De Hispania al Imperio Español: Romanos, Visigodos y la Casa de Austria

La Hispania Romana

La llegada de Roma a la península se debe al conjunto de Guerras Púnicas, con las que los romanos derrotaron a los cartagineses y comenzaron la conquista. Esta conquista va a ser muy larga, dura dos siglos, lo que favorece la romanización. La romanización tiene dos protagonistas principales: los soldados romanos y las élites sociales locales, las cuales están interesadas en participar, ya que les interesa integrarse para poder mantener sus privilegios. El legado cultural de la romanización es inmenso:

  • La lengua latina, que se difunde rápidamente a través de los soldados y la administración. Al mezclarse con las lenguas autóctonas, da lugar al latín vulgar y, más tarde, a las lenguas romances.
  • El derecho romano, que defiende los derechos individuales y la propiedad privada.
  • Un intenso proceso de urbanización, en el cual aumentan de tamaño y poder ciudades ya existentes como Córdoba y aparecen otras nuevas como Emerita Augusta (Mérida). Se realizan grandes construcciones urbanas, en las que destacan acueductos (como el de Segovia), murallas, teatros, anfiteatros, templos, etc.
  • Se mejoran las vías de comunicación con la construcción de calzadas para facilitar el movimiento de tropas y mejorar el comercio, destacando la Vía Augusta y la Vía de la Plata.
  • La religión romana, inicialmente politeísta y bastante permisiva, aunque era obligatorio el culto al emperador. Posteriormente, el cristianismo se difundirá por el Imperio.

Por otro lado, Hispania aportó a Roma figuras importantes como los emperadores Trajano, Adriano y Marco Aurelio, o filósofos como Séneca.

El Reino Visigodo y la Unificación Peninsular

La presencia de Roma entra en decadencia debido a la crisis interna del siglo III (política, económica y social) y a la presión de los pueblos bárbaros en las fronteras. Como consecuencia, comienza la ruralización de la sociedad y se establecen las relaciones de colonato, lo que facilita la penetración de los bárbaros. La retirada romana viene precedida por el acuerdo entre romanos y visigodos para expulsar a otros invasores (suevos, alanos y vándalos) de la península.

Los visigodos se establecen definitivamente en la península tras la caída del Imperio Romano de Occidente (476) y su derrota ante los francos en la batalla de Vouillé (507), situando su capital en Toledo. Para gobernar a la población hispanorromana, acuerdan una política unificadora en tres aspectos fundamentales:

  • Unificación Territorial: Leovigildo conquista casi toda la Península, sometiendo a los suevos y arrinconando a los bizantinos.
  • Unificación Religiosa: Recaredo, hijo de Leovigildo, se convierte al catolicismo en el III Concilio de Toledo (589), abandonando el arrianismo visigodo.
  • Unificación Legislativa: Recesvinto promulgó el Liber Iudiciorum (posteriormente conocido como Fuero Juzgo), un código de leyes común para visigodos e hispanorromanos.

Los visigodos son gobernados por una monarquía electiva, aunque hubo intentos de convertirla en hereditaria, lo que generó constantes problemas sucesorios y luchas de poder con la nobleza. El rey era elegido teóricamente por la Asamblea de hombres libres (aunque en la práctica por la alta nobleza y el clero) y gobernaba con la ayuda del Aula Regia (consejo asesor) y los Concilios de Toledo (asambleas eclesiásticas con gran peso político). La crisis del Imperio Romano acentúa la ruralización, y los esclavos, aunque no desaparecen, tienden a ser sustituidos por siervos dependientes.

El Imperio Español bajo los Austrias Mayores: Carlos I y Felipe II

En 1516, Carlos I es coronado rey de las Coronas hispánicas, llegando desde Flandes con consejeros flamencos y sin conocer la cultura, tradición ni lengua castellana. Esto genera descontento entre los castellanos, quienes temen que la Corona de Castilla pierda importancia.

Política Interior: Comunidades, Germanías y Centralización

Tras la muerte de su abuelo Maximiliano I, el emperador electo, Carlos marcha al Sacro Imperio Romano Germánico para ser coronado emperador (Carlos V), lo que provoca el Levantamiento de las Comunidades en Castilla (1520-1521), liderado por sectores de la nobleza baja, la burguesía urbana y el campesinado. Carlos regresa, derrota a los comuneros en la batalla de Villalar (1521) y, simultáneamente, se enfrenta a las Germanías en Valencia y Mallorca (1519-1523), una revuelta de carácter más social. Tras sofocar ambas rebeliones, consolida a Castilla como el centro político y económico de su vasto imperio. Más tarde, su hijo Felipe II establece la capital permanente en Madrid (1561), reorganiza la administración mediante consejos, enfrenta levantamientos en Aragón (Alteraciones de Aragón, 1591) por tensiones forales y tiene que combatir la rebelión de los moriscos en las Alpujarras (1568-1571).

Política Exterior: Hegemonía, Conflictos y Religión

En política exterior, tanto Carlos I como Felipe II lucharon por mantener la hegemonía europea. El principal rival fue Francia, contra la que se libraron numerosas guerras, resultando victorioso Felipe II en la decisiva batalla de San Quintín (1557). Con Inglaterra, las relaciones se deterioraron bajo Felipe II; los ataques corsarios a barcos españoles afectaban el monopolio comercial americano. El intento de invasión con la Felicísima Armada (Armada Invencible) en 1588 fracasó estrepitosamente, consolidando a Inglaterra como potencia naval atlántica. Los otomanos, que amenazaban el Mediterráneo y Europa central, fueron combatidos (asedio de Viena, lucha en el Mediterráneo), logrando una importante victoria naval en Lepanto (1571), aunque no definitiva.

En los conflictos religiosos derivados de la Reforma Protestante, Carlos I luchó contra los príncipes alemanes luteranos en el Sacro Imperio (Paz de Augsburgo, 1555). Felipe II, como defensor del catolicismo, se enfrentó a la sublevación de las Provincias Unidas (Países Bajos), que buscaban independencia política y religiosa (Guerra de los Ochenta Años). En 1580, Felipe II es coronado rey de Portugal, uniendo toda la Península Ibérica bajo una misma corona (Unión Ibérica) y asegurando temporalmente la hegemonía española, pese a los graves problemas económicos que desembocaron en cuatro bancarrotas durante ambos reinados.

Los Austrias Menores: Valimiento y Crisis del Siglo XVII

El fenómeno del Valimiento surge durante el reinado de los llamados Austrias Menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II). Su escasa vocación política, sus intereses personales y la creciente complejidad administrativa les llevaron a delegar las tareas de gobierno en figuras de confianza, los validos, como el duque de Lerma (con Felipe III) y el conde-duque de Olivares (con Felipe IV).

El Valimiento y la Política Interior

En política interior, durante el reinado de Felipe III, el duque de Lerma trasladó temporalmente la capital a Valladolid (1601-1606). La decisión más trascendental fue la expulsión de los moriscos (1609-1614), acusados de falsa conversión y de colaborar con los turcos y piratas berberiscos, lo que tuvo graves consecuencias demográficas y económicas, especialmente en la agricultura de Valencia y Aragón.

Política Exterior: Guerra de los Treinta Años y Pérdida de Hegemonía

En política exterior, Felipe III y Lerma buscaron reducir los conflictos heredados (política pacifista o *Pax Hispanica*), firmando la Tregua de los Doce Años (1609-1621) con las Provincias Unidas y el Tratado de Londres (1604) con Inglaterra. Sin embargo, España se involucró en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), un complejo conflicto europeo con raíces religiosas y políticas, donde el Sacro Imperio y España (el bando católico Habsburgo) combatieron contra potencias protestantes y católicas rivales como Suecia, Dinamarca, las Provincias Unidas y, finalmente, Francia.

Con Felipe IV, su valido, el conde-duque de Olivares, intentó recuperar la hegemonía española y reformar la monarquía mediante un ambicioso programa. Su proyecto más conocido fue la Unión de Armas (1626), que pretendía obligar a todos los territorios hispánicos (no solo a Castilla) a contribuir con dinero y soldados a un ejército común, lo que provocó enormes descontentos y resistencias forales. En 1640 estalló una grave crisis: los Condados Catalanes (Cataluña) se rebelaron (Guerra dels Segadors) tras negarse a colaborar en la guerra contra Francia, llegando a ponerse bajo protección francesa. Simultáneamente, en la Corona de Portugal también surgieron levantamientos que culminaron en su independencia definitiva, reconocida por España en 1668. En Castilla, las continuas guerras, la presión fiscal, las crisis económicas y de subsistencia generaron pobreza y motines populares. La Guerra de los Treinta Años finalizó en 1648 con la Paz de Westfalia, que reconoció la independencia de las Provincias Unidas y marcó el declive del poder imperial español. Sin embargo, el conflicto con Francia continuó hasta la Paz de los Pirineos en 1659, que confirmó la pérdida de territorios y el fracaso de España como potencia hegemónica en Europa, cediendo ese papel a Francia.

Sociedad, Economía y Cultura en la España de los Austrias (Siglos XVI-XVII)

Crisis Demográfica y Reorganización Social

Durante el siglo XVII, principalmente, hay una disminución de la población debido a las guerras, la emigración a América, las epidemias y la expulsión de los moriscos. Se produce una reorganización de la sociedad, que continúa siendo de régimen señorial y estamental (nobleza, clero y estado llano). Se acentúa una fuerte polarización social: existe una minoría muy rica (alta nobleza y alto clero), un aumento considerable de los marginados (pícaros, mendigos) y una práctica desaparición de las clases medias (burguesía) debido a la crisis de los artesanos y del comercio interior. Dentro de las clases privilegiadas, la alta nobleza aumenta sus riquezas y poder, y hay más nobles en general, ya que la Corona, necesitada de ingresos, pone a la venta títulos nobiliarios (inflación de honores). También aumenta el número del bajo clero, ya que la vida religiosa ofrecía un sustento.

Crisis Económica

Se produce una profunda crisis económica en el siglo XVII, causada por varios factores: la disminución de la producción agrícola (crisis agraria) por factores climáticos, descenso demográfico y abandono de tierras; la disminución de la llegada de metales preciosos de América (menos barcos y agotamiento de algunas minas); y una fuerte inflación (Revolución de los Precios), ya iniciada en el siglo XVI por la llegada masiva de plata americana, agravada por las continuas devaluaciones de la moneda (vellón) y los enormes gastos militares y suntuarios de la Corona y la nobleza.

Esplendor Cultural: Renacimiento y Siglo de Oro

Paradójicamente, este periodo de crisis política y económica coincide con un gran esplendor cultural.

En la cultura del siglo XVI, se desarrolla el Humanismo, con focos como la Escuela de Salamanca, y el arte del Renacimiento. Destacan, en arquitectura, figuras como Juan de Herrera y su obra cumbre, el monasterio de El Escorial, o las pinturas manieristas de El Greco. En literatura, florece la novela picaresca con obras anónimas como El Lazarillo de Tormes, y la poesía italianizante de Garcilaso de la Vega.

El siglo XVII es el periodo de máximo esplendor cultural, conocido como el “Siglo de Oro” español (aunque abarca también parte del XVI). En literatura, destacan genios universales como Miguel de Cervantes (Don Quijote), dramaturgos como Lope de Vega, y poetas como Francisco de Quevedo o Luis de Góngora, máximos exponentes del Barroco literario (conceptismo y culteranismo). En pintura barroca, sobresalen maestros como Diego Velázquez, Bartolomé Esteban Murillo, Zurbarán o Ribera.

Descubrimiento, Conquista y Colonización de América

El Descubrimiento y las Primeras Exploraciones

En 1492, Cristóbal Colón descubrió América tras partir desde el Puerto de Palos (Huelva), habiendo firmado previamente las Capitulaciones de Santa Fe con los Reyes Católicos, que le otorgaban privilegios sobre las tierras descubiertas. El 12 de octubre llegó a la isla de Guanahaní (posiblemente San Salvador), que él llamó La Española, creyendo haber llegado a las Indias Orientales. Posteriormente realizó tres viajes más, explorando otras islas del Caribe y costas de Sudamérica y Centroamérica. Este descubrimiento generó conflictos diplomáticos entre Portugal y España por el control de las nuevas rutas atlánticas, lo que llevó a la firma del Tratado de Tordesillas (1494) para delimitar las áreas de exploración y conquista de ambos reinos mediante un meridiano.

La conquista se dividió en varias fases. Hasta aproximadamente 1520 se realizaron principalmente viajes de exploración y ocupación de las Antillas. Destacan figuras como Núñez de Balboa, quien en 1513 atravesó el istmo de Panamá y descubrió el Océano Pacífico, confirmando que las nuevas tierras formaban un continente distinto a Asia (las Indias Occidentales), y Ponce de León, quien llegó a La Florida en 1513.

La Conquista de los Grandes Imperios

Entre 1520 y 1550 tuvieron lugar las grandes conquistas continentales. La más significativa fue la de Hernán Cortés, que con un reducido número de españoles y aliados indígenas, derrotó al Imperio Azteca (Mexica) entre 1519 y 1521, conquistando su capital, Tenochtitlán. Poco después, Francisco Pizarro conquistó el Imperio Inca (Tahuantinsuyo) entre 1531 y 1533, aprovechando la guerra civil inca y aliándose también con pueblos sometidos por los incas. Paralelamente, se exploraron y conquistaron otros vastos territorios como el suroeste de América del Norte, Centroamérica, la región de Argentina y Chile, y la cuenca del Orinoco.

Organización Colonial y Debate sobre los Indígenas

La colonización de los nuevos territorios se realizó bajo la administración de la Corona de Castilla. Se crearon instituciones específicas para gestionar los asuntos americanos: el Consejo de Indias (máximo órgano asesor del rey en materia legislativa, judicial y eclesiástica para América) y la Casa de Contratación en Sevilla (para controlar y organizar el comercio con América y el flujo de pasajeros). En 1512 se promulgaron las primeras Leyes de Indias (Leyes de Burgos), que intentaron regular el trato a los indígenas estableciendo el sistema de la encomienda: los indígenas eran considerados vasallos libres de Castilla, pero eran encomendados a un colono español (encomendero) que debía protegerlos y evangelizarlos a cambio de su trabajo o tributo. Sin embargo, este sistema derivó frecuentemente en abusos y explotación laboral. Frailes como Fray Bartolomé de las Casas denunciaron vehementemente esta situación y la brutalidad de la conquista, logrando la promulgación de las Nuevas Leyes de Indias en 1542, que buscaban mejorar las condiciones y proteger a los indígenas (prohibiendo la esclavitud indígena y limitando las encomiendas), aunque su aplicación fue difícil y a menudo fracasaron en la práctica debido a la resistencia de los colonos.

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