La evolución política de Al-Ándalus

1. Evolución política

1.1. La conquista de la península ibérica

Tras vencer a D. Rodrigo en la batalla de Guadalete en el 711, las tropas islámicas se extienden con gran rapidez por la península ibérica. La conquista es relativamente breve (711-715) y sin apenas obstáculos, llevada a cabo por el ejército musulmán del Magreb, compuesto por una mayoría de bereberes y una minoría de élites árabes. Buscan controlar los puntos clave y llegar a acuerdos con la población local (capitulaciones). En el 720 dominan toda la península ibérica, salvo la franja cantábrica (batalla de Covadonga, 722). Fracasaron en el intento de ocupar la Galia, donde son frenados por Carlos Martel (Poitiers, año 732). Las causas de esta rapidez en la conquista están en la debilidad de la monarquía visigoda, las luchas internas por el poder y las divisiones entre la nobleza goda. El trato respetuoso que los conquistadores dan a la población ispanovisigoda. Buscan controlar los puntos clave y llegar a acuerdos, capitulaciones o pactos con las diferentes comunidades locales y con la nobleza visigoda. En estos pactos, los ispano-godos mantenían la mayor parte de sus tierras y jurisdicciones, a cambio de tributos. Quienes se resisten y no aceptan tienen que huir hacia las montañas del norte.

1.2. El waliato o emirato dependiente del califato de Damasco (711-756)

Entre el 711 y 756 la península ibérica se constituye en provincia del imperio islámico, que gobierna desde Damasco la familia omeya. Al frente de Al-Ándalus se suceden walis (gobernadores) o emires que dependen en lo político y en lo religioso del califa de Damasco. Se lleva a cabo la ocupación militar y el asentamiento de los invasores en el territorio conquistado. La ocupación de tierras da origen a numerosos conflictos. Se producen enfrentamientos entre los diferentes clanes árabes y entre estos y los bereberes. Los bereberes, obligados a ocupar las tierras productivas del interior, se rebelan (739-741). Soldados sirios del norte de África llegan a la península para sofocar la revuelta bereber y reciben tierras como recompensa. La instauración del nuevo estado musulmán, Al-Ándalus, es lenta, debido a los problemas internos entre los invasores. Se divide el territorio en coras (provincias). Al frente de cada una de las coras se colocan gobernadores árabes. Córdoba se convierte en la capital de Al-Ándalus y controla el valle del Guadalquivir; Mérida, Toledo y Zaragoza son las capitales de las 3 grandes zonas fronterizas o marcas, la inferior, media y superior. La distancia con respecto al centro del imperio islámico convierte a Al-Ándalus en un territorio difícilmente controlable. La desaparición del califato omeya (750) provoca indirectamente la independencia política de Al-Ándalus respecto a la nueva dinastía abbasí con nueva capital en Bagdad.

1.3. Unidad e independencia: emires y califas

a) El emirato omeya independiente: 756-929

Abd al-Ramán I, príncipe de la dinastía omeya, huido tras la matanza de gran parte de su familia en Damasco, se refugia en el norte de África, llegando hasta Al-Ándalus. Con el apoyo de las tropas sirias, se hace con el poder en Córdoba y se proclama emir independiente del califato de Bagdad en el año 756. Rompe los lazos políticos con el imperio abbasí, aunque reconoce la autoridad religiosa del califa de Bagdad. Debe hacer frente a numerosos núcleos de oposición interior, aunque acaba con la oposición de las guerrillas bereberes. No consigue dominar toda la península, no pudiendo someter a los núcleos de resistencia cristianos que estaban surgiendo en la cordillera cantábrica. Designa como heredero a uno de sus hijos, estableciendo un sistema sucesorio que se prolongará durante 2 siglos. Entre sus sucesores destacan Alakam I y Abd-al-Ramán II. La estructuración de un estado unitario, con un poder central fuerte, iniciada por Abd al-Ramán I es continuada por sus sucesores. Se divide el territorio del emirato en provincias fronterizas e interiores. Se pone en marcha un eficaz aparato administrativo. Se fortalece el poder militar de los emires, dotándose de un ejército profesional a su servicio, compuesto por tropas mercenarias (esclavos eslavos) alejadas de las disputas de clanes y etnias, este ejército está a las órdenes directas del emir, sirve para sofocar las revueltas y mantener controlados a los reinos cristianos mediante aceifas o razzias (campañas de saqueo y pillaje) para obtener botín y prestigio. A lo largo del siglo IX, en momentos de debilidad del gobierno central de Córdoba, son frecuentes las revueltas locales y las reivindicaciones separatistas, todas ellas tienen carácter urbano, las protagonizan muladíes (cristianos convertidos al islam), mozárabes (cristianos que viven en territorio musulmán), diferentes facciones de la aristocracia árabe o gobernadores disidentes. La mayoría de ellas fueron reprimidas con dureza. La más difícil de dominar fue la del muladí neoconverso al cristianismo, Omar ibn Afsun. Estas revueltas crean un clima de anarquía general y permiten a los reinos cristianos salir de las montañas.

b) El califato de Córdoba: 929-1031

En medio de esta inestabilidad, el emir Abd al-Ramán III se autoproclama califa en el 929, esto supone ser el líder político y religioso de todos los musulmanes, cesando la dependencia religiosa de Bagdad. Busca con esta medida restaurar la unidad del estado islámico, lo que consigue tras sofocar a los rebeldes y someter a las marcas fronterizas. El califato supone también la hegemonía de Al-Ándalus sobre toda la península, los reinos cristianos del norte pasan a ser sus vasallos y pagan tributos a cambio de no sufrir saqueos y pillajes de sus tierras. Intenta afirmar la hegemonía de Córdoba sobre los nuevos reinos norteafricanos surgidos al desintegrarse el califato de Bagdad. Abd-al-Ramán III logra que la cultura andalusí se imponga en el mundo árabe islámico, promueve un renacimiento artístico e intelectual, que continúa su hijo y sucesor Al-Akam II. Córdoba se convierte en el centro político, cultural y espiritual más importante de Occidente. Al-Akam II continúa la labor de su padre. Es el gran protector de las artes, en la ciudad-palacio de Medina Azahara crea una biblioteca de miles de volúmenes. A su muerte, aprovechando la minoría de edad de su hijo Issam II, el gobierno efectivo de Al-Ándalus pasa a manos del ayid o axib (valido o primer ministro) Muammad Abi Amir, conocido por el sobrenombre de Al-Mansur o Almanzor (el victorioso). A partir de ese momento, el poder de los califas de Córdoba será solo simbólico. Almanzor controla la administración y el ejército, imponiendo una dictadura militar, atrae a los ortodoxos religiosos y se convierte en el gran defensor de la tradición, extiende el dominio de Al-Ándalus por el norte de África y reanuda las expediciones de castigo contra los reinos cristianos del norte. El final del califato: tras la muerte de Almanzor (1002) se inicia una etapa de grave agitación política. En 1009 estalla una revolución en Córdoba que termina con el poder de los sucesores de Almanzor, los amiríes, que son asesinados; el califa Isam II es obligado a abdicar. Es el comienzo de una guerra civil entre grupos sociales poderosos, que intentan imponer sus candidatos a califa y hacerse con el poder en Córdoba. En las provincias y ciudades importantes, los grupos sociales dominantes controlan el poder y aspiran a separarse de Córdoba. Los reinos cristianos del norte contribuyen a la disgregación de Al-Ándalus apoyando a algunos de los bandos o saqueando ciudades musulmanas. En 1031 un consejo de notables decreta la abolición del califato.

2. La crisis del siglo XI: reinos de taifas e imperios africanos

Tras la desaparición del califato, Al-Ándalus se divide en numerosos pequeños estados o reinos independientes, conocidos como reinos de taifas. A lo largo de los siglos XI al XIII estas taifas van siendo absorbidas por los reinos cristianos. Solo la llegada de pueblos norteafricanos (almorávides en el siglo XI y almohades en el siglo XII) consigue paralizar por algún tiempo el avance cristiano y reunificar el territorio de Al-Ándalus, que vuelve a dividirse en taifas en el momento en que el poder de estos pueblos norteafricanos desaparece.

2.3. Al-Ándalus queda reducida al reino nazarí de Granada (Siglos XIII-XV)

Es el refugio de los musulmanes huidos de la reconquista cristiana. Es un reino rico, de elevada densidad de población, con fuerte cohesión interna y estabilidad. Adquiere altas cotas intelectuales y artísticas. El mayor esplendor de Granada tiene lugar en el siglo XIV. Su existencia termina con la toma de Granada en 1492 por los Reyes Católicos.

3. La organización económica y social. El legado cultural

El Islam se extiende por la península Arábiga, Asia central y norte de África hasta llegar a la península Ibérica; difunde la cultura árabe y al tiempo asimila las características culturales de los pueblos que conquista. Al-Ándalus, por su carácter fronterizo dentro del mundo islámico, presenta unos rasgos sociales, económicos y culturales propios, donde se mezclan la influencia oriental, los rasgos occidentales y las peculiaridades indígenas. Ejerce gran influencia sobre sus vecinos cristianos del norte.

3.1. La organización económica

a) La economía de Al-Ándalus

Tiene como base una agricultura productiva, diversificada e integrada en los circuitos comerciales del mundo islámico. La propiedad de las mejores tierras está en manos de la minoría árabe; los bereberes se quedan con las tierras menos productivas. La explotación de estas tierras se lleva a cabo mediante aparceros, campesinos libres, que trabajan la tierra a cambio de una parte de la cosecha. Se intensifica y extiende el regadío, con la ampliación del uso de las acequias creadas por los romanos y el empleo de norias para sacar el agua de los pozos. Los molinos hidráulicos sustituyen a los de mano. Se amplía la superficie cultivada, se intensifica la producción de cultivos tradicionales y se introducen otros nuevos. A la trilogía mediterránea (trigo, vid y olivo) se suman los cultivos de huerta y los árboles frutales. Esta agricultura de regadío, altamente productiva tenía como finalidad abastecer a las ciudades.

b) En las ciudades

Se desarrolla una actividad artesana de calidad de los sectores textil, trabajo del cuero, orfebrería, papel, vidrio, industria naval en zonas portuarias, y de transformación de productos agrarios.

c) Las ciudades realizan una actividad comercial destacada

Importan productos manufacturados de lujo que en gran parte exportaban hacia otros puntos de Europa. En las ciudades existe un mercado local permanente o zoco que ocupa varias calles.

d) Toda esta intensa actividad artesanal y comercial de Al-Ándalus

Se desarrolla dentro de una economía internacional basada en la utilización de una moneda común en todo el mundo islámico, el dinar de oro y el dirham de plata, con una relación de 1 a 10.

3.2. La sociedad andalusí

a) En sus ciudades

Habita mayor número de población que en las de la Europa cristiana. Se comunican entre sí a través de las antiguas calzadas romanas, y sobre todo por mar a través de los puertos. Las ciudades tienen una triple función: son centros administrativos, políticos, judiciales y religiosos, en ellas residen los delegados del poder central (gobernadores y cadíes). Sirven de mercado local permanente de los productos agropecuarios de su entorno y centros de actividad artesanal.

b) En estas ciudades se diferencian varias zonas

La medina es el núcleo de la ciudad, de plano irregular, con calles estrechas y sinuosas, rodeada por una muralla con puertas que se cierran por la noche, dentro se encuentra el zoco, los alcázares, la mezquita principal (aljama) y varios barrios. Los barrios exteriores o arrabales, habitados por menestrales y personas de otras etnias (judíos y mozárabes), disponen de sus propias murallas, mezquitas y mercados.

3.3. La sociedad presenta una gran diversidad étnica y religiosa

a) El grupo religioso dominante era el musulmán

Compuesto por árabes procedentes de Oriente, bereberes del norte de África, y musulmanes «nuevos» autóctonos o muladíes (cristianos convertidos al Islam). Hacia el siglo XI, las tres etnias estaban mezcladas y arabizadas. Los cristianos que quedaron bajo dominación musulmana (mozárabes) y los judíos, eran minorías cultas toleradas, pero subordinadas y consideradas inferiores. Los judíos se integran mejor que los cristianos en la sociedad andalusí. Los mozárabes terminan siendo una minoría marginal con escasa relevancia, muchos emigran hacia los reinos cristianos del norte donde tampoco fueron del todo aceptados.

b) Las diferencias socioeconómicas están basadas en las étnicas y religiosas

En la parte más alta de la pirámide social se encuentra la aristocracia, compuesta por notables de origen árabe. Por debajo están los grandes comerciantes y alfaquíes (musulmanes cultos y grandes conocedores del Corán y su interpretaciones). En el siguiente escalón las masas populares urbanas (artesanos, pequeños comerciantes) y aparceros del medio rural. Y en el escalón más bajo los esclavos, traídos de África, centro y oriente de Europa, o bien obtenidos por conquista en las tierras cristianas del norte.

c) El legado cultural de Al-Ándalus

El Islam, en su expansión, toma y mezcla sabiamente elementos de las diferentes civilizaciones y culturas con las que entra en contacto. Asimila el mundo clásico a través de la

cultura bizantina e incorpora conocimientos científicos y técnicos de países tan lejanos como China, India o Persia: (el papel, la brújula, la pólvora, los números arábigos, conocimientos astronómicos, químicos y médicos), transmitiendo estos conocimientos a la Europa Medieval a través de Al-Ándalus. Al-Ándalus ocupa un papel esencial en la formación y trasmisión del saber en la Edad Media europea. La utilización de una lengua común, el árabe, permite el contacto con los focos culturales de oriente (Damasco, Bagdad, El Cairo). Estos contactos fueron más intensos durante el califato de Alhakam II. En las bibliotecas de los emires y califas de Córdoba se guardaba buena parte de los conocimientos de la cultura persa y grecorromana. b) La vida intelectual y cultural de Al-Ándalus alcanza altos niveles de desarrollo respecto a la Europa medieval y al mundo islámico. La cultura andalusí va adquiriendo una originalidad importante a medida que se desarrolla, sobre todo en el periodo de los reinos de taifas (siglos XI-XIII). Los reyezuelos de las taifas protegen la cultura y compiten entre ellos como mecenas de las artes y de las ciencias, en medio de un clima de libertad intelectual. Las invasiones norteafricanas y la ocupación cristiana de estos reinos de taifas provocarán el exilio de numerosos intelectuales.c) Muchos escritores andalusíes fueron grandes eruditos y abarcaron varias materias como el Ibn Hazm de Córdoba (siglo XI) que escribe sobre religión, historia, poesía, y un famoso tratado sobre el amor “El Collar de la paloma”. La poesía adquiere un gran desarrollo en las cortes de los reinos de taifas (siglo XI). La traducción de la filosofía clásica griega al árabe es fruto del trabajo de grandes pensadores musulmanes y judíos: Ibn Tufayl, Averroes, Maimónides. Averroes, profundo conocedor e intérprete de la obra de Aristóteles, intenta conciliar la filosofía con el Islam. La intolerancia religiosa de almorávides y almohades se cebará con todos estos pensadores andalusíes. Entre los estudios científicos destacan los tratados de astronomía de Azarquiel que construyó excelentes instrumentos astronómicos. En medicina, heredan y transmiten el rico legado de Grecia y oriente próximo, basado en la observación y experimentación. Muchas de las obras científicas serán traducidas al latín y difundidas por la escuela de traductores de Toledo. d) Dentro del marco del arte islámico, el andalusí tiene un carácter singular. La arquitectura es su mayor y mejor realización artística, expresaba la fuerza del poder religioso (las mezquitas) y político (los palacios o alcazabas). Estas edificaciones son austeras en el exterior y de gran riqueza decorativa en su interior, a base de la combinación de los propios elementos constructivos (arquerías de herraduras o lobuladas) y formas abstractas o geométricas, vegetales o epigráficas que llenan los muros interiores. Dentro de ellas se diferencian varias etapas artísticas; la cordobesa o califal (siglos VIII-X) de la que son ejemplo la Mezquita-aljama de Córdoba, iniciada en tiempos de Ab-al-Rahman I y concluida por Almanzor, y el palacio de Medina al-Zahra, en estas edificaciones los elementos constructivos sirven a la decoración. En la mezquita de Córdoba se superponen dos niveles de arcos, el inferior de herradura, que intercala dovelas de ladrillo rojo y piedra blanca, la doble arquería recuerda a los acueductos romanos y el arco de herradura se inspira en el arte visigodo. En la etapa de los reinos de taifas e imperios norteafricanos (siglos XI-XIII) de la que son ejemplos el palacio de la Aljafería de Zaragoza, la alcazaba de Málaga, la Torre del Oro, o la Giralda de Sevilla, en el que los elementos decorativos se imponen sobre los constructivos. La etapa granadina (siglos XIV-XV) cuyo edificio más emblemático es la Alhambra, se caracteriza por un aspecto exterior modesto y un interior deslumbrante, donde se sabe extraer las máximas posibilidades de unos materiales pobres. Entre las artes decorativas destacan la orfebrería, cerámica y elaboración de tejidos, tapices y alfombras. Al igual que la arquitectura, las artes decorativas utilizan motivos muy abstractos. El Islam no permite representar la figura humana, teniendo que recurrir a motivos geométricos, vegetales, caligráficos o la estilización de las figura animales. 

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