La Era de Fernando VII: Conflictos entre Absolutismo y Liberalismo

Fernando VII, Absolutismo y Liberalismo: La Emancipación de la América Española

Con el regreso de Fernando VII a España, la tensión política existente aumentó al sumarse al enfrentamiento que ya mantenían las Cortes con la Iglesia y el ejército, así como el enfrentamiento entre las Cortes y el Rey. Tras cruzar la frontera, Fernando VII se dirigió desde Cataluña a Zaragoza y, desde allí, a Valencia. Durante ese trayecto, primero el ejército, a través del general Elio, y luego la Iglesia, a través del canónigo Yáñez, le expresaron su malestar a Fernando VII.

Poco después, antiguos diputados de las Cortes de Cádiz, disconformes con las medidas aprobadas por las Cortes, le entregaron a Fernando VII un documento conocido como el Manifiesto de los Persas.

En este manifiesto se rechaza la gestión de las Cortes de Cádiz, aunque a continuación se sugiere la idea de convocar nuevas Cortes a la manera tradicional, es decir, por estamentos, y a la vez fortalecer el papel de la aristocracia en el gobierno.

Tras regresar a España, Fernando VII publicó un decreto en 1814 derogando toda la legislación de Cádiz por considerarla revolucionaria.

El reinado de Fernando VII se puede dividir en tres periodos:

  1. 1º Periodo: El sexenio absolutista (1814-1820).
  2. 2º Periodo: El trienio constitucional (1820-1823).
  3. 3º Periodo: Década absolutista (1823-1833).

1º Periodo: El Sexenio Absolutista (1814-1820)

Durante este periodo, la política interior española giró en torno a tres problemas:

  1. La depuración del gobierno y la administración de afrancesados y liberales, que fueron condenados a penas que oscilan entre prisión, destierro, multas y confiscación de bienes.
  2. Las conspiraciones liberales, ya que al rechazar Fernando VII gobernar como un monarca constitucional, los liberales no les quedó más remedio que conspirar para llegar al poder.
  3. El problema de la hacienda pública por el déficit crónico.

2º Periodo: El Trienio Constitucional (1820-1823)

En 1814, los liberales comprendieron que no podían llegar al poder sin contar con la colaboración del ejército, por eso comenzaron una labor de captación en la que intervinieron las logias masónicas. Por otro lado, la oficialidad del ejército estaba descontenta por diferentes motivos profesionales. En 1820, el coronel Quiroga, en Alcalá de los Gazules, se sublevó al frente de las tropas que iban a ser enviadas a América para impedir la independencia de las colonias españolas.

La sublevación, aunque se apoderó de algunos arsenales (Puerto de Santa María de la Carraca), fracasó en su intento de apoderarse del arsenal de Cádiz. Riego recorrió entonces parte de Andalucía para intentar sumar partidarios a la sublevación. Poco después, el coronel Acevedo se sublevó en La Coruña y, a partir de ahí, la sublevación comenzó a extenderse por España. Finalmente, O’Donnell, a la altura de Ocaña, decidió sumarse a la sublevación en lugar de combatirla, por lo que a Fernando VII no le quedó más remedio que jurar la constitución de 1812 y gobernar como un monarca parlamentario.

Durante el trienio constitucional, hubo una fuerte inestabilidad política, que se debió a las tensiones provocadas por los ayuntamientos políticos entre el rey, los ministros que nombró y las Cortes.

Como consecuencia de estas tensiones políticas, los propios liberales terminaron dividiéndose entre moderados y exaltados, y progresistas. Incluso los absolutistas también se dividieron entre los puros y los partidarios de un sistema de carta otorgada.

Los gobiernos del trienio también se ocuparon de la cuestión eclesiástica y, al igual que las Cortes de Cádiz, lo hicieron de forma unilateral, provocando con ello un nuevo conflicto con la Iglesia. Entre las medidas aprobadas destacan:

  1. La orden mandando a los sacerdotes que expresen la constitución los domingos a sus feligreses.
  2. Se suprimió la adquisición.
  3. Se suprimió el fuero eclesiástico.
  4. Se expulsó a los jesuitas.
  5. Se suprimió la mitad del diezmo.
  6. Se expulsó al nuncio.
  7. Se aprobó un decreto suprimiendo todos los monasterios de las órdenes monásticas, salvo ocho por razones históricas (El Escorial, El Paular, Guadalupe, San Basilio, San Juan de la Peña, Montserrat, Poblet, San Benito de Valladolid).

Además, se reformó y redujo el número de conventos del resto de las órdenes regulares. El decreto incluía otras medidas como nacionalizar los bienes de los conventos suprimidos, prohibir en los conventos poder rentas por encima de sus gastos, facilitar la exclaustración de los monjes, aunque sin perder su condición sacerdotal o vulnerar el derecho canónico, ordenando que los monjes dependiesen de los obispos.

Los gobiernos del trienio también se ocuparon del problema de la hacienda pública, aunque no llegaron a aprobar ninguna medida importante, limitándose a pedir nuevos préstamos a la banca extranjera, por lo que no reformaron el sistema tributario ni consiguieron arreglar el problema de la deuda pública. En otros aspectos, trasladaron las aduanas de Navarra y las provincias vascas a la frontera y aprobaron en 1822 el primer código del derecho penal.

Fernando VII nunca aceptó reinar como un monarca constitucional, por lo que desde el principio conspiró contra los liberales.

  1. Primero: lo intentó por medio de un pronunciamiento militar (7 de julio de 1822), aunque este fracasó.
  2. Segundo: los realistas lo intentaron creando numerosas guerrillas, especialmente en la zona del Pirineo, con el objetivo último de provocar una insurrección general. Estas guerrillas estuvieron encabezadas políticamente por una junta constituida en Bayona y dirigida por Eguía, y otra constituida en Toulouse y dirigida por el Marqués de Mataflorida. Las guerrillas se apoderaron de la plaza de Urgell y, desde allí, el Marqués de Mataflorida construyó una regencia junto con el Barón de Eroles y el arzobispo de Tarragona. Esta regencia, desde Urgell, publicó un manifiesto tratando de provocar una insurrección general, pero fracasó en su objetivo. Además, estas guerrillas fueron pronto derrotadas por el ejército.
  3. Tercero: Fernando VII lo intentó a través de la Santa Alianza. En 1822, la Santa Alianza se reunió en el congreso de Verona, donde se trataron, entre otras cuestiones, la situación política en España. Como consecuencia de ello, las potencias de la Santa Alianza decidieron enviar un ultimátum al gobierno de España para que restableciese el absolutismo. El gobierno de Evaristo de San Miguel, ante la invasión de las tropas francesas enviadas por la Santa Alianza, se replegó sobre Cádiz con la esperanza de que se produjera un levantamiento nacional. Sin embargo, esto no ocurrió y, en consecuencia, el gobierno, al no poder hacer frente al ejército conocido como los Cien mil hijos de San Luis, puso en libertad a Fernando VII, que estaba retenido.

Fernando VII, nada más recuperar la libertad, publicó un decreto el 1 de octubre de 1823 derogando toda legislación aprobada durante el trienio constitucional.

3º Periodo: La Década Absolutista (1823-1833)

Fernando VII derogó la planificación aprobada en el trienio anterior, salvo la Inquisición, que formalmente no fue restablecida. Por eso, el nuncio Giustiniani promovió la creación de unas Juntas de fe con los mismos objetivos que la desaparecida Inquisición, es decir, la persecución de la herejía y encargarse de la censura de libros. Estas Juntas solo funcionaron en algunas provincias y fueron ilegales al no contar con el respaldo del Consejo de Castilla.

Tras el restablecimiento del absolutismo, se produjeron represalias políticas contra los liberales. En el marco de estas persecuciones, Juan Martín el Empecinado fue ajusticiado, entre otros. Además, se realizaron depuraciones de funcionarios civiles y militares. En el terreno económico, se mantuvo el fuerte déficit del Estado y, en consecuencia, una elevada deuda, sin llegar a reformarse el sistema tributario. Por otro lado, se aprobó, ahora en 1829, el primer código de comercio y, en 1831, se creó la Bolsa de Madrid.

Durante la década absolutista, se produjeron varias crisis políticas. La primera, cuando Fernando VII apoyó a la Reina viuda de Portugal, Carlota Joaquina, que defendía la causa del absolutismo frente a su cuñado, que defendía a los liberales. Fernando VII, sin embargo, tuvo que dejar de apoyar a la Reina de Portugal al intervenir Inglaterra y Francia apoyando la causa de los liberales. Este cambio irritó a los absolutistas españoles, encabezados por Don Carlos, hermano de Fernando VII. En segundo lugar, se produjo otra crisis con motivo de la publicación del manifiesto de la federación de los realistas puros en 1826, que produjo una división entre los partidarios del absolutismo.

La tercera crisis se produjo en 1827 con el alzamiento en Cataluña de los “agraviados”. Estos solicitaron al Rey que cediese el poder a los realistas exaltados o puros que apoyaban la causa de Don Carlos. El movimiento estuvo apoyado, entre otras fuerzas, por los antiguos voluntarios realistas que acompañaron a los Cien mil hijos de San Luis. El movimiento se deshizo cuando Fernando VII se desplazó a Cataluña y convenció a los amotinados de que el poder estaba en sus manos y no en los liberales. Por último, hubo otra crisis política que giró en torno al problema de la sucesión al trono, al enfrentarse, todavía viviendo Fernando VII, los partidarios de Don Carlos con los partidarios de la futura Isabel II.

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