La Restauración Borbónica en España (1874-1923)
El Sistema Canovista y el Reinado de Alfonso XII (1874-1885)
Establecimiento de Alfonso XII y Bases del Sistema
El pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto en diciembre de 1874 significó la restauración de la monarquía borbónica. Este golpe de Estado fue bien recibido por los grupos conservadores, que buscaban la estabilidad política. La llegada de Alfonso XII fue sin resistencia significativa. El pronunciamiento militar vino acompañado de un sistema político diseñado por Antonio Cánovas del Castillo, quien asumió la regencia hasta la llegada del rey. El programa político quedaba recogido en el Manifiesto de Sandhurst (1874), donde Alfonso XII, bajo la influencia de Cánovas, dejaba clara su propuesta de solución a los males de España: una monarquía constitucional que integrara el liberalismo y la tradición.
La Restauración buscaba superar problemas endémicos como la intervención constante de los militares en política, la Tercera Guerra Carlista (3GC) y la inestabilidad constitucional (soberanía de Cortes frente a soberanía del rey). Partía de una clara actitud defensiva ante el problema social obrero, defendiendo a ultranza la propiedad privada. Su primera actuación fue la restauración del orden público y el restablecimiento de la influencia de la Iglesia. Para restaurar el orden, acabó con la 3GC y alejó a los militares del poder político, dándoles autonomía profesional; a la Iglesia le devolvió gran parte de su influencia, aunque no el monopolio de la instrucción. Así, pese a no ser un sistema estrictamente clerical ni militarista, consiguió el apoyo de ambas partes.
El Fin de los Conflictos: Guerras Carlista y de Cuba
La Restauración privó a los carlistas de legitimidad, y algunos reconocieron a Alfonso XII. Martínez Campos forzó la rendición de los carlistas en Cataluña y luego en el País Vasco y Navarra en 1876. Carlos VII (pretendiente carlista) marchó al exilio, y Alfonso XII entró triunfalmente en Madrid como “El Pacificador”. Se procedió a la abolición definitiva del régimen foral en el País Vasco y Navarra, quedando sujetos a impuestos y servicio militar obligatorio. No obstante, se estipularon los “conciertos económicos” (1878) para el País Vasco y el “convenio económico” para Navarra, que les otorgaban cierta autonomía fiscal.
El final de la 3GC permitió concentrar esfuerzos militares en Cuba. En 1878 se puso fin a la Guerra de los Diez Años en Cuba por la Paz de Zanjón, que incluía una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud (que se haría efectiva definitivamente en 1888) y la promesa de reformas y autonomía. El retraso en la aplicación de estas reformas provocó la Guerra Chiquita (1879-1880) y la insurrección de 1895.
Las Bases del Sistema Canovista y la Alternancia de Partidos
La Constitución de 1876, de carácter moderado e inspirada en la de 1845, fue la más duradera de la historia de España. Defendía los valores tradicionales como la familia, la religión y la propiedad, aunque incorporaba algunos principios democráticos de la Constitución de 1868. Establecía soberanía compartida entre el Rey y las Cortes. La Corona era un pilar fundamental, con derecho de veto, nombramiento de ministros y potestad legislativa compartida con las Cortes. Las Cortes eran bicamerales: Congreso de los Diputados y Senado. Se proclamó la confesionalidad católica del Estado, con presupuesto para culto y clero, y una declaración de derechos que, aunque amplia en teoría, tendía a restringirse en la práctica. Su flexibilidad facilitó que se adaptase a gobiernos de distinto signo.
El sistema político de la Restauración era conservador en sus fundamentos, asentado en un parlamentarismo liberal pero escasamente democrático. Se basaba en la alternancia (turno pacífico) de dos grandes partidos dinásticos, el Partido Conservador y el Partido Liberal, que coincidían en la defensa de la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y el Estado liberal. Eran partidos de minorías notables, que se nutrían de las élites económicas y sociales. El Partido Liberal Conservador, liderado por Cánovas del Castillo, tendía al inmovilismo; el Partido Liberal Fusionista, liderado por Sagasta, reunía a antiguos progresistas, unionistas y algunos ex republicanos. Las diferencias programáticas entre ambos eran mínimas, lo que facilitaba el ejercicio del gobierno y la alternancia regular en el poder (el turno).
El turno se garantizaba mediante un sistema electoral corrupto basado en el fraude y la compra de votos (caciquismo). El ministro de la Gobernación elaboraba la lista de candidatos que debían ser elegidos (el ‘encasillado’). Los gobernadores civiles la transmitían a los caciques locales. Se realizaba todo un conjunto de trampas, conocido como ‘pucherazo‘: falsificación del censo (incluyendo difuntos), compra de votos, amenazas, etc. Todo ello bajo el lema: “para los amigos, el favor; para los enemigos, la ley”. Sin embargo, cuando un partido sufría un proceso de desgaste político, el monarca llamaba al líder de la oposición para formar gobierno. Este nuevo jefe de gabinete convocaba elecciones, previamente amañadas, para obtener una mayoría parlamentaria suficiente que garantizara la estabilidad. Este sistema ayudó a afianzar los avances del liberalismo y domesticó el carlismo, pero vinculó la monarquía a unos partidos que no representaban a la España real. Entre 1876 y 1898, hubo 6 gobiernos conservadores y 4 liberales. El sistema funcionó con regularidad hasta 1898 y, aunque debilitado, se mantuvo hasta 1923.
La Alternancia de Partidos durante el Reinado de Alfonso XII (1875-1885)
El Partido Conservador gobernó desde 1875 hasta 1881. Impulsó reformas para reforzar el control del Estado, que se concretaron en la Ley Electoral (que mantuvo el sufragio censitario), la Ley de Ayuntamientos y la Ley de Imprenta. Cuando el Partido Conservador se dividió, Alfonso XII llamó a Sagasta. Fue un paso decisivo en la consolidación del sistema, ya que el Partido Liberal aceptó la Constitución de 1876. Durante el primer gobierno liberal hubo mayor libertad de cátedra y se aprobó la Ley de Asociaciones. Sagasta fue cesado en 1884.
La Regencia de María Cristina (1885-1902)
En noviembre de 1885, falleció el monarca a causa de la tuberculosis. La reina María Cristina de Habsburgo estaba embarazada, por lo que actuó como regente hasta la mayoría de edad de su hijo Alfonso XIII. Se firmó el Pacto de El Pardo entre Cánovas y Sagasta, por el cual se comprometían a respetar la alternancia en el poder, mantener y respetar las leyes fundamentales y sostener el Estado monárquico. Por primera vez, se estableció un periodo de gobierno liberal más amplio, sin que el sistema corriera peligro. María Cristina entregó el gobierno a Sagasta (el llamado ‘Gobierno Largo’, 1885-1890). Este gobierno inició importantes reformas, como la abolición definitiva de la esclavitud en Cuba (1888), la aprobación del Código Civil (1889) y el establecimiento del sufragio universal masculino (1890), que amplió el censo electoral a 5 millones de votantes, aunque su efectividad real se vio limitada por el caciquismo. Se abordó la cuestión del servicio militar obligatorio (‘mili’). En 1890, Cánovas volvió al poder y tuvo que hacer frente a problemas interiores, como la conflictividad social (impulsó una Ley antiterrorista), y a la creciente tensión en Cuba y Filipinas. En política internacional, fue prudente y evitó compromisos que pudieran perjudicar a España.
La Guerra de 1898: Cuba y Filipinas
El Conflicto en Cuba
En 1892, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, protagonista de la revuelta conocida como el Grito de Baire (1895). Martí falleció al poco de iniciarse la revuelta, pero el movimiento continuó bajo el liderazgo de Máximo Gómez y Antonio Maceo. El gobierno español respondió enviando al general Martínez Campos para negociar. La falta de éxitos de Martínez Campos hizo que fuera relevado por el general Valeriano Weyler. Se aplicaron métodos más contundentes, como la concentración de campesinos en unas aldeas cerradas para aislarlos de los rebeldes, lo que trajo consigo una alta mortalidad y la destrucción de plantaciones.
Los cubanos optaron por la guerra de guerrillas, mientras que España envió un contingente militar que se enfrentó a un clima caluroso desconocido, falta de equipamiento adecuado y enfermedades. De hecho, solo 1.200 soldados españoles murieron por combate, pero 53.000 por la fiebre amarilla y otras enfermedades. Tras la muerte de Cánovas (asesinado en 1897), los liberales, con Sagasta al frente, decidieron la conciliación. Se relevó a Weyler por Ramón Blanco y se concedió a Cuba la autonomía, el sufragio universal e igualdad de derechos. Sin embargo, era tarde, pues Estados Unidos ya actuaba como mediador y propuso comprar la isla. En enero de 1898, en La Habana, Estados Unidos envió un buque de guerra, el Maine, supuestamente para defender los intereses estadounidenses. En febrero, el Maine explotó, y los estadounidenses consideraron que la responsabilidad era española. La sociedad estadounidense fue condicionada por la prensa sensacionalista, especialmente la de William R. Hearst. En abril, el presidente McKinley consiguió el permiso del Senado y de la Cámara de Representantes para iniciar la guerra. Sagasta, presidente del gobierno español, no tuvo elección.
La armada española en Santiago de Cuba, dirigida por el almirante Cervera, poco pudo hacer contra la superioridad estadounidense. La flota española fue aniquilada. No quedó ni un barco español (con unos 1.700 prisioneros). Solo murió un marino estadounidense.
El Conflicto en Filipinas y el Tratado de París
Paralelamente, en Filipinas, la presencia española era débil, en gran parte debido a la influencia de las Órdenes religiosas. José Rizal, líder nacionalista, fue ejecutado en 1896, lo que avivó la revuelta. El gobernador general Primo de Rivera firmó con Emilio Aguinaldo, líder independentista, el Pacto de Biac-na-Bató (1897), que supuso una tregua. Pero Estados Unidos rompió el acuerdo y apoyó a los rebeldes filipinos, que proclamaron la República de Filipinas. La victoria estadounidense en Cavite y Manila fue decisiva.
La guerra terminó con la firma del Tratado de París (diciembre de 1898). España cedió Cuba (que obtuvo la independencia formal, aunque bajo influencia estadounidense), Puerto Rico y Guam a Estados Unidos. Posteriormente, Alemania compraría a España las islas Marianas (excepto Guam), las Carolinas y Palaos (1899). La derrota de 1898, conocida como el Desastre del 98, supuso la pérdida de los últimos restos del imperio colonial español y tuvo un profundo impacto en la sociedad y la política españolas.
La Crisis del Sistema de la Restauración (1902-1923)
El período comprendido entre 1902 y 1923 estuvo marcado por una profunda crisis del sistema político de la Restauración.
Causas y Problemas del País
Las causas de la crisis fueron:
- La personalidad del rey Alfonso XIII: acostumbrado a ver respetada su voluntad, tenía un carácter autoritario y tendió a intervenir activamente en política (por ejemplo, en las ‘crisis orientales’ de gobierno).
- La división de los partidos de turno: La desaparición de los líderes históricos, Cánovas y Sagasta, generó una descomposición interna de ambos partidos, dando lugar al ‘fulanismo’ (liderazgos personalistas y efímeros).
- La aparición y el crecimiento de otras fuerzas políticas: Socialistas, republicanos, nacionalistas periféricos, etc., que no participaban del turno.
- El progresivo debilitamiento del caciquismo: Aunque persistió, el mayor peso del voto en las ciudades, donde el fraude era más difícil, limitó su efectividad.
Los problemas a los que se enfrentó el país fueron:
- Aumento de las luchas sociales: Con una mayor conciencia de clase, el movimiento obrero (anarquista y socialista) y los partidos de izquierda intensificaron sus reivindicaciones y movilizaciones.
- La cuestión religiosa: Se cuestionó el dominio social y educativo de la Iglesia Católica, y se reclamó limitar su poder y el número de congregaciones religiosas.
- El problema militar: El ejército sufría de ‘macrocefalia’ (exceso de oficiales) y se sentía humillado por la derrota de 1898. Se enfrentaba a sectores antimilitaristas y a una prensa hostil que le acusaba del ‘Desastre del 98’. La intervención del rey en asuntos militares y su posterior apoyo a la Dictadura (aunque fuera del periodo 1902-1923) contribuyeron al descrédito de la monarquía.
- Los regionalismos y nacionalismos periféricos: Especialmente en Cataluña y el País Vasco, que cuestionaban el centralismo del Estado.
- El problema de Marruecos: La Conferencia de Algeciras (1906) concedió a Francia y España un protectorado sobre Marruecos. La guerra colonial para pacificar el territorio, con su coste en vidas y recursos, contribuyó a empeorar el clima social y político en España.
El Regeneracionismo de Joaquín Costa
La corriente de pensamiento que cuestionó el sistema de la Restauración tras el Desastre de 1898 fue el regeneracionismo. Destacó la figura de Joaquín Costa, líder de la Unión Nacional de Productores. Costa consideraba que la Restauración había fracasado y, en obras como “Oligarquía y caciquismo” (1901), proponía una política basada en ‘despensa y escuela’, es decir, fomento de la riqueza (obras hidráulicas, mejora de la agricultura) y educación. Buscaba movilizar a las clases medias y a los sectores productivos. Sin embargo, el regeneracionismo no logró consolidarse como una alternativa política fuerte.
Intentos de Reformas Institucionales
Durante los primeros años del reinado de Alfonso XIII hubo varios intentos de reforma del sistema. La intervención constante del monarca en la vida política (como en las ‘crisis orientales’ de gobierno) contribuyó a la inestabilidad y a la ausencia de liderazgos fuertes, además de estrechar la relación entre la Corona y los militares.
- 1905-1907: Gobiernos liberales (Moret, Montero Ríos) intentaron un ‘regeneracionismo liberal’ con reformas limitadas, principalmente en el ámbito religioso. Para controlar el descontento del ejército tras los incidentes del ¡Cu-Cut!, se aprobó la Ley de Jurisdicciones (1906), que sometía a la jurisdicción militar los delitos ‘contra la patria o el ejército’ cometidos por civiles.
- 1907-1909: Gobierno conservador de Antonio Maura (‘gobierno largo’). Su programa buscaba incorporar a las ‘masas neutras’ (clases medias) al sistema. Impulsó acciones para fomentar la participación electoral y reformar la administración local. La Ley de Reforma Electoral (1907) introdujo la intervención del Tribunal Supremo en el censo y el artículo 29 (que declaraba electo sin votación al candidato único), que no fomentó la movilización. Creó el Instituto Nacional de Previsión (embrión de la seguridad social) y presentó un proyecto de Ley de Administración Local que contemplaba la creación de Mancomunidades. Su gobierno cayó en 1909 a raíz de la Semana Trágica.
La Semana Trágica de Barcelona (1909)
La primera crisis grave del reinado de Alfonso XIII fue la Semana Trágica de Barcelona en 1909. Se originó por el envío de tropas de reserva a Marruecos, donde las cabilas rifeñas habían atacado a los trabajadores españoles de las minas del Rif, infligiendo una dura derrota en el Barranco del Lobo (con unas 1.200 bajas). El envío de reservistas, muchos de ellos padres de familia y de clases populares (pues los ricos podían pagar la redención), era muy impopular y colmó la paciencia, iniciando una protesta que degeneró en revuelta.
La protesta se inició en Barcelona el 18 de julio y se extendió hasta el 24. Un Comité de Huelga convocó una huelga general para el 26 de julio. La situación desbordó a las autoridades, con incidentes violentos, quema de conventos, barricadas y enfrentamientos con las fuerzas del orden. Se declaró el estado de guerra y el ejército salió a la calle. El balance fue de centenares de muertos y heridos, y se produjeron numerosos arrestos y juicios. La ejecución del pedagogo anarquista Francisco Ferrer i Guàrdia, fundador de la Escuela Moderna, acusado de ser el instigador, provocó una oleada de protestas internacionales y la caída del gobierno de Maura.
La Semana Trágica provocó una reorganización de las fuerzas de oposición. Las izquierdas se unieron en la Conjunción Republicano-Socialista, que obtuvo un notable éxito electoral. Nació el Partido Reformista de Melquíades Álvarez, que buscaba democratizar el sistema desde dentro. En Cataluña, el nacionalismo catalán (representado por la Lliga Regionalista) se consolidó. Tras la caída de Maura, los Liberales, liderados por José Canalejas, impulsaron un programa regeneracionista: supresión del impuesto de consumos, establecimiento del servicio militar obligatorio sin redención en metálico, la ‘Ley del Candado‘ (que prohibía temporalmente el establecimiento de nuevas órdenes religiosas sin autorización) y un proyecto de Ley de Mancomunidades Provinciales (que no llegó a aprobarse debido a su asesinato). Canalejas también promovió una mayor intervención del Estado en materia social.
Tras el asesinato de Canalejas en 1912 por el anarquista Manuel Pardiñas en la Puerta del Sol de Madrid, se agudizaron las disputas internas en el Partido Liberal y, posteriormente, en el Conservador. Surgieron líderes incapaces de aglutinar a las distintas facciones. El turnismo pacífico entró en crisis. Desde 1912 hasta 1923, se sucedieron gobiernos de gestión, marcados por la inestabilidad y la ineficacia, lo que preparó el terreno para el fin del sistema.