Franquismo Tardío y Transición Española: Claves del Cambio (1950-1978)

Durante los primeros años del franquismo, España aplicó una política económica autárquica, basada en la autosuficiencia y el control del Estado sobre la producción y el comercio. Esta estrategia fracasó claramente: provocó escasez, pobreza, mercado negro y un gran retraso económico. A mediados de los años 50, se empezaron a aplicar algunas medidas de liberalización, como el fin del racionamiento en 1952, que permitieron una ligera recuperación. En 1954, se superó por fin la renta por habitante que había antes de la guerra civil.

El contexto internacional también cambió con la Guerra Fría. A partir de 1951, España recibió ayuda económica de Estados Unidos a cambio de permitir bases militares. Esa ayuda permitió importar maquinaria para desarrollar la industria.

Sin embargo, el crecimiento inicial causó inflación y malestar social. Ante la necesidad de una reforma profunda, en 1957 Franco incorporó a tecnócratas del Opus Dei al gobierno. Estos diseñaron el Plan de Estabilización de 1959, que supuso el fin de la autarquía y la apertura económica: se recortó el gasto público, se redujo la intervención del Estado, se devaluó la peseta y se favoreció la inversión extranjera.

Aunque al principio hubo dificultades, el plan fue exitoso: desde 1961 España entró en una etapa de fuerte crecimiento económico, conocida como el desarrollismo, y comenzó su integración en la economía internacional.

El Desarrollo Económico de los Años 60

Entre 1961 y 1973, España vivió un fuerte crecimiento económico, sobre todo en la industria y los servicios, gracias a la apertura al exterior tras el Plan de Estabilización. Llegaron muchas inversiones extranjeras atraídas por los bajos salarios.

Esto impulsó una gran emigración del campo a ciudades y a Europa, mientras la agricultura se modernizaba y muchas zonas rurales quedaban despobladas. El crecimiento también se apoyó en el boom del turismo y la buena situación económica internacional. Para organizar este desarrollo, el gobierno creó los Planes de Desarrollo (1963), con objetivos trienales y ayudas para fomentar sectores clave. Se impulsaron los polos de desarrollo para llevar industrias a zonas deprimidas, pero los resultados fueron limitados y no se evitó el fuerte desequilibrio regional: unas zonas crecían mucho mientras otras quedaban rezagadas.

Cambios Sociales en los Años 60

Durante estos años, la sociedad española experimentó una transformación acelerada. Uno de los cambios más importantes fue la emigración masiva: millones de personas se trasladaron del campo a las ciudades y al extranjero (sobre todo a Francia, Alemania y Suiza), lo que redujo el paro y generó ingresos gracias a las remesas, aunque también aumentó los desequilibrios regionales. También se produjo un gran aumento de la población, donde la natalidad siguió alta y la mortalidad bajó, pero el Estado no amplió el gasto público, por lo que crecieron los problemas de vivienda, sanidad y educación. Apareció una emergente sociedad de consumo, con más acceso a electrodomésticos, televisión (dos tercios de los hogares en 1969) y automóviles (uno de cada cuatro). Esta nueva sociedad trajo una mentalidad más moderna, sobre todo en los jóvenes, que chocaba con los valores tradicionales del franquismo: disminuyó la influencia de la Iglesia, cambiaron las relaciones hombres-mujeres, y llegaron nuevas modas y costumbres a través del turismo.

El Inmovilismo Político y la Oposición (Años 60 y Principios de los 70)

El Inmovilismo Político de los Años 60

A pesar de los profundos cambios económicos y sociales, en los años 60 el franquismo se mantuvo políticamente inmóvil, sin avanzar hacia la democracia. Sin embargo, empezaron a surgir factores que anticipaban un cambio futuro.

La Iglesia comenzó a alejarse del régimen tras el Concilio Vaticano II, debilitando uno de sus principales apoyos. Al mismo tiempo, resurgieron los nacionalismos, especialmente en el País Vasco, donde se fundó ETA en 1959, que poco después inició la lucha armada; también crecieron los conflictos laborales a partir de 1961. El régimen respondió con represión. En 1963 fue ejecutado Julián Grimau, del Partido Comunista, lo que generó rechazo internacional. Y en 1962, tras la solicitud de entrada en la CEE, opositores liberales se reunieron en el Contubernio de Múnich para pedir democracia. La dictadura reaccionó con detenciones y una campaña de desprestigio. Para mejorar su imagen, el régimen aplicó cambios limitados: aprobó la Ley de Prensa (1966), que suavizó la censura; la Ley Orgánica del Estado (1967), que reorganizó el sistema sin democratizarlo; y en 1969, Franco nombró como sucesor a Juan Carlos de Borbón, con el título de rey.

Cambios Sociales y Oposición en el Franquismo Final

En los últimos años del franquismo, la oposición al régimen creció notablemente, impulsada por el cambio social y la proximidad de la muerte de Franco. En las fábricas renació un sindicalismo clandestino organizado por CC.OO. y apoyado por el PCE, mientras que las protestas estudiantiles en las universidades también ganaron fuerza. La respuesta del régimen fue la represión brutal, con torturas y juicios en el Tribunal de Orden Público.

El Concilio Vaticano II favoreció el surgimiento de movimientos católicos críticos con el régimen, que colaboraban con partidos de oposición y el movimiento obrero. Incluso sectores importantes de la Iglesia Católica se distanciaron del franquismo.

Los movimientos nacionalistas se fortalecieron, especialmente en Cataluña y el País Vasco, donde ETA aumentó su protagonismo con acciones terroristas, como el primer atentado en 1968. La represión indiscriminada solo incrementó el apoyo popular a ETA. Un momento clave fue el Juicio de Burgos (1970), que condenó a muerte a nueve etarras, aunque la presión internacional logró conmutar las penas.

La edad avanzada de Franco y la presión de la oposición crearon dos tendencias dentro del régimen: los “aperturistas”, que defendían reformas democráticas, y el “búnker”, compuesto por sectores extremistas que se oponían a cualquier cambio.

En 1973, surgió el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), y el régimen se dividió aún más con la separación de las jefaturas de Estado y de Gobierno. Carrero Blanco, un militar de línea dura, fue nombrado presidente del gobierno, mientras que Carlos Arias Navarro asumió el ministerio de Gobernación. Ese mismo año, ETA asesinó a Carrero Blanco, un golpe devastador para un Franco cada vez más débil.

El Ocaso del Franquismo (1973-1975)

Los últimos meses de Franco estuvieron marcados por grandes conflictos. Su relación con la Iglesia Católica se rompió, reflejada en el caso de Monseñor Añoveros. En 1974 fue ejecutado el anarquista Salvador Puig Antich y en 1975 cinco militantes del FRAP y ETA fueron condenados a muerte, lo que provocó protestas internacionales.

A nivel internacional, Marruecos reclamó el Sáhara Occidental, y el gobierno español cedió el territorio, violando el mandato de la ONU. Finalmente, Franco murió el 20 de noviembre de 1975, tras varios meses de enfermedad.

La Transición Española (1975-1978)

La Transición Política (1975-1978)

Tras la muerte de Franco en noviembre de 1975, Juan Carlos I fue proclamado rey en un contexto de gran incertidumbre. Aunque en un primer momento muchos pensaron que el nuevo monarca continuaría con el franquismo, pronto se evidenció que su intención era conducir al país hacia la democracia. El proceso de transición fue pacífico en líneas generales y se convirtió en un modelo internacional.

Las Fuerzas en Escena

Por un lado, dentro del franquismo se enfrentaban dos corrientes: el «búnker», que se oponía a cualquier cambio, y los «aperturistas», que defendían reformas desde dentro del sistema. Adolfo Suárez fue una figura clave de este grupo reformista. Por otro lado, las fuerzas de oposición, entre ellas el PCE de Santiago Carrillo, el PSOE renovado por Felipe González, los nacionalistas vascos (PNV) y catalanes (CDC de Jordi Pujol), y sindicatos como CCOO, fueron ganando fuerza.

Del Gobierno de Arias Navarro al de Suárez

El primer gobierno del rey fue presidido por Arias Navarro, cuya falta de reformas generó frustración y protestas sociales. En marzo de 1976, la oposición se unificó en la Coordinación Democrática o “Platajunta”. El rey, descontento con Arias, lo destituyó en julio de ese año y nombró a Adolfo Suárez presidente del gobierno.

Las Reformas de Suárez

Aunque en un inicio generó desconfianza, Suárez impulsó medidas clave como una amnistía parcial, reformas legales para legalizar partidos, y el nombramiento del general Gutiérrez Mellado para contener el riesgo de un golpe militar. En noviembre de 1976, las propias Cortes franquistas aprobaron la Ley para la Reforma Política, que reconocía la soberanía popular, el sufragio universal y preparaba el camino hacia una nueva Constitución.

La Legalización del PCE y las Elecciones de 1977

En un contexto de violencia (con atentados de extrema derecha y ETA, como la matanza de Atocha en enero de 1977), Suárez legalizó el PCE en abril de 1977 y convocó elecciones para junio. Ganó su nuevo partido, UCD, seguido por el PSOE. El PCE quedó tercero y la Alianza Popular de Fraga cuarta. CDC y el PNV lideraron el voto nacionalista.

Desafíos del Nuevo Gobierno

El nuevo gobierno debía enfrentar dos grandes retos: redactar una Constitución democrática y frenar el terrorismo y los riesgos de golpe militar. Todo esto ocurrió en medio de una fuerte crisis económica provocada por la subida del precio del petróleo. Para afrontarla, en octubre de 1977 se firmaron los Pactos de la Moncloa, acuerdos entre el gobierno y los principales partidos para estabilizar la economía y avanzar en las reformas.

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