La Restauración Borbónica en España: Sistema Político, Crisis del 98 y Oposición

EPÍGRAFE 1: El Establecimiento de Alfonso XII y el Sistema Canovista: La Restauración

El nuevo régimen de la Restauración, ideado por Cánovas del Castillo, tenía como objetivo garantizar la estabilidad mediante un sistema basado en la alternancia de dos partidos monárquicos que se turnarían pacíficamente en el poder (imitaba el sistema bipartidista inglés). De esta forma, se evitaría la intervención del ejército en la vida civil. El nuevo régimen tendría tres pilares básicos: la Corona, la Constitución de 1876 y el turno de partidos.

La Constitución de 1876

La Constitución de 1876 estaría inspirada en el liberalismo doctrinario de la Constitución de 1845 (amplios poderes para la Corona) pero con una declaración de derechos muy similar a la Constitución de 1869. Esta Constitución tendría una larga vigencia debido a su flexibilidad y ambigüedad en su aplicación. Sus principios básicos eran los siguientes:

  • Soberanía compartida entre el Rey y las Cortes (se negaba la soberanía nacional).
  • La Corona sería un elemento fundamental, el eje del Estado.
  • Los poderes se dividían de la siguiente manera: el Rey conservaba el ejecutivo (nombraba ministros y dirigía al ejército), el legislativo estaba en manos de las Cortes pero con la intervención del Rey (tenía derecho de veto y podía disolver las Cortes), y el judicial lo ejercían los jueces y tribunales.
  • Amplio reconocimiento de derechos, pero en la práctica serían muy limitados. En un principio se implantó el sufragio censitario, pero en 1890 se reconocería el sufragio universal masculino.
  • En cuanto a la religión, se reconocía la confesionalidad católica, pero se permitían otros cultos.

Los Partidos Políticos

El sistema político se articulaba sobre dos partidos dinásticos (monárquicos) que se alternarían en el poder de forma pacífica:

  • Partido Conservador: durante el siglo XIX estuvo liderado por Cánovas del Castillo (ideólogo del sistema de la Restauración). Sus miembros procedían de los antiguos moderados, unionistas y parte de los progresistas; representaban los intereses de las clases acomodadas. Entre sus principios ideológicos estaban: el sufragio censitario, el Estado confesional católico, la restricción de libertades y el proteccionismo económico.
  • Partido Liberal: durante el siglo XIX estuvo liderado por Sagasta. Sus miembros procedían principalmente de los antiguos progresistas, además de parte de los unionistas y los republicanos moderados. Defendían los intereses de las clases medias e intentaron reformar el sistema canovista en un sentido progresista. Defendían ideas como: sufragio universal, la libertad de cultos, la ampliación de derechos y el librecambismo.

El resto de fuerzas políticas quedaban fuera del sistema (podían presentarse a las elecciones, pero no podían llegar al poder): republicanos, carlistas, nacionalistas catalanes y vascos, y los partidos obreros (PSOE).

El Funcionamiento del Sistema Canovista

La alternancia pacífica de los dos partidos dinásticos, Conservador y Liberal, se conseguía mediante un sistema electoral corrupto que se articulaba de la siguiente manera: Para garantizar el turno de partidos se utilizó el caciquismo, es decir, un sistema de control social y político donde las oligarquías rurales (caciques) participaban activamente en el control del voto en favor de los partidos del turno.

El falseo electoral se organizaba directamente desde el Gobierno central: el Rey disolvía las Cortes, nombraba un nuevo Gobierno y se convocaban elecciones que eran ganadas siempre por el partido del turno correspondiente. El Ministro de Gobernación elaboraba las listas electorales, garantizando una representación amplia para el partido de gobierno. En las provincias, los gobernadores civiles se encargaban de establecer el número de votos que necesitaba cada partido y, por último, el cacique era quien condicionaba directamente el voto de los ciudadanos. Si era necesario, se recurría al pucherazo, que era el falseo directo de las elecciones utilizando diversos sistemas como incluir votos de fallecidos o introducir más votos en las urnas que votantes. En el caso de las provincias manchegas, era muy común la existencia de los cuneros, es decir, diputados impuestos por los partidos dinásticos sin relación con la provincia por la que se presentaban.

Los Gobiernos del Turno (1875-1902)

En el último cuarto del siglo XIX, la evolución política del nuevo sistema de la Restauración fue la siguiente:

  • Entre 1875 y 1881, los Conservadores estuvieron en el poder. Durante estos años, Cánovas sentó las bases del sistema turnista con el objetivo de garantizar el orden y la estabilidad. Durante este periodo se puso fin a las dos guerras que estaban pendientes:
    • Guerra Carlista: la derrota del Carlismo en 1876 provocó la marcha al exilio de Carlos VII y la supresión de los fueros vascos, que fueron sustituidos por los conciertos económicos (se completó la unificación administrativa del Estado).
    • Guerra de Cuba: se puso fin a este conflicto con la Paz del Zanjón (1878). El Gobierno se comprometió a la abolición de la esclavitud, a garantizar la representación de los cubanos y a la concesión de ciertas libertades. La paz sería temporal, ya que en 1895 se inició el definitivo proceso de independencia de Cuba.
  • A partir de 1881, llegarían al poder los Liberales de Sagasta. Destaca el «Gobierno Largo» de los Liberales tras la muerte de Alfonso XII. En 1885, María Cristina, esposa de Alfonso XII, asumió la regencia hasta la mayoría de edad de su hijo, el futuro Alfonso XIII. Durante esta etapa, los Liberales iniciaron una serie de reformas sociales: abolición de la esclavitud, Ley de Asociaciones o la implantación del sufragio universal.
  • Desde 1890 hasta el final de siglo, se sucedieron gobiernos de Liberales y Conservadores que debieron afrontar tres problemas que condujeron a la crisis de 1898: la independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas; el auge de los nacionalismos periféricos; y el desarrollo del movimiento obrero. A partir de 1899, con el Conservador Silvela, se iniciaron tímidas políticas regeneracionistas.

EPÍGRAFE 2: La Oposición Política al Régimen de la Restauración

El Movimiento Obrero: Anarquismo, Socialismo, Sindicalismo Católico y Políticas Sociales

Anarquismo

El desarrollo de este movimiento político se había iniciado durante el Sexenio Democrático gracias a la extensión de las ideas de la AIT. La Federación Regional Española fue sustituida por la Federación de Trabajadores de la Región Española, que tuvo importantes apoyos entre el campesinado andaluz y el proletariado catalán. Durante la década de 1880 fue desarticulada una organización secreta en favor de la lucha anarquista, la Mano Negra, lo que intensificó la presión policial sobre el movimiento obrero. A finales del siglo XIX, el anarquismo se dividió entre los que defendían la lucha sindical y los que apostaban por la lucha armada; estos últimos llevaron a cabo varios atentados, como el que acabó con la vida de Cánovas en 1897.

Socialismo

Su desarrollo fue más lento que el anarquismo. En 1879, Pablo Iglesias fundaría el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y en 1888 se crearía el sindicato socialista UGT (Unión General de Trabajadores). El socialismo español tenía un carácter revolucionario al no aceptar llegar a acuerdos con los partidos burgueses; no obstante, en la práctica, apostaría por una política reformista. El socialismo tuvo una temprana expansión por Madrid, Vizcaya y Asturias.

Sindicalismo Católico

En torno a los Círculos Católicos Obreros se articuló un sindicalismo basado en la doctrina social de la Iglesia. Su principal impulsor fue el Padre Vicent.

Política Social del Gobierno

En 1883, los Liberales crearon la Comisión de Reformas Sociales, que inició las primeras leyes para la protección de los trabajadores en materia de accidentes de trabajo y regulando el trabajo infantil y femenino. No obstante, las políticas sociales tendrían un lento desarrollo.

Los Partidos Republicanos

Tras el fracaso de la I República, el republicanismo español quedó dividido en tres tendencias ideológicas: el Partido Posibilista (Emilio Castelar), el Partido Republicano Progresista (Ruiz Zorrilla) y el Partido Republicano Federal (Pi i Margall). Estas tendencias evidenciaban la división entre federalistas y unitarios. En el siglo XX, aparecieron nuevas formaciones republicanas como el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux.

El Carlismo

Tras la derrota de la Tercera Guerra Carlista, el Carlismo entraría en crisis debido a la falta de apoyos y la división interna. En este contexto, surgieron grupos políticos vinculados a una derecha tradicional, católica y antiliberal; este sería el caso del Partido Tradicionalista de Ramón Nocedal.

Los Nacionalismos y Regionalismos Periféricos

Los orígenes del nacionalismo y regionalismo están ligados a movimientos culturales (la Renaixença catalana) que más tarde incluirían una lucha política como consecuencia del modelo liberal centralista implantado con la Restauración. Los nacionalismos periféricos recibieron apoyos por parte de la burguesía, de ahí su carácter tradicional y católico.

Cataluña

El nacionalismo catalán surgió a raíz del republicanismo federal del Sexenio Democrático, que se consolidó durante la Restauración. Uno de sus primeros ideólogos fue Valentí Almirall, quien defendía ante la Corona una política económica proteccionista que beneficiase a los industriales catalanes (el Memorial de Agravios). En años posteriores se consolidó la Unió Catalanista, que plantearía las Bases de Manresa (1892) cuyo objetivo era desarrollar la autonomía catalana dentro de un proyecto federal. El verdadero impulso al catalanismo vendría a finales del siglo XIX con la creación de la Lliga Regionalista, liderada por Cambó y Prat de la Riba y apoyada por la burguesía catalana (nacionalismo conservador).

País Vasco

Los orígenes del nacionalismo vasco están en el carlismo, que defendía los fueros y el catolicismo como señas de identidad vascas. A finales del siglo XIX, se consolidó el nacionalismo como respuesta a las transformaciones sociales provocadas por la industrialización. En este contexto, Sabino Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1895. Las ideas de Arana tuvieron tres elementos básicos: la raza vasca, la religión y la defensa de los fueros (por ello, recibieron el apoyo entre los sectores más conservadores).

Los movimientos regionalistas se extendieron por varias regiones españolas, destacando el regionalismo gallego y andaluz. En Galicia, está vinculado a movimientos literarios (el Rexurdimento gallego), mientras que en Andalucía estará relacionado con instituciones culturales como el Ateneo de Sevilla.

EPÍGRAFE 3: La Crisis de 1898 y la Liquidación del Imperio Colonial

La Guerra de Cuba y el Tratado de París

El inicio de la insurrección cubana de 1895 hay que situarlo en el contexto de una expansión imperialista de Estados Unidos, que pretendía extender su influencia en el área del Caribe. Por ello, la presencia de España en Cuba era un freno a estos intereses, al igual que la posible independencia de la isla. Además, España era una potencia decadente que difícilmente podría resistir una guerra frente a Estados Unidos.

La insurrección cubana se inició al este de la isla en 1895, consiguiendo una rápida expansión. El Gobierno de Cánovas envió tropas para intentar sofocar la revuelta; tras fracasar la estrategia de Martínez Campos, sería enviado a la isla el general Weyler, quien conseguiría dominar la revuelta y aislar a los rebeldes a costa de una dura presión contra la población civil. Con la llegada de los Liberales al poder, el general Weyler sería sustituido por el general Blanco, quien tenía instrucciones de no atacar fuera del territorio controlado por España. Al mismo tiempo, el Liberal Segismundo Moret planteó un proyecto autonomista para la isla que ya no contentaba a los cubanos. Estados Unidos aceleró su intervención en el conflicto ante la posibilidad de un acuerdo entre cubanos y españoles.

En 1898 se aceleró el final del conflicto en Cuba y también en Filipinas. El hundimiento del buque norteamericano Maine en el puerto de La Habana fue la excusa utilizada por Estados Unidos para acusar a España de estos hechos e iniciar la intervención norteamericana en la isla. La derrota definitiva de España se produciría en las batallas de Cavite y Santiago de Cuba. Poco después se establecería el alto el fuego y, a finales de año, se firmó el Tratado de París, donde España reconocía la independencia de Cuba y cedía Puerto Rico y las Islas Filipinas a Estados Unidos. Posteriormente, Cuba pasaría a depender de la política norteamericana (la Enmienda Platt). En 1899, España vendió a Alemania algunas islas que conservaba en el Pacífico, como las Islas Marianas, liquidando así los restos del imperio colonial.

El Impacto Psicológico de la Derrota

La derrota de 1898 tuvo un gran impacto en la sociedad española a todos los niveles:

  • A nivel institucional: pese a la gravedad de la derrota y las implicaciones políticas de la misma, no hubo cambios significativos en los gobiernos del turno; de hecho, el sistema de la Restauración pervivió hasta 1923.
  • A nivel popular: la visión de la derrota fue diferente dependiendo de su procedencia. Las clases bajas percibieron una gran conmoción por las bajas sufridas y el padecimiento de los soldados, mientras que las minorías acomodadas y los políticos consideraban la derrota un duro golpe a la identidad nacional.
  • La reacción intelectual: el Desastre del 98 fue el punto de partida de la llamada Generación del 98, que centró sus obras y preocupaciones en los problemas de España, las causas de su atraso o la definición de la idea nacional. Destacaron pensadores como Azorín, Pío Baroja o Valle-Inclán.

El Desastre del 98 y su Trascendencia

La crisis de 1898 ha sido un acontecimiento trascendental en la historia contemporánea de España, en la medida en que significó la prueba evidente de que España había dejado de ser una gran potencia para convertirse en una nación decadente en Europa. Este hecho tuvo varias consecuencias:

  • España perdió su condición de potencia colonial.
  • Inicio de una época de esplendor cultural vinculada a debates sobre España y sus problemas.
  • Consolidación de nuevos movimientos sociales y políticos: nacionalismos periféricos, obrerismo y republicanismo con ideales diferentes.
  • Resurgimiento del militarismo como consecuencia de la derrota colonial y el auge de movimientos sociales y nacionalistas.
  • Surgimiento del regeneracionismo.

Surgimiento del Regeneracionismo

La crisis del 98 puso en evidencia la crisis del sistema de la Restauración, basada en principios liberales centralistas y católicos. Ante esta situación, se hacía necesaria una regeneración política y social del país para salir del atraso en el que se encontraba España en relación con otros países europeos. En este sentido, surgió una generación de intelectuales regeneracionistas, interesados en plantear soluciones a un país que necesitaba cambios profundos y estructurales. Entre estos intelectuales destacaron: Valentí Almirall, Lucas Mallada, Ángel Ganivet y, sobre todo, Joaquín Costa (destaca su obra Oligarquía y Caciquismo).

Las ideas de Joaquín Costa incluían: la regeneración del sistema político acabando con el caciquismo; potenciar la educación; desarrollar la economía nacional; o dejar atrás el pasado glorioso.

Estas ideas calaron en ciertos sectores políticos y sociales, siendo la base del regeneracionismo político iniciado a comienzos del siglo XX.

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