Expansionismo de Japón y Pacto germano-soviético

Expansionismo de Japón

Japón estaba muy afectado por la crisis económica a comienzos de los años treinta y se lanzó a una política expansionista en China como remedio a sus problemas. En 1931 ocupó Manchuria y en 1932 anunció la constitución de un Estado satélite, Manchukuo. Las potencias apenas reaccionaron. Su objetivo era conquistar el sudeste asiático. En 1937, dio un ultimátum al Gobierno chino e inició la conquista de lo que consideraba su «espacio vital». Reino Unido y Estados Unidos abandonaron China, mientras que la Sociedad de Naciones no declaró Estado agresor a Japón ni le impuso sanciones.

Normandía

La derrota alemana definitiva comenzó en el oeste con la gran ofensiva tras el desembarco aliado de Normandía en junio de 1944, que desbarató las defensas alemanas y permitió el avance de las tropas aliadas. En agosto, fue liberada París y a finales de octubre, los territorios francés y belga. En el este, los avances del Ejército Rojo fueron aún mayores. El asalto final se produjo entre finales de 1944 y principios de 1945. En abril de 1945 el régimen nazi se compuso: Berlín fue cercada y bombardeada, Hitler se suicidó en su búnker, la ciudad capituló y se firmó la rendición incondicional de Alemania. La guerra continuó en el Pacífico, pese a que Japón estaba cercado y sin recursos defensivos. El nuevo presidente de Estados Unidos, Harry S. Truman, decidió lanzar la bomba atómica sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Sus efectos fueron aterradores: solo en Hiroshima, con una población de 250,000 habitantes, hubo más de 100,000 muertos e innumerables heridos y afectados por las radiaciones. El 2 de septiembre de 1945, Japón capituló. La guerra había terminado.

Pearl Harbour

Hasta la primavera de 1941, la guerra había tenido como escenario fundamental el continente europeo y el norte de África. La agresión alemana a la URSS y la de Japón a la flota naval estadounidense en el Pacífico ampliaron el campo de las operaciones. El 22 de julio de 1941, la Wehrmacht invadió por sorpresa la Unión Soviética. El objetivo de la invasión, conocida como operación Barbarroja, era obtener los cereales rusos y el petróleo del Cáucaso, es decir, los suministros que Alemania necesitaba para continuar la guerra. El plan alemán pretendía destruir, con un ataque relámpago, el potencial soviético antes de que estuviera preparado militarmente para la guerra. En un principio, la debilidad del Ejército Rojo, sin altos mandos tras las purgas estalinistas, favoreció el éxito alemán. Pero la llegada del invierno, la falta de carburante y la táctica rusa de tierra quemada hicieron fracasar a las tropas nazis en el asedio de Leningrado y en la toma de Moscú, con lo que la guerra con la Unión Soviética se prolongó. Al mismo tiempo, la situación también cambió en Asia. Ante la invasión japonesa de Indochina, Estados Unidos decretó el embargo sobre el comercio japonés. La réplica del Gobierno del general Tojo fue el ataque aéreo sobre la base naval estadounidense de Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, sin previa declaración de guerra. Este hecho provocó la entrada en el conflicto de Estados Unidos. Cuatro días más tarde Alemania e Italia también declararon la guerra a Estados Unidos. Tras la destrucción de parte de la flota estadounidense en el Pacífico, el dominio japonés sobre el mar le permitió un rápido proceso de ocupaciones. A finales de 1942, los nipones eran dueños de Indochina, Malasia, Birmania, la zona costera de China, las Indias Orientales Holandesas (Indonesia), Filipinas, Guam, Salomón y Nueva Guinea, y llegaron a amenazar a Australia.

El camino hacia la guerra: el Pacto germano-soviético

La anexión de Checoslovaquia puso en evidencia el fracaso de la política de apaciguamiento practicada por Reino Unido y Francia, que cambiaron entonces de actitud. Las dos potencias acordaron ofrecer garantías a los Estados amenazados por el expansionismo germano-italiano. Ante las exigencias de Hitler sobre Danzig y el «corredor polaco», Reino Unido y Francia declararon su apoyo a la independencia de Polonia e iniciaron un acercamiento a la URSS. Pero las negociaciones se vieron entorpecidas por los recelos polacos a que tropas soviéticas pudiesen atravesar su territorio en caso de un ataque alemán y por la desconfianza entre los soviéticos y los franco-británicos. Además, paralelamente, los soviéticos estaban negociando en secreto con Alemania. El 23 de agosto de 1939 se firmó el Pacto germano-soviético de no agresión, por el que ambos países dejaban de lado temporalmente sus diferencias ideológicas. Hitler quería evitar una guerra en dos frentes en caso de conflicto con Francia y Reino Unido, asegurándose la neutralidad de la URSS. Stalin justificó el acuerdo por el «clima de evidente hostilidad de las potencias occidentales hacia la URSS» y con el fin de evitar el aislamiento y prevenir una posible agresión alemana. Dicho pacto contenía además un protocolo secreto por el que se preveía el reparto de Polonia entre alemanes y soviéticos, así como el reconocimiento de los derechos de la URSS sobre Finlandia, los países bálticos y Besarabia. Respaldada por el pacto, el 1 de septiembre Alemania invadió Polonia. Pero esta vez Reino Unido y Francia no cedieron y el día 3 declararon la guerra. Así comenzaba la Segunda Guerra Mundial.

Consecuencias políticas

La derrota de las potencias del Eje supuso la desaparición de los sistemas fascistas, aunque se mantuvieron dictaduras cercanas a esta ideología. La ocupación aliada dividió a Europa en dos zonas políticas: • En Europa occidental se restableció la democracia parlamentaria y el sistema económico capitalista de libre mercado. Resurgieron con vigor los partidos socialdemócratas y demócratacristianos. También cobraron fuerza los partidos comunistas prosoviéticos, especialmente en Italia y Francia. • En Europa oriental (Alemania Oriental, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria) se impusieron las llamadas democracias populares, en realidad dictaduras comunistas bajo la hegemonía de la URSS. En Yugoslavia y Albania, liberadas por partisanos comunistas, también se implantaron regímenes comunistas aunque independientes de Moscú.

Colaboracionismo y resistencia

El «nuevo orden» hitleriano instaurado en los países ocupados encontró respaldo en una minoría. Eran los colaboracionistas, personas u organizaciones que no solo aceptaron la ocupación, sino que colaboraron activamente con el ocupante. Las razones del colaboracionismo fueron varias: la afinidad con las ideas nazis, la consideración del nazismo como algo «inevitable», el temor al comunismo o bien el simple oportunismo. Se dio en la mayoría de los países ocupados aunque destacaron dos regímenes, el noruego de Vidkun Quisling y el francés de Vichy con el mariscal Pétain como presidente. Junto al colaboracionismo, apareció la resistencia en los países sometidos al terror nazi. Surgió como un movimiento patriótico de rechazo a la ocupación alemana. En Europa del Este, la unidad de las fuerzas de la resistencia se realizó bajo la hegemonía comunista, casos de Yugoslavia y Grecia. En Europa occidental, la resistencia estaba formada por todos los sectores sociales contrarios al nazismo. Yugoslavia fue el país donde la resistencia tuvo un mayor seguimiento. En la dirección de la oposición a la ocupación alemana acabaron por imponerse el comunista Josip Broz Tito y sus partisanos (grupos de civiles armados). En 1944, antes ya de la llegada del Ejército Rojo, Tito liberó y reunificó el país. Italia tuvo un importante desarrollo de la resistencia en la zona de la República de Saló (norte de Italia), donde hubo episodios tanto de guerra contra el invasor nazi como de guerra civil contra los fascistas. A pesar de la hegemonía comunista, en la resistencia italiana participaron también el resto de los partidos políticos antifascistas.

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