Expansión y Repoblación de los Reinos Cristianos Peninsulares (Siglos XI-XIII)

La Expansión del Reino Asturleonés: La Corona de Castilla

A lo largo del siglo XI, con Fernando I y Alfonso VI, el reino de Castilla y León consiguió un gran avance territorial hacia el sur, convirtiendo este reino en la potencia hegemónica peninsular, con capacidad incluso de hacer incursiones militares sobre las taifas musulmanas y obtener numerosos ingresos económicos en forma de parias (tributos).

En el año 1085, Alfonso VI conquistó la ciudad de Toledo y extendió su control territorial hasta el Tajo. Durante el siglo XII, el reino de Castilla y León ralentizó su expansión debido a la presencia militar de los reinos musulmanes norteafricanos (almorávides y almohades). Además, el reino sufrió divisiones temporales por la política hereditaria de los monarcas, que repartían su patrimonio entre sus hijos.

En este siglo también nació un nuevo reino en la zona occidental de la península a partir del condado de Portugal, vasallo de León. Este proceso se inició cuando el conde Alfonso Henríquez se autoproclamó rey (1139) y consiguió el reconocimiento por parte de Alfonso VII de León (Tratado de Zamora, 1143), naciendo así el Reino de Portugal.

En el siglo XIII se dio un impulso definitivo al proceso de conquista. En el año 1212, una alianza de los reinos cristianos peninsulares (Castilla, Aragón y Navarra), apoyados por órdenes militares y caballeros procedentes de Europa (gracias a la bula de cruzada que había promulgado el Papa Inocencio III), conformó un poderoso ejército que derrotó a los almohades en la Batalla de las Navas de Tolosa. La victoria cristiana abrió la posibilidad de ocupar todo el sur peninsular.

Serán Fernando III el Santo (bajo cuyo reinado se unificaron definitivamente los reinos de Castilla y León en 1230) y su hijo Alfonso X el Sabio quienes mayor impulso dieron a la conquista de las taifas musulmanas, incorporando al reino territorios de Extremadura, el valle del Guadalquivir (Andalucía) y Murcia. En el mismo periodo, el Reino de Portugal completó su expansión hasta alcanzar la costa meridional de la Península (el Algarve).

Formación y Expansión de la Corona de Aragón

A lo largo del siglo XI y principios del XII, el Reino de Aragón inició un proceso de expansión territorial tomando Huesca (1096). Un papel destacado en este proceso lo tuvo el rey Alfonso I el Batallador, que conquistó la poderosa taifa de Zaragoza (1118), aumentando sus dominios hasta el valle medio del Ebro.

Al morir Alfonso I sin descendencia (1134), se produjo una crisis sucesoria. La nobleza aragonesa eligió a su hermano Ramiro II, mientras que la alta nobleza navarra aprovechó para restaurar el Reino de Navarra como un reino independiente de Aragón. Navarra, encajonada geográficamente por la expansión de Castilla y Aragón, centraría su atención en Francia, con la que establecería vínculos dinásticos por medio de una política matrimonial.

Para solucionar la crisis en Aragón, en el año 1137 se concertó el matrimonio entre el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, y la heredera del Reino de Aragón, Petronila (que tenía solo un año). Aunque ambos territorios mantuvieron sus propias leyes, instituciones y costumbres, la unión dinástica tuvo como resultado una nueva entidad política: la Corona de Aragón.

El mayor poderío de la Corona de Aragón aceleró su expansión territorial hacia el sur y el Mediterráneo. Se conquistaron Tortosa, Lérida y Teruel, y se colaboró decisivamente en la Batalla de las Navas de Tolosa. En el siglo XIII, Jaime I el Conquistador arrebató a los musulmanes las islas Baleares (1229-1235) y conquistó el Reino de Valencia (1232-1245).

Tras siglos de expansión de los reinos cristianos, Al-Ándalus había quedado reducido al Reino nazarí de Granada, que sobreviviría como vasallo de Castilla hasta 1492.

Los Sistemas de Repoblación

Tras la ocupación militar de territorios musulmanes por parte de los reinos cristianos, era necesario asentar población cristiana para consolidar y asegurar las conquistas. Con este objetivo, se aplicaron diferentes sistemas de repoblación a lo largo de los siglos, adaptados a las características de cada zona y época, conforme se avanzaba hacia el sur:

  • Repoblación por presura (o aprisio)

    Se aplicó entre los siglos VIII y X en las primeras tierras conquistadas y despobladas al norte del Duero y en el piedemonte pirenaico. Consistía en la ocupación de tierras sin dueño reconocido por parte de campesinos libres, individualmente o en grupo. El rey solía confirmar posteriormente la propiedad de la tierra a quien la había roturado y cultivado. Este procedimiento también lo practicaron nobles y monasterios para crear sus propios dominios.

  • Repoblación concejil o municipal

    Se desarrolló entre los siglos XI y XII, principalmente en las tierras conquistadas entre los ríos Duero y Tajo y en el valle del Ebro. El territorio se dividía en grandes términos municipales (alfoces) dependientes de una villa o ciudad principal (concejo). El rey otorgaba a estos concejos fueros o cartas puebla, documentos que establecían privilegios, libertades, normas y exenciones fiscales y jurídicas ventajosas para atraer pobladores. La población musulmana (mudéjares) que permaneció en estas zonas era numerosa; en general, a los campesinos se les respetaron sus propiedades, pero en las ciudades se les solía agrupar en barrios extramuros (morerías).

  • Repoblación por Órdenes Militares

    Se utilizó fundamentalmente en el siglo XIII en zonas extensas, estratégicas y poco pobladas, como el valle del Guadiana (Extremadura y La Mancha), Teruel o el norte de Castellón. Los reyes encomendaron la defensa y repoblación de estas peligrosas tierras fronterizas a las órdenes militares (Calatrava, Santiago, Alcántara, Montesa…). A cambio de su labor militar, las órdenes recibían enormes señoríos territoriales (maestrazgos), donde asentaban pobladores bajo su jurisdicción.

  • Repoblación por repartimientos

    Fue el sistema predominante en las conquistas de la segunda mitad del siglo XIII: valle del Guadalquivir, Murcia, Valencia y las islas Baleares. Tras la conquista militar, los funcionarios del rey inventariaban los bienes conquistados (tierras, casas, huertas…) y los repartían (repartimiento) entre quienes habían participado en la conquista, en función de su rango social y méritos militares. Se otorgaron grandes extensiones de territorio (donadíos) a la alta nobleza, la Iglesia y las órdenes militares, que establecieron grandes señoríos. A la numerosa población musulmana (mudéjares) se le permitió a menudo permanecer en sus tierras como vasallos, aunque tras revueltas o por decisión propia, muchos emigraron hacia el Reino de Granada o el norte de África.

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