La Guerra de Independencia Española y el Origen del Estado Liberal (1808-1814)

La Crisis de 1808 y la Guerra de Independencia Española

Los sucesos de 1808, la invasión napoleónica y la promulgación de la Constitución de 1812, supusieron el inicio de un proceso histórico que definiría el modelo político y social de la España del siglo XIX.

La Crisis de la Monarquía de Carlos IV

En los primeros años del siglo XIX, la monarquía de Carlos IV se encontraba muy desprestigiada. Las razones residían en una crisis del sistema de gobierno y, sobre todo, en la figura del valido Manuel Godoy, quien desde 1802 había acumulado un gran poder. Esto levantó una fuerte oposición, que se materializó en un anhelo de regeneración y cambio.

La desamortización ordenada por Godoy en 1798 para hacer frente a la crisis financiera, generada por las continuas guerras, había enemistado a la Iglesia con el valido.

Otro motivo de descontento era la subordinación de la política exterior española a las necesidades de la Francia de Napoleón. Una de las consecuencias más graves fue la derrota de Trafalgar (1805), que supuso la destrucción de gran parte de la armada española. Un nuevo acuerdo con Francia, el Tratado de Fontainebleau (1807), permitió la entrada de tropas francesas para ocupar el reino de Portugal.

Esta política levantó la oposición de un llamado “partido antigodoyista”, también conocido como partido fernandino, integrado por nobles y clérigos favorables al príncipe Fernando, hijo de Carlos IV. El partido fernandino preparó una conspiración contra el rey en la que estaba implicado su hijo. El llamado Proceso de El Escorial (1807) mostró las miserias de la monarquía española. Entre el 17 y el 19 de marzo de 1808, el Motín de Aranjuez obligó a Godoy a huir y renunciar a su cargo, y Carlos IV abdicó en su hijo Fernando. Aunque el Motín de Aranjuez tuvo apariencia de protesta popular, parte de la alta nobleza del partido fernandino estuvo implicada en su estallido.

La caída de Godoy y de Carlos IV agravó la crisis de la monarquía española. Las tropas napoleónicas, ya en España gracias al Tratado de Fontainebleau, eran mal vistas por el pueblo español. Además, Napoleón intervino en los asuntos de la familia real española y la convocó en la ciudad francesa de Bayona, donde se produjeron en mayo las Abdicaciones de Bayona.

El Levantamiento Popular y la Resistencia Inicial

El 2 de mayo de 1808, ante la salida de los últimos representantes de la familia real, el pueblo de Madrid se alzó contra las tropas francesas. El ejército francés, al mando del general Murat, reprimió el levantamiento popular, con un saldo de cientos de muertos. Goya reflejó la crueldad de estos hechos en dos de sus mejores obras: El 2 de mayo de 1808 en Madrid y El 3 de mayo en Madrid. Mientras tanto, en Bayona, Napoleón había obligado a Carlos IV y a Fernando VII a renunciar al trono y a cederlo a su propio hermano José Bonaparte, quien se convertiría en José I de España.

La insurrección se contagió a muchas ciudades y pueblos, conforme llegaba la noticia de los sucesos de Madrid. En las localidades rebeldes se publicaron bandos contra el invasor y se formaron Juntas. Aunque el origen de estos movimientos fue popular, una parte notable de cargos del Antiguo Régimen también integraron estas juntas o dirigieron y organizaron la defensa. Nacieron sobre todo en ciudades como Sevilla, Valencia, Zaragoza, etc.

El levantamiento sorprendió al ejército francés, que no pudo ocupar ciudades como Zaragoza o Valencia, cuyos sitios fueron ejemplo de heroísmo y resistencia frente al invasor.

El Desarrollo de la Guerra de Independencia

La ocupación de España no fue tan rápida como creía Napoleón. La victoria española en la Batalla de Bailén (julio de 1808) obligó al rey José I a abandonar Madrid y a las tropas francesas a retirarse al norte de la Península. Napoleón tuvo que replantear su estrategia y envió un ejército numeroso. En noviembre, él mismo entró al mando de esta tropa y en diciembre llegaba a Madrid. El rey José regresó también a la capital del reino.

Mientras, un ejército inglés, al mando de Arthur Wellesley (futuro duque de Wellington), desembarcó en la Península para ayudar a los portugueses en agosto de 1808. El ejército español colaboró activamente con el de Wellington.

La victoria francesa en Ocaña en octubre de 1809 y el avance hacia el sur permitieron a Napoleón ocupar casi toda España, quedando libres solo Cádiz y el este peninsular. En este periodo de 1810-1812, las tropas napoleónicas alcanzaron el máximo control sobre el suelo peninsular, con la excepción de la ciudad de Alicante.

En 1812, la situación internacional de las guerras napoleónicas, con la movilización que supuso la Campaña de Rusia, obligó al emperador a retirar tropas de España. El debilitamiento de las fuerzas francesas fue ampliamente aprovechado por las tropas anglo-españolas. Tras las decisivas batallas de Ciudad Rodrigo y Los Arapiles (Salamanca, julio de 1812), en las que derrotaron a los franceses, el avance de las tropas anglo-españolas obligó a José I y a los franceses a abandonar Madrid y dirigirse a Valencia.

La guerra se inclinó desde entonces del lado anglo-español. La derrota francesa en Vitoria (junio de 1813) precipitó el abandono del territorio español. La victoria en San Marcial (agosto de 1813) obligó al ejército josefino a cruzar la frontera.

Napoleón, al borde de la derrota en Europa, firmó con Fernando VII el Tratado de Valençay en diciembre de 1813, por el que finalizaban las hostilidades en España y Fernando VII era repuesto en el trono.

Los Comienzos de la Revolución Liberal

El proceso revolucionario que vivió el país de forma paralela a la guerra tuvo tres centros principales:

  1. Las Juntas: Se formaron en muchas localidades ante el vacío de poder producido por la invasión. Estas juntas locales dieron lugar a la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino, formada en septiembre de 1808, que se erigió como gobierno provisional frente al ejército invasor y sentó las bases del principio de soberanía nacional. Las juntas estuvieron integradas por militares, periodistas, escritores o abogados, aunque la presidencia solía ocuparla un representante del viejo orden. Eran partidarios de las reformas políticas y sociales, así como de organizar la defensa del reino.
  2. La Convocatoria de Cortes: La Junta Central convocó Cortes Generales. Quienes defendían las reformas optaron por unas cortes elegidas por sufragio universal masculino indirecto y en las que la representación fuera de la nación, y no por estamentos. Esta forma de convocatoria triunfó y abrió la puerta a los grandes cambios que impulsaron las Cortes de Cádiz.
  3. La Guerrilla: Este fenómeno de resistencia popular, embrión del nuevo ejército, surgió de forma espontánea y pronto fue regulado por la Junta Central, convirtiéndose en un elemento clave de la lucha contra el invasor.

Durante la invasión francesa, el pueblo español adoptó dos actitudes principales ante el ejército invasor y la nueva dinastía de José Bonaparte: los patriotas y los afrancesados.

Los Patriotas

Los patriotas eran defensores de la monarquía borbónica, pero entre ellos aún surgieron dos posturas diferenciadas:

  • Liberales: Vieron en la invasión la oportunidad para reformar la monarquía y adoptar los principios del liberalismo, buscando una nueva organización política y social.
  • Absolutistas: Eran valedores del Antiguo Régimen, defensores de la monarquía absoluta y de la tradición, y no deseaban cambios profundos en la estructura social y política.

Los Afrancesados

El bando afrancesado también era heterogéneo. Estaba compuesto por intelectuales, nobles y funcionarios que vieron en la nueva dinastía de José I la oportunidad de modernizar España a través de reformas ilustradas, evitando una revolución. Sin embargo, contra ellos se desató desde 1814 una dura persecución bajo la acusación de traición, una vez restaurado Fernando VII.

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