El Estatuto Real y la Revuelta de 1836 en la Monarquía Isabelina

El Estatuto Real

La reacción de la regente María Cristina ante la insurrección carlista fue tibia, y el gobierno de Francisco Cea Bermúdez, un absolutista moderado, intentó buscar un acuerdo. La monarquía isabelina necesitaba conseguir más apoyos, por lo que la regente nombró un nuevo gobierno, encabezado por el moderado Martínez de la Rosa, que propuso la promulgación del Estatuto Real (1834). Se trataba de una carta otorgada para formar unas Cortes estamentales con 2 cámaras que no tenían atribuciones legislativas.

Revuelta de 1836

La guerra no era favorable a los isabelinos. El primer objetivo de Mendizábal fue derrotar al carlismo. Para ello convocó una quinta de mil hombres y buscó la ayuda del Reino Unido, Francia y Portugal. Su segundo objetivo fue transformar el Estado en un sentido liberal y convocó elecciones a Cortes para reformar el Estatuto Real. También emprendió la necesaria reforma agraria con la aprobación de los decretos de desamortización de tierras eclesiásticas y de supresión de las congregaciones religiosas. El proyecto reformista de Mendizábal ahondó la división en el liberalismo, entre moderados y progresistas. María Cristina, atendiendo a las voces contrarias a las medidas reformistas, destituyó a Mendizábal y dio el gobierno a los moderados. Esta decisión alarmó a los progresistas.

Vuelta al poder de los moderados (1837-1840)

Aprobada la Constitución, se convocaron nuevas elecciones en octubre de 1837, que ganaron los moderados. En los años que permanecieron en el poder se asentaron algunos de los principios básicos del régimen liberal moderado.

La regencia de Espartero (1840-1843)

Espartero fue nombrado regente en un contexto de euforia progresista. Inició su mandato con un claro impulso de las libertades, lo que produjo un auge de la prensa.

Crisis del moderantismo

Los carlistas protagonizaron un nuevo levantamiento en Cataluña (Guerra dels Matiners), por otra parte, las divisiones internas del moderantismo y la lucha entre tendencias propiciaron la inestabilidad de los gobiernos. La marginación de las Cortes culminó en la reforma de 1852 por la cual el gobierno de Bravo Murillo,

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