Gobierno unionista 1856-1863

Durante el reinado isabelino, e inicialmente durante la regencia de Mª Cristina y del general
Espartero, se estableció el modelo de liberalismo que iba a regir España durante el siglo XIX. Una vez coronada Isabel II se puso en práctica un liberalismo moderado y conservador que beneficio a las burguesías de negocio y terrateniente. Durante su reinado se produjo la modernización económica, administrativa y legal del estado Español con carácter centralista. También durante su mandato surgirían los primeros partidos políticos como los progresistas, moderados, unionistas, demócratas, carlistas, etc. Por último las grandes figuras del periodo militar conocidas como los “espadones” fueron Espartero, Narváez, O’Donnell, Serrano y Prim que presidieron gobiernos y protagonizaron pronunciamientos decidiendo la marcha política del país

Fernando VII había publicado la pragmática sanción que derogaba la ley
Sálica, por la que no se permitía reinar a las mujeres, dejando como heredera a su hija Isabel II. Esto radicalizo a la facción carlista que apoyaba como sucesor en el trono a Carlos Mª Isidro, hermano de Fernando VII.

De este modo el clima de la guerra civil se anunciaba cuando Fernando VII falleció en 1833 e Isabel II contaba con solo dos años, su madre Mª Cristina de Borbón ocupo la regencia. Durante esta regencia se produjo la I guerra carlista. El programa de los carlistas defendía la religión, el absolutismo monárquico, el foralismo, y los privilegios del Antiguo Régimen. Sus bases sociales fueron el clero, el campesinado pobre, gran parte de la nobleza y sectores de las clases medias de Cataluña, País Vasco, Navarra y el Maestrazgo. Sus jefes militares más importantes fueron Zumalacárregui, el general Cabrera y el General moroto. Durante esta primera guerra Carlista la acción mas espectacular fue la expedición real encabezada por
Carlos María Isidro, que llego a los puertos de Madrid, pero el ejercito Isabelino, que era el liberal, al mando del General Espartero, freno a esta expedición. La guerra finalizo con la firma del convenio de Vergara entre los generales Espartero y Maroto.

Tras la muerte del Rey, su viuda Mª Cristina de Borbón había ocupado la regencia desde 1833-1840. Tanto Mª Cristina como su hija Isabel II se mostraron partidarias  de los liberales moderados, a los que favorecieron siempre encargándoles gobierno.
Estos liberales moderados eran partidarios de una fórmula intermedia entre  el absolutismo y la soberanía nacional. Consideraban que la corona debía contar con amplios poderes y que el sufragio debía ser censitario muy restringido. Eran defensores del recorte de derechos y libertades. Por su parte los liberales progresistas eran partidarios de la labor legislativa de las Cortes de Cádiz y de una profunda reforma que limitase el poder del rey así como todos los derechos y libertades del individuo. Sin embargo seguían defendiendo un sufragio censitario aunque de base intelectual más amplia.

Como se ha mencionado, inicialmente la regente encargo al gobierno a los moderados, en concreto a Martínez de la Rosa quien concibió el llamado Estatuto Real. Este estatuto era muy conservador pues daba amplios poderes a la corona y reconocía un sufragio censitario muy limitado. Además la cámara alta era designada por la corona. Sin embargo el gobierno moderado no solucionaba la crisis por la que atravesaba el  país ni ponía fin a la guerra carlista. Ante esto, los liberales progresistas, presionaron a la regente para acceder al gobierno. De este modo durante la regencia se abrió un breve intervalo de gobierno progresista (1835-1837) cuya figura más destacada fue Juan Álvarez Mendizábal que ocuparía el ministerio de hacienda y el gobierno. De este breve gobierno cabe destacar la conocida desamortización eclesiástica. No obstante ante la insistencia de los moderados para retornar el gobierno estalla sublevaciones progresistas. La más importante fue el motín de los Sargentos de la Granja (en agosto de 1836).

La constitución de 1837, de carácter progresista, recuperaba algunos aspectos del liberalismo del 1812 a la vez que aceptaba algunos planteamientos del ideario moderado. En cuanto al poder ejecutivo, se reforzó el poder de la corona. Aunque reconoció el principio e soberanía nacional, puesto que la potestad legislativa se atribuyo conjuntamente a las cortes y al rey. Esto significaba cierta aproximación al principio de soberanía compartida por los moderados. La corona también tenía derecho de veto. Las cortes pasaron a ser bicamerales. El parlamento se dividió en dos cámaras, que se llamaron por primera vez Congreso de los diputados y senado. Otros aspectos de la constitución de 1812 se mantuvieron, destacando la separación de poderes y la importancia concedida a los derechos individuales. La aproximación hacia el moderantismo se observo también en la ley electoral de 1837. El sufragio universal masculino de la constitución de Cádiz se sustituyo por un sufragio universal censitario, por el que solo los mayores contribuyentes tenían derecho de voto.

En 1839 tras el final de la guerra carlitas los moderados iniciaron una ofensiva para recuperar el poder, para lo que contaba con el apoyo de la regente. El gobierno moderado del final de la regencia aprobó varias leyes conservadoras, entre ellas, la Ley de Ayuntamientos de 1840, por la cual los alcaldes de las villas y ciudades serian elegidos por la corona, se produjeron diversos motines populares y progresistas. Ante esto, la regente nombro al progresista Espartero presidente y renuncio a la regencia, partiendo hacia Paris.

Con la regencia de Espartero (1840-1843) se inicio la etapa del régimen de los generales o el régimen de los espadones. Espartero era considerado el líder progresista aunque gobernó con talante autoritario. Una labor de su gobierno muy destacada fue la continuación de la desamortización eclesiástica de Mendizábal, que fue frenada en 1840. Otro de los aspectos de su gobierno fue la clara apuesta por el librecambismo. La crisis de la regencia de Espartero y la pérdida de popularidad comenzó sobre todo tras los sucesos de Barcelona. Los dueños de fabricas y comercios de textil catalán se vieron amenazados por la política librecambista que permitía la entrada de tejidos británicos más baratos, esto derivo en tumultos callejeros. El propio Espartero se ocupo de la represión del motín y ordeno el bombardeo de Barcelona. Este grave incidente redujo los apoyos que recibía el regente, e hizo que la rebelión se entendiera por toda España.

Los progresistas y moderados, con el apoyo del general moderado Narváez se enfrentaron al ejercito esparterita. Ante el resultado, Espartero renuncio a la regencia y embarco hacia Londres lo que obligo a adelantar la mayoría de edad de la reina, con tan solo trece años, para evitar una nueva regencia.

El reinado propiamente isabelino se inicia en 1844 con la llamada Década Moderada cuyo máximo representante fue el general Narváez, aunque también destacaron otros presidentes de gobierno como Gonzales Bravo y Bravo Murillo. El nombre de la década se debe al predominio absoluto del partido liberal moderado que creó un estado centralizado y muy conservador. Este gobierno aprobó una serie de leyes. Una de ellas fue la creación de la guardia civil para la seguridad de los caminos y de las vías férreas, aunque acabaría convirtiéndose también en un mecanismo de control de orden público.

Sin embargo, la medida más importante aprobada en esa época fue la aprobación de una nueva constitución, la constitución de 1845, basada en el liberalismo conservador, estableció la soberanía compartida entre el rey y las cortes, la unidad católica de España, el sufragio censitario muy restringido y la supresión de la Milicia Nacional. El senado paso a ser enteramente designación real. El rey tenía un poder ejecutivo fuerte porque elegía fuertemente a su gobierno, nombra a los miembros del senado con carácter vitalicio entre los altos cargos del gobierno de la iglesia y de la oligarquía. El poder legislativo residía en las cortes, estas eran bicamerales: Congreso y Senado, como anteriormente dicho elegido por el rey, además se abolió la milicia nacional y recortaba derechos y libertades del individuo y especialmente de la imprenta. También se reconocía la confesionalidad del estado. También se aprobaron leyes para cambiar la administración local y provincial. Los ayuntamientos pasaron a ser elegidos por los mayores contribuyentes y la corona podía designar a los alcaldes de las capitales y de las ciudades mas importantes. También se aprobó la nueva ley de hacienda y nuevos códigos; el civil y el penal. Además de un plan de estudios con 3 nuevos niveles educativos (primaria, secundaria y universidad. Se suspendió la desamortización de Mendizábal devolviendo los bienes  que no habían sido vendidos, a sus propietarios.

Por último, durante el gobierno de los moderados, se firmo un concordato con la santa sede en 1851 por el cual a cambio de reconocer lo ya desamortizado, la iglesia recibía varias prerrogativas como la confesionalidad del estado, el control de la educación y el sostenimiento del clero con dinero público.

Los últimos años del gobierno de Narváez se hicieron cada vez mas autoritarios, provocando la oposición de sus propios compañeros de partido. Ante esto se produjo en Bicalvaro (Madrid) un pronunciamiento conocido como la bicalvarada que produjo la salida de Narváez y el final de la década. En este pronunciamiento destaco también la firma del manifiesto de manzanares, realizado por Cánovas de Castillo donde se perdía una generación del gobierno liberal para el país.

Desde 1858 a 1863 se produjo el llamado “gobierno largo” de la Unión Liberal, tras dos años de gobierno de los moderados. Esta etapa se caracterizo por una mayor estabilidad política que se tradujo en una expansión económica con inversiones extranjeras y desarrollo de los ferrocarriles. También se realizaron grandes obras públicas y una nueva ley de educación, ley Moyano, que asentaba las tres etapas de la educación actual y creaba los institutos de enseñanza media. La estabilidad de esta etapa llego a las clases populares, lo que explica la baja conflictividad social aunque en el campo andaluz estallo algún episodio como la sublevación campesina de Loja.

También es esta etapa España se lanzo a una política exterior activa para obtener mayor prestigio internacional y exaltar la convivencia patriótica. De este modo se realizaron varias intervenciones en indochina, Marruecos, Santo domingo, México y Chile. Estas acciones fueron de propaganda y, en realidad, no tuvieron resultados significativos.

En 1863 entra en crisis el gobierno largo de O’Donnell, desde 1863 a 1865 se sucedieron una serie de gobiernos inestables y autoritarios presididos por el mismo O’Donnell y Narváez. En estos años finales del reinado se produjo asimismo una grave crisis económica. Se hundieron las compañías ferroviarias, se produjo una crisis en la bolsa que coincidió con años de malas cosechas, alza de precios y hambre. Esto estuvo acompañado por una serie de pronunciamientos organizados por los progresistas, los demócratas y los republicanos. El partido demócrata había nacido en 1849 de una división dentro de los progresistas, defendiendo el sufragio universal, la soberanía nacional plena, todos los derechos y libertades del individuo y la asistencia social y publica. Por su parte, el partido republicano había nacido en la época de los 60 como una división dentro de los demócratas. Además de defender la republica, los derechos y libertades del individuo y fuertes reformas anticlericales. En este contexto de crisis, la reina estaba en el centro de la polémica, cada vez más desprestigiada y despreocupada por los problemas de las clases bajas. Por esta razón, hubo un intento de pronunciamiento militar en el cuartel de San Gil que fue reprimido con gran dureza. Sin embargo la oposición hacia la reina era cada vez mayor y la situación se hacia insostenible.

En 1866 los progresistas, los demócratas y los republicanos se reunieron en la ciudad bélica de Ostende donde firmaron un pacto con el objetivo de acabar con la monarquía de Isabel II y convocar Cortes Constituyentes. Tras la muerte de Narváez y de O’Donnell, los unionistas se sumaron al pacto. Fue el inicio de la llamada revolución de 1868 que fue el último acto del reinado isabelino.

Lo acordado en Ostende se puso en práctica con un enorme pronunciamiento militar encabezado por varios generales. Este importante pronunciamiento fue la revolución de la gloriosa en septiembre  de 1868. Se inicio cuando el almirante Topete se sublevo con la armada en Cádiz. A esta sublevación se le unieron los generales Serrano y Prim. Las tropas sublevadas se enfrentaron a las tropas isabelinas dirigidas por el marqués de Navaliches en la localidad cordobesa de Alcolea. Las tropas realistas o isabelinas fueron derrotadas por las revolucionarias y la reina se vio obligada a exiliarse a Paris. Es el final del reinado isabelino y el comienzo del Sexenio Democrático.                  

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *