La Guerra Civil Española (1936-1939): Orígenes, Fases y Legado
Introducción
La Guerra Civil, iniciada con la sublevación militar de 1936, que acabó con la Segunda República y con el orden constitucional y democrático que la había inspirado.
La Sublevación Militar de 1936
Opuestos claramente al Frente Popular, buena parte de los militares comenzaron a conspirar contra la República desde el momento de su triunfo electoral. Los generales Emilio Mola, Francisco Franco y Manuel Goded llevaron a cabo los primeros contactos para el alzamiento militar. Contaban con el respaldo de elementos políticos de la derecha española, grupos ultraderechistas y hombres de negocios, como el banquero Juan March. Sin embargo, un sector minoritario de militares leales a la República había organizado la asociación Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA) para oponerse al ambiente de sublevación que existía en los cuarteles.
El gobierno también trató de disuadir el intento golpista, para lo cual destinó al general Mola a Pamplona, a Franco a las Islas Canarias y a Goded a las Baleares. La sublevación comenzó el 17 de julio de 1936 con el alzamiento del ejército destinado en el Protectorado Español de Marruecos. Al día siguiente, Franco se desplazó de Canarias al norte de África, poniéndose al frente del ejército golpista. Simultáneamente, el general Mola desde Pamplona y el general Goded desde las Islas Baleares dirigían el alzamiento.
Las acciones golpistas se extendieron rápidamente por la Península, especialmente en las zonas más conservadoras y contrarias a la República, contando con el apoyo de las élites económicas y financieras del país y de grupos de extrema derecha como Falange Española. La sublevación fracasó en Madrid y Barcelona, al hacer frente a los golpistas las fuerzas leales a la República (anarquistas de la CNT, milicias populares dirigidas por oficiales del Ejército y fuerzas de orden público).
En los primeros días, el golpe de Estado había fracasado al no controlar las principales ciudades y las áreas rurales más proclives a la República. Sin embargo, el gobierno, dirigido por Santiago Casares Quiroga, no fue capaz de anular la acción inicial de los sublevados. (Quiroga dimitiría, siendo sucedido por José Giral). Fracasó igualmente el intento del Presidente de la República, Manuel Azaña, de llegar a un acuerdo con los militares sublevados, por lo que la guerra se hizo inevitable al quedar España dividida en dos bandos:
División de España: Dos Bandos Enfrentados
- Bando Sublevado (Nacional): Controlaba Galicia, Castilla y León, Aragón, parte de Extremadura, el occidente andaluz, Baleares, Canarias y el Estrecho de Gibraltar.
- Bando Republicano (Leal al Gobierno): Ocupaba el Norte peninsular, Cataluña, Levante, Madrid, Castilla-La Mancha, Andalucía oriental y el Sureste de la Península.
Fases y Desarrollo del Conflicto
Las primeras acciones de la guerra se organizaron mediante columnas o grupos de soldados con armamento ligero que avanzaban rápidamente para hacerse con el control de los objetivos militares, aprovechando la desorganización republicana. Así, los nacionales iniciaron el avance hacia Madrid desde Sevilla, por Extremadura y el Tajo, bajo el mando del general Franco. Desde Pamplona, el general Mola, que había ocupado San Sebastián y algunas zonas del norte peninsular, también se dirigió a Madrid, que parecía al alcance de los sublevados. A pesar de la ayuda de la aviación alemana e italiana, no lograron entrar en la capital y establecieron un frente a su alrededor que duraría prácticamente toda la guerra.
Por su parte, las columnas de milicianos republicanos se dirigieron desde Barcelona a Aragón. Aunque no llegaron a ocupar ningún lugar de importancia, sí establecieron un frente de contención de los sublevados que mantendrían hasta 1938.
El Avance Hacia Madrid (Julio de 1936 – Marzo de 1937)
Tras el fracaso de Mola en su intento de ocupar Madrid, Franco, tras liberar el Alcázar de Toledo del asedio republicano, llegó hasta las puertas de la capital. En las cercanías de Madrid encontró escasa resistencia, pues los milicianos republicanos se vieron desbordados por las tropas legionarias y los regulares marroquíes. El gobierno republicano, ante el riesgo de la caída de Madrid, se trasladó a Valencia. La resistencia en la capital quedó en manos de una Junta de Defensa dirigida por el general republicano José Miaja con el apoyo de las Brigadas Internacionales, formadas por voluntarios de diversos países.
La actitud de los madrileños fue de resistir a toda costa, bajo el lema «¡No pasarán!». Mientras, la Legión Cóndor alemana, que apoyaba a los franquistas, bombardeaba la ciudad. Se sucedieron diversos intentos de ocupar la capital a través de la Ciudad Universitaria de Madrid, de la ofensiva en el Jarama (en la que los sublevados cruzaron el río pero fueron detenidos por los republicanos), y desde Guadalajara. Todos estos intentos fracasaron, por lo que Madrid resistió hasta el final de la guerra.
La Ocupación del Norte (Abril – Octubre de 1937)
El gobierno republicano controlaba inicialmente la cornisa cantábrica desde Asturias hasta Guipúzcoa, zona de interés ya que concentraba gran cantidad de recursos mineros e industriales. Con apoyo de bombardeos aéreos de la Legión Cóndor, como el realizado sobre la ciudad de Guernica el 26 de abril, el avance de los nacionales resultó imparable, siendo inútil el intento republicano de defender Bilbao, que cayó en manos de Franco en junio de 1937. Ante esta situación, el gobierno vasco huyó, y la resistencia de los gudaris (nacionalistas vascos) solo fue temporal, lo que permitió a los militares sublevados ocupar Santander y, poco después en octubre, Gijón.
El gobierno de la República reorganizó sus tropas, integrando las milicias de sindicatos y partidos de izquierda en un Ejército Popular. El gobierno, dirigido ahora por Francisco Largo Caballero, logró estabilizar política y económicamente la maltrecha zona republicana, al tiempo que la Unión Soviética comenzó a suministrar ayuda a la República con regularidad. Ello permitió que, en la segunda mitad de 1937, los republicanos tomaran la iniciativa, lanzando varias ofensivas que dieron lugar a algunas de las principales batallas de la contienda:
Batalla de Brunete (Madrid, Julio de 1937)
El nuevo gobierno republicano de Juan Negrín llevó a cabo una ofensiva contra los nacionales en las inmediaciones de Madrid para aliviar el cerco que aquellos ejercían sobre la ciudad y para distraer tropas franquistas del frente norte. La ofensiva republicana corrió a cargo del general José Miaja y avanzó inicialmente en las inmediaciones de Madrid, pero sin poder consolidar las posiciones y sin romper el cerco.
Batalla de Belchite (Zaragoza, Agosto de 1937)
La ofensiva republicana en torno a esta población pretendía reconquistar Zaragoza y atraer tropas nacionales del frente norte, pero el ataque republicano no obtuvo ningún resultado ante la fuerte resistencia de los franquistas en Belchite.
El Avance Hacia el Mediterráneo (Diciembre de 1937 – Noviembre de 1938)
Batalla de Teruel y División de la Zona Republicana
En el invierno de 1938, y tras una dura ofensiva de los republicanos, estos ocuparon la ciudad de Teruel, lo que elevó la moral en la zona republicana. Mientras, el frente norte había caído y Franco disponía de tropas de refuerzo para iniciar un avance por el Este. Con ello, tras duros combates, Teruel fue recuperada por los nacionales, quienes en abril de 1938 llegaban al Mediterráneo por la provincia de Castellón. Con ello, la zona Este peninsular, dominada por la República, quedó dividida en dos, por lo que el gobierno republicano se trasladó de Valencia a Barcelona.
La situación cada vez más difícil para la República provocó una división de opiniones entre los partidarios de continuar la lucha, liderados por Negrín, y los partidarios de iniciar conversaciones de paz con los nacionales, actitud que en ningún momento fue tenida en cuenta por Franco.
La Batalla del Ebro y la Ocupación de Cataluña
La llegada de las tropas de Franco al Mediterráneo animó a continuar la ofensiva en tierras de Castellón y Valencia. En un último intento de frenar la ofensiva franquista, y tratando de alargar la guerra con el previsible conflicto europeo entre democracia y fascismo, el ejército republicano lanzó una ofensiva en el río Ebro. Mientras, el gobierno republicano realizaba gestiones diplomáticas ante Francia e Inglaterra para crear un frente común contra el fascismo ante los avances de Hitler en Europa, pero de momento no fue posible al firmar las potencias occidentales un acuerdo con Hitler que por ahora le dejaba actuar.
En el Ebro, bajo el mando del general republicano Vicente Rojo, cruzaron el río, un poco más arriba de su desembocadura, unos 200.000 hombres, que avanzaron aprovechando el desconcierto inicial de los nacionales. Sin embargo, la superioridad armamentística de Franco en aviones y artillería frenó el avance republicano. Así, de julio a noviembre de 1938 se estableció un frente de combate en torno al Ebro, convirtiéndose en la batalla más cruenta de toda la guerra, con un elevado coste en vidas humanas y gran desgaste material y moral.
Finalmente, los republicanos se vieron obligados a retirarse, cruzando de nuevo el Ebro hacia sus posiciones iniciales. Franco aprovechó entonces para lanzar una ofensiva sobre Cataluña al tiempo que los agotados republicanos iniciaban su repliegue hacia la frontera francesa. En enero de 1939, los nacionales entraban en Barcelona y prosiguieron su avance hacia los Pirineos, al tiempo que miles de refugiados republicanos cruzaban la frontera francesa.
El Final de la Guerra (Noviembre de 1938 – Abril de 1939)
Tras la pérdida de Cataluña, la España republicana quedó reducida a Madrid, parte de Castilla-La Mancha y el Este y Sureste peninsular. El agotamiento republicano y la salida de Negrín de España, junto con el presidente de la República y el resto del Gobierno, hacía imposible prolongar la resistencia. En Madrid, el coronel Segismundo Casado formó una Junta de Defensa para tratar de gestionar una rendición honrosa, pero Franco exigió la rendición incondicional.
En marzo de 1939, las tropas de Franco iniciaban una ofensiva final. El día 28 de marzo entraban en la capital de España sin apenas resistencia, y a continuación fueron ocupando el resto del territorio republicano. El 1 de abril de 1939, en Burgos, Franco firmaba el último parte de guerra, dando por concluida una contienda que dejó un reguero de destrucción y muerte.
Al desenlace de la guerra, favorable al bando nacional, contribuyeron factores como la falta de abastecimientos de guerra para la República (al controlar los sublevados la frontera de los Pirineos y el Mediterráneo), así como el agotamiento económico, la agitación revolucionaria del bando republicano y el aislamiento internacional de la República. Por el contrario, los sublevados contaron con factores a su favor como un gobierno autoritario y un mando único, la disposición de mandos mejor preparados y organizados que los republicanos, y una ayuda exterior más eficaz por parte de Italia y Alemania.
Consecuencias de la Guerra Civil Española
La guerra dejó tremendas secuelas de destrucción, tanto en vidas humanas como en pérdidas materiales. Las pérdidas humanas fueron dramáticas, pues aunque las cifras varían según los autores, puede afirmarse que estarían en torno a los 500.000 muertos, a los que habría que añadir los fallecidos por enfermedades, la represión o el hambre, así como cientos de miles de heridos.
A esta pérdida demográfica habría que sumar también los exiliados, pues unas 300.000 personas huyeron de España como refugiados políticos, repartiéndose entre países como Francia, la Unión Soviética o México. Muchos eran intelectuales, artistas, científicos, etc., que se pusieron al servicio de los gobiernos que los acogieron y no regresarían nunca a España. En Francia, miles de refugiados fueron internados en campos de concentración, pero al estallar la Segunda Guerra Mundial y ser Francia ocupada por los nazis, algunos se integrarían en la resistencia francesa, y otros fueron trasladados a campos de concentración alemanes, donde perecieron muchos de ellos.
Respecto a las pérdidas materiales, fueron muy graves. La agricultura y ganadería, principales actividades económicas, resultaron muy dañadas y se redujo la superficie cultivada y la producción agrícola, así como la cabaña ganadera. Igualmente, la industria y la red de comunicaciones resultaron muy deterioradas. A ello hay que añadir la pérdida de divisas por los pagos de las deudas de guerra y la pérdida de unas 500 toneladas de oro del Banco de España. Por ello, el nivel de vida se deterioró gravemente y la renta nacional se redujo a niveles de 1914. El país quedó arruinado.
Por otra parte, hubo graves secuelas morales, pues el bando victorioso desencadenó una fuerte represión contra los miles de prisioneros republicanos y, en general, contra los simpatizantes de la República. Muchos de ellos fueron acusados de responsabilidades políticas y ejecutados en juicios sumarísimos sin garantías procesales, o sufrieron largas condenas de cárcel y de trabajos forzados, así como situaciones de marginación y desarraigo.