El Movimiento Obrero y la Crisis del 98: Transformaciones en la España de la Restauración

El Movimiento Obrero en España a Finales del Siglo XIX y Principios del XX

El crecimiento del movimiento obrero en España, especialmente en regiones como Vizcaya y Asturias, fue notable en la última década del siglo XIX. Este auge se debió a diversas razones, entre ellas la crisis económica de 1887, que agravó la situación económica y laboral de los trabajadores, y la mayor libertad de acción y actuación legal de las organizaciones obreras, facilitada por la Ley de Asociaciones de 1887.

El PSOE comenzó a obtener concejalías en elecciones municipales de distintas zonas industriales, y la UGT llegó a contar en 1900 con más de 30.000 afiliados. A pesar de este crecimiento, no consiguió acceder al parlamento en ninguna de las elecciones a Cortes antes de 1910, un hecho comprensible si se recuerda cómo era el sistema político y electoral de la Restauración.

La movilización obrera de este período fue clave para que, en los primeros años del siglo XX, se aprobaran importantes leyes que mejoraron las condiciones jurídicas de los trabajadores. Entre ellas destacan:

  • La Ley de Accidentes (1900)
  • La Ley de Protección a Mujeres y Niños (1900)
  • La creación del Instituto de Reformas Sociales (1903)
  • La creación del Instituto Nacional de Previsión (1908)

La Crisis del 98 y la Liquidación del Imperio Colonial Español

El Estallido de la Guerra de Cuba y Filipinas

La Tercera Guerra de Cuba se inició en 1895 tras el Grito de Baire. Poco después, se proclamó el Manifiesto de Montecristi en la República Dominicana, redactado por José Martí y Máximo Gómez, líderes civil y militar del Partido Revolucionario Cubano. Tras la muerte de Martí ese mismo año, Gómez y Antonio Maceo asumieron la dirección militar de los rebeldes.

El gobierno español envió a la isla 200.000 soldados entre 1895 y 1898, dirigidos inicialmente por Weyler. Este fue destituido debido a sus tácticas, que le restaban popularidad a la presencia española y aumentaban las críticas internacionales, especialmente de la prensa estadounidense. Su destitución coincidió con la concesión, por parte del gobierno de Sagasta, de una amplia autonomía para Cuba y Puerto Rico en enero de 1898.

A la revuelta cubana se unió la rebelión en Filipinas en 1896, que fue duramente reprimida. El líder filipino, Emilio Aguinaldo, mantuvo una paz transitoria hasta la intervención de Estados Unidos en 1898.

La Intervención de Estados Unidos y el Conflicto Bélico

Sin embargo, Estados Unidos, con su presidente McKinley al frente, estaba decidido a intervenir. La misteriosa explosión del acorazado Maine el 15 de febrero de 1898 en el Puerto de La Habana, en la que murieron más de 250 marinos americanos, fue la excusa perfecta. La prensa y el gobierno estadounidenses culparon a España del incidente y le dieron un plazo de tres días para que se retirase de Cuba, al tiempo que se ofrecieron para comprar la isla.

Los políticos de la Restauración prefirieron una derrota honrosa antes que una paz comprada; la opinión pública y la prensa españolas se mostraban belicistas y nacionalistas. Estados Unidos declaró la guerra a España el 20 de abril de 1898. La guerra se decidió en el mar, donde los modernos buques estadounidenses derrotaron a los españoles en Manila (Batalla de Cavite), Santiago de Cuba (mayo-julio 1898) y Puerto Rico.

Consecuencias del Desastre del 98: El Tratado de París y sus Repercusiones

El 10 de diciembre de 1898 se firmó el Tratado (o Paz) de París, por el que España reconocía la independencia de Cuba y cedía a Estados Unidos Puerto Rico, la isla de Guam (en las Marianas) y las Filipinas. En febrero de 1899, España vendió al Imperio Alemán las últimas islas que le quedaban en el Pacífico: las Marianas, las Carolinas y Palaos.

La pérdida de las últimas colonias españolas tuvo importantes repercusiones:

  • La pérdida de un excelente mercado para los productos de la industria, sobre todo catalana, y de materias primas (azúcar, café) baratas.
  • El resentimiento de los militares hacia los políticos, a quienes consideraban responsables de la derrota.
  • El crecimiento de un antimilitarismo popular. El reclutamiento para la guerra de Cuba afectó desproporcionadamente a quienes no tenían recursos, ya que la incorporación a filas podía evitarse pagando una cantidad en metálico. Esto, unido al espectáculo de la repatriación de soldados heridos y mutilados, incrementó el rechazo al ejército entre las clases populares. El movimiento obrero hizo campaña contra este reclutamiento injusto, lo que provocó a su vez la animadversión de los militares hacia el pueblo y las organizaciones obreras.
  • La aparición de un importante movimiento intelectual y crítico, el Regeneracionismo, que rechazaba el sistema político y social de la Restauración al considerarlo una lacra para el progreso de España o, en los casos más extremos, un símbolo fiel de la decadencia moral y espiritual del país. Los regeneracionistas defendían la necesidad de «regenerar» la política y la sociedad española. Destacaron figuras como Valentí Almirall, Ángel Ganivet, R. Macías Picavea, Lucas Mallada, Joaquín Costa, Miguel de Unamuno o el propio Galdós.
  • El Regeneracionismo tuvo una vertiente literaria, la Generación del 98 (Valle-Inclán, Pío Baroja, Antonio Machado, Azorín, entre otros), que dio nuevos impulsos a la vida intelectual y política del país en las primeras décadas del siglo XX. A raíz del desastre, también destacaron intelectuales como Ortega y Gasset, Blasco Ibáñez y personajes vinculados a la Institución Libre de Enseñanza (Rafael Altamira, Giner de los Ríos, Julián Besteiro).

Conclusión: La Necesidad de Transformación en España

En conclusión, el desastre del 98 planteó la imperiosa necesidad de importantes cambios en España:

  1. Conocer y mejorar las condiciones del pueblo, la llamada «España real».
  2. Modernizar la sociedad y la economía.
  3. Reformar el sistema político.
  4. Recuperar el prestigio perdido tras la derrota de 1898.

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