La Guerra Civil Española (1936-1939): Orígenes, Desarrollo y Consecuencias de un Conflicto Decisivo

Orígenes del Conflicto y la Sublevación Militar

La Guerra Civil Española (1936-1939) tuvo sus raíces en una compleja amalgama de factores sociales, económicos, políticos e ideológicos que se habían ido gestando durante décadas, agudizados por la inestabilidad de la Segunda República y la percepción de amenaza que el programa reformista del Frente Popular (coalición de izquierdas vencedora en las elecciones de febrero de 1936) supuso para los sectores más conservadores de la sociedad española.

Entre abril y julio de 1936, tras el triunfo del Frente Popular, un grupo de altos mandos militares, liderados por el general Emilio Mola (apodado «el Director»), comenzó a organizar una conspiración para derrocar al gobierno republicano. Mola diseñó un plan de sublevación simultánea en diversas guarniciones militares, contando con el apoyo de tramas civiles (monárquicos, carlistas, falangistas) y grupos paramilitares. El asesinato del líder derechista José Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936, en represalia por el previo asesinato del teniente de la Guardia de Asalto José del Castillo, actuó como catalizador y precipitó los acontecimientos.

El levantamiento militar se inició en el Protectorado de Marruecos, en Melilla, la tarde del 17 de julio de 1936. Al día siguiente, Francisco Franco secundó el alzamiento en Canarias, desde donde se trasladó a Tetuán (Marruecos español) para tomar el mando del Ejército de África, la fuerza más experimentada del bando sublevado. La sublevación se extendió rápidamente a la Península Ibérica durante los días 18 y 19 de julio.

El golpe de Estado, sin embargo, no triunfó de manera inmediata en todo el territorio, lo que condujo al país a una guerra civil. En la Península, la sublevación fracasó en grandes ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia, así como en otras importantes áreas industriales y regiones como Asturias, Cantabria y gran parte del País Vasco (excepto Álava). Sin embargo, triunfó en Castilla la Vieja, Navarra (donde Mola tenía su centro de operaciones), Galicia, y en ciudades clave de Andalucía como Sevilla (gracias a la audaz acción de Queipo de Llano), Córdoba y Granada, además de Zaragoza y las Islas Baleares (excepto Menorca) y Canarias.

La Dimensión Internacional del Conflicto

La Guerra Civil Española trascendió rápidamente las fronteras nacionales, convirtiéndose en un campo de pruebas para las grandes corrientes ideológicas y potencias que se enfrentarían pocos años después en la Segunda Guerra Mundial: el fascismo, el comunismo y las democracias liberales. La Sociedad de Naciones se mostró inoperante.

Las principales potencias democráticas europeas, Reino Unido y Francia, impulsaron una política de No Intervención, temerosas de que el conflicto español derivara en una guerra europea. Se creó un Comité de No Intervención en Londres, al que se adhirieron formalmente 27 países, incluyendo Alemania, Italia y la URSS, aunque estas potencias lo incumplieron sistemáticamente.

En la práctica, esta política de no intervención perjudicó principalmente a la República, que encontró dificultades para adquirir armamento. Sus principales apoyos fueron:

  • La URSS: Suministró material bélico (aviones, tanques, artillería), asesores técnicos y pilotos, aunque a cambio de las reservas de oro del Banco de España (el conocido como “Oro de Moscú”).
  • Las Brigadas Internacionales: Unidades compuestas por aproximadamente 35.000 voluntarios antifascistas procedentes de más de 50 países, que representaron una importante ayuda moral y militar, especialmente en la defensa de Madrid.
  • México: Bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, ofreció apoyo diplomático y ayuda material limitada, además de acoger a numerosos refugiados republicanos al finalizar la guerra.

Por su parte, el bando sublevado recibió un apoyo militar decisivo y constante de:

  • La Italia fascista de Mussolini: Envió armamento, aviones y un cuerpo de ejército expedicionario, el Corpo Truppe Volontarie (CTV), con unos 70.000 hombres.
  • La Alemania nazi de Hitler: Proporcionó armamento moderno, apoyo logístico y, fundamentalmente, la aviación de la Legión Cóndor, cuya intervención fue tecnológicamente superior y tristemente célebre por bombardeos como el de Guernica.
  • Portugal: El régimen de Salazar ofreció apoyo logístico, permitió el tránsito de suministros para los sublevados y la actuación de voluntarios (los «Viriatos»).

El Desarrollo de los Acontecimientos Militares

Inicialmente, las fuerzas parecían equilibradas en número, pero la República carecía de una estructura militar cohesionada y de un mando unificado, dependiendo en gran medida de las milicias populares. En contraste, los sublevados contaban con una parte importante del ejército profesional, especialmente las disciplinadas y experimentadas tropas africanistas.

Primera Fase: Guerra de Columnas y la Batalla por Madrid (julio 1936 – marzo 1937)

Esta etapa inicial se caracterizó por una guerra de columnas (hasta noviembre de 1936), donde pequeñas agrupaciones militares intentaban asegurar rápidamente el territorio. La República tuvo que reorganizar sus fuerzas, disolviendo parte del ejército que se había sublevado y apoyándose inicialmente en las milicias populares organizadas por partidos y sindicatos, antes de crear el Ejército Popular Regular. Durante los primeros meses, el bando sublevado, gracias a la superioridad inicial de sus tropas profesionales (especialmente el Ejército de África), logró avances significativos, como el enlace de las zonas controladas en el norte y el sur tras la toma de Badajoz (agosto de 1936), que fue acompañada de una brutal represión.

Tras la simbólica liberación del Alcázar de Toledo (septiembre de 1936), Franco fue nombrado Generalísimo de los ejércitos y Jefe del Gobierno del Estado sublevado (1 de octubre de 1936), unificando el mando militar y político. El principal objetivo se centró en la toma de Madrid. Sin embargo, la tenaz resistencia republicana, bajo el lema «¡No pasarán!», apoyada por las primeras Brigadas Internacionales y material soviético, infligió el primer gran revés a los sublevados en la Batalla de Madrid (noviembre de 1936). Intentos posteriores de cercar la capital también fracasaron, como en las batallas del Jarama (febrero de 1937) y Guadalajara (marzo de 1937), donde las tropas republicanas obtuvieron una importante victoria frente a las tropas italianas del CTV.

Segunda Fase: La Campaña del Norte y la Batalla del Ebro (abril 1937 – noviembre 1938)

Tras el fracaso en Madrid, Franco cambió de estrategia y centró sus esfuerzos en la conquista de la franja cantábrica (País Vasco, Cantabria y Asturias), una zona industrial y minera vital para la República que había quedado aislada. Entre abril y octubre de 1937, cayeron sucesivamente Bilbao (junio), Santander (agosto) y Gijón (octubre). Esta campaña, que incluyó el tristemente célebre bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor (26 de abril de 1937), supuso un duro golpe para la República y permitió a los sublevados concentrar sus fuerzas y recursos en otros frentes.

Para aliviar la presión sobre el norte, la República lanzó ofensivas de distracción como las de Brunete (julio de 1937) y Belchite (agosto-septiembre de 1937), que no lograron sus objetivos estratégicos. Posteriormente, las tropas franquistas lanzaron la ofensiva de Aragón (marzo-abril de 1938), rompiendo el frente y alcanzando el Mediterráneo en Vinaroz (Castellón) el 15 de abril de 1938. Este avance dividió en dos la zona republicana y aisló a Cataluña del resto del territorio leal.

La República lanzó su última gran ofensiva, la Batalla del Ebro (25 de julio – 16 de noviembre de 1938), en un intento desesperado por revertir la situación, desgastar al enemigo y reconectar las dos zonas. Fue la batalla más larga, cruenta y decisiva de la guerra. A pesar de los éxitos iniciales republicanos, la superioridad material y aérea franquista se impuso. Su desenlace, con la derrota republicana y un enorme desgaste material y humano, selló prácticamente el destino del conflicto.

Tercera Fase: El Fin de la Guerra (noviembre 1938 – abril 1939)

Esta última fase se caracterizó por la progresiva descomposición interna de la República y el avance imparable de las tropas franquistas. Tras la derrota en el Ebro, Franco lanzó la ofensiva sobre Cataluña (diciembre de 1938 – febrero de 1939). Barcelona cayó el 26 de enero de 1939, provocando un éxodo masivo de cientos de miles de refugiados civiles y militares hacia Francia (conocido como La Retirada).

En la zona centro-sur republicana, que aún resistía, crecieron las divisiones internas entre los partidarios de resistir a ultranza (liderados por el presidente del Gobierno, Juan Negrín, y los comunistas, que esperaban enlazar el conflicto español con la inminente guerra europea) y aquellos que, ante la evidencia de la derrota, buscaban una paz negociada para evitar mayores sufrimientos. En este contexto, el coronel Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro, protagonizó un golpe de Estado en Madrid (5 de marzo de 1939) contra el gobierno de Negrín, creando el Consejo Nacional de Defensa con la esperanza de negociar la rendición con Franco y evitar represalias masivas. Sin embargo, Franco exigió la rendición incondicional.

Las tropas franquistas entraron en Madrid el 28 de marzo de 1939 sin apenas resistencia, y en los días siguientes ocuparon el resto del territorio republicano (Valencia, Alicante, Cartagena). El 1 de abril de 1939, Franco emitió el último parte de guerra desde Burgos, declarando oficialmente el fin del conflicto: «En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.«

Evolución Política en las Zonas de Conflicto

4.1. La Zona Republicana: Revolución y Desunión

Inicialmente, el gobierno republicano de José Giral se vio desbordado por la sublevación. Se desató un proceso revolucionario espontáneo en muchas áreas, con la formación de comités y milicias obreras (principalmente anarquistas de la CNT-FAI y socialistas de la UGT) que asumieron el poder de facto. Esto llevó a una represión violenta e incontrolada («terror rojo») contra personas consideradas afines a los sublevados (terratenientes, empresarios, clero, políticos de derechas) y a un amplio proceso de colectivización de tierras e industrias, que el gobierno intentó encauzar y legalizar posteriormente. A pesar de los intentos del gobierno por mantener un marco legal y condenar los excesos, proliferaron las llamadas «checas» (centros de detención y ejecución extrajudicial controlados por organizaciones políticas y sindicales). Para intentar controlar la situación y administrar justicia, el gobierno creó los Tribunales Populares.

El gobierno de Francisco Largo Caballero (septiembre de 1936 – mayo de 1937), un socialista con amplio apoyo sindical, intentó reconstruir la autoridad del Estado. Se procedió a la militarización de las milicias, integrándolas en un Ejército Popular Regular. Ante el avance franquista sobre Madrid, el gobierno se trasladó a Valencia (noviembre de 1936). La situación económica se volvió cada vez más precaria, con escasez de alimentos y materias primas.

En Cataluña, coexistían el gobierno de la Generalitat (presidido por Lluís Companys) y el poder de las organizaciones obreras, especialmente la CNT-FAI, que impulsaban la revolución social como medio para ganar la guerra. Esta tensión culminó en los Hechos de Mayo de 1937 en Barcelona, un enfrentamiento armado entre facciones republicanas (anarquistas y el POUM contra comunistas, socialistas y el gobierno catalán).

La crisis de mayo provocó la caída de Largo Caballero y el ascenso de Juan Negrín (mayo de 1937 – marzo de 1939) a la presidencia del Gobierno. Negrín, apoyado por los comunistas del PCE (que ganaron una influencia creciente debido al apoyo militar soviético y a su disciplina organizativa), se centró en fortalecer el poder central y el esfuerzo bélico («resistir es vencer»), a menudo a costa de la revolución social. La influencia de la Komintern (Internacional Comunista) fue notable. El gobierno de Negrín se esforzó por construir un Estado fuerte y centralizado, trasladándose posteriormente a Barcelona (octubre de 1937). Se produjo una represión interna contra sectores considerados disidentes, como el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista, trotskista), anarquistas no colaboracionistas y algunos socialistas críticos, a menudo instigada o apoyada por agentes soviéticos.

En el País Vasco, el gobierno autónomo presidido por el lehendakari José Antonio Aguirre (PNV), constituido en octubre de 1936, mantuvo una postura diferenciada, defendiendo la propiedad privada y la libertad de culto católico, lo que contrastaba con el anticlericalismo de otras zonas republicanas.

4.2. La Zona Sublevada: La Construcción del Nuevo Estado Franquista

La sublevación se presentó como una reacción contra la Segunda República, la democracia parlamentaria, el liberalismo, el comunismo, el anarquismo y el separatismo. El sustento ideológico del nuevo régimen provino principalmente de Falange Española, los tradicionalistas (carlistas), y sectores conservadores, monárquicos y católicos.

Inicialmente, el poder en la zona sublevada recayó en una Junta de Defensa Nacional establecida en Burgos y presidida por el general Cabanellas, aunque Mola era una figura clave. Pronto se inició un rápido proceso de concentración de poder en la figura de Francisco Franco. Este ascenso fue facilitado por la muerte accidental del general Sanjurjo (líder inicial previsto para la sublevación, julio de 1936), el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera (fundador de Falange) en la zona republicana (noviembre de 1936), y la posterior muerte también accidental del general Mola (junio de 1937).

El 1 de octubre de 1936, Franco fue nombrado Generalísimo de los ejércitos y Jefe del Gobierno del Estado español. En abril de 1937, mediante el Decreto de Unificación, Franco creó Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET y de las JONS), un partido único que integraba a falangistas y carlistas (aunque con tensiones), quedando él como Jefe Nacional. En enero de 1938, Franco formó su primer gobierno regular en Burgos. Adoptó el título de «Caudillo de España por la Gracia de Dios» y comenzó a sentar las bases institucionales del nuevo régimen dictatorial, el franquismo.

Se derogó toda la legislación republicana y se promulgaron nuevas leyes fundamentales, como el Fuero del Trabajo (1938), de inspiración fascista y nacionalsindicalista, que ilegalizaba las huelgas y los sindicatos de clase. Un elemento central del nuevo Estado fue una represión sistemática, planificada y brutal («terror blanco» o «terror nacionalista») contra todos los considerados enemigos (republicanos, izquierdistas, masones, nacionalistas periféricos), con el objetivo no solo de ganar la guerra, sino de aniquilar física e ideológicamente al adversario. Esta represión se instrumentalizó a través de consejos de guerra sumarísimos que aplicaban la legislación militar de forma retroactiva, buscando una apariencia de legalidad, y mediante ejecuciones extrajudiciales. Se implementó una política económica fuertemente intervencionista y autárquica, con control estatal sobre la producción, los precios y el comercio exterior. La ayuda militar de Alemania e Italia generó una importante deuda que se saldaría en parte con el envío de materias primas y productos agrícolas españoles.

Un pilar fundamental del régimen fue el apoyo incondicional de la jerarquía de la Iglesia Católica, que calificó la guerra como una «Cruzada» de liberación contra el ateísmo y el comunismo, legitimando la sublevación y la represión. La Iglesia recuperó su influencia social, educativa y moral perdida durante la República, convirtiéndose en un instrumento clave de control social del nuevo régimen.

Consecuencias de la Guerra Civil

La Guerra Civil Española dejó un saldo trágico y consecuencias profundas y duraderas en múltiples ámbitos:

  • Pérdidas humanas y demográficas: Un elevadísimo número de muertos, estimado entre 500.000 y 600.000 personas, incluyendo fallecidos en combate, víctimas de la represión en ambas retaguardias durante la guerra, bombardeos, hambre, enfermedades, y los ejecutados en la dura posguerra. A esto se suma el drama del exilio republicano: cientos de miles de españoles (alrededor de medio millón) se vieron forzados a abandonar el país, buscando refugio principalmente en Francia, México, la Unión Soviética y otros países latinoamericanos. Esto supuso una irreparable pérdida de capital humano, científico e intelectual para España, y un descenso de la natalidad.
  • Repercusiones económicas: Fueron nefastas, con la destrucción masiva de infraestructuras (viviendas, comunicaciones, industrias), del tejido productivo y del campo; la pérdida de las reservas de oro del Banco de España (enviadas a la URSS); y un drástico descenso de la producción agrícola e industrial. Esto se tradujo en un largo periodo de escasez, racionamiento y mercado negro (el «estraperlo»), conocido como los «años del hambre», que se prolongaron hasta bien entrada la década de 1950.
  • Consecuencias políticas: El fin de la experiencia democrática de la Segunda República y la instauración de una larga dictadura militar, el régimen franquista, que se prolongaría durante casi cuarenta años (1939-1975). Esta dictadura se caracterizó por la ausencia de libertades políticas y sindicales, la concentración de todos los poderes en Franco, la represión sistemática de la oposición y el nacionalcatolicismo como ideología oficial. Inicialmente, el régimen sufrió un notable aislamiento internacional tras la Segunda Guerra Mundial, debido a sus simpatías con las potencias del Eje derrotadas, aunque este aislamiento se iría mitigando con el inicio de la Guerra Fría.
  • Impacto social y moral: El final de la guerra no supuso la paz ni la reconciliación, sino la imposición de la «victoria» de un bando sobre el otro. Se instauró una dura y sistemática represión política y social (la «depuración») contra los vencidos y cualquier forma de disidencia, que afectó a todos los ámbitos de la vida (fusilamientos, encarcelamientos masivos en prisiones y campos de concentración, expropiaciones, depuraciones laborales y profesionales) y se prolongó durante décadas. La sociedad quedó profundamente dividida y traumatizada, con la pérdida de derechos y libertades fundamentales. El resurgimiento de la influencia de la Iglesia Católica, que apoyó al bando sublevado, fue un elemento clave del nuevo orden social.

La Guerra Civil Española no solo marcó trágicamente la historia contemporánea de España, sino que también fue un preludio de la Segunda Guerra Mundial, donde se ensayaron nuevas armas y tácticas bélicas, y se enfrentaron las grandes ideologías del siglo XX. Dejó una profunda y duradera huella en la sociedad española, cuyas secuelas y divisiones han marcado la memoria histórica del país durante generaciones.

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