Introducción: El Liberalismo en España y las Guerras Carlistas
En el segundo tercio del siglo XIX se produce la implantación del liberalismo en España. Es un proceso largo y complejo. Uno de los elementos que influyó en su inicio fue la guerra entre carlistas y liberales (1833-1840). Tras la derrota carlista, se dio paso a una monarquía constitucional, se puso fin al Antiguo Régimen y se transformó la economía, abriendo paso al desarrollo del capitalismo, con la existencia de instituciones cuyos componentes salieron de los partidos políticos. Los dos grandes partidos de la época isabelina fueron el Partido Moderado y el Partido Progresista, ambos defensores de la monarquía constitucional.
La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
Entre 1833 y 1840, se produjo una guerra civil que encerraba un doble trasfondo: por un lado, se planteaba un problema sucesorio. Por otro lado, el carlismo también representaba el choque entre dos modelos: Carlos María Isidro defendía la sociedad tradicional, la preeminencia de la Iglesia católica y el absolutismo. En el otro lado, los derechos al trono de Isabel iban a depender de la búsqueda de apoyos entre los liberales más moderados. En realidad, se trataba del enfrentamiento entre liberalismo y absolutismo. Entre el bando carlista y el isabelino se inició una larga guerra que se prolongó desde 1833 a 1840.
Los carlistas organizaron la guerra con el método de guerrillas, y el general Zumalacárregui llegó a organizar un ejército de cerca de 25.000 hombres. Tras la muerte de Zumalacárregui, la guerra tuvo como protagonistas militares al liberal Baldomero Espartero y al carlista Rafael Maroto, y a partir de entonces la evolución de la guerra fue favorable al ejército isabelino.
El Convenio de Vergara y sus Consecuencias
Finalmente, el general Maroto acordó, en nombre del ejército carlista, la firma del Convenio de Vergara con el general liberal Espartero. Los términos del acuerdo establecían la negociación para mantener los fueros y la integración de la oficialidad carlista en el ejército real. De la negociación abierta tras el Convenio de Vergara, se llegó a una ley llamada Ley Paccionada en 1841, según la cual desaparecería el Reino de Navarra y, en su lugar, pasaría a ser Provincia Foral. En las provincias vascongadas se mantuvieron privilegios fiscales y militares que terminarían tras su derrota en la Tercera Guerra Carlista.
La Regencia de María Cristina y el Gobierno de Espartero
La Regencia de María Cristina (1833-1840)
Desde el punto de vista político, María Cristina, madre de Isabel II, actuó como Regente hasta 1840. En las elecciones de septiembre de 1837 ganaron los Moderados. En 1840, prepararon una ley electoral más restrictiva. El apoyo de la regente a las medidas moderadas provocó un enfrentamiento abierto de los Progresistas con la Corona, y se iniciaron movimientos populares de protesta. Antes de dar su apoyo a un gobierno progresista, María Cristina renunció a la regencia, pudiendo asumirla el general Espartero.
El General Espartero en el Poder (1840-1843)
Espartero gobernó de forma autoritaria. Espartero dimitió y se exilió a Inglaterra. Para no nombrar un tercer regente, las Cortes decidieron adelantar la mayoría de edad de Isabel II y la proclamaron reina a los trece años.
El Reinado de Isabel II: Moderados y Progresistas
La Década Moderada (1844-1854)
Tras la caída de Espartero y la proclamación como reina de Isabel II, los Moderados se hicieron con el poder. Las elecciones de 1844 fueron ganadas por los Moderados. Al frente del gobierno se puso al general Narváez. Los valores principales eran el orden y la propiedad, y su objetivo político era asentar un liberalismo conservador.
La Constitución de 1845 y el Modelo Moderado
La Constitución de 1845 recogió las ideas básicas del moderantismo, marcando una tendencia pendular y partidista en nuestras Constituciones: soberanía conjunta de la Corona y las Cortes, con una ampliación de los poderes del Ejecutivo y una disminución de las atribuciones de las Cortes.
Centralización y Uniformidad del Estado
Se intentó construir un Estado caracterizado por el centralismo y la uniformidad, con un sistema tributario eficaz, un mismo Código Penal, una administración centralizada presente en cada provincia y un único sistema de pesos y medidas. Por último, se creó la Guardia Civil.
El Bienio Progresista (1854-1856)
La reina llamó a Espartero para formar gobierno, y este ocupó el poder dos años. En este tiempo se intentó restaurar los principios de la Constitución de 1837. Las dos medidas más importantes fueron la reanudación de la desamortización y la construcción del ferrocarril. Pero estas medidas reformistas no variaron la forma de vida de la gente humilde, generándose un clima de gran conflictividad social. Se produjeron levantamientos obreros pidiendo mejoras en los salarios y reducción de la jornada laboral. Pero se produjo un gran levantamiento que obligó a dimitir a Espartero, y la reina confió el gobierno a O’Donnell, quien reprimió las protestas. En 1854, O’Donnell formó la Unión Liberal.
La Crisis Final del Reinado (1856-1868)
Durante la última etapa, la reina confió la formación del gobierno a los políticos de la Unión Liberal y a los del Partido Moderado. Con la Unión Liberal se llevó a cabo una política exterior muy activa. Pero el gobierno unionista fue incapaz de afrontar la oposición política de Progresistas, Demócratas y Republicanos, así como la crisis económica que afectaba a todos los sectores de la economía. La reina entregó el poder a los Moderados, que gobernaron en una sucesión de gobiernos poco duraderos que volvieron al moderantismo más cerrado. En los últimos años se produjo una grave crisis económica que tuvo repercusiones en la actitud de las clases populares.
Conclusión
En esta época se produjo la implantación en España de un régimen constitucional. La Guerra Civil Carlista lo marcó y lo convirtió en un proceso político caótico y difícil. Tuvo una consecuencia importante: en España fue el ejército el instrumento de la revolución liberal. El ejército se convirtió en la garantía del mantenimiento de Isabel II en el trono. También fue un apoyo indispensable para forzar a la Corona a entregar el poder a Moderados y Progresistas. Como consecuencia, en España la intervención militar se convirtió en un fenómeno crónico. Por otro lado, se aplicó un modelo político moderado y conservador con el que se identificó la reina, dando lugar al derrocamiento de la dinastía reinante en España desde el siglo XVIII.