Antecedentes: Del Fin de la Monarquía a la República
La dictadura de Primo de Rivera empezó a debilitarse a pesar de que, durante los años 20, hubo crecimiento económico gracias a inversiones del Estado en obras públicas y a la creación de monopolios como CAMPSA o Telefónica. Pero en 1929 llegó el crack económico mundial, que afectó a España y debilitó el régimen. En 1930, Primo de Rivera dimitió y el rey Alfonso XIII puso al general Berenguer al frente del gobierno, en un intento de volver poco a poco a la democracia. Este período se conoce como la “Dictablanda”. Berenguer no logró avanzar con rapidez, y la oposición se reorganizó. En agosto de 1930, se firmó el Pacto de San Sebastián, donde varios grupos republicanos acordaron acabar con la monarquía. Hubo intentos de sublevación militar, como la de Jaca en diciembre de 1930, pero fracasaron. Finalmente, tras varias dimisiones, se convocaron elecciones municipales en abril de 1931. Aunque los monárquicos ganaron en número total de concejales, los republicanos triunfaron en las grandes ciudades. Esto llevó al exilio del rey y a la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931.
La Constitución de 1931
Tras la proclamación de la República, se organizó un gobierno provisional para redactar una nueva Constitución. En las elecciones de junio de 1931, ganaron los republicanos y socialistas. Por primera vez, las mujeres podían ser elegidas diputadas, y entraron en el Parlamento tres de ellas: Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken. La Constitución de 1931 fue muy avanzada para su tiempo: declaró a España como una “República de trabajadores”, reconoció derechos sociales, la igualdad legal de hombres y mujeres, y permitió la autonomía de las regiones. También estableció un sistema político unicameral y una presidencia elegida por las Cortes.
El Bienio Reformista (1931-1933)
Con Manuel Azaña como jefe de gobierno, se intentaron llevar a cabo muchas reformas. Se apostó por la educación (construcción de escuelas y contratación de maestros), la autonomía de Cataluña (aprobación del Estatuto en 1932) y cambios sociales. Sin embargo, hubo muchos conflictos, como la revuelta anarquista de Casas Viejas en 1933, que fue duramente reprimida. También hubo tensiones con la Iglesia, a la que se le quitaron privilegios, lo que provocó enfrentamientos.
En 1933, Alcalá-Zamora retiró su apoyo a Azaña y se convocaron nuevas elecciones.
El Bienio Conservador (1933-1935)
En las elecciones de 1933 ganó la derecha. Aunque el partido más votado fue la CEDA, el presidente encargó el gobierno al Partido Radical. Durante este tiempo se frenaron muchas reformas de la etapa anterior. Cuando la CEDA entró en el gobierno en 1934, la izquierda respondió con una huelga general. En Asturias, la protesta se convirtió en una revolución socialista, y en Cataluña, Companys proclamó el Estado Catalán. Ambos fueron reprimidos duramente.
La derecha se radicalizó aún más, y surgieron grupos como la Falange. En 1935, un escándalo de corrupción (el estraperlo) hundió al Partido Radical, y se convocaron nuevas elecciones para febrero de 1936.
Las Elecciones de 1936 y el Frente Popular
En un contexto de creciente tensión y con el fascismo avanzando en Europa, la izquierda española se unió en el Frente Popular. Ganaron las elecciones y retomaron las reformas republicanas. Se liberó a los presos de la revolución de 1934, se restauró el Estatuto de Cataluña y se avanzó en la reforma agraria.
Pero la violencia social aumentó, con constantes enfrentamientos entre la extrema derecha y la extrema izquierda. En mayo de 1936, Manuel Azaña fue nombrado presidente de la República. Sin embargo, el nuevo gobierno no consiguió frenar la crisis ni evitar el golpe militar que estallaría el 18 de julio de 1936, dando inicio a la Guerra Civil.
El Golpe de Julio de 1936 y la División de España
El 17 de julio de 1936 comenzó un golpe de Estado en Ceuta y Melilla que se extendió a la Península al día siguiente. Tuvo éxito en zonas como Canarias, Galicia, Navarra, León, Álava y Baleares (menos Menorca), pero fracasó en ciudades importantes como Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao, donde la República armó a las milicias. Esto dividió España en dos: la zona republicana y la sublevada.
A diferencia de los golpes del siglo XIX, este no terminó pronto, sino que desembocó en una guerra civil, en gran parte por la ayuda extranjera. Alemania e Italia apoyaron desde el principio a los sublevados con tropas (como la Legión Cóndor y el Cuerpo de Tropas Voluntarias), mientras que la República solo pudo contar con la URSS y las Brigadas Internacionales.
En 1936 se creó el Comité de No Intervención, promovido por Reino Unido y Francia, que impidió a la República recibir más apoyo internacional. Aunque la URSS mandó asesores y armamento, la ayuda fue insuficiente frente a los recursos de los sublevados.
Gracias a los nazis, Franco pudo trasladar el Ejército de África a la Península, consolidar el control del sur y avanzar hacia Badajoz, donde aplicaron una represión brutal diseñada por Mola, basada en eliminar al enemigo.
Primera Fase (1936): La Resistencia en Madrid
Tras la muerte de Sanjurjo, los sublevados crearon una Junta de Defensa Nacional dirigida por Cabanellas, aunque en septiembre nombraron a Franco jefe del Estado y del Ejército.
El bando republicano estaba dividido entre anarquistas, comunistas y socialistas, lo que dificultaba la coordinación. Aun así, en noviembre de 1936 lograron resistir el asedio de Madrid, con ayuda de las Brigadas Internacionales y milicias populares, destacando la defensa en la Ciudad Universitaria. Franco intentó tomar la ciudad en 1937 con las batallas del Jarama y Guadalajara, pero fracasó. En Guadalajara, además, fue derrotado un contingente italiano. Como no pudo conquistar Madrid por la fuerza, cambió de estrategia y pasó a una guerra de desgaste, centrándose en el norte.
Segunda Fase (1937): El Frente del Norte y Batallas Clave
Franco lanzó una ofensiva sobre el norte, una zona clave por su industria. El 26 de abril de 1937, la Legión Cóndor bombardeó Guernica, matando a cientos de civiles y provocando un fuerte impacto internacional (reflejado en el famoso cuadro de Picasso).
En junio cayó Bilbao. La República intentó aliviar la presión con la Batalla de Brunete (julio), pero aunque logró avances iniciales, los franquistas recuperaron el terreno.
La derrota republicana en Belchite (agosto-septiembre) permitió que los sublevados tomaran Santander y, en octubre, Asturias. Así se perdió todo el norte, dejando a la República debilitada y más aislada a nivel internacional. La guerra se trasladó al este y centro.
Tercera Fase (1938): Ofensiva Franquista y la Batalla del Ebro
Los franquistas intentaron dividir el territorio republicano avanzando por Aragón. La República, desesperada, movilizó a jóvenes de 17 y 18 años (la “quinta del biberón”). En diciembre de 1937 tomaron Teruel, pero la perdieron en febrero de 1938.
En julio comenzó la Batalla del Ebro, la más larga y sangrienta del conflicto, que terminó en noviembre con derrota republicana. A partir de ahí, Franco avanzó hacia Cataluña y en enero de 1939 ocupó Barcelona. Esto provocó un éxodo masivo hacia Francia, conocido como “La Retirada”.
Cuarta Fase (1939): El Final de la Guerra Civil
A pesar de la situación crítica, Negrín quería seguir resistiendo con la esperanza de que estallara la Segunda Guerra Mundial y Francia y Reino Unido intervinieran. Sin embargo, en marzo de 1939, el coronel Casado dio un golpe en Madrid contra Negrín e intentó negociar con Franco, que exigía rendición total.
El 28 de marzo los franquistas entraron en Madrid sin resistencia. El 1 de abril Franco firmó el último parte de guerra, proclamando su victoria. Así comenzó una dictadura que duraría casi 40 años.
El Franquismo: Primera Fase (1936-1945)
Tras la muerte de Sanjurjo, Franco fue designado como líder del bando sublevado en 1936. Desde el inicio, impuso una dictadura marcada por la represión violenta y una estructura autoritaria inspirada en el fascismo. En 1937, unificó los grupos afines en la FET y de las JONS. Esta fusión generó tensiones internas, como el conflicto con Manuel Hedilla, que fue condenado a muerte. El régimen imitó a la Italia fascista con el Fuero del Trabajo (1938), que organizaba sindicatos bajo control estatal. Tras ganar la Guerra Civil en 1939, Franco intentó acercarse al Eje, pero en Hendaya (1940) no logró un acuerdo con Hitler. La negativa del Führer y los excesos de la Falange llevaron a una crisis interna, especialmente tras el atentado contra el general Varela (1942), que forzó la salida de Serrano Suñer del gobierno.
Durante la Segunda Guerra Mundial, aunque España no participó directamente, Franco envió la División Azul al frente ruso. Pero tras el giro de la guerra a favor de los Aliados (Stalingrado, 1943), empezó a distanciarse del fascismo y buscó una imagen más tradicional con leyes como la Ley Constitutiva de las Cortes (1942). En 1943, comenzó el viraje hacia el Nacionalcatolicismo, acercándose a la Iglesia y alejándose de los sectores más radicales.
El Franquismo: Segunda Fase (1945-1953)
Al terminar la guerra mundial, Franco intentó legitimar su régimen con leyes como el Fuero de los Españoles y la Ley del Referéndum (1945), que proclamaban libertades pero sin garantías reales. La ONU condenó al franquismo en 1946, lo que dejó a España diplomáticamente aislada y sumida en la autarquía, con graves problemas económicos.
En el interior, hubo resistencia: los monárquicos apoyaban a Juan de Borbón, los republicanos buscaban ayuda extranjera y los maquis combatían en la montaña. En 1947, Franco aprobó la Ley de Sucesión, que declaraba a España reino sin rey y le otorgaba el poder de designar sucesor, reforzando aún más su control. A nivel internacional, solo recibió apoyo claro de Argentina con la visita de Eva Perón (1947).
El Franquismo: Tercera Fase (1953-1973)
El inicio de la Guerra Fría cambió el panorama: por su anticomunismo, Franco se volvió útil para EE. UU., que firmó los Pactos de Madrid en 1953, instalando bases militares y normalizando relaciones. También firmó acuerdos con el Vaticano. Estos pactos permitieron la apertura económica y pusieron fin al aislamiento.
En 1959 se aprobó el Plan de Estabilización, impulsado por tecnócratas. Este plan liberalizó la economía y abrió las puertas al “desarrollismo” de los 60. Gracias a la emigración y al turismo, entraron divisas que mejoraron la economía. Aun así, el régimen siguió siendo autoritario. En 1967, la Ley Orgánica del Estado trató de institucionalizar el sistema, pero sin democratizarlo.
Crisis de 1973 y Declive del Franquismo
La crisis del petróleo de 1973 generó inflación y desempleo. El asesinato de Carrero Blanco, figura clave del régimen, aceleró el deterioro del franquismo. A pesar del crecimiento económico anterior, la oposición aumentaba y el régimen no supo adaptarse a los cambios sociales. Todo esto preparó el camino para la transición tras la muerte de Franco en 1975.
Bases Ideológicas, Sociales y Económicas del Franquismo
El franquismo combinó influencias fascistas con elementos tradicionales. Aunque intentó distanciarse del fascismo tras 1945, la Falange siguió teniendo peso, compensado por el creciente apoyo de la Iglesia. En los años 60, sectores católicos comenzaron a distanciarse del régimen.
El concepto de “selectorado” ayuda a entender las distintas familias del franquismo: falangistas, militares, tecnócratas, religiosos y tradicionalistas. En lo económico, el régimen pasó de una autarquía a un modelo capitalista tras 1959, apoyado en las remesas de emigrantes y el turismo. No obstante, la represión siguió activa hasta el final, como muestran el Proceso 1001 y las ejecuciones de 1974-75.