Transformaciones Políticas en España: 1808-1868

La España del Siglo XIX: De la Guerra de Independencia al Reinado de Isabel II (1788-1868)

La Guerra de la Independencia: Causas, Bandos y Fases (1788-1814)

Entre 1793 y 1795, España y Francia estuvieron en guerra bajo el reinado de Carlos IV, quien temía la expansión francesa. En 1795, Francia y España firmaron la Paz de Basilea, lo que implicó un periodo de alianzas entre ambas potencias que dirigieron sus esfuerzos contra Portugal e Inglaterra. En este contexto se produjo la Revolución Francesa (1789), que años después serviría de inspiración a los españoles para llevar a cabo su propia revolución liberal ante la ocupación napoleónica de la Península Ibérica.

Manuel Godoy, ministro de Carlos IV, firmó con Napoleón el Tratado de Fontainebleau, mediante el cual acordaron repartirse Portugal y su imperio colonial, permitiendo así la entrada de tropas francesas en España. El objetivo final de Napoleón era la ocupación de la Península Ibérica. En marzo de 1808, el príncipe de Asturias, futuro rey Fernando VII, protagonizó el Motín de Aranjuez, que implicó la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo, Fernando.

Napoleón aprovechó estas circunstancias para atraer a Bayona a Carlos IV y a Fernando VII, donde forzó a Fernando a abdicar de nuevo en Carlos IV, y a este a ceder la corona a José Bonaparte, hermano de Napoleón. Este suceso se conoce como las Abdicaciones de Bayona.

Algunos ilustrados españoles apoyaron a José Bonaparte, viendo en él una oportunidad de llevar a cabo reformas liberales. A estos se les conoció como los afrancesados. Este descontento culminó en un alzamiento popular contra las tropas napoleónicas el 2 de mayo de 1808. Se crearon Juntas Provinciales de Defensa, que posteriormente se constituyeron en una Junta Central que asumió la soberanía de la nación en ausencia del rey. Este hecho mostró el deseo de romper con el Antiguo Régimen, pues implicaba asumir la soberanía y gobernar en ausencia del rey.

Las Juntas dirigieron la Guerra de la Independencia contra Francia, movilizando algunas unidades del ejército, aunque estas eran dispersas y escasas. Fue el pueblo el que tuvo un papel más relevante en el desarrollo de la guerra, pues se organizaron guerrillas que acosaban continuamente al ejército francés. La primera gran derrota del ejército francés tuvo lugar en la Batalla de Bailén, forzando a Napoleón a tomar la decisión de participar en la guerra de forma directa, aportando 250.000 soldados más. En 1812, parte de las tropas francesas fueron desplazadas para combatir en el frente ruso. En ese mismo año, un ejército británico dirigido por Wellington entró en España desde Portugal, uniéndose a las tropas españolas. Esto inició una serie de victorias decisivas contra los franceses (Arapiles, Vitoria, San Marcial), que acabaron con el dominio francés. Napoleón pactó la retirada de tropas francesas de la Península Ibérica, que fue total a partir de 1813, poniendo fin a la guerra.

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) contra la ocupación francesa, se crearon Juntas Provinciales de Defensa que dieron lugar a una Junta Suprema Central Gubernativa del Reino. Esta Junta se negó a reconocer como rey a José Bonaparte, hermano de Napoleón, y asumió la regencia y el gobierno de la nación en ausencia de Fernando VII, quien permanecía retenido en Francia. Por un lado, algunos españoles apoyaron a José I como rey, confiando en que este llevaría a cabo reformas ilustradas, por lo que se les llamó afrancesados. Por otro lado, en el bando de los patriotas, había ciertas divisiones entre liberales y absolutistas.

En este contexto, se estableció un complicado sistema de elección para escoger a representantes de 33 ciudades, con el objetivo de crear unas Cortes Generales. Estas lograron convocarse en 1810 en Cádiz. El principal objetivo de las Cortes fue la elaboración de una Constitución. La Constitución se promulgó el 19 de marzo de 1812. En dicha Constitución, el Estado se definía como una monarquía limitada, con reconocimiento de la soberanía nacional y división de poderes. Se estableció el sufragio universal masculino e indirecto como sistema electoral. El poder ejecutivo recaía en el rey, quien dirigía el gobierno, interviniendo también en la elaboración de leyes y con derecho de veto.

La Constitución de 1812 contemplaba derechos del ciudadano como la libertad de imprenta, la igualdad ante la ley, el derecho de petición, la libertad civil, la inviolabilidad del domicilio, el derecho de propiedad, entre otros. Además, definía la nación española como el conjunto de todos los ciudadanos, incluidos los de ultramar. Contemplaba también la reorganización de la administración, la reforma fiscal, la creación de un ejército nacional, la obligatoriedad del servicio militar y la implantación de una enseñanza pública y obligatoria. La religión católica y la Iglesia eran protegidas por la Constitución. Se trató, por tanto, de una Constitución liberal que ponía fin al absolutismo y a la sociedad del Antiguo Régimen.

Además de la Constitución, las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de leyes también encaminadas a la abolición del Antiguo Régimen, como la supresión de señoríos, la abolición de gremios y de la Inquisición, la reforma agraria y las desamortizaciones.

El Reinado de Fernando VII: Liberalismo frente a Absolutismo e Independencia Americana (1814-1833)

Fernando VII regresó a España tras finalizar la guerra y, con él, regresó el absolutismo, con un breve periodo de reinado liberal entre 1820 y 1823. Durante su reinado tuvo lugar la independencia de las colonias americanas respecto de España.

Primera Etapa: Sexenio Absolutista (1814-1820)

La primera etapa del reinado de Fernando VII tuvo lugar entre 1814 y 1820 y fue un periodo absolutista. El rey aceptó la propuesta de los absolutistas recogida en el Manifiesto de los Persas y derogó la Constitución de 1812, así como el resto de las leyes promulgadas por las Cortes de Cádiz. La Iglesia apoyó al rey, posicionándose a favor de los grupos absolutistas y defendiendo el Antiguo Régimen. Se restableció el Tribunal de la Santa Inquisición, se suprimió la libertad de expresión y de asociación, entre otras medidas.

Segunda Etapa: Trienio Liberal (1820-1823)

En una segunda etapa, conocida como Trienio Liberal (1820-1823), se instauró un periodo menos absolutista y algo más liberal. Durante el reinado de Fernando VII se habían producido numerosos pronunciamientos liberales, aunque ninguno había tenido éxito hasta entonces. Uno de los más importantes fue el pronunciamiento de Riego, que logró un amplio apoyo a favor de la Constitución. Durante esta época, los liberales se vieron divididos en moderados, partidarios de pactar con los absolutistas para que aceptaran un sistema constitucional a cambio de ceder en algunos aspectos, y exaltados, partidarios de posturas más radicales como la limitación drástica del poder de la Iglesia y la nobleza, la creación de un Estado centralizado o la ampliación del sufragio. Mientras tanto, Fernando VII alentaba conspiraciones absolutistas para hacer caer el liberalismo.

Tercera Etapa: Década Absolutista (1823-1833)

La tercera etapa, conocida como la Década Absolutista (1823-1833), se caracterizó por las duras represiones y la abolición de las libertades políticas, con la Iglesia como aliada de la monarquía. Se llevó a cabo una modernización de la Administración y se realizaron algunos cambios en la organización del Estado, como la institución del Consejo de Ministros como gobierno de la Corona y la reorganización del sistema de Hacienda. La economía mejoró ligeramente. Hacia el final de su reinado, Fernando VII veía dificultades en su sucesión, pues solo contaba con una hija, Isabel, por lo que el régimen comenzó a abrirse hacia el liberalismo.

La Independencia de las Colonias Americanas

En cuanto a la Independencia de las colonias americanas, cabe recordar que durante la guerra también se organizaron Juntas de Defensa en los territorios de ultramar. Sin embargo, a diferencia de la Península, no se disolvieron tras el fin de la guerra, sino que viraron hacia el objetivo de lograr su propia independencia, tomando como ejemplo la independencia de las colonias británicas en Norteamérica. Fueron los criollos quienes tomaron la iniciativa. El ejército español sofocó las primeras insurrecciones, pero, a partir de 1818, líderes como Simón Bolívar y José de San Martín lideraron la lucha.

El Reinado de Isabel II (1833-1868): Conflictos, Partidos y Constituciones

Antes del nacimiento de Isabel II, su padre, Fernando VII, decretó la Pragmática Sanción que anulaba la Ley Sálica, la cual no permitía reinar a las mujeres. Los absolutistas se agruparon en torno a Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, quien aspiraba al trono. Tras la muerte de Fernando VII, el infante Carlos María Isidro se proclamó rey y se levantó en armas contra la Regente, María Cristina. Comenzó así la Primera Guerra Carlista.

El bando carlista agrupaba, bajo una ideología tradicional y con el lema «Dios, Patria y Fueros», a los partidarios de don Carlos, de la monarquía absoluta, del predominio eclesiástico, del mantenimiento del Antiguo Régimen y de la conservación de los Fueros. En un primer momento, los carlistas se hicieron fuertes en el norte de España, pero no llegaron a controlar las grandes ciudades. María Cristina llevó a cabo varias reformas para ganarse a los liberales progresistas y contaba, además, con más recursos y con el apoyo de la burguesía, Francia y Gran Bretaña. En una segunda fase, la guerra se decantó a favor de los liberales. Los carlistas quedaron dispersos y negociaron el final de la guerra, que se zanjó con el Convenio de Vergara (1839). En este se acordó el abandono de la lucha por parte de los carlistas y el compromiso liberal de respetar los fueros y el rango de los militares carlistas que se integraran en el ejército isabelino. Las provincias vascas perdieron privilegios forales como las aduanas y las Juntas, y se derogó el «pase foral», pero conservaron su exclusión privilegiada del servicio militar obligatorio.

Las Regencias (1833-1843)

Antes de que el reinado de Isabel II fuera efectivo, fueron los regentes quienes reinaron en su nombre. Fue durante esta etapa de Regencias cuando se configuró el Estado liberal. Dentro de este periodo se distinguen una etapa de transición, una etapa progresista, una etapa moderada y la Regencia de Espartero.

Etapa de Transición (1833-1836)

Durante la etapa de transición (1833-1836) y bajo la regencia de María Cristina, el gobierno estuvo formado por absolutistas moderados, que pretendían llevar a cabo algunas reformas administrativas sin modificar el sistema político. Se llevó a cabo la división de España en 49 provincias. Con el fin de lograr apoyos, la regente María Cristina nombró presidente a Martínez de la Rosa, un liberal moderado, quien llevó a cabo reformas como el Estatuto Real, un conjunto de reglas para convocar Cortes ligeramente adaptadas respecto de las antiguas Cortes del Antiguo Régimen.

Etapa Progresista (1836-1840)

La etapa progresista supuso que los liberales trataran de desmantelar las instituciones del Antiguo Régimen, con el fin de instaurar un sistema de monarquía parlamentaria, liberal y constitucional. Para ello se llevó a cabo una reforma agraria, basada en tres grandes medidas:

  1. La disolución del régimen señorial, que implicó la pérdida de atribuciones jurisdiccionales de los señores, quienes pasaron a ser propietarios, mientras los campesinos pasaron a ser arrendatarios o jornaleros.
  2. La desvinculación o fin de los patrimonios unidos a una familia o institución.
  3. La desamortización de Mendizábal, mediante la venta de tierras propiedad de la Iglesia y ayuntamientos para conseguir recursos para el Estado.

Se disolvieron las órdenes religiosas. Durante esta etapa se promulgó la Constitución de 1837.

Etapa Moderada (1837-1840) y Regencia de Espartero (1840-1843)

En la etapa moderada, tras ser aprobada la Constitución de 1837, las elecciones fueron ganadas por los moderados, quienes tomaron medidas para limitar algunos derechos y otorgar mayor poder a la Corona, con un cierto regreso al Antiguo Régimen, como la devolución de bienes a la Iglesia, entre otras. Esto provocó una insurrección que dio lugar a la formación de Juntas Revolucionarias.

Durante la Regencia de Espartero (1840-1843), este perdió sus apoyos por su excesivo autoritarismo, pues, con el fin de liberalizar el mercado, eliminó los aranceles que protegían la industria textil catalana del algodón inglés. Esto provocó un levantamiento de la burguesía y las clases populares de Barcelona, que fue duramente reprimido, hasta el punto de que los progresistas también le negaron su apoyo y algunos militares moderados comenzaron a conspirar. Espartero renunció a la regencia y la mayoría de edad de Isabel II fue adelantada por las Cortes, siendo proclamada reina a los trece años.

Reinado Efectivo de Isabel II (1843-1868)

Durante el reinado efectivo de Isabel II (1843-1868) se adoptaron los principios generales del constitucionalismo: soberanía nacional, elecciones, sufragio censitario, limitación de la autoridad real, y aceptación de derechos y libertades individuales y colectivos. Sin embargo, fue un liberalismo salpicado de enfrentamientos entre los partidos políticos, levantamientos populares, pronunciamientos y continuos cambios de gobierno, culminando en una revolución que expulsó del trono a la reina Isabel II. El reinado de Isabel II puede dividirse en varias etapas: la Década Moderada, el Bienio Progresista y la Segunda Etapa Moderada.

La Década Moderada (1844-1854)

Durante la Década Moderada, de forma paralela a la asunción del trono por parte de Isabel II, tuvo lugar el pronunciamiento del general Narváez. Se derogó la Constitución de 1837 y se promulgó la Constitución de 1845, más moderada, que otorgaba mayor peso a la Corona y al gobierno, con un sistema bicameral y sufragio censitario.

El Bienio Progresista (1854-1856)

En el Bienio Progresista, la Constitución de 1845 fue anulada y comenzó a elaborarse una nueva constitución, que nunca llegó a promulgarse, por lo que se la conoce como la «non nata». Se llevaron a cabo reformas como la Ley de Ferrocarriles.

La Segunda Etapa Moderada (1856-1868)

En la Segunda Etapa Moderada, Narváez obtuvo de nuevo el poder y, con el predominio de la Iglesia, se paralizó la desamortización. El sistema electoral se caracterizaba por la corrupción, con la compra de votos y pucherazos, junto a la aparición de caciques locales. Se desarrollaron el Partido Demócrata y el republicanismo, y se crearon las primeras organizaciones obreras.

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