del Comercio: Fue la reforma de mayor calado. Se buscó revitalizar el comercio transatlántico y combatir el creciente contrabando británico y holandés. Se adoptaron medidas graduales:
- Creación de Compañías Comerciales privilegiadas (como la Compañía Guipuzcoana de Caracas).
- Instauración de un sistema de ‘navíos de registro’ que flexibilizó el sistema de flotas y galeones.
- Culminación con el Reglamento de Libre Comercio de 1778, que acabó con el monopolio de Cádiz (y previamente de Sevilla), habilitando a 13 puertos españoles y 24 americanos para comerciar libremente entre sí (aunque no con otras potencias). Esto impulsó los intercambios y benefició a ciertas regiones peninsulares (como Cataluña) y americanas.
- Aumento de la Presión Fiscal: Se crearon nuevos impuestos y se mejoró la eficacia en la recaudación de los existentes (alcabala, tributo indígena, quinto real sobre la minería) a través de la gestión directa por funcionarios reales (eliminando el arrendamiento a particulares). Esto aumentó considerablemente los ingresos de la Hacienda Real, pero también generó gran malestar social.
- Fomento de la Producción: Se intentó estimular la producción de materias primas coloniales demandadas por la metrópoli o el mercado internacional (plata – que vivió un nuevo auge en México –, azúcar, cacao, tabaco, tintes).
Impacto y Consecuencias:
- Las reformas lograron en gran medida sus objetivos: aumentaron los ingresos fiscales, revitalizaron el comercio y reforzaron el control peninsular sobre la administración colonial.
- Sin embargo, también generaron importantes tensiones y malestar:
- El creciente poder económico y social de los criollos (descendientes de españoles nacidos en América) chocaba con su exclusión de los altos cargos políticos, administrativos y eclesiásticos, reservados sistemáticamente a los peninsulares.
- El aumento de la presión fiscal afectó a todos los grupos sociales.
- La expulsión de los jesuitas (1767) tuvo un gran impacto en América, desarticulando sus prósperas misiones y generando resentimiento entre las élites criollas educadas en sus colegios.
Este malestar acumulado, unido a la influencia de las ideas ilustradas y el ejemplo de la independencia de Estados Unidos, provocó numerosas revueltas y protestas a lo largo del siglo (Comuneros de Paraguay, rebelión de Venezuela, motines antifiscales en Quito y Nueva Granada), culminando en la gran rebelión andina liderada por Túpac Amaru II en el Perú (1780-1781). Aunque todas fueron sofocadas, sentaron las bases para los movimientos independentistas del siglo XIX.
La Ilustración en España
La Ilustración fue un movimiento intelectual, cultural y filosófico que se extendió por Europa en el siglo XVIII, conocido como el ‘Siglo de las Luces’. Sus principios básicos eran:
- La confianza en la Razón humana como instrumento para comprender el mundo y alcanzar el progreso.
- La defensa de los derechos naturales del individuo (libertad, igualdad, propiedad).
- La búsqueda de la felicidad como objetivo vital.
- La importancia de la educación y la ciencia (‘las luces’) para disipar la ignorancia y mejorar la sociedad.
- El espíritu crítico hacia las instituciones, tradiciones y creencias del Antiguo Régimen (absolutismo, sociedad estamental, intolerancia religiosa).
En España, la Ilustración penetró con cierto retraso y tuvo características propias. Fue un movimiento moderado, de élites intelectuales (nobles, clérigos, burgueses), que en general no cuestionó radicalmente el absolutismo monárquico ni los dogmas esenciales del catolicismo. Muchos ilustrados españoles colaboraron con la monarquía borbónica en sus proyectos reformistas (Despotismo Ilustrado).
El momento de mayor auge de la Ilustración española coincidió con el reinado de Carlos III (1759-1788). Figuras destacadas fueron:
- Pensadores y políticos reformistas: Pedro Rodríguez de Campomanes, el Conde de Floridablanca, el Conde de Aranda, Pablo de Olavide, Gaspar Melchor de Jovellanos, Francisco de Cabarrús.
- Científicos: Celestino Mutis (botánico, director de la Expedición Botánica a Nueva Granada), Jorge Juan y Antonio de Ulloa (marinos y científicos), Andrés Manuel del Río (descubridor del vanadio).
- Escritores y eruditos: Benito Jerónimo Feijoo y Gregorio Mayans (precursores en la primera mitad del siglo), José Cadalso (Cartas Marruecas), Leandro Fernández de Moratín (teatro neoclásico crítico), Félix María de Samaniego y Tomás de Iriarte (fábulas moralizantes).
Los ilustrados españoles promovieron reformas en diversos ámbitos, buscando la modernización y el progreso del país:
- Economía: Crítica a los obstáculos al crecimiento (privilegios de la Mesta, manos muertas, régimen señorial), fomento de la agricultura (informes sobre la Ley Agraria), impulso de la industria y el comercio (liberalización), mejora de las infraestructuras.
- Sociedad: Crítica de los privilegios estamentales, defensa del valor del trabajo útil y la educación como medio de ascenso social.
- Educación y Cultura: Reforma de las universidades y colegios mayores, creación de nuevas instituciones educativas (Reales Estudios de San Isidro, Escuelas de Artes y Oficios), fomento de las ciencias útiles, creación de Academias (como la Real Academia Española, de la Historia, de Bellas Artes de San Fernando) y difusión de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, centros clave para el debate y la difusión de las ‘luces’ y la propuesta de reformas a nivel local.
- Prensa: Desarrollo del periodismo (prensa diaria como el Diario Noticioso, y publicaciones periódicas como El Pensador o El Censor), que se convirtió en un importante vehículo para la difusión de las nuevas ideas y el debate social y político.
A pesar de las resistencias de los sectores más tradicionales de la sociedad y la Iglesia (Inquisición), y de las limitaciones impuestas por el propio marco absolutista, la Ilustración española sentó las bases intelectuales para las profundas transformaciones que se producirían en el siglo XIX.