. El Reinado de Carlos IV y la Guerra de la Independencia
La subida al trono de Carlos IV en 1788 es considerada la transición de la Edad Moderna a la Contemporánea en España y el comienzo de la crisis del Antiguo Régimen. Paralelamente, tuvieron lugar las dos revoluciones burguesas que marcaron el inicio de la Edad Contemporánea en el mundo: la Independencia de los EE. UU. (1783) y la Revolución Francesa (1789-1804). España se involucró en ambas debido a su alianza con Francia (los «Pactos de Familia»), teniendo la intervención en Francia consecuencias desastrosas (ocupación de Vascongadas y Cataluña y entrega de Santo Domingo por la «Paz de Basilea», 1795).
La Política Exterior y la Crisis de la Monarquía
El Conde de Floridablanca ocupó el cargo de Secretario de Estado desde 1777 hasta 1792, caracterizado por una política antirrevolucionaria de apoyo a Francia y oposición a Inglaterra («Pánico de Floridablanca»: cierre de fronteras, control de prensa e Inquisición). Acusado de abuso de poder y ante la presión social, el monarca tuvo que cesarlo y sustituirlo por el Conde de Aranda en 1792, que a su vez fue sustituido por Manuel Godoy (nombrado Primer Ministro) en 1794.
Godoy intentó retomar la alianza con Francia, por lo que se firmaron los «Tratados de San Ildefonso» (1796-1800), una alianza militar con la nueva Francia revolucionaria en contra de Gran Bretaña. Esto tuvo graves consecuencias para España, como la derrota en la Batalla del Cabo de San Vicente (1797), la participación en la Guerra de Las Naranjas (1801) contra Portugal (aliada de Inglaterra) o el Desastre de Trafalgar (1805).
En 1807, Napoleón planeó la conquista de Portugal, aliada de Gran Bretaña, por lo que España y Francia firmaron el «Tratado de Fontainebleau» (se permitía la estancia de tropas francesas en España para cruzar a Portugal y su abastecimiento). Sin embargo, el verdadero plan de Napoleón era la invasión de España. Godoy, viendo la inminente invasión, planeó la huida de la Familia Real hacia Andalucía, para, en caso de ser necesario, partir a las colonias americanas.
El Motín de Aranjuez y las Abdicaciones de Bayona
Esto fue aprovechado por el Príncipe Fernando para conspirar contra su padre y arrebatarle la corona. Con apoyo de la nobleza, dio a conocer las intenciones de Godoy, lo que provocó que el pueblo y los nobles se amotinaran frente al Palacio de Aranjuez, en el que el rey iba a pasar la noche. Carlos IV fue obligado a abdicar en su hijo y Godoy encarcelado («Motín de Aranjuez», 17 de marzo de 1808).
El 5 de mayo de 1808, Napoleón citó a Carlos IV y a Fernando VII en Bayona. Mientras tanto, Murat (cuñado de Napoleón y comandante del ejército francés) entraba en Madrid. Napoleón obligó a Fernando a abdicar en su padre y a este en él mismo, quien entregó la corona de España a su hermano José. Este suceso es conocido como «Las Abdicaciones de Bayona». Carlos IV se exilió en Roma junto a su familia y Fernando VII fue obligado a residir en el Castillo de Valençay, al Sur de Francia.
El Estallido de la Guerra de la Independencia (1808-1813)
Días antes, la mañana del 2 de mayo, los franceses sacaron de Madrid al Infante Francisco de Paula para llevarlo junto a su familia. El pueblo de Madrid, temiendo por la integridad del príncipe, se levantó en armas contra los franceses al grito de: «¡Nos lo llevan!». Fue una lucha callejera, con palos y cuchillos. En represalia por lo sucedido, Murat ordenó fusilar a los responsables de la revuelta. Las ejecuciones se llevaron a cabo en varios puntos de Madrid la madrugada del 3 de mayo. Al día siguiente, desde Móstoles se emitió un llamamiento a las armas a toda la nación española («Bando de los Alcaldes de Móstoles»). La Guerra de la Independencia había comenzado. Ante el vacío de poder, en las zonas no ocupadas se crearon «Juntas de Defensa» para coordinar la resistencia.
Fases de la Guerra de la Independencia
- Mayo-Noviembre de 1808: Resistencia y repliegue francés. Caracterizada por la feroz resistencia española y la incapacidad francesa de tomar los principales puertos peninsulares. Destaca la victoria del general Castaños sobre Dupont en la Batalla de Bailén (18-22 julio). El ejército francés se replegó al norte y José I tuvo que abandonar Madrid y establecerse en Navarra.
- Noviembre de 1808 a julio de 1812: Dominio francés y guerra de guerrillas. Napoleón entró en España al frente de la «Grande Armeé» (tropas de élite francesas). Restableció a José I en Madrid y aplastó a la resistencia española en la «Batalla de Somosierra». La Junta Central se trasladó a Sevilla y luego a Cádiz. En este período los combatientes españoles emplearon la «Táctica de guerrillas» y tuvieron lugar episodios heroicos, como el de Agustina de Aragón (resistencia de Zaragoza). En enero de 1809, Napoleón abandonó España para centrarse en su campaña de Centroeuropa frente a Austria.
- Julio de 1812-Diciembre de 1813: Ofensiva anglo-española y fin de la guerra. España recibió la ayuda de Inglaterra. El ejército anglo-español contraatacó, logrando importantes victorias, como en la Batalla de Arapiles (22 de julio de 1812), en la que las tropas francesas fueron derrotadas por el ejército capitaneado por el Duque de Wellington. Napoleón había retirado a sus mejores soldados para la Campaña de Rusia, en la que sufrió una durísima derrota. En diciembre de 1813 firmó con Fernando VII el «Tratado de Valençay», por el cual se comprometía a devolverle España y todo el territorio ocupado. La guerra había terminado.
. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
En 1808, al estallar la Guerra de la Independencia, el pueblo español no aceptó la soberanía de José I y se crearon las Juntas de Defensa en las principales capitales de provincia y una Junta Suprema Central (Aranjuez) que las representaba a todas. De esta forma, el pueblo español asumió la Soberanía Nacional, creando sus propios órganos de gobierno y rompiendo así con el Antiguo Régimen.
La Junta Central y el Consejo de Regencia
La Junta Central asumió los poderes legislativo y ejecutivo, es decir, las funciones de gobierno provisional hasta que regresara Fernando VII, y fue la encargada de coordinar la lucha contra los franceses. Estaba presidida por el Conde de Floridablanca y compuesta por 35 miembros (representantes de los antiguos reinos de España), como Jovellanos, que representaba a Asturias. Tras la muerte de Floridablanca en 1808, y ante los fracasos militares, fue sustituida por el Consejo de Regencia de España e Indias (cinco miembros y un representante de las colonias, entre ellos el General Castaños). Ante el avance francés, la Junta (después Consejo de Regencia) se trasladó a Extremadura, Sevilla (diciembre de 1808) y Cádiz (enero de 1810). El Consejo de Regencia fue el responsable de firmar la alianza con Gran Bretaña contra Napoleón.
Las Cortes de Cádiz y las Corrientes Ideológicas
Las Cortes de Cádiz fueron convocadas por el Consejo de Regencia el 24 de septiembre de 1810. Constaban de una asamblea formada por 300 diputados (representantes territoriales) elegidos por los ciudadanos de los distritos mediante sufragio universal masculino (varones mayores de 25 años). Aunque aún no existían los partidos políticos, los diputados se agruparon en tres corrientes:
- Absolutistas: Reclamaban que toda la soberanía recayera en el monarca.
- Jovellanistas (Liberales Moderados): Partidarios de una soberanía compartida por el rey (poder ejecutivo) y las Cortes (poder legislativo). Su figura más destacada era Gaspar Melchor de Jovellanos.
- Liberales (Liberales Radicales): Defendían que toda la soberanía recayera exclusivamente en la nación. Su mayor representante era el abogado Agustín de Argüelles.
Los moderados o jovellanistas constituyeron la mayoría y Las Cortes aprobaron dos medidas fundamentales:
- Política: Elaborar una Constitución.
- Social: Crear una sociedad según los principios ilustrados: igualdad jurídica, abolición de los derechos feudales (vasallaje al señor, impuesto de la tierra) y señoríos (sin embargo, la nobleza consiguió mantener todas sus posesiones).
También fue abolida la Inquisición, se aprobó la libertad de imprenta, garantizándose el derecho a la libre expresión, y se implantó una nueva división territorial de España, eliminándose los antiguos reinos y decretándose una nueva división provincial, con el fin de conseguir la unificación territorial (que todos los territorios de la nación fueran iguales en derechos y obligaciones) y la centralización política.
La Constitución de 1812: «La Pepa»
La primera Constitución española se aprobó el 19 de marzo de 1812, día de San José, por lo que fue conocida como «La Pepa». Suponía la primera ley aprobada por un parlamento en la historia de España y, por tanto, la ruptura con el Antiguo Régimen. Constaba de preámbulo y diez títulos con 384 artículos. Estaba inspirada en la Constitución francesa de 1791, por lo que era moderada, aunque más moderna y progresista que esta. Sus principios básicos eran:
- Soberanía nacional: La autoridad suprema reside en el conjunto de la nación representada en las Cortes. Se eliminaba la monarquía absoluta de derecho divino como forma de gobierno.
- División de poderes y monarquía limitada: El poder ejecutivo lo tendría el rey, que presidiría el gobierno, y el legislativo, las Cortes, que eran unicamerales y con amplios poderes para redactar las leyes.
- Sufragio universal masculino para elegir a los diputados (varones mayores de 25 años).
- Derechos fundamentales del individuo: Se garantizaba una amplia serie de derechos: igualdad ante la ley, inviolabilidad del domicilio, libertad de imprenta, sufragio, educación elemental, garantías penales y procesales.
- Religión oficial: No se reconocía la libertad de culto, sino que se imponía el catolicismo como religión oficial y única, lo que era una concesión clara al sector absolutista de las Cortes.
- Milicia Nacional: Creación de un cuerpo de civiles armados para la defensa del sistema constitucional.
. Fernando VII: Restauración, Liberalismo y Cuestión Sucesoria
Tras la firma del Tratado de Valençay (diciembre de 1813), Fernando VII regresó a España como «el deseado». Evitó Madrid para no firmar la Constitución y se dirigió a Valencia.
1. La Restauración del Absolutismo (1814-1820)
En Valencia, los «serviles» (69 diputados de las Cortes de Cádiz defensores del Absolutismo) le presentaron «El Manifiesto de los Persas», pidiéndole que suprimiera la Constitución y el retorno del Absolutismo. Mediante el Decreto del 4 de mayo se suprimieron las Cortes de Cádiz y se restauró el Absolutismo. Se persiguió a los liberales, se desterró a los «afrancesados» (a pesar de que se había comprometido a su perdón en el Tratado de Valençay), desapareció la libertad de imprenta y se cerraron las universidades. Durante este período se intentaron varios pronunciamientos militares contra el rey, como el del general Francisco Espoz y Mina en Navarra (1815), aunque fracasó y tuvo que exiliarse en Francia.
2. El Trienio Liberal (1820-1823)
El 1 de enero de 1820, el Teniente Coronel Rafael del Riego se sublevó en Cabezas de San Juan (Sevilla). El ejército de Riego marchó por varias ciudades andaluzas y después se produjeron levantamientos en Galicia y en toda España. El 7 de marzo de 1820, una gran multitud rodeó el Palacio Real. El rey se vio obligado a firmar la Constitución.
Los Liberales se dividieron en dos tendencias: Doceañistas (moderados) y Veinteañistas (radicales). El primer gobierno (1820-22) fue liderado por los moderados, pero las elecciones de 1822 otorgaron la victoria a los radicales y Riego presidió las Cortes. La oposición absolutista intentó varios golpes, como la sublevación de la Guardia Real (7 de julio de 1822) o el intento de crear un gobierno de oposición cerca de la frontera con Francia («La Regencia de Urgel»).
El 7 de abril de 1823 entraron en España los «Cien Mil Hijos de San Luis» (ejército absolutista), capitaneados por el Duque de Angulema, en ayuda de Fernando VII. Liberaron al rey y cercaron al gobierno liberal. Riego encabezó la resistencia, pero fue derrotado en la Batalla de Jódar (Jaén) y ejecutado en la Plaza de la Cebada (Madrid) el 7 de noviembre de 1823.
3. La Década Ominosa (1823-1833) y la Cuestión Sucesoria
El rey impuso severas medidas reaccionarias, aunque ya no tan radicales como en los primeros años. Sofocó algunos intentos de golpes liberales, como el del General Torrijos en 1831, quien desembarcó en Málaga procedente de Gibraltar, pero fue detenido y fusilado. En este período se produjo la división de los absolutistas: los revisionistas (deseosos de suavizar el Absolutismo) y los apostólicos (defensores del Absolutismo más reaccionario). El acercamiento del monarca a los primeros provocó la sublevación de los segundos («Guerra de los Malcontents»).
En 1829, Fernando VII contrajo matrimonio con su sobrina María Cristina de Borbón y en 1830 nació la Infanta Isabel. Temiendo que los absolutistas no aceptaran a una mujer como reina, Fernando VII acercó posturas con los liberales moderados y suprimió, mediante «La Pragmática Sanción», la «Ley Sálica» que impedía a las mujeres reinar. Fernando VII murió en 1833 dejando como reina a su hija de tres años, Isabel II, y como Regente a su esposa. Los absolutistas no la aceptaron y reclamaron la corona para el hermano del rey, el Infante Carlos María Isidro, dando lugar a la Primera Guerra Carlista (1833-1840).
. El Reinado de Isabel II: Las Regencias y las Guerras Carlistas
Nada más morir Fernando VII (1833) y tomar la corona Isabel II (de tan solo 3 años), apoyada por los liberales y bajo la regencia de su madre, María Cristina de Borbón, estalló una guerra civil entre los partidarios del infante Carlos María Isidro («carlistas») y los partidarios de la reina («isabelinos»). Fue conocida como la Primera Guerra Carlista (1833-1840).
La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
Los dos bandos enfrentados representaban modelos de Estado opuestos:
- Los Carlistas: Partidarios de la vuelta al Antiguo Régimen y bajo el lema «Dios, Patria, Fuero y Rey». Se oponían a las ideas liberales y defendían los privilegios de la nobleza y el clero. Contaron con gran apoyo en las zonas rurales de Navarra y País Vasco.
- Los Isabelinos (Liberales): Querían la soberanía nacional, la igualdad ante la ley y la libertad económica. Estaban respaldados por la clase media urbana y recibieron ayuda diplomática, financiera y militar internacional (de Francia y Gran Bretaña).
La guerra estalló solo dos días después de la muerte de Fernando VII. Las zonas rurales y pequeñas ciudades de Navarra y País Vasco, que apoyaban al Infante Carlos, se sublevaron. Los «carlistas» del Norte se organizaron bajo el mando del General Tomás de Zumalacárregui. Otras zonas de España también se sumaron a la sublevación, aunque con menor fuerza (como Aragón, dirigidos por Cabrera, o en Castilla, por el Cura Merino). Conscientes de su inferioridad numérica, emplearon la táctica de guerrillas. Zumalacárregui logró importantes victorias, pero fue herido durante el cerco a Bilbao y murió el 10 de junio de 1835.
En 1838, el General Espartero, que dirigía el ejército liberal, se reorganizó y comenzó una nueva campaña en el Norte. Mientras, en el bando carlista la situación se había ido haciendo cada vez más difícil por conspiraciones y rivalidades internas. Ante esta desunión, los carlistas, dirigidos por Maroto, decidieron ofrecer la rendición a los liberales, que se plasmó en el «Convenio de Vergara» (31 de agosto de 1839). Los militares carlistas podrían seguir ocupando sus puestos a cambio de rendirse. Don Carlos tuvo que exiliarse a Francia. Sin embargo, esta no sería la única guerra, ya que entre 1846 y 1849 (Segunda Guerra Carlista) y 1872 y 1876 (Tercera Guerra Carlista) tuvieron lugar nuevos intentos carlistas de hacerse con la corona, reclamando el derecho al trono de los sucesores del Infante Don Carlos.
La Regencia de María Cristina (1833-1840)
La Primera Guerra Carlista marcó la regencia de María Cristina. Sus primeros gobiernos estuvieron formados por liberales moderados o monárquicos reformistas:
- Francisco Cea Bermúdez (1832-1834), monárquico reformista, fue su primer jefe de gobierno. Durante su mandato se realizó la división territorial de España.
- En enero de 1834 se hizo cargo del gobierno Francisco Martínez de la Rosa, liberal moderado, el cual elaboró el Estatuto Real de Abril de 1834, un tránsito del Absolutismo al sistema liberal. Se trataba de una serie de concesiones que hacía la corona al pueblo, pero no era una constitución (se parece más a una carta otorgada). Las cortes no tenían soberanía nacional ni capacidad legislativa plena, pues eran como una asamblea para asesorar a la corona.
Esto no satisfacía a los liberales más exaltados, que reclamaban reformas más profundas (una constitución), lo que provocó varias revueltas. En 1836, un grupo de sargentos de la Guarnición Real se sublevó en la Granja de San Ildefonso al grito de: «¡Viva la Constitución!». La regente se vio obligada a poner en vigor la Constitución de 1812.
La Constitución de 1837 y la Desamortización
María Cristina mandó entonces formar gobierno a los Liberales Progresistas. El nuevo gobierno progresista de José María Calatrava redactó la Constitución de 1837, progresista, aunque en consenso con los liberales moderados, a los que se les hacían importantes concesiones (se renunciaba a la soberanía nacional y se permitía que la corona conservara el poder ejecutivo). Establecía el bicameralismo (Senado, nombrado por la corona, y Congreso de los Diputados). También quedaban fijados derechos individuales (como la libertad de imprenta). Durante el gobierno progresista de Calatrava ocupó la cartera de Hacienda Juan Álvarez Mendizábal, que adoptó fuertes medidas contra la Iglesia (Desamortización: nacionalización y venta en subasta de sus bienes).
La Regencia de Espartero (1840-1843)
En octubre de 1837 se convocaron elecciones, que ganaron los moderados. Hasta 1840 se sucedieron varios gobiernos moderados. El último choque entre María Cristina y los liberales progresistas fue por la «Ley de Ayuntamientos», mediante la cual los alcaldes eran designados por la corona y no por votación. Después del estallido de numerosos disturbios, María Cristina se marchó al destierro en octubre de 1840, por lo que fue elegido por las Cortes para asumir la regencia el General Baldomero Espartero («Príncipe de Vergara»).
Su forma de gobernar tan autoritaria le supuso la enemistad con políticos de su propio partido (Progresista). En esta época se recortaron los fueros (vasco-navarros) y retomó la desamortización de los bienes del clero («Desamortización de Espartero»). A nivel económico, Espartero impuso un sistema comercial librecambista (libre circulación de las mercancías a nivel internacional). Esto le enfrentó a la industria textil de Cataluña (no querían que entrara mercancía británica), que organizó una insurrección, lo que produjo que Espartero bombardeara Barcelona entre mayo y junio de 1843 («Bombardeo de Barcelona»). Espartero acabó exiliándose en Londres en 1843.
A finales de este año, Isabel II, con trece años, fue proclamada mayor de edad tras el fracaso de las regencias. Comenzó su Reinado Efectivo (1843-1868).
. Isabel II: El Reinado Efectivo (1843-1868)
Tras el fracaso de las regencias, Isabel II fue proclamada mayor de edad por las Cortes con 13 años, comenzando su Reinado Efectivo (1843-1868), que se puede dividir en tres períodos:
1. La Década Moderada (1844-1854)
Los moderados ganaron las elecciones de 1844 y Ramón María Narváez fue nombrado Jefe de Gobierno. Se redactó una nueva Constitución (1845) de carácter moderado:
- Soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
- Fortalecimiento de la autoridad de la reina (nombraba ella a los ministros).
- Bicameralismo (Senado: miembros elegidos por la corona y Congreso: elegidos por el pueblo, pero mediante sufragio muy censitario).
En 1852 dimitió Juan Bravo Murillo, que había sustituido a Narváez como Jefe de Gobierno, por los crecientes casos de corrupción de los moderados. La reina nombró un Gabinete de Gobierno a dedo, presidido por el Conde de San Luis, lo que traicionaba la constitución. Muchos políticos moderados se sintieron ofendidos por el control de la reina sobre el partido y sus abusos de poder, como el General Leopoldo O’Donnell, que se sublevó en el cuartel de Vicálvaro el 28 de junio de 1854 («La Vicalvarada»). Este hecho sirvió para poner de acuerdo a moderados y progresistas y exigirle juntos a Isabel II que pusiera fin al gobierno del Conde de San Luis.
En Manzanares (Ciudad Real) se reunieron O’Donnell y el General Serrano (liberales moderados) y firmaron el «Manifiesto de Manzanares» (redactado por Cánovas del Castillo), en el que se hacía un llamamiento a la nación para sublevarse contra la reina si no convocaba elecciones y reformaba la ley electoral. Los Progresistas también lo apoyaron. Ante estos hechos, la reina decidió llamar a Espartero (progresista) y O’Donnell (moderado, que formó un nuevo partido, «La Unión Liberal») para que formaran gobierno.
2. El Bienio Progresista (1854-1856)
Espartero asumió la jefatura de gobierno y O’Donnell el Ministerio de Guerra. En este período se llevó a cabo una nueva desamortización contra los bienes de la Iglesia («Desamortización de Madoz») y se impulsó la industrialización y el ferrocarril («Ley de Ferrocarril de 1855»), pero fracasó por el constante clima de inestabilidad social y la rivalidad entre Espartero y O’Donnell. Se llevó a cabo un proyecto constitucional, que nunca llegó a ver la luz (por eso se denomina «La Constitución Non Nata»). En agosto de 1856, el General Espartero dejó el gobierno y se retiró a su residencia de Logroño.
3. Crisis del Moderantismo y Caída de la Monarquía (1856-1868)
Tras ganar las elecciones, el gobierno quedó en manos de la Unión Liberal de O’Donnell, quien logró temporalmente la estabilidad y la unidad social al entablar la Guerra con Marruecos (1859), cuando el país norteafricano ocupó las plazas de Ceuta y Melilla. El conflicto concluyó con la victoria española, lo que supuso el control de las Islas Chafarinas y Ceuta y Melilla, pero, sobre todo, recuperar parte del prestigio colonial perdido.
Sin embargo, la Unión Liberal entró en crisis interna, ya que carecía de una ideología clara, y O’Donnell dimitió en 1863. La reina mandó formar gobierno al Marqués de Miraflores (otra vez volvía a nombrar gobiernos de su confianza por decreto), lo que, unido a la crisis económica, provocó varias revueltas contra la corona (como las protestas universitarias de la Noche de San Daniel en 1865, cuando los estudiantes de Madrid protestaron por la destitución del rector Juan Manuel Montalbán. Los sucesos terminaron con una violenta represión por parte de la Guardia Civil en La Puerta del Sol, que acabó con 14 muertos y multitud de heridos).
En un contexto de gran agitación política y social, los progresistas, la Unión Liberal y los republicanos planearon desde el extranjero dar un Golpe de Estado contra Isabel II en 1866 («Pacto de Ostende»). Este golpe contra la reina se llevaría a cabo en la Revolución de 1868 («La Revolución Gloriosa»), que pondría fin a su reinado.
