El Antiguo Régimen: Sociedad y Política
La sociedad estamental
La estructura social del Antiguo Régimen se originó en la Edad Media como consecuencia de dos factores: la importancia de la fuerza militar y la influencia de la Iglesia. Surgió así una estructura tripartita, definida por la función que cada grupo social o estamento desempeñaba: la nobleza, cuyo cometido era la defensa de la comunidad; el clero, encargado de velar por la salvación de las almas; y el estado llano, que debía trabajar para el mantenimiento de todos.
Características principales:
- Una rígida división social: Todo individuo estaba encuadrado en alguno de los tres estamentos.
- Leyes diferentes para cada estamento: La nobleza y el clero gozaban de privilegios, mientras que el estado llano carecía por completo de ellos.
- Una escasa movilidad vertical: Existía una mínima posibilidad de ascender o descender en la escala social.
- El clero como único estamento abierto: A diferencia de la nobleza y el estado llano, que eran estamentos cerrados, el clero se nutría de miembros de ambos.
La monarquía absoluta
En el Antiguo Régimen existían en Europa diversos sistemas políticos, pero el más común era la monarquía absoluta, con algunas excepciones tan significativas como la de Inglaterra, que era una monarquía parlamentaria.
Existen tres poderes fundamentales en un Estado: el legislativo (elaboración de las leyes), el ejecutivo (que aplica esas leyes) y el judicial (que garantiza su cumplimiento y penaliza las infracciones). En los Estados democráticos actuales, los tres poderes están separados y los ejercen instituciones diferentes.
Sin embargo, en la monarquía absoluta no existía tal división de poderes, pues todos recaían en una sola persona (el monarca), que los ejercía sin apenas límites ni restricciones, es decir, de forma absoluta:
- Dictaba y promulgaba las leyes (poder legislativo).
- Gobernaba y designaba libremente a sus ministros (poder ejecutivo).
- Era el juez supremo y sus decisiones estaban por encima de cualquier otro tribunal (poder judicial).
Para justificar la monarquía absoluta se recurría a la teoría del derecho divino de los reyes, según la cual todo poder proviene de Dios y los monarcas lo ejercen en su nombre, como representantes de Dios en la Tierra. Por tanto, el monarca solo era responsable de sus actos ante Dios, y los demás miembros de la sociedad quedaban reducidos a la condición de súbditos, obligados a obedecerle.
La Ilustración: El Siglo de las Luces
La Ilustración fue un movimiento intelectual que recorrió Europa durante gran parte del siglo XVIII, también conocido como el Siglo de las Luces. Su originalidad radicó en el campo de las ideas, con sus reflexiones y propuestas sobre la naturaleza, la sociedad, la religión y el hombre. Por este motivo, se aplica el calificativo de filósofos a sus principales teóricos.
En Francia fue donde la Ilustración tuvo un mayor desarrollo. En efecto, el pensamiento ilustrado partía de los logros de la revolución científica del siglo XVII, que llevó a la conclusión de que la razón humana podía llegar a conocer las leyes que rigen la naturaleza e, incluso, a formularlas científicamente.
Características del pensamiento ilustrado
Aunque la Ilustración fue un movimiento muy heterogéneo, con características diferentes en cada país, se pueden señalar algunos rasgos comunes:
- El culto a la razón, considerada como la luz y guía del conocimiento.
- La actitud crítica hacia todo lo que la tradición había impuesto en contra de la razón: mitos, falsas creencias, costumbres sin sentido, etc.
- La tolerancia religiosa, ya que se defendía el derecho a negar la existencia de Dios. Unos pocos defendieron el ateísmo; muchos más, el deísmo; y una gran mayoría, posiciones anticlericales de rechazo al poder y la riqueza del clero.
- El interés por las ciencias y los conocimientos útiles, en contraposición a los conocimientos puramente especulativos y sin aplicación práctica.
- La confianza en el progreso y en la felicidad de los pueblos, ya que la razón y el conocimiento buscaban una sociedad cada vez más perfecta.
Nuevos Planteamientos Políticos y Económicos
La crítica al absolutismo y el despotismo ilustrado
Un ejemplo claro de la diversidad de ideas que caracterizó a la Ilustración se aprecia en el ámbito de la ideología política, donde surgieron dos nuevos planteamientos:
- La crítica al absolutismo, encabezada en un principio por pensadores ingleses y continuada después por representantes de la Ilustración francesa.
- El despotismo ilustrado, como un estilo renovado de ejercer el poder absoluto bajo la influencia del espíritu reformista de la Ilustración.
Las teorías políticas contra el absolutismo
Aunque algunos ilustrados solo pretendían que el rey actuara según los dictados de la razón y en beneficio del reino, hubo otros que criticaron el absolutismo y abrieron el camino a posteriores planteamientos más radicales, solo compatibles con la sustitución del Antiguo Régimen por un nuevo modelo de sociedad basado en los principios del liberalismo.
John Locke
El iniciador más relevante de este nuevo pensamiento político fue el inglés John Locke, al que se considera padre del liberalismo. Sus ideas, expuestas en sus dos tratados sobre el gobierno civil, ejercieron una gran influencia en el siglo XVIII. La teoría de Locke es la defensa de la propiedad, que es beneficiosa para los hombres. De hecho, los hombres decidieron organizarse en sociedad y crear el Estado precisamente para proteger y garantizar sus propiedades. El poder más importante del Estado es el legislativo, que debe estar separado del ejecutivo, y las leyes deben respetar siempre el derecho natural de los hombres a su propiedad, su vida y su libertad. De lo contrario, los gobernados tienen derecho a sublevarse. En definitiva, Locke defendía la dependencia del poder ejecutivo al legislativo para garantizar la libertad y la propiedad de los miembros de la sociedad y, por tanto, rechazaba la monarquía absoluta.
Montesquieu
Montesquieu es un ejemplo de aristócrata ilustrado francés. Su obra más importante, El Espíritu de las Leyes, tuvo una gran difusión y se tradujo a las principales lenguas. Admiraba el modelo parlamentario inglés, del que tenía una visión más idealizada que real, pero también las instituciones tradicionales francesas en las que la nobleza desempeñaba un papel predominante. Defendía un sistema político moderado, con separación de poderes del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial) para evitar el gobierno de una sola persona.
Voltaire
Voltaire fue un rico burgués y otra de las grandes figuras de la Ilustración francesa. Su obra fue más extensa, variada, atrevida y radical. No fue un gran teórico, pero sí un crítico comprometido con sus ideas. Admiraba a Montesquieu y al sistema político inglés, pero prefería un régimen fuerte con una autoridad firme como fundamento de la libertad. No propuso un modelo de sistema político, sino reformas concretas y realizables, como garantizar la libertad de opinión y expresión, abolir determinados derechos señoriales o prohibir ciertas prácticas del sistema penal. Deísta convencido, mantuvo una actitud anticlerical y fue un firme defensor de la tolerancia.
Rousseau
Rousseau rechazaba la primacía de la razón frente al sentimiento y combatió la idea de que el progreso había sido beneficioso para la humanidad. Expuso sus ideas políticas y sociales en diferentes obras, como El contrato social. En su opinión, el hombre era libre y feliz en el estado de naturaleza, pero con el surgimiento de la sociedad apareció la propiedad privada, que generó infelicidad y desigualdad. Aunque al estado de naturaleza no se puede volver, sí es posible construir una nueva sociedad justa mediante un acuerdo social en el que cada individuo someta su propia voluntad a la voluntad general. Por tanto, el pueblo es el soberano y expresa su voluntad general en leyes para todos. En definitiva, Rousseau no solo rechaza la monarquía absoluta, sino que además prepara el camino a las enseñanzas democráticas del siglo XIX, basadas en los principios de igualdad y soberanía popular.
El despotismo ilustrado
En la Europa de la segunda mitad del siglo XVIII se impuso el despotismo ilustrado como ideal político, en un esfuerzo de racionalizar el Antiguo Régimen sin destruirlo. Su fundamento se podía reducir a dos principios básicos:
- El poder absoluto de la monarquía, lo que no suponía una ruptura con la tradición política anterior.
- El ideal del rey filósofo, que era una consecuencia del carácter aristocrático del pensamiento ilustrado. Solo un rey filósofo sabía lo que convenía a sus súbditos y estaba en condiciones de impulsar el progreso y la felicidad del pueblo.
La filosofía que inspiraba el despotismo ilustrado quedaba resumida en una famosa frase: «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo». Entre sus mejores representantes se podría citar a Carlos III de España, Federico II de Prusia, Catalina II de Rusia y José II de Austria, monarcas de la segunda mitad del siglo XVIII. Sin embargo, las reformas impulsadas por todos ellos tuvieron un alcance muy limitado.
El liberalismo económico
La teoría del liberalismo económico tuvo su origen en la obra titulada La riqueza de las naciones, publicada por Adam Smith. Se fue desarrollando a lo largo del siglo XIX, al mismo tiempo que se imponía como política económica. Se oponía tanto al mercantilismo como a la fisiocracia, con la que coincidía en el rechazo al intervencionismo del Estado, y sus planteamientos esenciales eran los siguientes:
- La libertad de producción, de comercio y de precios. El Estado no debía intervenir en la economía, salvo para garantizar la libertad, pues el mercado se determina por sí mismo, mediante la ley de la oferta y la demanda, qué se debe producir, cuánta cantidad y a qué precio. Para explicar la autorregulación del mercado, Adam Smith utilizó la metáfora de la «mano invisible», según la cual todo productor, en su trabajo por obtener el máximo beneficio, se ve obligado a producir lo que los consumidores quieren y al precio que estén dispuestos a pagar.
- La libre competencia incita a producir más barato para vender más, y de ello se acaba beneficiando toda la sociedad, tanto los productores como los consumidores.
- La división del trabajo aumenta la productividad de los trabajadores, disminuye la necesidad de herramientas (cada trabajador solo necesita las de su trabajo específico) y favorece la innovación.
