Se ponían en venta todos los bienes de propiedad colectiva: de ahí el nombre de “desamortización general”. Fue la más larga en el tiempo y no concluyó hasta 1924.
El procedimiento fue una copia del de Mendizábal; sin embargo, había dos diferencias claras. Una se refería a que el destino del dinero obtenido fue dedicado a la industrialización del país o a la expansión del ferrocarril. La otra diferencia estaba en la propiedad de dicho dinero: no era el Estado el propietario, sino los ayuntamientos. Aquel percibiría el importe de las ventas y lo transformaría en los “bonos del Estado”, lo que significaba que este se convertía en custodio de los fondos de los ayuntamientos, utilizándolos para el bien de todos.
La recaudación de fondos volvía a ser uno de los objetivos perseguidos. La continuación de la desamortización de los bienes eclesiásticos provocó la ruptura de relaciones del gobierno progresista con la Iglesia y la negativa de la reina a sancionar la ley.
Consecuencias de la Desamortización General
La desamortización significó la introducción de la propiedad privada y la libertad de mercado en la estructura agraria de España; sin embargo, los resultados obtenidos fueron decepcionantes respecto a lo que se pretendía.
Impacto por Objetivos
- Propósito financiero: No se consiguió, ya que la desamortización no arregló la enorme deuda pública.
- Objetivo político: Se alcanzó parcialmente, pues el liberalismo se ganó nuevos enemigos entre los sectores más católicos. Con todo, se creó una gran masa de adheridos a la causa liberal, por estar ligada a ella la suerte de sus fortunas.
- Objetivo social: Tampoco se logró. Ricos y especuladores resultaron los grandes beneficiados, pues compraron más tierras en las subastas; los agricultores pobres no pudieron competir con ellos. La desamortización causó la aparición de un nuevo latifundismo burgués, que unido al nobiliario tradicional mantiene la elevada concentración de la propiedad en el campo español. No se produjo una redistribución real: la propiedad ni se concentró ni se dispersó, solo cambió de manos. Se perfiló así el mapa de los grandes latifundios en Andalucía, La Mancha y Extremadura.
Impacto en los Grupos Sociales
Los Campesinos
Fueron los más perjudicados. Perjudicó a los pequeños campesinos y arrendatarios del norte y el levante, sometidos a unas condiciones contractuales más duras, ya que tuvieron que pagar mayores rentas por las tierras, pues subieron los alquileres.
La Nobleza
Apoyó la revolución liberal. La propiedad privada era un derecho inviolable en el ideario liberal, mientras que las masas campesinas movilizadas por el carlismo eran mucho más peligrosas. Unidos a los sectores más conservadores de la burguesía financiera y comercial, apoyaron el proceso de construcción del Estado Liberal y dominaron oligárquicamente el poder.
Las Clases Medias Urbanas
La desamortización creó un grupo de pequeños y medianos compradores locales que constituyeron el núcleo de una clase modesta o media de propietarios rurales. Los efectos más importantes se vieron en la consolidación de las clases medias urbanas, principales compradores de fincas urbanas, que se enriquecieron y diversificaron así sus patrimonios. Este grupo ligó su futuro al régimen liberal.
La Iglesia
Los fundamentos económicos de la Iglesia quedaron desmantelados: en 1836 fueron vendidas las tres quintas partes de sus propiedades. El clero católico, sin el diezmo por una ley de 1837, perdió casi todos sus bienes, tierras, edificios y fincas urbanas. Como compensación, el Estado se comprometió a asegurar la sustentación del clero secular, que recibiría anualmente dinero con cargo a los presupuestos públicos (Ley de Dotación de Culto y Clero de 1841). Con todo, las relaciones entre Iglesia y Estado liberal sufrieron una escalada de tensiones, quedando rotas las relaciones durante una década, hasta que los moderados firmaron el Concordato de 1851.
Impacto Económico General
Desde el punto de vista económico, los propietarios siguieron viviendo de las rentas que obtenían de sus tierras (absentistas), sin invertir en mejoras técnicas. Con todo, aumentó la superficie cultivada y con ella la producción agraria, pero más por el cultivo de tierras yermas.
Alcance y Magnitud Cuantitativa
El alcance y la importancia cuantitativa de las desamortizaciones fue extraordinario. El valor total aproximado de los bienes desamortizados y vendidos en subasta entre 1836 y 1875 superó los 3.000 millones de pesetas, mientras que los presupuestos generales del Estado en 1860 ascendían solo a 600 millones. Desde la venta de los primeros bienes de los jesuitas (expulsados de España por Carlos III en 1769) hasta 1924, fecha en que se derogaron definitivamente las leyes sobre desamortización de los bienes de los pueblos, pasaron a manos de propietarios particulares 19.900.000 hectáreas que habían sido de propiedad colectiva, el 39% de la superficie del Estado.