La sociedad cristiana de los siglos VII al IX
Durante esta etapa, los reinos cristianos mantienen características comunes, entre las que destacan:
- Una economía basada en la agricultura y la ganadería.
- Escasa circulación de moneda, lo que obligó a generalizar el intercambio económico mediante el trueque.
- Uso del botín de guerra como forma de completar las economías.
- Desarrollo artesanal vinculado a las necesidades de la Iglesia y la nobleza cristiana.
Se produce un proceso de feudalización y concentración de la propiedad, variando en función de los reinos y condados. En un principio, dentro de la zona occidental, en el reino Astur, se ceden territorios y libertades a los campesinos y pastores que emprenden el descenso hacia los valles. Estos no dependerán de la nobleza feudal, al igual que los mozárabes, que serán hombres libres. Sin embargo, a partir del siglo X, la propiedad comienza a concentrarse en manos de la nobleza. Por otro lado, en la parte oriental (condados catalanes), es donde se hace más explícito el poder político, militar y social de la nobleza sobre un campesinado subordinado mediante relaciones de vasallaje. En Castilla y León, la propiedad de la tierra pasa de forma más gradual a la nobleza y la Iglesia. Este poder se acrecienta por las donaciones hechas por la corona.
Desde el punto de vista político, la organización tiene como máxima figura al rey o al conde, quienes son asesorados por una curia o corte designada por la corona o el condado, dividiéndose a la larga entre los que administran justicia y el consejo real, con funciones exclusivas de asesoramiento.
El Reino de Castilla y León
A la muerte de Fernando I, se produce una fragmentación territorial de su reino entre sus hijos, lo que llevó a la división en Galicia, León y la propia Castilla, que posteriormente se volvieron a unificar, a excepción de Portugal. Durante el reinado del monarca castellano-leonés Alfonso VII, se acuerda con la Corona de Aragón, mediante el Tratado de Tudilán, el reparto de las zonas de reconquista para ambos reinos, lo que obstaculizó la continuidad de Navarra, que se vio perjudicada.
La vinculación definitiva del reino castellano-leonés se produce en el reinado del monarca Fernando III, coronado rey de Castilla y de León. Este da un importante impulso reconquistador con expediciones a África, Córdoba, Jaén y Sevilla, convirtiendo a Castilla en el reino más importante en el proceso de Reconquista. A la muerte de Fernando III, es sustituido por su hijo Alfonso X “El Sabio”. Este monarca no amplió los territorios de su padre, pero realizó una importante labor cultural, creando la Escuela de Traductores de Toledo, así como un gran desarrollo en el ámbito jurídico. En la economía, potenció la exportación de la lana creando el Honrado Concejo de la Mesta. La política exterior de este monarca no fue muy destacada: no consiguió coronarse emperador de Alemania y tampoco pudo influir en la política navarra.
Instituciones y gobierno en la Corona de Aragón
Los reyes aragoneses se convierten en monarcas de diferentes reinos, lo que les obliga a jurar los fueros o leyes de cada uno. Esto les obligó a crear cargos que representaban políticamente al monarca y administraban su poder. El monarca y los jueces de las cortes administran la justicia como máximo órgano judicial. La Corona nombrará a los Justicias Mayores, encargados de solventar los pleitos entre la corona y la nobleza. En Cataluña, estos cargos serán los vegueres; en Valencia, los justicias; y en Baleares, los batles.
El monarca cuenta con la ayuda del Consejo Real o curia ordinaria y la curia extraordinaria, que dará paso a las Cortes. En Aragón, estas fueron especialmente importantes, puesto que no se reconocía ninguna ley sin ser votada en ellas. En 1218, en Cataluña, se crean las Corts y aparece la Generalitat, encargada de gestionar las decisiones de las Corts. Este reino presenta una mayor tendencia autonómica debido a la participación en la repoblación.
Evolución de Castilla y Aragón: La dinastía Trastámara (siglos XIV y XV)
Entre los siglos XIV y XV se instala en ambos reinos la dinastía de los Trastámara. En Castilla, los Trastámara acceden a la corona con Enrique III, quien protagonizó uno de los primeros intentos de ocupar el archipiélago canario. Su sucesor, Enrique IV, creará el problema dinástico de sucesión al trono al nombrar primero a su hermana Isabel como heredera al reino y, posteriormente, a su hija Juana, de dudosa legitimidad. En Aragón, la nobleza se enfrentará a la corona. Los monarcas aragoneses no podrán ampliar su poder territorial dentro de la Península, por lo que se embarcan en una campaña expansiva por el Mediterráneo. Destaca el reinado de Juan II, que inició una etapa de decadencia y debilidad en esta monarquía.
El expansionismo castellano-aragonés
Durante esta etapa, Castilla impulsó, con el monarca Enrique III, la conquista y ocupación de las islas Canarias. Los antiguos habitantes de las islas eran una población que se encontraba en un estado neolítico, oponiendo dura resistencia a los conquistadores, a pesar de la superioridad de la fuerza empleada. La aculturación de los antiguos canarios y su conversión al catolicismo facilitó su integración en la Corona castellana.
La Corona otorgó mejores condiciones a los repobladores. El desarrollo de la actividad agraria, encaminada a la exportación, permitió el desarrollo urbanístico en ciudades como Las Palmas o San Cristóbal de La Laguna. Los monarcas nombraron al frente de las islas a Adelantados o gobernadores, que se encargaron de designar cargos municipales, administrar justicia y repartir las tierras. En el ámbito peninsular, los castellanos, inmersos en enfrentamientos civiles con Aragón, no prosiguen con la Reconquista.
