Antecedentes
Los antecedentes de la Guerra Civil son los siguientes. En primer lugar, la victoria del Frente Popular en las elecciones de 1936 y las principales medidas de este gobierno: amnistía general a todos los presos de Asturias y reanudación de la reforma agraria. Este hecho fue decisivo en el inicio de la guerra, al apoyar los terratenientes la conspiración militar. Respecto a los partidos de derechas, tras su derrota electoral, apoyaron la conspiración para realizar un golpe de Estado. El 13 de julio es asesinado Calvo Sotelo, líder de la derecha, y esta es la señal esperada para que se produzca el levantamiento, que ya estaba planeado desde la primavera.
El Inicio de la Guerra
El alzamiento se produjo el 17 de julio. Las zonas en las que triunfó fueron Marruecos, Canarias, Castilla la Vieja, Aragón y Galicia. En principio, el alzamiento se planeó como un golpe de Estado. Su objetivo principal era la conquista de Madrid, y hacia allí se dirigieron los ejércitos del Norte (Mola) y del Sur (Franco). Ambos ejércitos establecieron contacto tras la toma de Badajoz, y tras un pequeño rodeo para liberar a los defensores del Alcázar de Toledo, atacaron Madrid en noviembre de 1936. El gobierno huyó a Valencia, dejando al general Miaja al frente de la defensa. En la ciudad se movilizaron y organizaron las milicias y se alentó a la población con consignas como el «¡No pasarán!» o «¡Madrid será la tumba del fascismo!». El primer efecto de la movilización de las milicias fue la contención de la ofensiva en la Sierra de Guadarrama y la posterior estabilización del frente en esa zona. Si bien las tropas asaltantes consiguieron cruzar el río Manzanares, las mejores tropas del ejército nacional se estrellaron contra la resistencia republicana con duros combates en torno a la Casa de Campo, la Ciudad Universitaria y el barrio de Argüelles. Finalmente, gracias a las Brigadas Internacionales, Madrid consiguió resistir el asedio.
Evolución de la Guerra
Tras el fracaso ante Madrid, ambos bandos se dieron cuenta de que la guerra sería larga y reorganizaron sus tropas. Para los sublevados, Madrid dejó de ser su objetivo prioritario. Todavía intentarían su conquista en dos ocasiones, pero no mediante un asalto directo, sino tratando de aislarlo del resto de la zona republicana. En la Batalla del Jarama, los sublevados trataron de cortar la N-III, pero fracasaron. El otro intento se produjo con la movilización de las tropas italianas acampadas en Alcolea del Pinar y Sigüenza, que se dirigieron al sur, hacia Madrid. Se produjo la Batalla de Guadalajara, y los italianos fueron derrotados.
Pero el objetivo principal de los sublevados era la zona norte, donde se concentraba la mayor parte de la industria mecánica y de armamento. Mola concentró un poderoso ejército, con artillería y la Legión Cóndor de aviación alemana, autora del bombardeo de Guernica, para conquistar el País Vasco. Tras la muerte de Mola en un accidente de aviación, su sucesor, el general Dávila, conquistó Santander y Asturias, con lo que la zona norte republicana desapareció.
Ofensivas Republicanas de Distracción (1937)
Durante 1937, el ejército republicano, en plena reorganización, intentó tres ofensivas, la mayoría de las cuales tenían el carácter de maniobras de distracción, para intentar obligar a los sublevados a aflojar su ataque en otros puntos. Así, la Batalla de Brunete tenía un doble objetivo: obligar a las tropas franquistas a retirar efectivos del norte y tratar de levantar el asedio de Madrid. La ofensiva fracasó. La Batalla de Belchite intentaba aliviar la presión sobre el norte y tratar de llegar a Zaragoza. También fracasó. La Batalla de Teruel (diciembre de 1937 – enero de 1938), llevada a cabo en unas condiciones durísimas de frío y nieve, se inició con la conquista de Teruel por los republicanos. Pero los franquistas contraatacaron, reconquistaron Teruel e iniciaron una gran ofensiva en dos direcciones:
- Hacia Cataluña, donde conquistaron Lérida y las centrales eléctricas del Pirineo (Segre).
- Hacia el mar. El 15 de abril llegaron a Vinaroz, con lo que Cataluña quedó aislada de Valencia.
En julio de 1938, la República realizó su última gran ofensiva al intentar romper la estrecha cuña franquista que separaba Cataluña de Levante y, tras concentrar un gran ejército, este cruzó el Ebro en Tarragona y estableció una cabeza de puente en la orilla derecha. Pero pronto fue detenida la ofensiva republicana, entablándose la durísima Batalla del Ebro (julio-octubre de 1938), quizá la más importante porque en ella se concentraron las mayores cantidades de hombres y material. Finalmente, los republicanos fueron rechazados y cruzaron de nuevo el Ebro.
El Final de la Guerra
Tras la derrota del Ebro, se inició el final de la guerra. A principios de 1939, las tropas franquistas iniciaron el ataque contra Cataluña. El ejército republicano apenas opuso resistencia, limitándose a proteger el éxodo de centenares de miles de refugiados que cruzaron la frontera francesa, entre ellos el presidente Azaña. El 8 de febrero, las últimas unidades del ejército de la República cruzaron la frontera francesa, donde fueron internados en campos de concentración. Aun resistía la zona centro-sur, y el gobierno de la República era partidario de continuar la lucha a la espera del inminente estallido de la guerra en Europa, pero parte del ejército se rebeló en Madrid a las órdenes del coronel Casado, partidario de una rendición pactada con Franco. En cambio, los comunistas eran partidarios, junto con Negrín, de la resistencia a ultranza. En marzo de 1939 se produjeron enfrentamientos armados entre los partidarios de Negrín y los de Casado. Madrid cayó el 30 de marzo. En Alicante, en el puerto, se habían concentrado todos los republicanos que trataban de huir en el último momento por mar. Ningún barco se prestó a evacuarlos, salvo el carbonero inglés Stanbrook, que con su línea de flotación sumergida, eludió el bloqueo naval franquista y escapó con más de 2.600 pasajeros. El puerto de Alicante cayó el 1 de abril de 1939, con lo que terminó definitivamente la guerra.
Evolución Política en el Bando Republicano
En el campo de la política, fueron tres años muy movidos, aunque de distinta manera en la zona republicana y la franquista. En la zona republicana, tras el alzamiento, Casares Quiroga dimitió y se encomendó al republicano Giral formar un nuevo gobierno. Este se vio impotente para imponer su autoridad, ya que los sindicatos (UGT y sobre todo CNT) y los partidos obreros tenían el dominio de la calle: formaban milicias, poseían armas y establecían sus propios sistemas de administración. Se produjo durante el verano de 1936 una verdadera revolución social: las tierras y fábricas fueron incautadas por los sindicatos, se crearon cooperativas, etc.; especialmente en Aragón y Cataluña, donde los anarquistas eran más poderosos, se colectivizó la mayor parte de las fábricas y la tierra. Pero esta excesiva dispersión política y militar resultó inadecuada para el esfuerzo que requería la guerra, y Azaña entregó el poder al socialista Largo Caballero (septiembre de 1936), quien formó un gobierno con representantes de todos los partidos del Frente Popular. Este gobierno concedió el Estatuto de Autonomía del País Vasco e intentó someter a su control a todas las milicias de los partidos y normalizar la producción agrícola e industrial. Los comunistas trotskistas (POUM) y los anarquistas se opusieron a estas medidas y, en mayo de 1937, se produjeron violentos enfrentamientos entre las milicias de estos grupos y las tropas del gobierno en Barcelona. Finalmente, los rebeldes fueron vencidos y el POUM desarticulado. Largo Caballero, impotente ante el caos reinante, dimitió y se formó, en la primavera de 1937, un nuevo gobierno presidido por el socialista Negrín, en el que tenían considerable importancia los comunistas. El gobierno se trasladó a Barcelona y procedió a una reorganización del ejército, que durante 1937 aumentó grandemente su eficacia. Al final de la Guerra, Negrín tuvo que enfrentarse a Casado y Azaña dimitió como presidente de la República.
Evolución Política del Bando Franquista
En la zona franquista, el general Sanjurjo tenía que haber asumido el mando tras el alzamiento. Pero su muerte accidental en un accidente de aviación por exceso de equipaje cuando se dirigía a España, hizo que, de forma temporal, el mando fuese ejercido por una Junta de Defensa, de la que formaban parte los generales sublevados: Mola, Franco, Queipo de Llano… Pero pronto apareció la clara necesidad de un mando unificado. Con este fin, la Junta celebró varias reuniones a finales de 1936 y, finalmente, se impuso la candidatura de Franco, quien fue nombrado jefe del Gobierno y general en jefe. Tras la disolución de la Junta de Defensa, se creó la Junta Técnica del Estado, una especie de gobierno presidido por Franco. De los diversos grupos políticos que apoyaban al régimen, los más importantes eran los falangistas y los carlistas (requetés). El líder de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, había sido fusilado en Alicante, y el nuevo líder de la Falange era muy radical, criticando a las derechas tradicionalistas, de las que los requetés eran los principales representantes. Para acabar con las disensiones, Franco promulgó el Decreto de Unificación por el cual se fusionaban todos los grupos y partidos políticos de la zona franquista en un partido único: FET de las JONS. Tras esta unificación, Franco fue afianzando su control sobre los órganos del nuevo Estado, introduciendo en cargos importantes a personas de su confianza como su hermano Nicolás Franco y su cuñado Ramón Serrano Suñer. Estas personas comenzaron a mitificar la figura de Franco y crearon el título de Caudillo, al modo de los títulos Führer de Hitler o Duce de Mussolini. Ese mismo año le fue otorgado ese título y los de Jefe de Estado y Generalísimo de los Ejércitos.