El Régimen Franquista: Características Fundamentales y Evolución Histórica (1939-1975)
Tras la victoria en la Guerra Civil, un objetivo inaplazable fue la creación de un nuevo Estado. Su configuración estaba aún por definir, pero no sus rasgos esenciales: un Estado autoritario (Franco, como Caudillo, concentraba todos los poderes con el apoyo del Ejército), anticomunista, militarista, antiparlamentario y antiliberal, nacionalista y católico. Además, tomó como objetivos principales la defensa de la “unidad de la Patria”, el tradicionalismo y la adopción de elementos fascistas.
Más tarde, con la victoria de las democracias occidentales en la Segunda Guerra Mundial, el régimen se desvinculó de la simbología fascista, definiéndose como una democracia orgánica a través de unas Leyes Fundamentales que pretendían simular un Estado de Derecho. El nuevo Estado se presentaba como una “monarquía católica y representativa” cuya Jefatura de Estado recaía, con carácter vitalicio, sobre Franco, quien se atribuía también la prerrogativa de nombrar a su sucesor.
Etapas del Franquismo: Un Recorrido Cronológico
Esta evolución permite diferenciar, al menos, tres etapas principales:
La Posguerra y el Asentamiento del Régimen (1939-1959)
En política interior, se desarrolló una dura represión contra los vencidos y se sentaron las bases del nuevo Estado. En el exterior, se atravesaron varias fases: el acercamiento a Alemania e Italia durante la guerra, el rechazo internacional tras su finalización y el paulatino reconocimiento internacional en el contexto de la Guerra Fría a partir de 1950. Así, en 1953 se firmaron el Concordato con la Santa Sede y un tratado con Estados Unidos; en 1955, España finalmente ingresaba en la ONU. Económicamente, fueron años de dificultades por las consecuencias de la Guerra Civil, el estallido de la Segunda Guerra Mundial y el aislamiento internacional de España (autarquía económica).
El Desarrollismo Económico (1959-1973)
En política interior, se consolidó la estructura del Estado franquista y se suavizó la represión. En el exterior, se continuó la política de apertura y de integración con la solicitud de ingreso en la Comunidad Económica Europea en 1962. En el ámbito económico, se produjo, al amparo de la favorable coyuntura internacional, un acelerado crecimiento.
La Crisis del Régimen (1973-1975)
En política interior, el inmovilismo, el estado de salud de Franco y la creciente oposición política crearon un clima de inestabilidad que anunciaba el final del régimen con la muerte del Caudillo. En el marco internacional, el Estado franquista aparecía como una realidad anacrónica (la última dictadura tras la desaparición de las de Portugal y Grecia). En el ámbito económico, el Milagro Desarrollista se frenó con la crisis internacional del petróleo de 1973 y se inició una aguda fase de recesión económica.
Las «Familias» Políticas y Apoyos Sociales del Franquismo
Estos cambios afectaron tanto a las “familias” políticas del régimen como a las bases sociales sobre las que se apoyaba. Con respecto a los grupos ideológicos (Franquistas, Monárquicos, Falangistas y Católicos), conformaban un abanico ideológico muy amplio y su alianza se basaba más en los rechazos comunes que en las aspiraciones. No obstante, todos perseguían la confesionalidad católica del Estado, la implantación de un poder nacionalista, fuerte y centralizado, y la imposición de un orden social rígido basado en la defensa de la familia y de la propiedad privada.
Franquistas
Franco, a diferencia de otros dictadores, nunca tuvo un proyecto político concreto, pero su visión tradicionalista le impulsaba a rechazar cualquier forma que derivara del pensamiento liberal o democrático.
Monárquicos
Se dividían en Carlistas o Tradicionalistas y los partidarios de la restauración de Juan de Borbón.
Falangistas
Presentaban unos planteamientos próximos al fascismo europeo contemporáneo, pero la muerte de su fundador (José Antonio Primo de Rivera) y su fusión con los Tradicionalistas, bajo el mando directo de Franco, les hizo perder gran parte de sus señas de identidad. Seguían aspirando a un régimen totalitario de partido único, el Movimiento Nacional, nombre con el que el régimen designaba a la FET y de las JONS para evitar la utilización del término “partido” (y en el que se incluía una organización sindical vertical; nacionalsindicalismo). Tras la victoria de las democracias occidentales en la Segunda Guerra Mundial, Franco se fue distanciando de los planteamientos Falangistas y, aunque siguieron ocupando cargos importantes, perdieron influencia dentro del régimen, sobre todo a favor de los Católicos, quienes proporcionaban una mejor imagen en el exterior.
Católicos
Dentro de los Católicos destacaron: la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, que controlaba las carteras de Asuntos Exteriores y Educación, y el Opus Dei, que era una asociación de fieles católicos que buscaba la santificación personal a través de la vida ordinaria. Adquirieron una gran importancia en la España franquista, alcanzando altos cargos por su elevada cualificación.
Apoyos Sociales del Franquismo
El franquismo fue gozando del apoyo de amplios sectores, bien por su defensa de los valores más tradicionales de la sociedad, bien por su autoridad y el restablecimiento del orden público. Destacaron la oligarquía económica, el Ejército y el clero y, con el Desarrollismo, medianos propietarios y las clases medias urbanas.
La Economía Franquista: De la Autarquía al Desarrollismo
La economía de la España franquista también experimentó una profunda evolución desde una economía estancada de base agraria a una industrial. En esta evolución podemos distinguir las siguientes etapas:
La Autarquía de la Posguerra
La Guerra Civil había dejado un país arruinado, a lo que se sumaría la dificultad de abastecerse en el exterior. El modelo adoptado por el franquismo para salir de la penuria fue la autarquía, una política económica basada en un disparatado optimismo oficial, la autosuficiencia y la intervención del Estado. Pero la escasez, el racionamiento y los precios fijados por el Estado propiciaron la aparición de prácticas fraudulentas y la corrupción generalizada.
Los Años Cincuenta: El Fin de la Autarquía
Finalizado el aislamiento internacional y, ante la evidencia del fracaso del modelo autárquico, la economía española se fue liberalizando y abriéndose poco a poco al exterior. En 1952 se puso fin al racionamiento de alimentos y se permitió la importación de bienes de equipo, gracias al apoyo económico estadounidense, imprescindibles para el desarrollo económico. Finalmente, en 1954 se superó la renta per cápita de 1935. Sin embargo, este incipiente desarrollo generó problemas: las importaciones aumentaron a un ritmo muy superior al de las exportaciones, y el déficit comercial fue mermando las reservas de divisas, que estaban a punto de agotarse al final de la década; la inflación propició protestas sociales. La necesidad de reformas estructurales en la economía era evidente. Los tecnócratas del Opus Dei diseñaron el giro definitivo en la política económica.
El Desarrollismo (1959-1973)
La llegada de los tecnócratas a los ministerios económicos supuso un gran giro en la política económica. A ellos se debió el Plan de Estabilización de 1959, elaborado bajo las indicaciones del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Su objetivo era liberalizar la economía y abrirla al exterior. Para ello, se recortó el gasto público, se congelaron los salarios, se restringió el crédito, se devaluó la moneda y se liberalizaron las inversiones extranjeras. Las consecuencias inmediatas fueron traumáticas, pero los beneficios se apreciaron en poco tiempo. En 1961, tras reducirse el déficit público y recibir abundantes inversiones del exterior, España inició un acelerado crecimiento económico. España pasó en una década de ser un país agrario a un país industrializado. El régimen utilizó la industrialización como propaganda al presentarla como el “milagro económico español”.
El Desarrollismo se caracterizó por un fuerte crecimiento industrial, un crecimiento espectacular del turismo, una modernización de la agricultura y la llegada masiva de inversiones extranjeras. Pero este crecimiento también presentaba dificultades: grandes desequilibrios regionales, escasa participación del capital nacional y una balanza comercial muy deficitaria. Para tratar de encauzar el desarrollo económico, el Gobierno puso en práctica, desde 1963, los Planes de Desarrollo, que seguían el modelo francés de planificación indicativa; aunque no lograron los objetivos previstos. A partir de 1973, la crisis del petróleo acabó con esta fase de desarrollo y se entró en una aguda depresión.
Transformaciones Sociales y la Oposición al Franquismo
Transformaciones Sociales
La sociedad de los años cuarenta y cincuenta no experimentó grandes cambios con respecto a la generación de la Guerra Civil. A pesar de que el tamaño de las grandes ciudades continuaba aumentando, seguía dominando la población rural. Era una sociedad muy polarizada con una débil clase media. El franquismo contribuyó a extender en esta generación una mentalidad tradicional, basada en valores religiosos y con una moral muy estricta. Será en el Desarrollismo cuando se transforme de una manera radical la sociedad española.
Entre 1959 y 1973, el favorable contexto económico y la adopción de políticas natalistas provocaron un crecimiento demográfico sin precedentes. Asimismo, se intensificaron los movimientos migratorios interiores y exteriores. En los años sesenta, la sociedad española se hizo urbana por el éxodo rural, disminuyendo la población activa agraria y aumentando la clase media urbana que promovió una nueva sociedad de consumo. Además, el contacto con Europa permitió conocer una mentalidad más abierta y democrática, nuevos gustos y costumbres. Esa nueva mentalidad, que tenía en Europa su inspiración, se resumía en un afán de libertad moral, cultural y política, que empujaba con fuerza hacia la democracia.
La Oposición al Régimen Franquista
Durante los años cuarenta, la oposición fue muy débil debido a la dura represión. Además, estaba dividida entre la del exilio y la interior. En el exilio, las organizaciones y partidos republicanos trataron de reorganizarse. En el interior destacaron los Maquis: un movimiento de resistencia guerrillero, integrado principalmente por anarquistas, socialistas y comunistas, que fueron reprimidos por la Guardia Civil y el Ejército. Así, al fracasar las diversas estrategias de la oposición, los partidos y organizaciones tradicionales entraron en crisis. El PSOE y la UGT mantuvieron sus direcciones en el exilio, pero en el interior casi desaparecieron; los anarquistas perdieron influencia en el movimiento obrero y solamente el PCE consiguió reorganizarse en la clandestinidad, aunque su dirección seguía en el exilio.
Otro foco de oposición estuvo protagonizado por Juan de Borbón, en un intento de recuperar el trono. Tras ofrecer su participación en el levantamiento, rechazada por Franco, en 1945 publicó el Manifiesto de Lausana pidiendo la dimisión de Franco y la restauración de la monarquía. Años después, volvió a acercarse al régimen, acordando con Franco la tutela de su hijo, el Príncipe Juan Carlos, durante sus estudios en España.
En los años cincuenta, se empezó a desarrollar la oposición dentro del país, expresándose mediante protestas espontáneas y poco coordinadas que perseguían provocar un alzamiento contra el régimen. Pero fue en los años sesenta y setenta cuando se consolidó y amplió una importante oposición, como consecuencia de los cambios experimentados por la sociedad española que aspiraba a las mismas libertades que se disfrutaban en Europa, el aumento de la conflictividad laboral, la oposición de un sector de la Iglesia con el espíritu renovador del Concilio Vaticano II y la proliferación de partidos políticos ilegales:
- El PCE, liderado por Santiago Carrillo.
- El PSOE, que logró revitalizarse a partir de 1974 tras el Congreso de Suresnes y el liderazgo de Felipe González.
- Nuevos partidos de extrema izquierda como el Partido del Trabajo de España (PTE), de filiación maoísta.
- Minoritarios partidos de carácter moderado como Izquierda Democrática.
- La revitalización de los partidos nacionalistas vascos y catalanes junto a la aparición de nuevas formaciones, destacando Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) y ETA, que fue acrecentando su protagonismo con sus acciones terroristas y el apoyo social vasco tras la represión en el Juicio de Burgos.
A pesar de la dura represión política y policial, la oposición siguió creciendo y, aunque fue incapaz de derribar a Franco en vida, quedó claro que su régimen no sobreviviría mucho tiempo tras su muerte.
El Final del Franquismo y el Inicio de la Transición
En junio de 1973, Franco, obligado por su avanzada edad, formó un nuevo Gobierno presidido por Luis Carrero Blanco, hombre de su total confianza, encargado de garantizar la continuidad del régimen tras la designación en 1969 como sucesor del Príncipe Juan Carlos. Pero, seis meses después, Carrero Blanco fue asesinado por ETA, dando un durísimo golpe al franquismo, ya que era la única persona capaz de mantener unidas las “familias” ideológicas del franquismo.
El nuevo presidente, Carlos Arias Navarro, y su propuesta de regulación del derecho de asociación política, abrió una división entre aperturistas y el búnker, a lo que se sumaron en el verano de 1974 dos nuevos elementos desestabilizadores: la hospitalización del dictador y la constitución de la Junta Democrática, liderada por el PCE, en un primer intento de aglutinar las fuerzas antifranquistas. Además, el clima de inestabilidad política fue en aumento y a la creciente protesta ciudadana le seguía una represión cada vez más desproporcionada. Esta represión también trató de sofocar la escalada terrorista con la aprobación de una nueva Ley Antiterrorista.
Por otro lado, con la subida de los precios del petróleo a partir de 1973, la economía española entraba en una aguda fase de depresión, cuyos signos más evidentes eran el retorno de emigrantes y el aumento del paro y la inflación. El escenario internacional, enfrentado al régimen tras la ejecución de cinco sentencias de muerte por terrorismo en septiembre de 1975, también aumentó la inestabilidad tras la desaparición de las últimas dictaduras europeas y la cuestión del Sáhara.
El 20 de noviembre de 1975, tras más de un mes de agonía, murió Franco, iniciándose una operación política de gran calado, arriesgada y difícil: la Transición desde la dictadura a la actual democracia.