Hispania Romana y el Reino Visigodo: Legado Histórico en la Península Ibérica

Hispania Romana: Conquista y Romanización

Roma inició la conquista de la Península Ibérica en el 218 a.C., durante la II Guerra Púnica con Cartago, finalizándola en el 19 a.C. La conquista se desarrolló en tres fases:

  1. Primera fase (218 a.C. al 197 a.C.): Roma ocupa la zona mediterránea, el área de asentamiento de los pueblos iberos.
  2. Segunda fase (197 a.C. al 72 a.C.): Roma ocupa la Meseta Central, donde encontraron bastante resistencia (lusitanos y numantinos), y más tarde las Baleares.
  3. Tercera fase (29 a.C. al 19 a.C.): Octavio dominó el norte (guerras con cántabros y astures).

Paralelamente a la conquista, se produce la romanización, que es la incorporación de las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales de Roma por parte de los pueblos dominados (más rápida en levante y el sur que en el interior). La integración de la Península en Roma supuso cambios importantes en todos los órdenes.

El territorio fue dividido en provincias: primero dos (Hispania Ulterior e Hispania Citerior), divididas en el siglo I en tres (Tarraconensis, Baetica y Lusitania). En el siglo IV se añadieron otras cuatro (Gallaecia, Carthaginensis, Mauritania Tingitana y Balearica). Aparecieron ciudades (Emerita Augusta, Caesaraugusta, Salmantica, Toletum, etc.) conectadas entre sí por calzadas y construidas según los planteamientos urbanos romanos, cuya administración fue similar a la de Roma (una curia y magistrados como los duoviros, ediles y cuestores). Las ciudades fueron focos de romanización y de transmisión de la cultura, de la lengua latina, del derecho romano y de la religión (primero el politeísmo, al que se añadió el culto imperial y finalmente el cristianismo).

La Península se integró en la economía de Roma, un sistema esclavista cuya base fue la agricultura (trilogía mediterránea) orientada a la exportación. También fueron importantes la minería (Huelva, Cartagena y León) e industrias como las salazones y la del garum. Con respecto a la sociedad, la élite la formaron los ciudadanos romanos, aunque a partir del siglo II, como en el resto del Imperio, se dividió en Honestiores y Humiliores. En Hispania quedaron numerosas muestras del arte y la cultura romanas: templos (Diana en Mérida), teatros y anfiteatros (Mérida o Itálica en Sevilla); obras de ingeniería (murallas de Lugo, puente de Alcántara, acueductos como el de Segovia), numerosas villas decoradas con mosaicos y pinturas y esculturas.


El Reino Visigodo: Origen y Organización Política

Raíces Históricas de la España Contemporánea

El Reino Visigodo: Origen y Organización Política. Los Concilios.

Desde el siglo III d.C., el Imperio Romano entró en una situación de crisis generalizada y debilidad que acabó facilitando la entrada en su territorio de los llamados pueblos bárbaros (extranjeros). Suevos, vándalos y alanos, de origen germánico, se asentaron en Hispania a partir del año 409. Para expulsarlos, Roma pactó con los visigodos en el 418 (ya asentados en el Imperio y bastante romanizados). Aunque los suevos permanecieron en Gallaecia, los visigodos se impusieron, formando un reino con capital en Toulouse que, tras el 476, ocupaba el sur de la Galia y el centro de la Península (el sur estaba ocupado por Bizancio y el norte por astures, cántabros y vascones). En el 507, los visigodos fueron derrotados por los francos (Vouillé) y situaron la capital de su reino en Toledo. Hasta el último tercio del siglo VI, durante el reinado de Leovigildo, no dominaron toda la Península (derrota de suevos, bizantinos, cántabros y vascones), permaneciendo en ella hasta el 711, cuando Rodrigo fue derrotado por los musulmanes (Guadalete).

La organización política visigoda se basaba en una monarquía electiva, en la que los enfrentamientos entre la nobleza por hacerse con el trono fueron constantes. A nivel territorial, el reino se dividía en provincias, a cuyo frente se situaba a un dux, y distritos rurales regidos por un comes. Las principales instituciones fueron el Officium Palatinum, el Aula Regia (integrada por la nobleza, órgano asesor) y los Concilios de Toledo (integrados por la nobleza y la jerarquía eclesiástica, tuvieron un papel político y religioso destacado; por ejemplo, en el III Concilio de Toledo -589- se adoptó el catolicismo, y en el IV se declaró electiva la monarquía). Con respecto al derecho, el Fuero Juzgo (Recesvinto, 634) estableció un código único en sustitución de los anteriores fueros godos e hispanorromanos.

Los visigodos mantuvieron y difundieron el legado de Roma. En el ámbito de la literatura, la figura más relevante fue San Isidoro de Sevilla, quien en sus “Etimologías” resumió los conocimientos de la época facilitando su transmisión. En el arte destacan edificios religiosos como San Pedro de la Nave o San Juan de Baños y las piezas de orfebrería (fíbulas, coronas votivas…)

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