La Construcción del Estado Liberal en España (1833-1874)
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, se fue construyendo gradualmente una España liberal gracias a un nuevo régimen constitucional, fruto de la tensión entre liberales y las élites del Antiguo Régimen. Este proceso se inició cuando María Cristina se vio obligada a buscar apoyos entre los liberales para defender el trono de su hija Isabel II ante la amenaza carlista.
El Reformismo desde Palacio y los Primeros Gobiernos Liberales
Al principio, se llevó a cabo un reformismo desde palacio con figuras como Cea Bermúdez y Martínez de la Rosa. En 1833, Javier de Burgos estableció la división provincial actual. Martínez de la Rosa promovió el Estatuto Real en 1834, una carta otorgada que reafirmaba el poder de la Corona y establecía unas Cortes bicamerales, formadas por las cámaras de los Próceres y los Procuradores. Sin embargo, esta carta pareció insuficiente para los liberales, por lo que la Reina llamó a formar gobierno a Juan Álvarez Mendizábal (liberal progresista) en 1835.
Mendizábal se encontró con los graves problemas de la Hacienda y la Guerra Carlista. Para afrontarlos, puso en marcha una desamortización eclesiástica del clero regular en 1835. Este ataque a los bienes de la Iglesia provocó su destitución y el nombramiento de Francisco Javier de Istúriz (moderado). A causa de esto, se dio el Motín de la Granja en 1836, en el que liberales progresistas obligaron a la Reina a jurar la Constitución de 1812 y a llamar a otro progresista al gobierno.
La Reina llamó a José María Calatrava (1837), quien propuso, junto a Mendizábal, la desamortización del clero secular. Esta medida pretendía sanear la deuda pública, debilitar a la Iglesia y buscar el apoyo de pequeños propietarios, aunque en la práctica solo benefició a los grandes propietarios.
La Constitución de 1837: Un Punto Intermedio
En 1837, los liberales progresistas elaboraron una Constitución intermedia entre el Estatuto Real y la Constitución de 1812, con los siguientes rasgos:
Soberanía compartida entre la Corona y las Cortes.
Cortes bicamerales colegisladoras: Senado (elegido por nombramiento de la Reina) y Congreso (elegido por sufragio censitario).
Sufragio masculino directo censitario.
Reconocimiento de derechos y libertades individuales.
Elección de ayuntamientos por sufragio universal masculino (aunque esto fue un punto de conflicto).
La Regencia de Espartero (1841-1843)
Dentro de los progresistas, en 1849, se creó el Partido Demócrata. Se celebraron elecciones, alcanzando la victoria los moderados, quienes propusieron que los alcaldes se eligieran desde el gobierno. Esta medida, aprobada en 1840, provocó revueltas progresistas que exigían que fueran nombrados por el pueblo. Ante las revueltas, María Cristina renunció a la Regencia y las Cortes nombraron Regente del Reino de España en 1841 a Baldomero Espartero.
Espartero puso en marcha una desamortización del clero secular con la Ley de Espartero. Además, creó una nueva política económica librecambista. Esto provocó levantamientos en Barcelona que fueron reprimidos con bombardeos por Espartero, quien perdió su prestigio.
La Década Moderada (1844-1854) y la Constitución de 1845
En 1843, Ramón María Narváez llevó a cabo un pronunciamiento que llevó a las Cortes a declarar mayor de edad a Isabel II, dando comienzo a la Década Moderada (1844-1854). En esta década se creó la Guardia Civil y se elaboró la Constitución de 1845, cuyos principios eran:
Soberanía compartida entre la Corona y las Cortes.
Cortes bicamerales: Senado (elegido por la Reina) y Congreso (por sufragio censitario).
El catolicismo como religión oficial, con libertad de culto en el ámbito privado.
Se firmó el Concordato de 1851, recuperando la relación Iglesia-Estado. Destacó la aparición del ferrocarril y un nuevo sistema de recaudación basado en impuestos directos e indirectos.
El Bienio Progresista (1854-1856)
Dentro del partido moderado surgieron diferentes corrientes de opinión: los reaccionarios (conservadores), los de centro y los aperturistas (más cercanos a pactar con progresistas), que llevaron a cabo el pronunciamiento de O’Donnell en Vicálvaro (1854). Elaboraron el Manifiesto de Manzanares y Espartero fue llamado a formar gobierno.
Comenzó entonces el Bienio Progresista (1854-1856), en el que se dio una modernización económica y se expandió el capitalismo por medio de leyes como la de ferrocarriles, entre otras. Se llevó a cabo la desamortización de Madoz y Leopoldo O’Donnell creó la Unión Liberal, un partido centrista. Elaboraron la Constitución de 1856, que no llegó a entrar en vigor por un desacuerdo entre O’Donnell y Espartero.
Últimos Años del Reinado de Isabel II (1856-1868)
La Reina llamó a gobernar a Narváez (1856-1858), pero en 1858 volvió O’Donnell, quien restauró la Constitución de 1845, dándole más poder al parlamento y centrándose en el desarrollo de la economía. Desarrolló el plan de ferrocarriles mediante inversiones extranjeras. Por otro lado, impulsó la política exterior para recuperar el prestigio internacional de España, luchando en Asia, América y Marruecos. Esto le trajo diferencias con la Unión Liberal y O’Donnell dimitió (1863).
Volvió Narváez, llevando a cabo una política autoritaria que hizo frente a la primera protesta estudiantil, la cual acabó con la trágica “Matanza de San Daniel” (1865). Esto le desprestigió y la Reina llamó a O’Donnell, quien fue capaz de reprimir un levantamiento del ejército progresista.
La oposición (progresistas, demócratas y unionistas) firmó un pacto anti-isabelino y antiborbónico, el “Pacto de Ostende”. Fue liderado por Juan Prim y tenía como objetivo crear una nueva organización del Estado.
El Sexenio Democrático (1868-1874)
La Revolución Gloriosa y el Gobierno Provisional
En 1868, el almirante Juan Bautista Topete encabezó un pronunciamiento que desembocó en la revolución conocida como “La Gloriosa”. Esto supuso la caída de la dinastía borbónica y la marcha de la Reina. Comenzó entonces el Sexenio Democrático (1868-1874).
Ante el vacío de poder, las juntas revolucionarias asumieron el control y se formó un gobierno provisional presidido por el general Francisco Serrano y con Juan Prim como presidente del Gobierno. Se convocaron elecciones y se elaboró la Constitución liberal de 1869, considerada muy avanzada para su tiempo, con los siguientes puntos clave:
Defensa de los derechos y libertades individuales.
Libertad de culto, lo que generó un conflicto entre la Iglesia y el Estado.
Librecambismo económico: supresión de impuestos indirectos, Ley de Bases sobre las Minas, reducción de aranceles y creación de la peseta.
Soberanía nacional: el poder reside en el pueblo.
División de poderes: ejecutivo (Gobierno), judicial (tribunales de justicia) y legislativo (Cortes).
Monarquía parlamentaria: el Rey con poder simbólico.
Sufragio Universal masculino (mayores de 25 años).
Descentralización administrativa: ayuntamientos elegidos por sufragio universal.
Cortes bicamerales.
Abolición de la pena de muerte y la esclavitud en Cuba.
Sin embargo, existían diferencias que dividieron a la coalición monárquico-demócrata y al Partido Republicano Federal (en contra de la monarquía).
El Reinado de Amadeo I (1871-1873)
Por otro lado, Antonio Cánovas del Castillo creó el Partido Alfonsino en defensa de Alfonso XII como futuro rey de España. Prim mantuvo unido al país y encontró un candidato a la Corona, Amadeo I de Saboya (1871-1873). Reinó solo dos años antes de abdicar el 11 de febrero de 1873, debido a la inestabilidad producida por los republicanos, la Guerra de Cuba, la Tercera Guerra Carlista, la oposición del Partido Alfonsino y, principalmente, por la muerte de Prim.
La Primera República Española (1873-1874)
Ese día, las Cortes se autoproclamaron Asamblea Nacional y establecieron la Primera República como única vía para salir de la crisis política. Dentro del republicanismo, estaban los unitarios, que querían un país centralizado, y los federalistas, que querían Estados federales. Estos últimos, a su vez, se dividían en transigentes (partidarios de un cambio gradual) e intransigentes (que buscaban crear estados mediante pactos municipales). La Primera República duró solo once meses y tuvo cuatro presidentes diferentes.
El primer presidente fue Estanislao Figueras, quien convocó elecciones, pero la oposición (alfonsinos y unitarios) no se presentó para limitar la legitimidad del gobierno. Figueras decidió dimitir el 10 de junio. Le sucedió Francisco Pi y Margall, que presentó un programa político ante las Cortes con una serie de medidas (mejorar la Hacienda, independencia Iglesia-Estado, etc.), además de un proyecto de Constitución Federal (1873). Esta respetaba la Constitución de 1869, pero sin su inclinación monárquica y con una clara separación entre Iglesia y Estado. El poder judicial, legislativo y ejecutivo se mantuvo igual. Estableció la Ley Benot, que limitaba el trabajo infantil, una nueva división territorial con 17 Estados Federales y la creación de jurados mixtos. Además, se añadió el «poder relacional» otorgado al presidente de la República. Este proyecto no llegó a aprobarse debido a las discusiones entre los federalistas.
La República se vio acosada por varios frentes: la Guerra de Cuba, la oposición borbónica (Partido Alfonsino), los carlistas (Tercera Guerra Carlista) y la revolución cantonal de los intransigentes. Pi y Margall se negó a reprimir la revolución y dimitió.
Su sucesor, Nicolás Salmerón, logró sofocar la Revolución Cantonal, pero se negó a restablecer la pena de muerte para los carlistas y dimitió en septiembre. Su sucesor, Emilio Castelar, dio un giro conservador a la República. Los intransigentes le exigieron una moción de confianza, y salió una mayoría en su contra.
Pocos días después, el 3 de enero de 1874, el general Manuel Pavía dio un golpe de Estado que puso fin a la República y dio paso a un directorio dirigido por Francisco Serrano. Sin embargo, debido al vacío legislativo e indefinición, el 29 de diciembre, el general Arsenio Martínez Campos dio un golpe de Estado en Sagunto, proclamando a Alfonso XII como rey de España y dando comienzo a la Restauración Borbónica.