Movimientos Revolucionarios del Siglo XIX

Las causas profundas de todos estos movimientos fueron el antiabsolutismo y el nacionalismo.

Las nuevas formas de lucha, mediante sociedades secretas.

La importancia del ejército, bien fuera en apoyo del levantamiento o para su represión.

El fracaso de las revoluciones por la reacción interna; o por la intervención de la Santa Alianza.

La oleada revolucionaria de 1830

Comenzó en Francia y se extendió a Bélgica y Polonia. Fue una revolución liberal como las anteriores pero con un destacado componente nacionalista.

Francia

La revolución comenzó en París. La chispa que encendió la llama revolucionaria fue la aprobación de las cuatro ordenanzas de 1830, que suspendieron la libertad de prensa, disolvieron las cámaras, redujeron la base electoral y permitieron gobernar por decretos.

Consecuencias: Las tres gloriosas jornadas del 28, 29 y 30 de julio con barricadas en las calles de París, unidas a la complicidad del ejército, obligaron al rey Carlos X a exiliarse. Se inició el reinado de Luis Felipe de Orleans de talante, en principio, más liberal; aunque con el tiempo fueron aumentando sus tendencias autoritarias.

Bélgica

Consiguió la independencia respecto a Holanda. Carácter liberal y nacionalista.

Polonia

Se sublevó contra el poder absoluto del zar Alejandro I; pero la revolución fracasó. Los rusos incorporaron plenamente Polonia a su territorio.

La Primavera de los Pueblos

La revolución de 1848 tuvo un fuerte componente nacionalista en el Imperio Austriaco de forma paralela a la revuelta liberal (Primavera de los pueblos).

La revuelta se inició en Viena y provocó la caída de Metternich.

Se eligió una Asamblea Constituyente mediante sufragio universal.

El emperador abdicó.

Surgen movimientos nacionalistas en Praga, Polonia y Croacia reclamando la igualdad de derechos entre los distintos pueblos. También hubo movimientos en Lombardía y Venecia, y Hungría proclamó su independencia.

Todos fueron derrotados pero el Imperio austriaco se vio obligado a introducir reformas. Se convirtió en una monarquía dual con dos Estados, Austria y Hungría.

En 1815 Italia estaba dividida en diversos estados. En la década de 1830 surgió el movimiento nacionalista Risorgimento. La joven Italia (Mazzini) reclamaba la creación de una república democrática unitaria. El fracaso de los intentos revolucionarios de 1848 dejó la situación como estaba. Solo en el Piamonte se consolidó un Estado constitucional bajo la dinastía de los Saboya. Su primer ministro, Cavour, fue el impulsor de la unificación.

El proceso fue el resultado de una doble estrategia: la revolución de Mazzini y la moderada de Cavour. Cavour consiguió anexionar la Lombardía y los Estados centrales tras derrotar a Austria con apoyo francés. Garibaldi, republicano mazziniano, emprendió la conquista del reino de las Dos Sicilias y reconoció a Víctor Manuel II como rey. La unidad se completó con la anexión del Véneto tras derrotar a Austria y la de los Estados Pontificios en 1870. El nuevo Estado tuvo que enfrentarse a tres problemas: la hostilidad del Papado, los contrastes entre el sur industrializado y el sur atrasado, y el carácter incompleto de la unificación (Istria y Trento quedaron fuera).

Existía un componente cultural del nacionalismo alemán reforzado por el Romanticismo. Núcleos liberales reclamaban la construcción de una nación. En el Congreso de Viena se creó la Confederación Germánica (39 Estados) entre ellos dos potencias, Prusia y el Imperio Austriaco. Se creó una Unión Aduanera (Zollverien, 1834) que fue el primer paso para la unidad. Austria quedó fuera y Prusia tomó la iniciativa de la unificación. Durante la revolución de 1848 se formó un Parlamento en Frankfurt que ofreció la corona de Alemania al rey Federico Guillermo de Prusia. Este rechazó la vía democrática e impuso la estrategia de su canciller, Bismarck. Prusia dirigió la unificación desde su supremacía militar y económica. El proceso se inició con una guerra contra Dinamarca (1864) y la anexión de los ducados de Scheleswig y Holstein. Tras derrotar a Austria (1866) y Francia (1870-1874) se cohesionaron los estados germánicos.

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