El Reinado de Isabel II y la Restauración Borbónica: Claves de la España del Siglo XIX

El Reinado de Isabel II y las Regencias (1833-1868)

La Regencia de María Cristina de Nápoles (1833-1840)

Al morir Fernando VII en septiembre de 1833, su viuda María Cristina se hizo cargo de la regencia. Paralelamente, se desencadenó la Primera Guerra Carlista entre los partidarios de don Carlos y los de Isabel. La regente se había hecho algo impopular porque se había casado en secreto con un guardia del cuerpo real, lo que se consideraba un escándalo y afectó su búsqueda de apoyos.

Gobierno de Cea Bermúdez (1833-1834)

El primer gobierno de María Cristina recayó en Francisco Cea Bermúdez. Este aspiraba tan solo al restablecimiento del viejo sistema del Despotismo Ilustrado. El descontento de los liberales hizo ver a la regente la necesidad de adoptar un camino más liberal para conseguir los apoyos suficientes. Así, Martínez de la Rosa llegó al poder. Durante el gobierno de Cea Bermúdez se produjo la reforma administrativa de Javier de Burgos (ministro de Fomento, a quien se le debe la división de 47 provincias peninsulares y dos insulares).

Gobierno de Martínez de la Rosa (1834-1836)

Martínez de la Rosa se presentó como un liberal moderado. Pretendía encontrar el apoyo de los grupos liberales burgueses sin romper con los viejos grupos dominantes. Con él se promulgó el Estatuto Real de 1834, una carta otorgada, que buscaba un equilibrio entre el monarca y el pueblo sin reconocer la soberanía nacional.

La Primera Guerra Carlista (1833-1840)

El reinado de Isabel II (1833-1868) se vio marcado desde el inicio por la Primera Guerra Carlista, en la que luchaban por el trono español, heredado por Isabel, hija de Fernando VII. Esta sucesión no fue admitida por los carlistas, defensores de Carlos María Isidro, quienes se identificaban con el absolutismo. Isabel II buscó apoyo en los liberales (mayoría en el ejército). Esto hizo que la guerra no solo fuera un conflicto por el trono, sino también un enfrentamiento entre dos modelos políticos distintos.

Los carlistas, además de defender el absolutismo, defendían también la restauración del poder de la Iglesia y de un catolicismo excluyente de cualquier otra creencia, así como las instituciones y fueros históricos frente a la idea liberal de uniformidad política.

Estaban apoyados por un sector del clero, que se veía amenazado por el liberalismo, y un pequeño campesinado que veía amenazada su tradición y situación económica. Se situaban en las Vascongadas, Navarra, la Cataluña interior, Aragón y el Maestrazgo.

En este contexto, surge el primer gran enfrentamiento, denominado Primera Guerra Carlista (1833-1840). Se localizó en las áreas mencionadas y, además, en la zona del Maestrazgo. Fue una contienda militar que tuvo varias etapas:

  • De 1833 a 1835: Se observa una iniciativa carlista. En esta primera fase, los liberales frenaron al bando carlista en ciudades como Bilbao, y se produjo la muerte del general Zumalacárregui.
  • De 1835 a 1837: El conflicto se extendió hacia la zona del Ebro. Quedó claro el escaso apoyo del carlismo. En este momento, intentaron tomar Madrid, destacando en su defensa el general Espartero.
  • De 1837 a 1840: La tercera fase se caracterizó por la victoria liberal. El carlismo sufrió una división en el seno de su bando. Por un lado, hubo un grupo intransigente, reacio a cualquier tipo de rendición o pacto, y, por otro, un sector más moderado. Este último, con el general Maroto a la cabeza, firmó en 1839 el Convenio de Vergara, mientras que otro general, Cabrera, continuó la guerra en la zona del Maestrazgo, que terminaría en 1840. Finalmente, esta guerra representó una victoria para el liberalismo.

La Regencia de Espartero (1840-1843)

Las elecciones municipales de 1839 volvieron a ser ganadas por los progresistas. Los moderados trataron de paralizar la revolución liberal en varias ocasiones, provocando fuertes revueltas urbanas. María Cristina se exilió en París, renunciando a la regencia. La reina solo tenía 10 años, por lo que era necesaria una nueva regencia. El general Baldomero Espartero fue nombrado nuevo regente.

En las elecciones de enero de 1841, los progresistas volvieron a salir vencedores, por lo que el Senado y el Congreso aprobaron dicha regencia, que además se prolongó hasta junio de 1843.

En septiembre de 1841, hubo un pronunciamiento en el País Vasco, apoyado desde París por María Cristina. Espartero cometió el error de instaurar un gobierno dictatorial para sofocar cualquier rebelión en su contra. Surgieron descontentos por ambos frentes.

A todo esto, se unió el error de la firma del Tratado de Libre Comercio con Inglaterra en 1841, que perjudicó a la burguesía catalana. Todo esto conllevó al final de la regencia de Espartero, quien quedó desacreditado. Espartero dimitió y se exilió en Inglaterra.

El Reinado Efectivo de Isabel II (1843-1868)

Para evitar la inestabilidad de una nueva regencia, las Cortes decidieron anticipar la mayoría de edad de Isabel II, a punto de cumplir los 13 años. Durante este periodo, predominaron los moderados.

Las características básicas de su reinado fueron favorecer y apoyar exclusivamente a los moderados, y asumir más poder como reina gracias a la Constitución de 1845. Además, el ejército siempre se mantuvo constante, y ni el proletariado ni los campesinos tuvieron representación en las Cortes.

En 1846, con tan solo 16 años, contrajo matrimonio. Hubo varios candidatos que buscaban poner fin a las guerras carlistas, pero finalmente se casó con su primo, el infante Don Francisco de Asís, duque de Cádiz.

Las Desamortizaciones de Mendizábal y Madoz: Transición de la Sociedad Estamental a la Sociedad de Clases

A lo largo del reinado de Isabel II, se realizaron reformas económicas de signo liberal que provocaron una auténtica revolución social. Poco a poco se fueron acentuando las diferencias sociales; la sociedad española se hacía más clasista, incrementando la miseria de las clases populares. Esta situación explica el surgimiento y expansión del movimiento obrero.

Las Desamortizaciones de Mendizábal y Madoz

Esta fue la medida más importante, desde el punto de vista económico y social, impulsada por el régimen liberal. Consistieron en la expropiación, por parte del Estado, de tierras eclesiásticas y municipales para su posterior venta en subastas públicas. A cambio de esas tierras, el Estado se ofrecía a hacerse cargo de los gastos de culto y clero. El verdadero proceso se desarrolló a partir de 1837 en dos fases, cada una de las cuales es conocida por el ministro que la impulsó.

Desamortización de Mendizábal (1837-1849)

Consistió en la subasta de tierras expropiadas a la Iglesia con el objetivo de sanear la Hacienda, financiar el Ejército y convertir a los nuevos propietarios en seguidores de la causa liberal frente al carlismo.

Desamortización de Madoz (1855-1867)

Se ejecutó de forma más controlada que la anterior e incluía todo tipo de tierras amortizadas: las de la Iglesia aún no vendidas, las de la propiedad municipal y las de las órdenes militares. En este caso, la situación política y fiscal no era tan grave como en la etapa de Mendizábal. Sus objetivos eran reducir la deuda pública y construir las infraestructuras necesarias para modernizar el país (impulso del ferrocarril). Consiguió un mayor volumen de ventas y tuvo una importancia superior a todas las anteriores.

La Restauración Borbónica (1874-1902)

La Restauración Borbónica se basó en el sistema político ideado por Cánovas del Castillo (turno de partidos), apoyado por la Constitución de 1876. El Partido Conservador y el Partido Liberal protagonizaron el turnismo, que se fortaleció con la firma del Pacto de El Pardo a la muerte de Alfonso XII.

La Oposición al Sistema Político de la Restauración

La oposición al sistema político de la Restauración la componían las fuerzas políticas no integradas en el sistema, que eran:

  • Carlistas: Se dividieron en dos tras la derrota de 1876. Los que rechazaban el régimen (Ramón Nocedal) y los que formaron un partido dentro de la legalidad (Vázquez de Mella).
  • Republicanos: Estaban muy desunidos. Castelar lideraba a los posibilistas, Salmerón defendía una República unitaria, Pi y Margall una federal, y Ruiz Zorrilla y su grupo eran partidarios de una lucha armada.
  • Nacionalismos y Regionalismo: Surgen como nuevas formas de oposición a la Restauración. Sus objetivos eran: la creación de instituciones propias o autonomía administrativa, y lograr, en otros casos, la independencia. Suponía un modelo de Estado descentralizado, opuesto al modelo canovista. Se mencionan específicamente los nacionalismos catalán y vasco y el regionalismo gallego.
  • Movimiento Obrero y Campesino: Aunque no detallado en esta sección, el texto original lo menciona como parte del título, y la sección de desamortizaciones ya alude a su surgimiento. Es una fuerza de oposición clave.

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