Romanización de Hispania: proceso y consecuencias

Introducción

La presencia romana en la península ibérica se prolongó desde finales del s. III a.C, momento en que se inició la conquista, hasta principios del s. V d.C, cuando el desmembramiento del Imperio favoreció el asentamiento en Hispania de algunos grupos de pueblos germánicos. Durante este tiempo la Península fue un territorio más dentro de un imperio que abarcaba la totalidad de las tierras que baña el Mediterráneo.

Desarrollo

La lucha por el predominio en el Mediterráneo entre Cartago y Roma, dará lugar a las llamadas Guerra Púnicas, la segunda de las cuales tendrá como protagonista a la Península que será uno de los escenarios de batalla. A partir de ahí, los romanos entrarán en la Península y la irán sometiendo en un proceso largo (más de 200 años).

Llamamos proceso de romanización a la introducción en Hispania (por vía pacífica o por la fuerza) de los elementos de su organización social, política y cultural. Estos elementos entran en relación con las sociedades indígenas, imponiéndose los elementos romanos. Este proceso es más intenso en el este y sur, y es débil en el norte. Los vehículos fueron:

  • La difusión del latín: solo subsistió el vascuence de las lenguas prerromanas
  • Los militares, funcionarios y comerciantes que llegaron a Hispania
  • Fundación de numerosas ciudades. Las que ya existían se integraron rápidamente en las estructuras de los romanos.

Los cauces a través de los cuales se impuso la romanización fueron los siguientes:

  • La administración territorial. Durante la conquista de Hispania, Roma la dividió en dos provincias. Cuando casi toda la Península estaba ya conquistada, la reforma administrativa de Augusto (27 a.C.) estableció dos tipos de provincias en todo el Imperio, según su grado de asimilación a Roma: las plenamente pacificadas y que, por tanto, no necesitaban la presencia permanente de legiones, se convirtieron en provincias senatoriales, bajo la administración del Senado de Roma; las de más reciente conquista, en las que las legiones seguían siendo necesarias, quedaban bajo la administración y control directo del emperador, en su calidad de jefe supremo del ejército, por lo que tenían el rango de provincias imperiales. Como resultado de esta reforma, Hispania fue dividida en tres provincias: dos imperiales, Tarraconensis (capital Tarraco) y Lusitania (Emérita) y una senatorial Baetica (Corduba). En tiempos de Teodosio se configurarían 6 provincias (Baetica, Lusitania, Tarraconensis, Gallaecia, Cartaginensis, Balearica) más la Mauritania Tingitana que pertenecía a la Diócesis Hispaniorum.
  • Todas la provincias estaba dirigidas por un pretor, ayudado por otros magistrados y aconsejado por un consilium. En función del tipo de provincia, tenía potestad militar o no.

La organización económica. La península Ibérica se integra en una entidad que explota sistemáticamente todos los recursos utilizando para ello la mano de obra esclava.

Se impone como modelo de producción agrícola el latifundio, se incorporan sistemas de cultivos y herramientas. La península Ibérica se integra en Roma cuya división territorial agrícola se realiza en función de las cualidades agronómicas del territorio. En este sentido la ciudad se convierte en un factor fundamental, no solo como centro de las actividades políticas, administrativas, sociales o culturales, sino como centro artesanal y comercial de ámbito local, comarcal o provincial.

Roma también impuso su organización social, basada en la riqueza y en la posición administrativa. Grosso modo se clasificarían en: los honestiores que incluirían la aristocracia (senado) los caballeros (equites) y las élites indígenas, que conformaban las oligarquías urbanas; los humiliores, donde encontramos a los comerciantes, artesanos (organizados en collegia) y los campesinos; en el último escalón los esclavos

Roma es una civilización urbana y, por ende, el desarrollo urbano es otro de los factores del proceso de romanización. Se renovaron ciudades (sobre todo S y SE) y se crearon nuevas, ubicadas en puntos estratégicos para el control del territorio, organizadas a partir de una estructura ortogonal (cardus y decumanus). Además todas bien comunicadas entre sí y con las ciudades del Imperio gracias a las calzadas. Las ciudades organizan la vida de los romanos y por tanto de los hispanorromanos, pues en ellas se encuentran las principales estructuras político-administrativas, jurídicas, económicas, sociales y culturales. Además controlan el territorio adyacente. Dependiendo de su importancia y de la aceptación de la romanización tienen distinto estatus (federadas o aliadas, estipendiarias, colonias). El gobierno de las mismas quedaba en manos de la oligarquía local, que evoluciona a estructuras propias de las ciudades romanas (funcionarios); las ciudades se ven afectadas por la evolución política de Roma, alcanzando los mismos parámetros (derecho latino y ciudadanía romana concedida por Caracalla a todos los ciudadanos libres del Imperio Romano, 212 d.C).

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