La Propuesta Keynesiana
Para algunos economistas, la crisis representaba el final del sistema capitalista; otros insistían en que no había que intervenir y que el mercado se recuperaría por sí mismo. Para John Maynard Keynes, el problema principal era la falta de demanda y la caída de la inversión. La reactivación de la economía debía sustentarse sobre tres pilares: el aumento del gasto público, la reactivación del consumo y el incremento de la inversión privada.
Keynes sostenía que el Estado debía invertir aumentando el gasto público. Aunque creara déficit, este gasto aumentaría el empleo y, con ello, el consumo y la demanda. Y no solo por su importe, sino por una proporción mayor, porque, transformado en salarios y compra de bienes, inducía nueva demanda en otros actores (multiplicador keynesiano). Al aumentar la renta, el Estado podía aumentar los ingresos fiscales, reduciendo y anulando, a medio plazo, el déficit público inicial.
Para incentivar la demanda, propuso la mejora de los salarios de los trabajadores y una reducción de la presión fiscal. Para estimular la inversión, defendía penalizar fiscalmente el ahorro y bajar los tipos de interés para facilitar el crédito a las empresas.
Para Keynes, el papel de los capitalistas era invertir, el de los trabajadores, consumir, y el del Estado, incentivar la economía.
Los planteamientos de Keynes supusieron una nueva propuesta para luchar contra la crisis. Contradiciendo las políticas económicas tradicionales, demostraban que el aumento del déficit público no era negativo para la recuperación de la economía, sino la solución para combatir la depresión. Con la excepción de los países escandinavos, sus propuestas fueron acogidas con escepticismo. Muchos países aumentaron el gasto público para paliar el paro, pero lo hicieron en una cuantía insuficiente, junto a otras medidas que contradecían el keynesianismo.
El Establecimiento del Régimen Nazi
A partir de 1933, una serie de medidas completaron el proceso de nazificación de Alemania:
- Ilegalización de los partidos socialdemócratas y comunistas, cuyos dirigentes fueron detenidos y enviados a campos de concentración, y sus bienes, confiscados. A partir de julio de 1933, existía, por ley, un régimen de partido único: el NSDAP o Partido Nazi.
- Idéntica suerte corrieron los sindicatos, reemplazados, desde mayo de 1933, por el Frente Alemán del Trabajo, sindicato único y controlado por el Partido Nazi.
- Unificación de los Länder mediante la supresión del sistema federal y la disolución de los parlamentos territoriales.
- Depuración de la administración, excluyendo de los escalafones oficiales a todos aquellos funcionarios no arios o presumiblemente no adictos al régimen. También fueron perseguidos los intelectuales y artistas contrarios al régimen.
- Reforzamiento de la represión, dotando de funciones policiales a las SS y creando la Gestapo, un cuerpo de policía política. Se empezó la construcción de campos de concentración para internar en ellos a las personas consideradas peligrosas o indeseables.
- Eliminación de la disidencia dentro del partido. En las SA se habían producido críticas a la concentración de poder en manos de Hitler y a la deriva capitalista del partido. En junio-julio de 1934, Ernst Röhm y los principales dirigentes de las SA fueron asesinados. Se consagró así la hegemonía de las SS de Himmler, cuerpo de élite dentro del partido y del Estado.
- Conquista del espacio vital, que garantizase la expansión territorial necesaria para el desarrollo de la raza aria y para llevar a cabo la rectificación del Tratado de Versalles.
- Nombramiento de Hitler como jefe de Estado después de morir el presidente Hindenburg en agosto de 1934. Se convirtió en Führer, es decir, en caudillo y canciller del III Reich, un nombramiento que fue ratificado en plebiscito días más tarde.
Hitler en el Poder: El Camino al Totalitarismo
Tras su nombramiento como canciller, Hitler procedió a establecer, en un plazo breve, un régimen totalitario en Alemania. En febrero de 1933, promulgó un decreto por el que se establecían limitaciones al derecho de reunión y a la libertad de prensa; un total de 16 periódicos socialistas y comunistas fueron clausurados, y las fuerzas policiales ocuparon la sede del Partido Comunista.
El incendio del edificio del Reichstag, el 27 de febrero de 1933, atribuido, sin pruebas, a los comunistas, sirvió de pretexto para desencadenar una violenta persecución contra sus militantes y para promulgar un nuevo decreto por el que quedaban suprimidos los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución.
En este ambiente de represión e intimidación, en las elecciones de marzo de 1933, ya sin garantías democráticas, se produjo un nuevo triunfo del partido nazi, que alcanzó los 288 diputados, pero no la mayoría absoluta. Tras llegar a un acuerdo con los nacionalistas y los miembros del Partido de Centro Católico, Hitler aprobó una ley de plenos poderes que le facultaba para gobernar durante cuatro años al margen del Parlamento y para anular el contenido de la Constitución siempre que lo considerase necesario para el bien de Alemania. A partir de ese momento, cualquier atisbo de democracia, y la propia República de Weimar, podían darse por enterrados.