La España del siglo XVII: Crisis y conflictos

En junio de 1640, grupos de campesinos atacaron Barcelona, mataron al virrey y provocaron la huida de otros funcionarios reales. La muerte del virrey fue solo el inicio de una guerra en Cataluña entre los rebeldes catalanes, dirigidos por la Generalitat con el apoyo de Luis XIII de Francia, y las tropas de Felipe IV. Ante el avance de tropas castellanas, los rebeldes aceptaron la soberanía de Francia. Un ejército galo entró en Cataluña y derrotó a las tropas castellanas en Montjüic. El Rosellón y Lérida fueron conquistadas en 1642. La guerra civil concluyó cuando Barcelona fue recuperada por las tropas españolas en 1652. En Portugal los estamentos dirigentes también iniciaron una rebelión contra el Conde-Duque de Olivares. Las Cortes portuguesas proclamaron rey al duque de Braganza. Los rebeldes fueron apoyados por Francia e Inglaterra, potencias interesadas en debilitar a España. Finalmente, Mariana de Austria, Madre-regente de Carlos II, acabó reconociendo la independencia de Portugal en 1668. En esta situación de crisis de la monarquía, también hubo levantamientos de tinte separatista en Andalucía, Aragón y Nápoles, protagonizados por miembros de la alta nobleza, pero que en todos los casos fueron aplastados. El ocaso de la hegemonía de los Austrias y del imperio español en el siglo XVII supuso la aparición y consolidación de un nuevo orden internacional en Europa. Las guerras fueron una constante. La guerra de los Treinta Años (1618-1648) y, ligada a la anterior, la guerra franco-española que terminó en 1659 son buenos ejemplos. La monarquía española participó en esa guerra apoyando a los Habsburgo de Viena y a los principios católicos alemanes. El conflicto se inició con victorias de los Austrias, como la toma de Breda a los holandeses y las victorias de Nordlingen y la Montaña Blanca en el conflicto germánico. Pronto cambió el signo del conflicto y las derrotas se repitieron, como en Rocroi ante Francia, mientras que franceses e ingleses atacaban las posesiones americanas. La importancia de los Austrias llevó finalmente a la firma del Tratado de Paz de Westfalia, que puso fin a la guerra de los Treinta Años y significó el triunfo de una Europa horizontal en la que los Estados nacionales mantenían una situación de equilibrio diplomático y militar, y la derrota de la idea de una Europa vertical, en la que los reinos estarían subordinados al emperador y al papa. También supuso el fin de la hegemonía de los Austrias en sus dos ramas, la de Madrid y la de Viena, en Europa y paralelamente la consolidación de la hegemonía continental de Francia. España reconoció la independencia de Holanda. La guerra continuó hasta 1659 contra Francia, año en el que se firmó la Paz de los Pirineos, en la que España hizo importantes cesiones territoriales a Francia y firmó un tratado comercial bilateral favorable a los intereses de Francia. El fin de la dinastía y la crisis sucesoria: La débil monarquía de Carlos II (1665-1700) fue incapaz de frenar el expansionismo francés de Luis XIV, España se vio obligada a ceder diversos territorios europeos como consecuencia de diferentes conflictos con Francia. Su muerte sin descendencia provocó la Guerra de Sucesión (1701-1713) al trono español, después de la cual se proclamó rey a Felipe de Anjou, candidato perteneciente a la dinastía francesa de los Borbones, en la que al conflicto interno se superpondría un conflicto europeo general. El peligro de ruptura del equilibrio europeo ante una posible unión de las monarquías francesa y española llevó a que otras potencias europeas encabezadas por Inglaterra no aceptaran al candidato francés como rey de España y apoyaran al archiduque Carlos de Austria, desencadenando la guerra. La Paz de Utrecht de 1713 significó el fin del imperio español en Europa.


TEMA 8.- La España del siglo XVII

8.1-LA EVOLUCIÓN POLÍTICA DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA EN EL SIGLO XVII

La continuidad en el proceso de uniformidad: La uniformidad político-administrativa, legal, religiosa, etc. había constituido un objetivo esencial en la conformación del estado moderno que desde los Reyes Católicos se había tratado de conseguir. A principios del siglo XVII Felipe III va a dar continuidad a ese proceso de uniformidad religiosa aprobando un decreto por el que se establecía la expulsión de los moriscos (1609), medida que tendría unas consecuencias demográficas y económicas muy negativas, especialmente para aquellos territorios donde este colectivo era numeroso, como por ejemplo en Valencia: fue un factor que contribuyó a la crisis demográfica y al ser una población campesina provocó un descenso de la producción agraria por la disminución de la superficie cultivada al carecer de mano de obra y una caída de las rentas que percibían los nobles, propietarios de las tierras que cultivaban los moriscos.

El fenómeno del «validaje»: El funcionamiento del sistema político de la monarquía española en el siglo XVII experimentó algunas transformaciones con relación al siglo XVI. La más significativa fue la aparición de los validos. Los validos eran personajes, miembros de la aristocracia o del alto clero, en los que el rey depositaba su total confianza. El monarca se desentendía de las labores de gobierno y el valido tomaba las principales decisiones. Los validos gobernaron al margen del sistema institucional de la monarquía, sin tener en cuenta a instituciones como los Consejos. Como órganos de asesoramiento, crearon Juntas reducidas compuestas por sus propios partidarios. El nuevo sistema significó un aumento de la corrupción. Los validos aprovecharon su poder para conseguir cargos, pensiones y mercedes para sus familiares y partidarios, lo que provocó críticas generalizadas por parte, sobre todo, de los letrados que formaban los Consejos y los miembros de la aristocracia que no gozaban del favor del valido.

El intento centralizador del Conde-Duque de Olivares y la crisis de 1640: El Conde-Duque de Olivares trató de que los demás reinos peninsulares colaboraran al mismo nivel que Castilla en el esfuerzo bélico que agobiaba a una monarquía con graves dificultades financieras relacionado con la participación de España en la guerra de los Treinta Años. Este proyecto, conocido como la Unión de Armas, desencadenó la crisis más grave del siglo XVII, la crisis de 1640. Las Cortes catalanas se negaron sucesivamente a colaborar en esa aportación financiera y humana y la presencia de tropas en Cataluña para luchar contra Francia provocó enfrentamientos con el campesinado catalán que desembocaron en levantamiento del Corpus de Sangre.

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