La Consolidación del Régimen Liberal: La Primera Guerra Carlista (1833–1840)
La muerte de Fernando VII en 1833 abrió una nueva etapa en la historia de España. Su hija Isabel, todavía una niña, fue proclamada reina gracias a la Pragmática Sanción de 1830, que anulaba la Ley Sálica y permitía la sucesión femenina. Sin embargo, los absolutistas no aceptaron esta decisión y apoyaron a Carlos María Isidro, hermano del rey fallecido, lo que desencadenó la Primera Guerra Carlista (1833–1840).
Este conflicto fue al mismo tiempo una lucha dinástica y una guerra ideológica entre absolutismo y liberalismo.
Facciones y Apoyos Ideológicos
Los Carlistas (Absolutistas)
- Defendían la monarquía absoluta, el poder de la Iglesia y el mantenimiento de los fueros y estructuras tradicionales.
- Su apoyo se concentró en las zonas rurales y conservadoras del norte, especialmente el País Vasco, Navarra, el Maestrazgo, la Cataluña interior y parte de Valencia.
- Contaban con el respaldo del clero, campesinos y baja nobleza.
Los Isabelinos (Liberales o Cristinos)
- Defendían una monarquía constitucional y reformas liberales.
- Contaban con el apoyo de las ciudades, la burguesía, las clases medias, funcionarios, militares liberales y parte de la nobleza moderada.
Desarrollo y Conclusión del Conflicto
La guerra fue larga y dura. Comenzó en el norte bajo el mando del general Zumalacárregui, que logró algunas victorias, aunque no consiguió tomar grandes ciudades. Tras su muerte en 1835 durante el asedio de Bilbao, el carlismo perdió a su principal líder.
Mientras tanto, los liberales vivían un proceso de radicalización interna. En 1836, el Motín de los Sargentos de La Granja obligó a la regente María Cristina a restablecer la Constitución de 1812 y convocar Cortes Constituyentes, reforzando la alianza entre progresistas y la causa isabelina.
A partir de 1837, las ofensivas carlistas hacia el centro fracasaron; la llamada expedición real llegó hasta las afueras de Madrid, pero no consiguió tomar la ciudad. Finalmente, en 1839, el general liberal Espartero y el carlista Maroto firmaron el Convenio de Vergara, que puso fin a la guerra en el norte: los carlistas aceptaban la paz a cambio del respeto a sus grados militares y la promesa de conservar los fueros. En el Maestrazgo, el general Cabrera resistió hasta 1840, cuando la guerra concluyó definitivamente.
La victoria liberal consolidó el trono de Isabel II y la revolución liberal, debilitó el absolutismo y reforzó el papel del Ejército como fuerza política, aunque el carlismo sobrevivió como corriente ideológica y volvería a resurgir en el futuro.
Las Regencias y la Definición del Estado Liberal (1833–1843)
Durante la minoría de edad de Isabel II (1833–1843), España vivió un periodo de lucha entre las distintas corrientes del liberalismo por definir el nuevo régimen. Hubo dos regencias principales: la de María Cristina (1833–1840) y la del general Espartero (1840–1843).
La Regencia de María Cristina (1833–1840)
En un primer momento, María Cristina se apoyó en los liberales moderados y promulgó el Estatuto Real de 1834, una carta otorgada que creaba Cortes bicamerales, pero sin reconocer la soberanía nacional. Fue una apertura limitada para integrar a los liberales moderados y aislar a los carlistas. La única gran reforma de estos años fue la división provincial de 1833, elaborada por Javier de Burgos.
Sin embargo, la presión de los progresistas y de la Milicia Nacional creció, y tras el Motín de La Granja en 1836, la regente se vio obligada a restablecer la Constitución de 1812 y convocar nuevas Cortes. Estas aprobaron la Constitución de 1837, más flexible y moderna, que establecía la soberanía nacional, la división de poderes, amplios derechos y un sistema de sufragio censitario.
Las Tendencias del Liberalismo
En este periodo se consolidaron las dos grandes tendencias del liberalismo:
- Moderados: Defendían un liberalismo conservador con voto restringido y fuerte poder de la Corona.
- Progresistas: Apostaban por la soberanía nacional, más libertades y menor autoridad real.
La Regencia de Espartero (1840–1843)
Tras el final de la guerra carlista, María Cristina se vio obligada a abdicar de la regencia en 1840 por la presión progresista, y el general Espartero asumió el poder. Su regencia se caracterizó por un gobierno autoritario de signo progresista, con medidas centralizadoras y librecambistas que causaron malestar, especialmente en Cataluña, donde estallaron revueltas.
La oposición de los moderados y parte del Ejército culminó en un pronunciamiento en 1843 dirigido por el general Narváez, que puso fin a la regencia. Ese mismo año, Isabel II fue declarada mayor de edad con tan solo trece años, iniciándose una nueva etapa política.
La Transformación Económica y Social: El Desmantelamiento del Antiguo Régimen
La revolución liberal no solo transformó la política, sino también la economía y la sociedad. Se abolieron los señoríos jurisdiccionales, se suprimieron los mayorazgos y se permitió la libre compraventa de tierras, integrando plenamente el territorio bajo la soberanía estatal.
Reformas Clave
- La medida más importante fue la Desamortización de Mendizábal en 1836, que expropió y vendió bienes eclesiásticos con el fin de financiar la guerra y fortalecer el liberalismo.
- Aunque la mayoría de las tierras fueron adquiridas por burgueses y grandes propietarios, esta medida debilitó el poder de la Iglesia y favoreció la creación de un mercado de tierras.
- Además, se impulsó el librecambismo, se reorganizó la Hacienda pública y se unificó el marco legal y administrativo para crear un mercado nacional integrado.
El nuevo Estado liberal se basaba en la igualdad ante la ley, aunque el voto seguía siendo censitario, limitado a quienes poseían riqueza.
Conclusión: El Asentamiento del Régimen
En conjunto, entre 1833 y 1843 España vivió un proceso decisivo de consolidación del liberalismo. La Guerra Carlista fue el choque fundamental entre absolutismo y liberalismo, mientras las regencias de María Cristina y Espartero definieron el marco constitucional y las instituciones del nuevo Estado.
Al mismo tiempo, las reformas económicas y sociales desmantelaron el Antiguo Régimen y sentaron las bases de una sociedad liberal y capitalista. Con la mayoría de edad de Isabel II en 1843, el régimen liberal estaba ya asentado, aunque aún inestable y marcado por las luchas políticas entre moderados y progresistas y la continua intervención del Ejército en la vida pública.
