La Guerra Civil Española: Orígenes, Desarrollo y Consecuencias
La Guerra Civil Española (1936-1939) fue un acontecimiento bélico de trascendencia internacional, debido a la inclusión de factores ideológicos, políticos y económicos que afectaron profundamente a Europa. El conflicto se inició el 17 de julio de 1936 con la sublevación de parte del ejército en Marruecos, bajo el liderazgo de los generales africanistas Mola, Franco y Sanjurjo.
Orígenes y Causas del Conflicto
Las fuerzas rebeldes contaron con el apoyo de la mayor parte de la derecha española, un grupo heterogéneo conformado por propietarios agrarios, la Falange Española, la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), monárquicos y carlistas. Este sector estaba descontento por las tensiones generadas durante el gobierno del Frente Popular.
Para comprender el origen de la contienda, es preciso referirse a varias causas estructurales de gran importancia que aquejaban a la sociedad española antes de estos convulsos años:
- Distribución de la tierra: Una profunda desigualdad en la propiedad agraria.
- Educación: Altas tasas de analfabetismo y un sistema educativo deficiente.
- Militarización de la vida política: La constante injerencia del ejército en los asuntos civiles.
- Influencia de la Iglesia: Un papel predominante de la Iglesia Católica en la sociedad y la política.
- Condiciones de los trabajadores: La precariedad y la explotación laboral.
La Segunda República se erigió como una posible solución a todos estos problemas, pero no contó con la suficiente estabilidad para desarrollarse plenamente. La incapacidad de la República para controlar el orden social (evidenciada en sucesos como Arnedo, Casas Viejas, o los asesinatos del teniente Castillo y de Calvo Sotelo), sumada al extremismo político y religioso de las bases de ambos bandos (como la CNT-FAI o la Falange), precipitó la sublevación militar.
Dimensión Internacional del Conflicto
En cuanto a los aspectos internacionales, la Guerra Civil Española se enmarcó en la pugna ideológica global entre el fascismo y el comunismo. Desde los primeros compases, el bando sublevado, conocido como «nacional», contó con el apoyo inequívoco de la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini. Por su parte, el gobierno republicano también recibió ayuda internacional, principalmente a través del Komintern (Internacional Comunista) y mediante las Brigadas Internacionales, integradas por voluntarios de diversas nacionalidades, ya que las democracias europeas se negaron a una intervención oficial en España, adoptando una política de no intervención.
Consecuencias de la Guerra Civil
Tras el conflicto, finalizado el 1 de abril de 1939, las consecuencias marcaron profundamente a la sociedad española en las décadas siguientes:
- Pérdidas humanas: Cuantiosas vidas se perdieron, provocadas tanto por las acciones militares directas como por las represalias en ambas retaguardias y los indiscriminados bombardeos aéreos sobre ciudades como Guernica, Barcelona y Madrid.
- Pérdidas materiales: El patrimonio nacional y las infraestructuras estatales sufrieron daños cuantiosos.
- Impacto económico: Se sumó una ingente deuda exterior, contraída para sufragar el conflicto, y la pérdida del oro del Banco de España, invertido en la compra de armamento para el bando republicano. Estos factores lastraron durante la posguerra una economía de por sí muy castigada.
- Transformación política: El resultado más trascendental fue la transformación de una sociedad democrática en una férrea dictadura que se prolongó durante 40 años, encuadrada y reconocida en el contexto internacional durante la Guerra Fría.
La Reforma Agraria en la Segunda República Española
El origen de la Reforma Agraria en España se sitúa en el pensamiento de los Ilustrados, destacando figuras como Jovellanos y Olavide. Sus primeras implementaciones se llevaron a cabo durante los gobiernos progresistas de Isabel II, aunque sus objetivos iniciales no se completaron. La desamortización de Mendizábal (1836) no solo no redistribuyó la propiedad, sino que la concentró, y la de Madoz (1855) eliminó el uso de las tierras comunales, lo que acentuó la miseria entre los campesinos.
Todo ello, unido al fracaso del movimiento obrero y de las políticas aplicadas durante la Restauración, ocasionó que el problema agrario siguiera siendo una cuestión pendiente durante el primer tercio del siglo XX. A pesar de algunos tímidos e insuficientes intentos gubernamentales para revertir esta situación, mediante políticas de cesión y adquisición de tierras (1907 y 1917), no fue hasta la proclamación de la Segunda República (1931-1936) cuando la Reforma Agraria, enmarcada en una batería de medidas modernizadoras, se retomó con mayor ambición.
La Ley de Bases de la Reforma Agraria (1932)
La ley fundamental de la Reforma Agraria se impulsó durante el Bienio Reformista (1931-1933), de la mano de la vertiente moderada del republicanismo, persiguiendo tres objetivos principales:
- El incremento de la productividad de la tierra.
- La mejora de las condiciones de vida del campesinado.
- La redistribución racional de la propiedad de la tierra.
Durante esos años, el Instituto de Reforma Agraria (IRA) se encargó de aplicar lo legislado, aunque con desigual fortuna y éxito, a causa de la escasez de fondos disponibles para las indemnizaciones, la burocratización del sistema y la resistencia de muchos propietarios. El proceso de reforma fue muy lento, y produjo malestar no solo en el campesinado, sino también, obviamente, entre los latifundistas y pequeños propietarios afectados.
Evolución y Paralización de la Reforma
La represión de Casas Viejas (Cádiz), un enfrentamiento entre campesinos anarquistas descontentos con la lentitud de la reforma y las fuerzas del orden, derivó en una ruptura en la coalición gubernamental y en la celebración de nuevas elecciones, dando inicio al periodo conocido como Bienio Conservador (1933-1935), liderado por la CEDA.
La nueva política estuvo orientada a enfriar o ralentizar casi todas las reformas, incluyendo la agraria, que quedó prácticamente paralizada a finales de 1934.
Tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, motivada en parte por la corrupción y división interna de la coalición gubernamental presidida por Lerroux, la reforma se aceleró exponencialmente, tanto en número de hectáreas como en el de familias asentadas. Sin embargo, con la llegada de la Guerra Civil (1936-1939), las reformas quedaron, en esencia, congeladas. Aún así, en la zona republicana se impulsaron colectivizaciones agrarias de carácter anarquista, al margen de la ley original.
El Frente Popular: Contexto y Programa Electoral de 1936
El surgimiento del Frente Popular es preciso contextualizarlo en la Segunda República Española, una vez finalizado el Bienio Conservador (1933-1935) y en vísperas de las elecciones de febrero de 1936.
El Bienio Conservador y la Reacción de las Izquierdas
En el periodo inmediatamente anterior, el gobierno presidido por Alejandro Lerroux (Partido Radical) y apoyado por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) de Gil Robles, paralizó o interrumpió la mayoría de las reformas (agraria, religiosa, educativa, laboral) llevadas a cabo durante el Bienio Progresista (1931-1933). Las izquierdas, que habían sido derrotadas electoralmente precisamente por su desunión, sintieron cómo los sectores conservadores frenaban las aspiraciones de la clase obrera y campesina.
La radicalización de las derechas tuvo su respuesta en la izquierda radical, manifestándose en la Revolución de Asturias de 1934 y la proclamación de la república catalana por Lluís Companys. Ambos acontecimientos, mal orquestados y poco coordinados, fueron sofocados mediante una dura represión, así como por la disolución de la Generalitat y la suspensión del Estatuto de Autonomía en Cataluña.
Sin embargo, al año siguiente, diversos escándalos de corrupción (como el caso Estraperlo o el caso Nombela), en los que se vieron directamente implicados Lerroux y otros miembros destacados de su agrupación, precipitaron la caída del gobierno. El presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, anunció elecciones para el 16 de febrero de 1936.
Formación y Objetivos del Frente Popular
La izquierda había aprendido la lección de haber acudido de forma fragmentada a las elecciones de 1933, y configuró el Frente Popular. Frente a esta coalición, el Bloque Nacional, integrado principalmente por la CEDA, Renovación Española, Falange Española y el Partido Radical, entre otros, se presentó como única alternativa.
La coalición de izquierdas estaba integrada tanto por partidos republicanos de reciente fundación, como Izquierda Republicana y Unión Republicana, como por formaciones obreras de entidad, como el PSOE y su escisión, el PCE (de orientación estalinista). Al margen de ellos se situaron partidos minoritarios, como el POUM (trotskista) y el Partido Sindicalista, este último de tintes anarquistas.
El principal objetivo que se propusieron fue, en esencia, recuperar el gobierno, movilizando a todo el electorado de izquierda y prodigándose en una activa campaña a todos los niveles. Para ello, contaron con el apoyo indirecto de los anarcosindicalistas que, aunque se negaron a formar parte de la coalición, no pidieron la abstención entre sus militantes.
En términos generales, los partidos del Frente Popular se comprometieron, sin renunciar a sus idearios y programas particulares, a:
- Amnistiar a los presos de la Revolución de Octubre de 1934.
- Reintegrar en sus puestos de trabajo y cargos a aquellos represaliados.
- Reinstaurar la Generalitat y el Estatuto de Autonomía catalán.
- Aplicar y desarrollar toda la legislación reformista aprobada en el primer bienio.
Entre los aspectos más importantes de su programa figuraban la citada amnistía, una concepción más social de la república y la reforma educativa.