Marruecos: La crisis de 1909 y el declive del régimen de la restauración

El declive del régimen de la restauración, iniciado con la crisis de 1898, se agravó con una nueva crisis:
La CRISIS de 1909, también conocida como la Semana Trágica de Barcelona, tuvo su origen en la guerra de Marruecos. Tras el desastre del 98 la política exterior española se había orientado hacia el norte de África, donde se estaba terminando el reparto colonial. En la conferencia de Algeciras (1906) se acordó el reparto de Marruecos entre Francia y España, a la que correspondió una franja en el norte, la zona del Rif, habitada por tribus guerreras, las kabilas, que rechazaban la presencia española. Cuando llegaron las tropas
españolas se vieron envueltas en una larga guerra de desgaste.
La derrota del ejército español en el Barranco del lobo (1909) hizo que el gobierno decidiera movilizar a los reservistas. La impopularidad de esta medida desencadenó una huelga de protestas que se extendió por gran parte de España. Tuvo especial incidencia en Barcelona donde el 18 de julio de 1909 la huelga se transformó en una sublevación urbana, alentada por los anarquistas, conocida como la Semana Trágica. Se produjeron enfrentamientos armados entre los obreros y el ejército y estalló el anticlericalismo que derivó en el saqueo incendio de edificios religiosos. El ejército logró restablecer el orden finalmente pero se llevó a cabo una fuerte represión como la ejecución de cinco penas de muerte, entre ellas la del pedagogo Ferrer i Guardia, en un juicio lleno de irregularidades.
Reprodujo entonces una oleada de protestas en España y en Europa contra la política represiva del gobierno de Maura (campaña del ¡Maura no!). El Partido Liberal por primera vez, se unió con los partidos no dinásticos (republicanos y socialistas) para conseguir la dimisión de Maura. Esta alianza de los liberales con partidos que no aceptaban la monarquía supuso la ruptura del turnismo, la alternancia pacífica de los liberales en el poder principio básico del sistema canovista.
Desde 1912, tras la muerte de Canalejas, se produjo la fragmentación interna de los partidos dinásticos. Maura se negó a volver a participar en el turno, manifestando su “implacable hostilidad” hacia los liberales, por lo que el rey nombró presidente a otro conservador, Eduardo Dato. El partido conservador se dividió así en mauristas y datistas, mientras que en el Partido Liberal lo hacía entre los seguidores de Romanones, Alba y García Prieto, haciendo cada vez más difícil la formación de la mayoría parlamentaria. En esta situación de decadencia del sistema hubo que afrontar la Primera Guerra Mundial y el impacto de la Revolución Rusa de 1917.


Primo Ribera: El 13 de septiembre de 1923, Miguel Primo de Rivera llevó a cabo un golpe de Estado en Barcelona suspendiendo la Constitución de 1876, disolviendo las Cortes y gobernando mediante decretos prohibiendo la actividad de todos los partidos políticos y sindicatos.

El golpe, aceptado por el rey, apenas contó con oposición salvo el PCE y algunos sectores de la CNT. La mayoría de la población se mostró indiferente y nadie se mostró dispuesto a defender un régimen ya de por sí desprestigiado. Dentro de la dictadura se suelen distinguir dos etapas:
El DIRECTORIO MILITAR (1923-1925) en el que inicialmente Primo de Rivera planteó la necesidad de una dictadura provisional que hiciera frente al desprestigio del régimen de la Restauración y solucionara los problemas pendientes. En su primer manifiesto, había reivindicado con un lenguaje regeneracionista y populista la figura del “cirujano de hierro” planteada en su día por Joaquín Costa, expresando su voluntad de
restablecer el orden público, solucionar el problema de Marruecos, acabar con la inestabilidad política y el caciquismo y limitar las reclamaciones del nacionalismo catalán.
• Para restablecer el orden público se declaró el estado de guerra, se puso al frente de la seguridad a los generales Martínez Anido y Arlegui, y se persiguió duramente al anarquismo. Estas duras medidas fueron eficaces, cesaron los atentados y las huelgas.
• En Marruecos, aunque Primo de Rivera defendía personalmente el abandono del protectorado, el ataque de Abd-el-Krim a las posiciones francesas propició una alianza hispanofrancesa que cambió la situación: tras el desembargo de Alhucemas (1925) Abd-el-Krim fue derrotado y Marruecos pacificado definitivamente.
• Sin embargo, la prometida regeneración política quedó en nada: se redactó un Estatuto Municipal, con el fin de erradicar el caciquismo pero al final de la Dictadura se limitó a cambiar unos caciques por otros.
• Además, la política anticatalanista del régimen (disolución de la Mancomunidad de Cataluña en 1925…) debilitó al nacionalismo catalán moderado y dio a las al más radical (Esquerra Republicana).
A partir de 1925, durante el DIRECTORIO CIVIL (1925-1930) Primo de Rivera intentó la institucionalización del régimen (hacerlo permanente)
Sustituyó en el gobierno a los militares por civiles y trató de justificar su permanencia en el poder por la buena marcha de la economía que tuvo lugar en aquellos años y que el régimen se encargó de dar a conocer con las Exposiciones universales de Sevilla y Barcelona. El Estado puso en marcha una política económica intervencionista, marcada por un fuerte nacionalismo económico (creación de monopolios estatales como CAMPSA o Telefónica) y el fomento de obras públicas.
Para dar a la dictadura instituciones propias se tomaron algunos modelos del fascismo italiano como la creación de un partido único, la Unión Patriótica, la Asamblea Nacional Consultiva, un intento de Parlamento corporativo sin poderes reales, y la Organización corporativa del trabajo, comités que englobaban obligatoriamente a patronos y obreros, que pretendían sustituir a los ilegalizados sindicatos.
La dictadura tuvo una creciente oposición por parte de intelectuales, estudiantes, republicanos, anarquistas y socialistas. No obstante, el golpe de gracia de la dictadura fue la crisis económica de 1929. El hundimiento de la economía se unió a las divisiones entre los altos mandos militares y las dudas y vacilaciones del propio Dictador. Falto de apoyos, Primo de Rivera dimitió en enero de 1930 y se exilió en París.


La caída de la monarquía: Tras conocerse los resultados de las elecciones municipales del 12 de abril, convocadas por Aznar, en las que las candidaturas republicanas triunfaron en 41 de 50 capitales de provincia, el 14 de abril se proclamó la II República.

Las masas expresaron su júbilo en la calle y se formó un Gobierno Provisional, presidido por Alcalá Zamora e integrado por miembros del Pacto de San Sebastián. El rey Alfonso XIII se exilió.
El Gobierno Provisional convocó elecciones legislativas para el 28 de Junio, que dieron el triunfo a las fuerzas de izquierda, que se agrupaban en torno a dos ideologías: el republicanismo, con apoyos entre las clases medias y la pequeña burguesia, representado por pequeños partidos como Acción Republicana (Azaña), Partido Radical Socialista (Marcelino Domingo) y ORGA, que se fundieron en 1936 en Izquierda Republicana. Eran partidarios de alianzas con los socialistas moderados con el objetivo de implantar reformas de raíz para
modernizar España.
Por otro lado, la izquierda obrera estaba representada por el PSOE con implantación en zonas obreras (Asturias Vizcaya, Madrid) y entre los jornaleros de Castilla-La Mancha, Norte de Andalucía y Extremadura. Tuvo dos corrientes, una moderada liderada por Indalecio Prieto, reformista y partidaria de alianzas con los republicanos, y un ala izquierda liderada por Largo Caballero que adoptó posiciones revolucionarias.
Además de estas dos fuerzas vencedoras estaban el anarquismo, que sigue siendo una fuerza muy sólida en Cataluña, Levante, Aragón y Andalucía, organizado en la CNT y FAI; el PCE (Dolores Ibárruri), fiel a la ortodoxia estalinista de la URSS y el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), con implantación en Cataluña.
Se formó un gobierno de coalición entre republicanos y socalistas, dirigido por Manuel Azaña, y Alcalá Zamora fue nombrado Presidente de la República.
La Constitución de 1931 reflejó los valores laicos e izquierdistas de la mayoría de las Cortes, e incluye cinco rasgos originales: establece la soberania popular y define a España como una Republica de trabajadores de toda clase; muestra un claro predominio del poder legislativo que reside en unas Cortes unicamerales; introduce el laicismo: libertad religiosa, separación de la iglesia y estado, matrimonio civil, divorcio; establece la posibilidad de autonomía para los territorios que lo solicitaran; e implanta el sufragio universal pleno, concediendo el derecho de voto a la mujer. Dos cuestiones fueron especialmente polémicas: el laicismo y la cuestión autonómica.

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