La Construcción del Estado Liberal en España (1808-1868): De la Guerra de Independencia a la Revolución Gloriosa

Contexto Histórico: El Fin del Antiguo Régimen

En 1789, en Francia, estalla la Revolución Francesa. Esta acaba con Napoleón en el trono de Francia y sustituye el Antiguo Régimen por el liberalismo, lo que trajo derechos y deberes para los ciudadanos. En España, gobernaba Carlos IV, pero este delegaba sus responsabilidades en el valido, Manuel Godoy, cuya política de acercamiento a Francia llevó a la guerra contra Inglaterra.

El Bloqueo Continental y la Crisis de la Monarquía

Napoleón había triunfado en toda Europa y solo le quedaba Inglaterra, por lo que estableció el Decreto del Bloqueo Continental y cortó el comercio hacia Inglaterra. Antes de eso, debía bloquear Portugal y firmó con España el Tratado de Fontainebleau, por el cual España autorizaba el paso de tropas francesas a Portugal, acabando rápidamente con la oposición portuguesa.

La oposición a Godoy, que lideraba Fernando VII junto a nobles y clérigos, preparó el Motín de Aranjuez en marzo de 1808, un golpe palaciego que provocó la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV en Fernando VII.

Se agravó la crisis de la monarquía española tras lo sucedido. Napoleón logró que Carlos IV y Fernando VII abdicaran en Bayona y cedió el reino de España a José I, su hermano. Esto desembocó en la oposición del pueblo español y el inicio de la Guerra de Independencia (1808-1813), que empezó con el levantamiento del pueblo de Madrid.

En el levantamiento contra los franceses, la lucha tuvo carácter popular, aunque algunos oficiales se unieron a la rebelión. El ejército francés reprimió el levantamiento. La Junta de Gobierno aconsejó colaborar con las tropas francesas, pero la rebelión se extendió por todo el país.

El rey vuelve a Madrid, y fue un monarca impopular. Este intentó dotar de una constitución a España, pero se realizó el Estatuto de Bayona. No se reconocía a las autoridades oficiales francesas, y surgieron Juntas Locales y Provinciales en nombre de Fernando VII. Se constituyó una Junta Suprema Central para organizar la resistencia, que luego se disolvió, pasando el poder al Consejo de Regencia. España estaba viviendo en un doble estado, un poder paralelo.

La Guerra de Independencia y el Proceso Revolucionario Liberal

La Guerra de Independencia (GI) asoló todo el territorio y hubo muchas fuerzas actuando. Algunos historiadores le otorgan carácter de guerra civil, ya que algunos españoles lucharon bajo mando francés.

Fases de la Guerra de Independencia

  1. 1ª fase – Éxitos iniciales (1808): Los españoles vencen en la Batalla de Bailén, obligando a José I a huir. Napoleón entra en España con su Gran Ejército.
  2. 2ª fase – Apogeo francés: Napoleón domina casi todo el país, salvo Cádiz, pero la guerra de guerrillas impide el control total y debilita al ejército francés.
  3. 3ª fase – Ofensiva final (1812-1813): Tras la invasión de Rusia, los aliados recuperan terreno y vencen en Vitoria y San Marcial. El Tratado de Valençay devuelve el trono a Fernando VII y pone fin a la guerra.

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

El liberalismo defendía la monarquía parlamentaria, la separación de poderes, la libertad económica y la igualdad ante la ley. Buscaba un estado unido y centralizado y no rechazaba la religión, pero buscaba limitar el poder de la Iglesia.

El avance del ejército francés obligó a la Junta Suprema Central a trasladarse a Cádiz, ciudad libre de ocupación francesa. Estas circunstancias fueron favorables para cambiar el sistema tradicional de gobierno. En las Cortes de Cádiz predominaban las personas de clase media y con una formación intelectual y académica. Destacaron dos tendencias ideológicas:

  • Liberales: Defendían las libertades, una sociedad estructurada en la igualdad ante la ley y el fin de la monarquía absoluta.
  • Absolutistas: Partidarios de la continuidad de la monarquía absoluta, principalmente nobles.

La Primera Constitución española, de carácter liberal, fue aprobada en 1812 (conocida como La Pepa).

Principios Fundamentales de la Constitución de 1812

  • Afirmación de la soberanía nacional.
  • División de poderes.
  • Monarquía constitucional como forma de gobierno del Estado.
  • Cortes unicamerales y elegidas por sufragio universal indirecto de los varones mayores de 25 años.
  • Igualdad ante la Ley.
  • Reconocimiento de los derechos y libertades individuales.
  • Establecimiento de la religión católica como la única de la nación española.

Las Cortes aprobaron decretos y leyes que abolían los fundamentos del Antiguo Régimen: libertad de imprenta, abolición de señoríos jurisdiccionales, abolición de la Inquisición, eliminación de organizaciones gremiales, introducción de la libertad económica, supresión del mayorazgo y derogación de los privilegios de la Mesta. Todo esto fue posible debido a la composición liberal de las Cortes.

El Reinado de Fernando VII (1814–1833)

El reinado de Fernando VII se divide en tres etapas:

1. El Restablecimiento Absolutista (1814–1820)

El rey recuperó el trono tras la caída de Napoleón y, con el Manifiesto de los Persas, restauró el absolutismo y abolió la Constitución de 1812. Hubo una fuerte represión contra liberales y afrancesados, mientras el país sufría una grave crisis económica y colonial. En 1820, el pronunciamiento de Riego obligó al rey a aceptar la Constitución.

2. El Trienio Liberal (1820–1823)

Se restablecieron las reformas liberales: se suprimió la Inquisición y los conventos, y se creó la Milicia Nacional. Las Cortes se dividieron entre liberales moderados y radicales. En 1823, la Santa Alianza envió a los Cien Mil Hijos de San Luis, que restauraron el absolutismo.

3. La Década Ominosa (1823–1833)

Esta etapa se caracterizó por una dura represión conocida como el Terror Blanco. Aunque el absolutismo volvió, se aplicaron algunas reformas moderadas. Surgió una división entre los absolutistas reformistas y los partidarios de Don Carlos, hermano del rey. En 1830 nació Isabel, y Fernando promulgó la Pragmática Sanción que la reconocía como heredera. A la muerte del rey en 1833, el conflicto sucesorio provocó la Primera Guerra Carlista entre isabelinos y carlistas.

En este periodo se encuentra el nacimiento de España como nación. Apareció una tendencia absolutista que negaba la soberanía nacional y defendía un sistema foral (cada territorio tiene sus leyes) frente al sistema unitario del liberalismo. El final del reinado de Fernando VII desembocó en una guerra civil. La pérdida colonial sumió a España en una potencia de segundo orden y la privó de recursos económicos.

La Regencia de María Cristina y la División del Liberalismo

En Europa se vivía el Siglo de las Revoluciones. Una oleada revolucionaria que desde 1820 a 1848 impuso el liberalismo en parte de Europa. Junto a este liberalismo político vino uno económico que supuso el afianzamiento de la Revolución Industrial. En el terreno social se sustituyó la sociedad estamental por la de clases y surgieron los partidos democráticos. Junto al liberalismo apareció el nacionalismo.

Se instauró una monarquía liberal con Isabel II, pero no existía un único liberalismo. Por un lado, los moderados, y por otro, los progresistas. El cambio de poder entre ambos marcó el devenir político del país.

  • Liberales Moderados: Defendían la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, el sufragio limitado, un Estado centralizado y un Estado confesional sin libertad de culto.
  • Liberales Progresistas: Defendían la soberanía nacional (residente en las Cortes), un sufragio más amplio (censitario, pero no universal), un Estado descentralizado y un Estado confesional con libertad de culto.

Tras la muerte de Fernando VII (1833), María Cristina asumió la regencia y comenzó la Primera Guerra Carlista. El gobierno de Cea Bermúdez fracasó y en 1834 Martínez de la Rosa (moderado) promulgó el Estatuto Real, una carta otorgada que no reconocía derechos ni soberanía nacional. Su política impopular lo llevó a dimitir en 1835.

La regente nombró a Mendizábal (progresista), que intentó sanear la Hacienda mediante la Desamortización Eclesiástica, pero sin éxito. En 1836, el Motín de los Sargentos de La Granja obligó a restaurar la Constitución de 1812, iniciando una etapa liberal con reformas como la abolición del régimen señorial, libertad de prensa y comercio, y nuevas desamortizaciones.

En 1837 se aprobó una Constitución liberal que reconocía la soberanía nacional, los derechos individuales y establecía una monarquía constitucional bicameral. Tras las elecciones, vencieron los moderados (Narváez) frente a los progresistas (Espartero). El conflicto por la Ley de Ayuntamientos (1840) provocó la caída de María Cristina, que abdicó y se exilió, dejando el poder en manos de Espartero.

El Reinado de Isabel II: Regencia y Década Moderada

La Regencia de Espartero (1840-1843)

Espartero fue nombrado regente y pronto surgieron problemas debido a su forma de gobernar, personalista y autoritaria. Se apoyó en sus amigos y en algunos militares afines, por lo que se alejó de las Cortes. Firmó un acuerdo librecambista con Inglaterra, lo que fue mal visto en Barcelona. Espartero respondió bombardeando la ciudad. Narváez y los moderados dieron un pronunciamiento y Espartero partió al exilio. Se adelantó la mayoría de edad de Isabel II (a los 13 años) para evitar otra regencia y la hicieron reina.

La Década Moderada (1844-1854)

Esta época se caracterizó por una gran inestabilidad, ya que en 10 años se sucedieron 16 gobiernos. Narváez (político moderado) presidió la etapa. Las primeras medidas incluyeron la puesta en vigor de la Ley de Ayuntamientos de 1840, la supresión de la Milicia Nacional y la creación de la Guardia Civil, instrumento para el mantenimiento del orden en el medio rural.

Con Narváez al frente del gobierno, los moderados ganaron las elecciones de 1844 y se encargaron de redactar una nueva constitución. El gobierno de Narváez fijó las medidas que definirían al nuevo Estado liberal moderado:

  • La Constitución de 1845 excluía a los progresistas y proponía la soberanía compartida.
  • Estado centralizado y uniforme.
  • Medidas para la reconciliación con la Iglesia.
  • Reforma de la Hacienda de 1845.
  • Ley Electoral de 1846 (sufragio muy restringido).

Los carlistas querían casar a Isabel II con el pretendiente carlista, pero ella se acabó casando con Francisco de Asís. Esto provocó el estallido de la Segunda Guerra Carlista (1846-1849), que se desarrolló principalmente en Cataluña.

Se firmó el Concordato con la Santa Sede (1851), por el cual el Papa reconoció a Isabel II como reina, la Iglesia pasó a supervisar la educación y se permitió la creación de órdenes religiosas. La división interna entre moderados abrió un periodo de inestabilidad política. El gobierno fue acusado de escándalos administrativos sobre el ferrocarril y corrupción. Los progresistas pasaron a la acción mediante pronunciamientos, en lo que se conoce como la Vicalvarada.

El Bienio Progresista (1854-1856) y la Unión Liberal

En 1854, unos militares bajo la dirección de O’Donnell iniciaron un pronunciamiento en Madrid contra el gobierno. No encontraron suficiente apoyo y se retiraron hacia el sur. El general Serrano se unió a la sublevación y convenció a O’Donnell de dar un giro hacia el progresismo. Cánovas del Castillo redactó el Manifiesto de Manzanares, cuya difusión permitió que el pronunciamiento se transformara en una revolución popular y progresista. Surgieron Juntas revolucionarias y la reina solo pudo formar gobierno con Espartero y O’Donnell como ministro de Guerra.

Convocaron elecciones a Cortes y triunfó la Unión Liberal de O’Donnell, un partido sin ideología definida, donde había progresistas y moderados. En 1849 se había creado el Partido Demócrata, que se posicionó a la izquierda del progresismo. Las Cortes desempeñaron un papel importante tanto político como económico:

  • La Constitución de 1856 (considerada non nata o no promulgada) recogía el ideario progresista (soberanía nacional, vuelta de la Milicia Nacional, Cortes bicamerales).
  • La Ley de Desamortización Civil y Eclesiástica (Ley Madoz) afectó a los bienes de la Iglesia y bienes municipales.
  • Se aprobaron la Ley General de Ferrocarriles y la Ley de Bancos de Emisión y de Sociedades de Crédito.

La crisis que acabó con el gobierno de Espartero y con el Bienio fue consecuencia de la conflictividad social.

La Crisis Final del Reinado de Isabel II (1856-1868)

La reina volvió a llamar a O’Donnell para formar gobierno. Este suprimió la Milicia, disolvió las Cortes y restableció la Constitución de 1845 con algunas libertades añadidas. Narváez lo sustituyó y volvió al moderantismo, suprimiendo las libertades añadidas y aprobando la Ley Moyano (1857), que regulaba la educación. Narváez presentó su dimisión y gobernó O’Donnell (1858-1863).

Esta fue una etapa de crecimiento económico por la red ferroviaria, la mecanización de la industria textil y el incremento en las ventas de tierras debido a la desamortización. O’Donnell apostó por una política exterior con expediciones militares que dieron prestigio al gobierno, aunque con escaso éxito.

El Pacto de Ostende y la Revolución Gloriosa

A la crisis final del reinado contribuyó la Corona, que quería contar solo con gobiernos moderados. Los progresistas solo tenían la vía de la conspiración y la toma del poder por la fuerza. Destacaron el pronunciamiento de los sargentos de la artillería de 1866 y la Noche de San Daniel.

En agosto de 1866, la oposición de progresistas y demócratas firmó el Pacto de Ostende para destronar a Isabel II y convocar Cortes Constituyentes. Al morir O’Donnell, los unionistas, bajo la dirección de Serrano, se unieron al pacto. La sublevación (*La Gloriosa*) estalló en 1868, trayendo consigo la caída de Isabel II y la apertura de una nueva etapa política de signo democrático en la historia de España.

Se estableció el liberalismo en España, junto a las revoluciones que lo imponían en Europa. Hubo una gran inestabilidad, ya que el periodo comenzó con una guerra civil y acabó con un tira y afloja de diferentes fuerzas políticas. España sufrió una modernización que le hizo abandonar el Antiguo Régimen.

Detalle de la Primera Guerra Carlista (1833-1839)

La muerte de Fernando VII el 29 de septiembre de 1833 llevó a su hermano Don Carlos a proclamarse rey mediante el Manifiesto de Abrantes, lo que desencadenó una lucha política entre el Antiguo Régimen y el liberalismo. Los carlistas defendían el absolutismo, la religión y los fueros, contando con el apoyo del ejército, el clero y parte de la nobleza y campesinado, especialmente en Vizcaya, Álava y Guipúzcoa. En contraste, el bando isabelino, liderado por la regente, contaba con el respaldo de parte de la nobleza, funcionarios y altas jerarquías de la Iglesia.

Fases de la Primera Guerra Carlista

  1. 1ª fase (1833-1835): Éxitos iniciales de los carlistas, con combates en Cataluña y el Maestrazgo bajo el mando de Ramón Cabrera.
  2. 2ª fase (1835-1837): Las expediciones carlistas no pudieron consolidar su posición y regresaron al norte, generando desilusión entre sus líderes.
  3. 3ª fase (1837-1839): Agotamiento de ambos bandos, que buscaban la paz. El general carlista Maroto firmó el Convenio de Vergara en agosto de 1839 con Espartero, poniendo fin a la guerra, aunque Don Carlos no lo aceptó.

Consecuencias de la Guerra Carlista

  • La monarquía se inclinó definitivamente hacia el liberalismo.
  • Los militares adquirieron gran protagonismo con los pronunciamientos.
  • Los militares carlistas fueron asimilados en el ejército.
  • Los gastos de la guerra llevaron a la desamortización de tierras de la Iglesia.

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