La Constitución de 1812: Pilar del Constitucionalismo Español
La Constitución de 1812, conocida popularmente como «La Pepa», se erige como uno de los modelos más influyentes del primer constitucionalismo occidental. Fruto de un complejo compromiso entre liberales y absolutistas, esta carta magna definió una organización liberal del Estado, si bien concedió un reconocimiento total a los derechos de la religión católica.
Principios y Estructura de la Constitución de 1812
En relación con su contenido, se establecían principios fundamentales:
- El principio de soberanía nacional, que dictaminaba que la autoridad suprema residía en el conjunto de la nación, representada en las Cortes.
- La estructura del nuevo Estado era una monarquía limitada (no absoluta), con una estricta división de poderes:
- El poder legislativo correspondía al rey junto con las Cortes.
- El poder ejecutivo recaía en el rey, quien presidía el Gobierno.
- El poder judicial era ejercido por los tribunales de justicia.
- Las Cortes, como representantes de la voluntad de la nación, desempeñaban un papel crucial en la estructura del Estado, con amplios poderes que incluían la elaboración de leyes, la decisión sobre la sucesión de la Corona y la aprobación de tratados internacionales, entre otros.
Derechos y Limitaciones
La Constitución de 1812 también estableció importantes garantías y algunas limitaciones:
- Se establecía el fuero único para todos los ciudadanos, con la excepción de eclesiásticos y militares.
- Se garantizaba una serie de derechos fundamentales del individuo: igualdad ante la ley, inviolabilidad del domicilio, libertad de imprenta, sufragio y educación.
- No se reconocía la libertad de culto; por el contrario, se imponía el catolicismo como religión oficial y única.
La propia Constitución determinaba el procedimiento para elegir a los diputados a Cortes: primero, por sufragio universal de todos los ciudadanos varones y mayores de edad, se elegía a unos delegados, quienes, posteriormente, se encargaban de elegir a los diputados.
En conclusión, la Constitución de 1812 representó el primer intento serio de racionalizar el Estado y el ejercicio del poder sobre la base de los principios del liberalismo, convirtiéndose en una referencia obligada y permanente para todo el liberalismo posterior en España.
Evolución Constitucional: La Constitución de 1837 y el Estatuto Real de 1834
La Constitución de 1837: Consolidación del Régimen Constitucional
La composición política de las nuevas Cortes reflejaba un absoluto predominio de los progresistas, quienes podrían haber aprovechado la situación para elaborar una nueva constitución completamente a su medida. Sin embargo, el texto constitucional de 1837 fue un documento de compromiso, tan distante de la Constitución gaditana como del Estatuto Real, diseñado para ser aceptado por igual por progresistas y moderados. La importancia de esta Constitución radica en que implantó definitivamente el régimen constitucional en España, estableciendo el principio de la soberanía nacional y reconociendo un amplio repertorio de los derechos de los ciudadanos.
El Estatuto Real de 1834: Un Compromiso Inicial
El Estatuto Real de 1834 representaba una solución de compromiso entre el absolutismo y el liberalismo. Las Cortes serían bicamerales, compuestas por un Estamento de Próceres y un Estamento de Procuradores. Ambas cámaras tenían una función más consultiva que legislativa, similar al Antiguo Régimen, y eran convocadas, suspendidas y disueltas por el monarca, pudiendo deliberar solo sobre asuntos planteados por este.
Grandes Conflictos del Sexenio Democrático (1868-1874)
La inestabilidad política y social, marcada por grandes conflictos como la Guerra de Cuba, la Guerra Carlista y la Insurrección Cantonalista, hizo que el país fuera ingobernable durante el Sexenio Democrático.
La Guerra de los Diez Años en Cuba (1868-1878)
En Cuba existía un movimiento liberal de pequeños y medianos propietarios de tierras y de la clase media en general. La insensibilidad española ante sus peticiones empujó a este sector reformista a la revolución independentista. La guerra se inició el 10 de octubre de 1868. Durante el Sexenio, la política respecto a Cuba fue de una gran torpeza, limitándose a una estrategia de guerra sin cuartel, con pobres resultados debido a dos razones principales:
- La insuficiencia de recursos militares que España podía dedicar a Cuba.
- El apoyo encubierto de Estados Unidos a los insurgentes.
El conflicto cubano permaneció abierto durante todo el Sexenio y añadió nuevas dificultades al complejo proceso político de la Península, no finalizando hasta 1898.
La Tercera Guerra Carlista (1872-1876)
La Tercera Guerra Carlista se inició con el levantamiento en armas de los partidarios de Carlos VII contra la monarquía constitucional de Amadeo I. Los principales escenarios de la guerra fueron Vascongadas, Navarra y Cataluña, y, con menor incidencia, Aragón, Valencia y Castilla. Esta nueva guerra fue un importante factor de desestabilización tanto para la monarquía de Amadeo I como para la Primera República.
La Insurrección Cantonalista (1873)
La Insurrección Cantonalista fue un movimiento político y social que constituyó uno de los principales factores del fracaso de la Primera República. La rebelión comenzó en julio de 1873 con la proclamación del cantón de Cartagena, cuando era presidente de la República Pi i Margall. Los diferentes ingredientes ideológicos estaban principalmente ligados al republicanismo federalista, el socialismo utópico y el anarquismo radical. Sin embargo, más que las ideas, su intención era impulsar una auténtica revolución social, con métodos radicales, pero con un acusado carácter localista y espontáneo.