Historia de la Península Ibérica: Fenicios, Griegos, Tartesios, Iberos y Reinos Cristianos

Historia de la Península Ibérica

A comienzos del s.V a.C, en la península Ibérica pueden distinguirse dos espacios: la zona costera y Andalucía, territorio de los pueblos íberos y los tartesios. Fenicios: iniciaron sus viajes por el Mediterráneo hacia el 1000 a.C y fueron los primeros en llegar a la costa mediterránea de la península. Fundaron Cádiz (Gadir) entre el 800 y 775 a.C. Málaga, Almuñécar y Abdera eran ciudades fenicias. La mayoría de las colonias eran pequeñas factorías cercanas a la costa. Los pueblos peninsulares hacían entre ellos cambios. Los fenicios generalizaron el uso del hierro y crearon factorías para salar y conservar el pescado. Una de las aportaciones más importantes fue la introducción de la escritura alfabética. Griegos: llegaron a la península por Marsella hacia el 600 a.C, se establecieron en el golfo de Roses y en la costa levantina. Ejercieron una gran influencia sobre las poblaciones indígenas. La importancia comercial de ciudades como Emporion se manifiesta con la fabricación de monedas propias, aceptadas en todo el Mediterráneo. Se introdujeron nuevos cultivos (olivo, vid), trajeron y extendieron nuevos animales domésticos, etc.

Tartesios

Su cultura nos ha llegado a través de fuentes literarias griegas, presentando a los tartesos como una ciudad ejemplar. Se concentró en dos zonas: en Huelva (creció la explotación de minas de plata) y Sevilla (se encontró el tesoro de El Carambolo). Esta cultura se desarrolló entre los s.s XIII y VI a.C. Había diferencias sociales: terratenientes, comerciantes y esclavos. Practicaban una agricultura evolucionada, explotaban minas y traficaban con estaño. Iberos: primeros pueblos históricos que a partir del s.V a.C habitaban la costa mediterránea y el valle del Ebro. Los poblados íberos tienen muchas características: una lengua parecida, una escritura con signos, rituales funerarios de incineración, tradiciones espirituales y materiales, y manifestaciones artísticas. Estos poblados estaban situados en lugares elevados para defenderse. Una muralla rodeaba su recinto y dentro se hacían las viviendas cubiertas con paja. Su economía se basaba en la agricultura y la ganadería, usaban arados y azadas. Fabricaban vasijas y textiles. El comercio era muy importante y crearon una moneda propia.

Emirato de Córdoba

En la Hispania visigoda surgió una nueva provincia al-Andalus, al frente de ella se puso un gobernador que actuaba como delegado del califa, su sede se situaba en Damasco. Los musulmanes fueron derrotados por los astures en Covadonga (722). A mediados del s.VIII a.C se produjo un gran cambio: los Omeyas fueron víctimas de la revolución abasí, pero Abd-al-Rahman I logró escapar refugiándose en al-Ándalus. Con este suceso se inicia el emirato independiente. Su centro estaba en Córdoba (desde mediados del s.VIII a principios del s.X). Hubo una sublevación en el 879 por Omar ibn Hafsun. Califato de Córdoba: fue un importante paso para que al-Andalus se fortaleciera en el 929, cuando Abd-al-Rahman III se proclamó califa; con él se inició el califato de Córdoba, cuyo poder residía en esta ciudad. Abd-al-Rahman III hizo muchas cosas: consiguió la paz en al-Andalus ya que acabó con las luchas internas, frenó el avance de los cristianos del norte, se enfrentó a los fatimíes y conquistó Melilla, Ceuta y Tánger. Ordenó construir la ciudad-palacio de Medinat al-Zahra.

Reino Astur

Fue el primer núcleo cristiano que surgió tras el triunfo sobre los musulmanes en Covadonga por Pelayo. Sus sucesores, que a partir de Alfonso I adoptaron el título de rey. Extendieron sus dominios hacia Galicia y el País Vasco. Alfonso II el Casto intentó conectar con la monarquía visigoda. Durante su reinado descubrió en tierras gallegas los restos del apóstol Santiago, convirtiéndose en el emblema de su ejército. Durante el s.IX se intentó colonizar las llanuras de la cuenca del Duero. A finales de siglo, Alfonso III el Magno, colonizó los márgenes del Duero. Reino de León y Castilla: a finales del IX, los cristianos se establecieron en León, llamándose así reino asturleones, ya que León había nombrado Oviedo como centro del poder político. En la cuenca del Duero surgieron muchos condados. Durante el s.X, esos condados se unificaron, llamándose así Castilla, bajo el conde Fernán González. En el s.X, el reino leonés vivió etapas muy duras, lo que contribuyó a que Castilla fuese autónoma. En tiempos del rey Ramiro II contó con la ayuda de Fernán González, los cristianos derrotaron al califa Abd-al-Rahman III en la batalla de Simancas. Sancho III el Mayor se casó con doña Munia. Tras morir el rey en 1035, su hijo Fernando fue conde de Castilla con el título de rey. Fernando I derrotó a Vermudo III en la batalla de Tamarón. A partir de ahí, los reinos de Castilla y León se unieron a Fernando I. Reino de Pamplona: Sancho Garcés I fue el primer monarca del reino de Pamplona. Durante su reinado, se expandieron por el alto Ebro. Su sucesor García Sánchez I, incorporó al reino de Pamplona el condado de Aragón, al casarse con la condesa Galíndez. La crisis se superó con Sancho Garcés III, cuyo reinado coincidió con la crisis del califato de Córdoba. Bajo su mandato, el reino llegó a su apogeo. Condado de Aragón: surgió al este de Pamplona, que al principio estuvo bajo la tutela de los reyes francos. El primer conde fue Aznar Galíndez (principios del s.IX). A mediados del s.X, el condado de Aragón se incorporó al reino de Pamplona.

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